EL SERVICIO DE ESTAR ALEGRES Lc 1, 39-56

EL SERVICIO DE ESTAR ALEGRES

Lc 1, 39-56

Luis Fernando Castro Parra
TEÓLOGO

¿En nuestra experiencia de vida personal y familiar qué nos impide o nos afecta para descubrir y vivir la fuerza de la alegría? A la luz de la Palabra de Dios, María, la madre de Jesús visita a su prima Isabel transformando el lugar en una oportunidad para el servicio y el desborde de su alegría. Cuánta alegría y cuánto bien nos puede hacer el recibir una visita de un familiar querido, de una amistad apreciada. Solo basta con escuchar su voz para que el corazón se acelere, nos podamos sentir regocijados, saltemos de gozo, nos salgamos de nosotros mismos para poner nuestra mirada en quien llega e incluso corramos sin medida a abrazar. Es un momento, un evento majestuoso, de fiesta y de gran celebración para algunos. Recibir una visita en tiempos de enfermedad, de privación de la libertad o en cualquier otra circunstancia es estimulante y milagroso. Es un servicio que requiere de alegría, de afecto, de comprensión, de solidaridad y de comunión. La visita es un obsequio, una celebración sanadora que transforma realidades, que va más allá de los regalos, las golosinas y los caramelos apreciados por muchos niños especialmente. La visita es un servicio sublime de estar alegres, y la alegría mueve la vida de una persona visitada, despertando en ella la alegría, el gozo, la felicidad, el optimismo, el agradecimiento, los elogios, opacando en ocasiones los dolores, el sufrimiento, el miedo y la tristeza. Una visita adecuada puede inspirar e iluminar, dando confianza y seguridad en los procesos, incluso de aprendizaje y de nuevas expectativas. De esta manera, visitar es un servicio que trae beneficios y gracias sorprendentes de Dios para la gente. Pero, la visita no es sólo para los demás es también un servicio para nosotros porque nos ayuda a salir de nosotros mismos, nos desacomoda y nos descentra de nuestros propios intereses. Nos facilita levantarnos y tomar una nueva actitud, tomar nuevas decisiones que nos impulsa a realizar largos caminos a ir un poco más lejos de lo ya hemos ido. La visita nos facilita emprender un nuevo viaje en el que podemos alegrarnos con los que se alegran, compartiendo experiencias con quienes nos reciben. Sin embargo, para manifestar la alegría debemos estar alegres de vivir con sentido y realización nuestro servicio. Un corazón habitado por la alegría es atractivo porque se alegra y celebra también las alegrías, los triunfos de los demás. Por tanto, el servicio de estar alegres es reconocer que todo lo que está a nuestro alrededor es un regalo, una visita de Dios que nos realiza, haciéndonos verdaderamente libres y felices, dándonos la capacidad de proyectarlo y hacerlo crecer también en los demás.

Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es

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