ACTUAR CON RESPONSABILIDAD Y SIN COMPETENCIA Mt 22, 15-21
ACTUAR CON RESPONSABILIDAD Y SIN COMPETENCIA
Mt 22, 15-21
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Luis Fernando Castro Parra TEÓLOGO |
¿Conocemos alguna experiencia de personas que por su creencia o su cultura eran enemigos, pero que en algún momento se juntaron para acusar a otras persona porque su honestidad y responsabilidad les incomoda para el desarrollo y la práctica de sus propios intereses? Seguramente hemos escuchado en algún momento que todos, como personas, tenemos cualidades, talentos y habilidades admirables, pero también tenemos algunos defectos, algunos más que otros. Sin embargo, la hipocresía se convierte en uno de los defectos más peligrosos porque se actúa con falsedad, se vive en una miseria que encierra otra cantidad de elementos como la mentira, la falsa adulación, la manipulación, el rencor, la envidia, el engaño. No se tiene escrúpulos, se maquilla comportamientos, adecuando el contexto, se simula y se llega a ser muy desleal. Una actitud negativa que impide reconocer el valor de la otra persona, de lo que dice y de lo que realiza en sus acciones, equivocando así, el camino porque destruye la relación, la amistad y la posibilidad de crecimiento y avance en todos los aspectos de la vida. A la Luz de la Palabra de Dios, Jesús enseña a los discípulos, a los fariseos y a los herodianos a construir una vida sin máscaras y sin fingimientos para que al tomar en consecuencia decisiones, éstas sean adecuadas y responsables, buscando lo que es más esencial y prioritario. Veamos:
1. Evitar la deshonra (vv. 15-17): Muchas personas toman decisiones para comprometer a otros, sin percatarse que son ellos mismos, quienes deben asumir y afrontar con responsabilidad las consecuencias. Fariseos y herodianos se confabulan para poner una trampa a Jesús, enfrentándolo a un dilema y aunque le reconocen que él es un Maestro sincero, que enseña el camino de Dios conforme a la verdad, quien no se somete a nadie ni le importa lo que sea la otra gente y, más aún es posible pedirle una opinión: Dinos tu parecer... quieren agarrarlo en alguna contradicción que desvirtúe su enseñanza. Así que, la decisión de conveniencia de estos grupos representativos no incide en una mera respuesta, sino en quitar la honra a una persona libre y digna para ponerlo en problemas con los demás. Dos grupos enemigos que se unen para destruir, pues si Jesús responde en favor del tributo, queda enemistado con el pueblo, pero sí se pronuncia en contra, entonces el problema se inclinaría hacia las autoridades romanas, teniendo el pretexto de acusarlo y hacerlo desaparecer. Algunas personas no tienen escrúpulos, maquillan sus acciones y sus actitudes, adecuando al contexto, se simula y es se es desleal. Algunos engañan porque su interés es obtener sus propios beneficios, defendiendo sus privilegios y su poder, sosteniendo un discurso doble, usando un falso poder contra aquellos que los incomodan, que les estorban porque sus acciones y sus palabras son liberadoras, son de honestidad y de responsabilidad en favor de la persona y de la vida. No les importa las consecuencias ni mucho menos la necesidad o en valor de dignidad de los demás. Quieren hacer de las personas lo que se les antoje. Esto conlleva a una deshonra, porque quieren ponerse por encima de los demás, e incluso de quien les ha dado la vida, Dios. Por eso, evitar la deshonra es el comienzo para construir una vida sin otra intención que no sea la de estar en función de los demás, tomando las mejores decisiones para crear ambientes más saludables en el que las relaciones que allí se mueven crezcan y maduren en todos los aspectos de su vida. No podemos sucumbir en la tontería de engañar a otros por querer agradar a quienes por su poder o su condición de vida quieren ser reconocidos a toda costa trayendo como consecuencia divisiones e implementaciones de nuevas teorías que denigran de lo que es más valioso dentro de la creación, la persona, como imagen visible de Dios. Por tanto, evitar la deshonra es dar el puesto a Dios, como autoridad y poder supremo, y en él descubrir el valor de cada persona, con el fin de aportar y no disminuir en su integridad.
2. Construir sin máscaras (vv. 18-19): Cuando decidimos actuar de una manera auténtica, entonces comenzamos a construir una vida sin máscaras. Jesús conociendo la intención de aquellos grupos que habían planteado una pregunta bien pensada para hacerle caer y así, quitárselo de encima, responde el Maestro con una solicitud: Mostradme la moneda del tributo. Este gesto suena muy curiosos porque los fariseos por su condición religiosa se negaban a tocar con sus manos las monedas que mostraban la imagen y la inscripción del Emperador, del César, sin embargo, pagaban el tributo, de ahí, que Jesús los llamará desde un principio, hipócritas (cf. Mt 22, 18), pues si llevan la moneda del tributo es porque también se sirven del emperador, lo cual por qué no pagar el tributo. Construir una vida sin máscaras implica coherencia en lo que creemos y lo que hacemos. Tener fidelidad a Dios no nos exime de cumplir con lo que es nuestro deber. Más aún cuando cumplimos con lo que nos corresponde de un modo generoso y honesto estamos siendo fieles a Dios. Es decir, como personas libres y felices las palabras y las acciones que desarrollamos implica un gran regalo, pero también una gran responsabilidad porque no son solamente para usar en bien de nuestros intereses, también es para los demás. De manera que, actuar de forma auténtica y sin máscaras es aceptar que tenemos limitaciones, pero esto no opaca nuestras cualidades, por el contrario nos facilita aceptarnos y amarnos a nosotros mismos tal como somos sabiendo que hay muchas cualidades por mejorar y por aportar con las mejores intenciones, logrando crear mejores relaciones personales que nos permita cuidar y avanzar junto con otros, construyendo una vida de valor auténtico que no nos impida responder con valentía a lo que debemos cumplir a cabalidad, siendo coherentes entre lo que decimos, enseñamos y mostramos en nuestras actitudes y acciones de vida.
3. Actuar con responsabilidad y sin competencia (vv. 20-21): Tener un poder o una autoridad no implica pretender ser dueños de los demás. Para Jesús Dios y el emperador no compiten, como tampoco ser fiel a Dios designa rechazar las responsabilidades y deberes que tenemos con la sociedad: lo del César, devolvédselo al César y lo de Dios a Dios. Sin embargo, los asuntos que experimentamos en nuestra existencia no están en el mismo plano que las exigencias de la voluntad divina, pues éstas son superiores a cualquier otra autoridad. De esta forma nuestra responsabilidad es actuar sin competencias o rivalidades porque sólo a Dios se le entrega el tributo de la vida, de la gratitud, del servicio, de la posibilidad constante de estar en función de los demás y, a nadie más. Por tanto, actuar con responsabilidad y sin competencia es saber que aunque se tenga un poder, una autoridad, un cargo reconocido, el orden de las cosas empieza en reconocer la grandeza de la humildad, la cual habla de reconocer no una divina imperial (escrita en la moneda romana), sino en dar tributo a quien es el dueño de la vida para que después actuando de una manera responsable miremos a los demás como personas con dignidad y valor especial. Por eso, el dinero ni el poder, como hechos circunstanciales, pues en un tiempo se acabará, no son superiores a la libertad y a la felicidad de las personas. La dignidad que se nos ha otorgado está por encima de cualquier pretensión política, social e incluso religiosa. Esta responsabilidad puede causar que algunos se maravillen y otros se alejen, pero de nada serviría decir: Señor, Señor y que al final él mismo nos diga: No te conozco (cf. Mt 7, 22-23).
Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es
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