EMPRENDER CON LA VISIÓN HACIA EL TRIUNFO Mt 17, 1-9
EMPRENDER CON LA VISIÓN HACIA EL TRIUNFO
Mt 17, 1-9
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Luis Fernando Castro Parra TEÓLOGO |
¿Cómo nos hemos dado fuerza, ánimo en nuestra experiencia de vida en los momentos de crisis, de dificultad y de obstáculo? A la luz de la Palabra de Dios, Jesús sube a un "monte alto" ofreciendo un anticipo de su gloria a sus discípulos, necesario para el seguimiento y también para las circunstancias y situaciones a las que iba a ser sometido en el camino a su Pasión y a su Muerte. Es interesante que en las entrevistas que los reporteros hacen a los deportistas en las grandes competiciones siempre esté en las respuestas la expectativa de ganar, de deslumbrar, de mostrar todas las capacidades y potenciales con el fin de asegurar el triunfo del evento. Esto sucede porque en las diversas circunstancias humanas, llamase competencia, proyecto o trabajo se quiere alcanzar la meta. Tener la visión del triunfo no es para alejar de la lucha, sino para dar ánimo para emprender el camino hacia algo mayor y más favorable para todos, pero también para no rendirse ni desistir en medio del camino, pues muchas actividades que se han empezado no se han terminado, no han llegado a la meta, provocando frustración. Para emprender se hace necesario primero tener una meta. Todos los días estamos sometidos en mayor o menor medida a alcanzar alguna meta, aún sin proponerlo, desde salir de la casa para llegar al trabajo hasta realización de algunas actividades en el ámbito laboral o familiar. Sin embargo, no hay gozo sin dolor, no hay vida sin muerte, como tampoco regeneración sin destrucción. No hay aprendizajes si no hay el deseo de desaprender para volver aprender. No hay meta sin sacrificios, sin esfuerzos, sin momentos de incertidumbre. La importancia de tener la visión del triunfo, de la meta facilita el emprendimiento y el ánimo constante en el camino, en el deseo de mantener viva la misión, pues ante los momentos de crisis, de dudas, de sufrimientos, de luchas, éstos sólo serán una piedra en el camino para fortalecer y no una estación para escampar. Lo segundo es superar la emoción inicial y la mediocridad. Quedarse estancado en las cosas fáciles sin ver más allá un mundo por explorar y por triunfar es aliarse a la mediocridad. Emprender alguna actividad o proyecto de vida exige perseverancia, esfuerzo, pero en medio de las adversidades, de los momentos difíciles e incomprensibles surge también la tendencia a permanecer en lo que es más fácil y cómodo impidiendo continuar hacia la meta propuesta. Superar la emoción y la mediocridad en el camino que se ha emprendido exige salir de la zona de confort, de los deseos de instalarse en sus seguridades, venciendo los miedos, abandonando la rutina y, así ponerse en marcha, seguir hacia adelante con dedicación y disciplina hasta conseguir los objetivos establecidos, hasta alcanzar la gloria vista al momento de emprender, provocando los frutos de la paz y de la alegría. Y, tercero, confiar en sí mismo y en el respaldo divino. No hay nada mejor que tener personas que acompañen e impulsen los procesos para llegar a cumplir las metas. Pero, confiar en el respaldo divino es conectarse con la visión de Dios que da piso para continuar avanzando y con la experiencia armoniosa de la vida de otros que han superado problemas y dificultades para ver sus metas y sus sueños cumplidos. De esta manera, estar unido a quien todo lo puede y nos mueve interiormente para emprender y desarrollar con eficacia los proyectos de vida, es tener la certeza de conseguir, de ver grandes logros, que seguramente traerán beneficio personal, pero también bienestar para los demás.
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