PARÁBOLA DE UN CARPINTERO Mt 13, 54-58

PARÁBOLA DE UN CARPINTERO

Mt 13, 54-58

Luis Fernando Castro Parra
TEÓLOGO

¿Con qué mirada acojo las actitudes, las acciones y las palabras de las personas que conocemos? ¿con apertura o que cierto prejuicio y desconfianza? A la luz de la Palabra de Dios, Jesús es causa de escándalo en su patria por su enseñanza y sabiduría. En ocasiones parece ser muy fácil encontrar y hacer una lista de los defectos de las otras personas, incluso de aquellas que están cercanas a nosotros, que hacen parte de nuestra cotidianidad y conocen antecedentes familiares y laborales, pero al momento de hallar cualidades, virtudes y talentos nos cuesta, nos crea duda, tomamos el impulso a juzgar y, aunque nos maravilla y nos provoca admiración por lo que hace y desarrolla preferimos no aceptarla, sin dar la oportunidad de mirar un poco más allá de sus orígenes, de lo que se conoce y de sus relaciones sociales. Nos quedamos con lo superficial, con la primera impresión, con la mirada mezquina y con la apariencia, despreciando la grandeza de sus acciones, de sus palabras y capacidades, cerrando la posibilidad a encontrarnos con la novedad, con lo que puede decirnos y lo que podemos aprender de su experiencia. La familiaridad no es garantía de que se confíe y se crea en la persona porque en ocasiones se entremezclan envidias, celos y un sinfín de emociones negativas que impide desarrollar la capacidad de apertura hacia las palabras y acciones de la otra persona. De este modo nadie es profeta en su tierra, parece que es complejo crear fraternidad, verdadera amistad y fuertes, saludables relaciones. Por estas reacciones se hace necesario en algunas ocasiones traspasar fronteras para continuar avanzando y creciendo en todos los aspectos, buscando afuera lo que no se encontró adentro. Definitivamente, se experimenta la parábola de un carpintero que teniendo sus herramientas, ignora su utilidad, y no saber cómo usar y aplicar las herramientas en su trabajo, pues todo resultará inútil. Por tanto, aunque no estamos obligados a entender al otro por sus palabras, actitudes y acciones, tampoco estamos para rechazar, excluir, despreciar y levantar señalamientos negativos hacia la otra persona. El milagro está cuando tomamos mejor la actitud de escucha, cuando superamos las apariencias y acompañamos procesos, buscando que avance y crezca integralmente y, cuando llegamos a acuerdos que nos beneficien a unos y a otros, sin interesar las diferencias inevitables que surgen en el lazo de la convivencia.

Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es

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