ENTRE EL BIEN Y EL MAL ES CUESTIÓN DE DECISIÓN Mt 13, 24-43

ENTRE EL BIEN Y EL MAL ES CUESTIÓN DE DECISIÓN
Mt 13, 24-43
Luis Fernando Castro Parra
TEÓLOGO

Todos como personas estamos en la capacidad de decidir y de elegir, entre lo que es tomar el camino correcto y tomar el camino de la malicia, esto grandioso reside en nuestro interior. Diariamente sin darnos muchas veces cuenta enfrentamos y libramos batallas internas, pero siempre tenemos la opción de tomar las mejores decisiones entre un conjunto de elecciones que mostrará al final lo que verdaderamente somos. Esta acción se convierte en un lucha interior porque las decisiones son consecuencia de lo que mejor dominemos en nuestro interior. Si lo que domina en el interior son las emociones negativas, como el egoísmo, la ira, la tacañez, la petulancia, los resultados que se mostrarán en las acciones serán negativos (cizaña), conducidos a la derrota. Pero, si alimentamos nuestro interior con emociones positivas, como la paz, la generosidad, el amor, el perdón, las consecuencias en las acciones serán positivas, impregnadas de victoria (trigo). De esta manera, comprendemos que el resultado de la batalla que libramos por nuestras luchas internas será responsabilidad de cada uno, como persona, de acuerdo a su decisión y a la forma como lo enfrentamos. A la Luz de la Palabra de Dios, Jesús quiere explicar a sus oyentes a través de tres parábolas: la de la cizaña y el trigo, la del grano de mostaza y la de la levadura, sobre la manera cómo se instaura el Reino de Dios y su crecimiento en la cotidianidad de nuestra historia, sin el uso de la violencia, de la fuerza o de la potencia, antes bien lo hace de manera, gradual y en ocasiones pasando por inadvertido. Veamos: 

1. El bien y el mal en el mismo campo (vv. 24-30): Una de las grandes batallas que tenemos en nuestra  existencia se encuentra en nosotros mismos. Es una batalla terrible entre dos grandes lobos. Por una parte es un lobo negro y oscuro que se alimenta de emociones negativas como la codicia, la arrogancia, el resentimiento, el orgullo, la petulancia, la autosuficiencia, la tristeza, el pesimismo, la mentira, la inferioridad o la superioridad, por el otro lado nos encontramos con un lobo blanco que se caracteriza por la valentía  y se alimenta de emociones positivas como la alegría, el amor, el perdón, el deseo de crecer, progresar, impregnado de la grandeza de la humildad y de la sencillez, un lobo que es compasivo, bondadoso, generoso y lleno de fe. El triunfador de esta batalla depende de quien nosotros decidamos alimentar, fortalecer y prestar mayor atención. Jesús a través de la parábola del trigo (representa la bondad) y la cizaña (representa la maldad) sembrados en el mismo campo, cuenta una historia similar a la gente común y a sus discípulos para que hallasen la enseñanza y sacarán sus conclusiones sobre cómo irrumpe el Reino de Dios en el ser humano, pero sin entender los discípulos pidieron posteriormente que el Maestro les explicará el sentido de sus palabras. El bien y el mal se encuentra en el mismo campo (representa al ser humano), conviven en el interior del hombre e irá hasta el final: dejadlos crecer juntos hasta la siega (vv. 30a). La vida que vivimos en nuestro interior es como una pelea de boxeo donde el adversario tratará de vencernos en cualquier asalto para dejarnos en el piso. Esta pelea empieza desde el momento en que entramos en el ring de la vida, sin embargo, esto no es una excusa para sentirnos desanimados o llegar a usar la violencia, por el contrario es un momento para estar siempre alertas y vigilantes, aún cuando dé la impresión que el mal nos podrá ganar. porque al final será una situación que no durará para siempre (vv. 30b), más aún se puede convertir este mal para hacer el mayor bien. Por tanto, las decisiones y las acciones que desarrollamos se ponen en juego, pero la tarea de cada uno de nosotros es decidir y actuar de un modo responsable con la vida con aquella bondad, con aquellas capacidades y acciones que podemos aplicar a favor del crecimiento y el progreso de nuestra existencia. Inclinarnos a la bondad es abrir la posibilidad para hacer el bien a los demás, sin embargo, no podemos descuidarnos porque nadie es del todo trigo ni tampoco nadie es del todo cizaña. No somos ni blancos ni negros. En cada persona hay un poco de todo. De esta manera, aunque queriendo haciendo el bien podemos lastimar y hacer daño a las personas, incluso a las que amamos; esto no significa que debamos abandonar lo que se ha emprendido y lo que se ha querido construir para contribuir a la vida, dando respuesta de paciencia y perdón porque el mal no perjudica el bien, sino que colabora a su pleno triunfo. Realmente todo coopera para el bien (cf. Rm, 8, 28). Muchas veces lo que parece mal será también una ocasión para hacerse mejor. Los retos que aparecen en nosotros como amenazas no son para destruirnos, son como oportunidades para avanzar y crecer integralmente.

