LAS CARAS DEL AMOR Mt 22, 34-40
LAS CARAS DEL AMOR
Mt 22, 34-40
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Florecita- Gloria- Luis Fernando Castro Parra TEÓLOGO |
Nos hemos preguntado en algún momento en nuestra experiencia de vida ¿Por qué el amor es importante y vital para nuestro desarrollo personal y para nuestra existencia? Tal vez desde pequeños estamos acostumbrados a seguir una cantidad de normas, leyes, rutinas, obligaciones, a cumplir reglas al pie de la letra, pero es posible que no nos hayamos preguntado para qué sirven o cuál es el sentido que debe darse en la aplicación de nuestra vida y en las distintas relaciones personales. Las leyes y las normas son indispensables para una sana convivencia, para tener buenas y saludables relaciones humanas, pero lo mejor no está en ellas, sino en el amor como la fuerza, el impulso que hacer salir el potencial y la belleza que hay en nosotros, convirtiéndose en una expresión que satisface y beneficia a todos. A la luz de la Palabra de Dios, un fariseo después de haber puesto una trampa junto con los herodianos a Jesús, ahora basado desde la experiencia de la comunidad judía pregunta al Maestro sobre ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley? La respuesta de Jesús supera las expectativas de las autoridades religiosas, ofreciendo el camino y motor de nuestra existencia. Veamos:
1. Primera cara del amor: Dios (vv. 34-38): Cuando nos referimos a hablar sobre Dios, nos enfocamos en pensar que Él es un amo (un César: cf Mt 22, 17-21) que usa todo su poder para gobernar sobre todas las cosas, sin embargo, Dios ante todo poder o privilegio es el Amor y, como el Amor es un servidor de todos los seres humanos, es decir que Dios es un servidor de todos por Amor. De ahí, que una vida orientada por el amor es una vida que construye, que libera, que transforma. Lo esencial, el centro de nuestra existencia y de nuestras distintas relaciones es el amor. Más aún esto es lo que más nos identifica porque hemos sido creados por el amor y para proyectar el amor (cf. Gn 1, 17). Por eso, ante la pregunta de un doctor de la Ley que quiso poner de manera maliciosa a prueba a Jesús, preguntando sobre ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley? Quizás un mandamiento más de la gran lista que la comunidad judía tenía, la respuesta del Maestro es Amar a Dios con todas las fuerzas posibles. En concreto significa cumplir las palabras que Él nos dio para indicarnos cómo podemos vivir de un modo libre y feliz (cf. Dt 6, 1-3). Por supuesto, este aspecto requiere de amar a Dios con todo el corazón y, esto implica obrar según lo que ama con libertad, con la capacidad de decir si o no para estar en sintonía con el Amor, recordando siempre al amado. Amar a Dios con todo el corazón implica la dimensión volitiva, es decir que el corazón será el centro y el sentido del querer y de las decisiones que tomamos. Pero, implica también amarlo con toda el alma, es decir con toda la vida mostrando la fuerza vital, desarrollando la energía disponible para amar, usándola en la medida en que sirve para transformar. Y, un aspecto más: amar a Dios con toda la mente, esto es la capacidad de representar lo que somos con nuestros talentos, con nuestras habilidades y nuestras capacidades el sentido de pertenecer al Amor. Por tanto, la primera cara del Amor es Dios en quien podemos entrar en dirección hacía sí mismo, hacia los demás y hacia quien es el Amor para dar dinamismo a nuestra vida, sintiéndonos que le pertenecemos y, desde ahí organizamos y damos sentido a nuestras decisiones, acciones y prioridades de la vida, provocando que los frutos y los resultados sean cada vez más óptimos y beneficiosos para todos.
2. Segunda cara del amor: El prójimo (vv. 39): Amar no sólo nos sintoniza con las normas o con las leyes de convivencia, también nos pone como centro de la mirada a las personas con quienes compartimos, crecemos y buscamos llegar a acuerdos cuando surgen las diferencias (cf, Mt 18, 19-20). El amor a sí mismo es el amor para los demás. Amar es tener a las otras personas en el corazón para desbordar sobre ellas lo mejor de nosotros, con nuestras palabras, acciones y actitudes, así como queremos que también nos cuiden y nos traten, logrando los mejores resultados. Amar a los otros sirve para comprender para servir y para descubrir que es más grande el amor que hay en nosotros, como un talento de vida, un tesoro escondido que lleva impresa y acuñada la imagen del Amor. De esta manera, el amor a Dios es semejante al amor al prójimo, pues después del primer Amor no hay otros mandatos, ni pequeños ni infinitos. El amor con el cual hemos sido creados y el que se manifiesta a sí mismo para proyectar el amor, es el mismo para amar a los demás. Amar a los demás depende de cómo nos amamos a nosotros a sí mismos (vv. 39). Y en este recorrido profundo el prójimo será el primer destino que tenemos, después de nosotros para amar. Es lo más cercano. Y, en esta actitud devolvemos a Dios lo que es de Dios, el Amor. Por tanto, amándonos a nosotros mismos, queremos que otros también sean felices y libres, alcanzando el bienestar que promueve la justicia, la reconciliación y la dignidad humana. Un amor constructivo que no viene como un añadido, sino multiplicado para dar solidez a las relaciones y a las acciones personales, dando reconocimiento y dinámica a quien se encuentra próximo.
3. Dos caras, un solo Amor (vv. 40): Cuando nuestra vida está enfocada en el amor, facilitamos un camino para continuar progresando, superando las rivalidades, los rencores, los enojos, las envidias, y los egoísmos que surgen por los distintos inconvenientes de entrar en contacto y en relación con otras personas que piensan y actúan de modo diferente a nosotros, aún cuando éstos también son amados y creados por el Amor: de estos dos mandamientos penden toda la ley y los profetas. De esta manera, amar la vida, al prójimo es amar también a Dios. Negar alguno de los dos, afectará nuestra relación directa con el otro. No son dos amores distintos ni separados, sino que es un amor que es ley de libertad y de felicidad en un solo Amor, Dios. Fortalecer mi relación con Dios es afirmar también mi relación con los demás. Y afirmar mi relación en los demás y en sí mismo es encontrarnos con el Amor que nos ha creado. De ahí, entonces, que Dios y el prójimo son la fuente práctica de todo el Amor. Por eso, cuánto más amemos a quien está cerca más posibilidad abrimos de devolver el Amor, el cual le pertenece a Dios, y en Dios nosotros le pertenecemos, no de un modo destruido y oscuro, sino en un modo constructivo y embellecido. El Amor es la novedad y la realización de cada uno de nosotros, como personas, un amor que no se obliga ni se impone, pero que es clave para ser columna de soporte en el crecimiento permanente de la comunidad, logrando alcanzar mayores y nuevos resultados que serán bendiciones para nosotros y para ofrecer bienestar y crecimiento a quienes amamos y a quienes debemos amar más. Cada día es una oportunidad para vivir como si fuera el primer día de nuestra existencia, una posibilidad para amar con todas las fuerzas, dando sentido a cuanto nos rodea, sacando lo mejor de nosotros, que es el amor, para vivir junto a otros, de una manera realizada y plena.
Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es
Mensaje muy claro e importante de práctica con la realidad y verdad de la cara del amor. Gracias
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