EL PERDÓN, UN SERVICIO QUE DA VIDA A TODOS Mt 18,21-35
EL PERDÓN, UN SERVICIO QUE DA VIDA A TODOS
Mt 18,21-35
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Luis Fernando Castro Parra TEÓLOGO |
Todos somos conscientes que nos equivocamos, unos en mayor o menor proporción que otros, Pero, todos en un campo de relación personal, en el momento de entrar en contacto con otras personas, el estar en convivencia familiar, laboral, compartiendo con otros no estamos exentos de ofender, de herir con las palabras o con las acciones y actitudes, de lastimar con una mirada, incluso a quien más cree amar. Sin embargo, perdonar, y perdonarse en un proceso de calidad que es necesario aprender en la cotidianidad para amarnos y aceptarnos unos a otros pase lo que pase. Por supuesto, que la decisión de perdonar no es meramente pedir una disculpa, perdonar y perdonarse es un servicio que da vida a todos, que reconstruye la vida de una persona, pero además nos asemeja más a Dios, aunque nos pueda causar alguna dificultad. No se trata, entonces de elaborar solamente un acuerdo entre dos personas que tuvieron algún conflicto, diferencia. Perdonar como servicio es crear una restauración, es recuperar una vida, a un hermano. A la Luz de la Palabra de Dios, Jesús enseña a Pedro y a la comunidad de los discípulos a perdonar sin límites, como un regalo que restaura las relaciones humanas, pero también como una decisión que nos asemeja a Dios. Veamos:
1. Perdonar sin límites (vv. 21-23): Mejorar la calidad de nuestra vida parte de una decisión voluntaria y consciente, como lo es el perdón, que nos libera del rencor, la amargura, la ira, el enojo, el deseo de infidelidad y la acción de venganza. Pedro, pregunta al Maestro: ¿Cuántas veces tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces? La respuesta de Jesús es más retadora y más grande, va más lejos, es un verdadero heroísmo: No sólo siete veces, sino hasta 70 veces siete. Esto es siempre. Perdonar no tiene un número o una cantidad, el perdón en las relaciones humanas exige una disponibilidad permanente (vv. 23). Una relación personal en cualquier campo de acción, sea laboral, familiar, no es posible sostenerse sin el perdón dado y el perdón recibido. Por supuesto, algunos podrán decir que perdonar es un fastidio y que lo mejor y perfecto sería que no existiera, sin embargo, perdonar nos facilita el camino para asemejarnos a Dios. Quedarnos rumiando la ofensa o permanecer preguntando ¿cuántas veces debo soportar a quien es caprichoso, terco, prepotente? sólo provoca que nuestra vida no avance ni busque realizarse, aunque se crea tenerlo todo. No se trata de hacer cuentas (vv. 21), ni tampoco es tomar la identidad de una alfombra que por más valiosa, se tira al suelo y es pisoteada. El perdón no niega la realidad del mal, lo supone, pero da respiro y vida a quien lo concede y a quien lo recibe (vv. 27). Perdonar sin límites, es un servicio que comienza trayendo beneficios, no sólo para los demás, sino para nosotros mismos porque supera la tragedia del egoísmo, de la tacañez y de sentirnos victimas para lograr crecer en la paciencia, en la libertad y en la fortaleza interior, teniendo incluso apertura a la trascendencia, consiguiendo una vida personal y fraterna saludable en todos los aspectos.
2. Regalar el Perdón (vv. 24-34): Servir a través del perdón es recuperar y restaurar una vida. Jesús para ilustrar la enseñanza sobre el perdón desarrolla una parábola donde se menciona como un rey siente compasión por su siervo, que teniendo una deuda pide con insistencia que le tenga paciencia, pero éste saliendo del palacio no perdona a su compañero, actuando de una manera despiadada y en contraste a lo que había recibido. El perdón comienza con la decisión de no vengarse. Tomar revanchas o usar gestos enjuiciadores no es recomendable. Regalar el perdón es darnos la oportunidad de descubrir algo nuevo que eleva y mejora nuestra vida, dejando de estar apegado a sucesos y recuerdos dolorosos del pasado, reduciendo el miedo y el rechazo, el engaño y el abandono para dar lugar a la confianza que nos conduce a continuar creciendo hacia nuevas cumbres, liberándonos de caer en la selva de la amargura y de las acciones contrarias a las que hemos recibido (vv. 28-30). Regalar el perdón es estar en la capacidad y la disponibilidad para poder limpiar lo que es inevitable en cualquier relación, cerrando asuntos o episodios que afectan nuestro rendimiento personal, que roban fuerzas, que estanca los proyectos y genera muchas veces círculos viciosos. No saber recibir el perdón, complica la posibilidad de dar lo mejor de nosotros, de saber superar los obstáculos, creando una imagen insuficiente de Dios (vv. 32-33). Perpetuar y recordar constantemente la ofensa causa un desgaste que en efecto se inclina más a imitar al ofensor, logrando como único resultado vivir a la defensiva, volviéndose verdugo y aumentando enemigos que hacen perder la paz conduciendo a una cadena de fracasos. Por eso, regalar el perdón es apostar por el valor del ofensor, es creer en la dignidad de quienes nos ofenden (vv. 27). Un amor que no perdona, no es amor. Detrás de cada persona que nos ofende existe un ser que es capaz de ser mejor y de evolucionar en sus acciones y actitudes. Cuando regalamos constantemente el perdón estamos abriendo la puerta a restaurar una vida, pero a su vez estamos permitiendo que nuestro destino sea cada vez mejor. Cada uno de nosotros somos responsables de la calidad de vida que poseemos (vv. 34). Por tanto, somos libres para amar y para perdonar porque si echo en prisión al otro que nos ha hecho pasarla mal, nos estamos encarcelando a nosotros mismos (vv. 32).
3. Perdonar, la mejor opción (vv. 35): Todos como personas tenemos algo de ofensores y algo de ofendidos. Si no logramos perdonar, el problema no ha sido del otro. Eso sería buscar culpables para no asumir nuestra propia responsabilidad y, efecto no estaríamos al lado de la solución. Por eso, hacer el servicio de perdonarnos y de perdonar se convierte en una gran opción de vida porque no tiene medida. Perdonar es darnos cuenta de que somos libres y felices con la capacidad de superar obstáculos, de renacer de las cenizas y de saber aceptar lo mejor para ser cada vez mejores de lo que ya somos, logrando avanzar y edificar nuestra vida personal y también las relaciones que construimos en nuestro caminar.
Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es
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