2. Cuestión de Decisión (vv. 31-35): Las grandes cosas que logramos, comienzan con poco. Basta entregar una semilla a la tierra para lograr ver en un tiempo y proceso determinado un gran árbol frondoso. Jesús compara el reino con otras dos parábolas, la semilla de mostaza y la levadura que fermenta las tres medidas de harina. La semilla en su comienzo es muy pequeña, frágil e insignificante, pero con el tiempo y el proceso se convierte en sobreabundancia. La levadura es como el pan viejo, endurecido y con moho, que al convertirlo en polvo, le da sabor a la insípida harina y, aunque poco, tiene la capacidad de fermentar toda la masa. De esta manera, es cuestión de decisión del ser humano si quiere asumir con responsabilidad lo que parece poco, pero que con el tiempo se convertirá en algo grandioso y sorprendente, libre de malicias y perversidad. Cuando decidimos sembrar pequeñas semillas de vida, de amor, de bondad, de perdón, de generosidad, de amistad, queriendo hacer el bien a los demás, buscando que crezca, que llegue a mejorar en su vida y en todos sus aspectos de existencia, aquella semilla se convertirá en una gran bendición que invadirá no sólo a la persona a la que se le sembró, sino también a quienes estarán en su alrededor. Pero, si la decisión es arrogante, creyendo que la semilla y la levadura es poco, dejándose gobernar por la petulancia, la abundancia, el prestigio, la tacañez, el apego, incluso, dejándose atropellar por el miedo y las culpas, entonces las decisiones y las acciones no serán adecuadas y recomendables, porque al final se sembrará emociones negativas, impregnadas de egoísmo, orgullo y rencor que en consecuencia cargan como pesados grilletes que esclavizan e impiden avanzar y crecer. Por tanto, es cuestión de decidir, de enfrentar para ganar. Esto se logra con la práctica de la grandeza de la humildad, con el creer en el valor de lo pequeño, de lo que parece invisible (vv. 31-33) para que todo lo que se emprenda germine y se proyecte como bendición abundante para los demás.

3. Poseer el Bien (vv. 36-43): La única forma de poder ver que el bien ha vencido es permitir que Dios invada con su misericordia el corazón del ser humano, para que poseyéndolo lo haga crecer y realizar como persona, en todos los aspectos de su vida y de su servicio. Jesús en la explicación de la primera parábola, que realiza a sus discípulos dice que al final habrán dos fuegos: el de la cizaña que arderá y será tirada como basura (vv. 40), y el fuego de los justos que brillará como el sol (vv. 43a). Poseer el bien con perseverancia hará que quien controle nuestra vida sea Dios, sin que ello implique asfixiar nuestra libertad, por el contrario le dará el verdadero sentido. Esto nos exige responsabilidad personal porque nos descentra de nosotros mismos, para ir hacia el otro, haciendo posible que nos encontremos con nuevas experiencias, con nuevas personas, con nuevos proyectos que seguramente nos impulsarán a crecer y a irradiar de vida, de vitamina nueva a otros. De esta manera, cuando consentimos y acogemos el bien, dejándonos poseer por la bondad, brillará el amor como prenda de compromiso para amar, haciéndonos hermano de todos, sin exclusiones, respondiendo con la libertad de escoger y dar lo mejor de nosotros para que crezca la fraternidad como una gran familia en el reino del Padre (vv. 43b). Ahora, entre el bien y el mal ¿Cuál sería tú decisión?
Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es

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