UN CAMBIO DE IDENTIDAD Mt 16, 13-20

UN CAMBIO DE IDENTIDAD
Mt 16, 13-20
Luis Fernando Castro Parra
TEÓLOGO

Estamos en una realidad personal y colectiva en la que buscamos prolongar nuestra existencia, tener una mejor calidad de vida en todos los aspectos. Sin embargo, nos encontramos con una situación distinta a la que pensamos e imaginamos porque parece que lo que deseamos se ve obstruido por las decisiones, opiniones y acciones de otras personas. Vivimos, entonces expectantes a que en algún momento pueda surgir una persona con una identidad particular que transforme la situación de nuestra vida, que le dé un nuevo método y paradigma a las acciones que nos rodean, logrando que todos tengamos un mejor bienestar. Pero, quién es esa persona. ¿Será un jefe, un político, un religioso o un reformador social? ¿cuál es su identidad? ¿Lo podremos reconocer? A la Luz de la Palabra de Dios, Jesús en la región de Cesarea de Filipo pregunta a sus discípulos por su identidad para sugerir que su respuesta sea distinta a la opinión de otras personas, creando una nueva relación que confía un servicio nuevo para construir y edificar, de un modo adecuado y libre a la comunidad. Veamos:

1. El sentimiento de identidad (vv. 13-15): Debido a los diversos cambios que suceden en nuestra existencia, el sentimiento de identidad es una preocupación de muchas personas, no como una crisis, pero sí, como la capacidad para sentirse uno mismo a pesar de los ligeros cambios, logrando mantenerse estable en las situaciones, complejas y difíciles. Jesús pregunta a sus discípulos ¿Quién soy yo?, no porque esté en aprietos su identidad, sino porque está en juego la identidad de sus discípulos, pues la experiencia con el Maestro no se concibe dentro de una ideología o una doctrina moral, sino desde una relación responsable y comprometida con el progreso de la vida. Saber quiénes somos, cuál es el papel que nos corresponde en el desarrollo y en la practica diaria de nuestra vida, cuál es el sentido de la vida y de la fe como una responsabilidad se convierten en preguntas fundamentales y prioritarias para determinar lo que somos y lo que tenemos para poder aportar y construir de una manera adecuada a los demás, sin influencias y condiciones sociales que muchas veces tergiversan y desvirtúan la imagen de lo que verdaderamente somos como personas. Tener un sentimiento de identidad es reconocer que nuestra respuesta a la vida no está condicionada por la educación que recibimos o por el medio ambiente donde crecimos y aprendimos a relacionarnos, sino por la apertura a descubrir la grandeza que hay en nosotros, logrando avanzar de un modo personal, pero también contribuyendo a que se descubran cosas nuevas que trasciendan y transformen relaciones y realidades de nuestra existencia. En este sentido, es posible dar una respuesta distinta y más favorable, capaz de concederle a la vida un bienestar integral, desde lo que somos, aportando un crecimiento en armonía constructiva y en realización a la existencia.

2. Elegidos para un cambio de identidad (vv. 16-19): Los cambios que suelen suceder en nuestra vida, son necesarios porque si no hay cambios, tampoco, tendríamos la oportunidad para continuar creciendo en nuestro desarrollo personal y comunitario. Después de las diversas opiniones de la gente acerca de Jesús (vv. 14), la respuesta de Simón Pedro es contundente y asombrosa: Tú eres el Cristo (El único, el último y definitivo rey y pastor del pueblo de Israel, enviado por Dios para dar a la humanidad la plenitud de la vida), el hijo de Dios (existe una relación única, singular con Dios). Una respuesta que muestra que Simón Pedro no ha sido elegido solo por Jesús, sino también por el Padre (vv. 17). Ante la declaración de Simón, Jesús declara su nueva identidad: tú eres Pedro (Roca). Todo cambio implica un compromiso, una nueva tarea por desarrollar con responsabilidad, con funciones que edifican y conduce a encontrarse con nuevas cumbres, nuevos retos que superar. Muchas veces nos sentimos elegidos para algo especial, un ejercicio que nos conduce no sólo a desear más, también nos mueve a desprendernos para poder avanzar. Por supuesto, que no es fácil porque somos más conscientes de lo que tenemos y podemos perder, a lo que podemos ganar, sin embargo, es ahí, donde es posible activar la fe, como una fuerza espiritual que nos impulsa a ver más allá de lo que tenemos hoy para lanzarnos hacia lo que es mas grande (vv. 18b-19) sirviendo con dedicación, con justicia y con libertad. Ser elegidos para un cambio de identidad es encontrarnos con la grandeza, con la capacidad de desarrollar y llegar a nuevas metas, logrando ser constructivos en todos los aspectos de nuestra vida, usando la mejor versión de lo que somos, descubriendo que siempre habrá algo más para proyectar, para servir, para comunicar la vida y para ser verdaderamente seres humanos victoriosos.  No es lo que somos lo que nos debe limitar, sino pensar lo que no somos. Conocer nuestra identidad, conocer esta belleza, esta fuerza que hay en nosotros, usando la grandeza de la humildad, qué no seriamos capaces de lograr para administrar, para discernir con autoridad, para sostener con solidez y perseverancia nuestra vida y el acompañamiento en el crecimiento integral de los demás, alcanzando, de una manera activa y con dinamismo la capacidad de ser libres y felices.

3. Conclusión (vv. 20): El tener un cambio de identidad para desarrollar una actividad con responsabilidad garantiza también los pormenores que suelen siempre surgir alrededor de las situaciones y de las circunstancias de la vida. Podemos imaginarnos que el ser elegidos para una tarea o un servicio especial, donde podemos ejercitar todos nuestros talentos y habilidades, es posible caminar sobre ruedas, de un modo tranquilo y en paz, sin embargo, lo inevitable de la vida, aparecerá, como el dolor, la entrega, el pagar el precio por la novedad, por pretender expandir nuevos estilos y formas de vida y de relación, a lo cual no queremos aceptar, obstruyendo en ocasiones el proyecto iniciado (Cf Mt 16, 21-23). Pero, en la noche profunda están las estrellas. Allí en lo profundo de cada persona está una identidad maravillosa que nos hace gigantes, que transforma historias de vida, que nos facilita el camino para crecer. Un secreto (cf. Mt 13, 11) que va más allá de nuestra razón y de nuestros quehaceres cotidianos para que podamos dar lo mejor de nosotros, logrando cosas cada vez mayores y mejores para nuestra vida personal y para el beneficio constructivo de los demás: El Amor.
Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es

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