RESPONDER CON INTELIGENCIA Mt 5, 38-42


RESPONDER CON INTELIGENCIA

Mt 5, 38-42
Luis Fernando Castro Parra
TEÓLOGO

¿Has sentido alguna vez en tu experiencia de relación con las demás personas una rabia tan grande como para querer pensar desquitarse aplicando la venganza? ¿Cómo es posible superarla? A la luz de la Palabra de Dios, Jesús en el monte enseña, cómo la venganza no pertenece al proceder del Reino de los Cielos. Es necesario dar un paso adelante. La tendencia de casi todos los seres humanos cuando se le ofende o se le ha hecho daño es responder con el impulso de la venganza, del desquite, de devolver o pagar con la misma medida, con la misma moneda. Es decir que a tal daño, tal respuesta. Un acto de matar comienza con el resentimiento, con el odio. No cortarlo a tiempo de raíz, respondiendo con inteligencia,  puede muchas veces ocasionar un problema mayor, una tragedia. Sentir rabia hacia aquellas personas que nos han hecho daño es normal, pero en las relaciones personales es necesario ir un poco más lejos para no caer en las garras del odio, de la ira y de la venganza. Usar las armas de quienes nos ofenden es un modo de no acabar nunca con el pleito. Como dicen por ahí, es echarle más leña al fuego donde la relación quedaría consumada en cenizas causando infelicidad, sufrimiento que a la postre estanca e impide avanzar en los distintos aspectos de la vida. Por eso, detenerse un instante para discernir cada situación permite que en cada una de estas situaciones se dicten actos nuevos, capaces de encaminar el sentido de la libertad y de la vida. Esto apunta a vencer la violencia, actuando de una manera extraordinaria en favor propio, pero también del agresor sin aceptar el mal de manera pasiva, pero sí con bondad. Lo primero es decidir no devolver el golpe venciendo el mal. Para esto es necesario no dejar pasar mucho tiempo para no dar tantas vueltas al asunto distorsionando la visión que tenemos del otro. Lo segundo es aceptar teniendo una actitud de disponibilidad generosa de dar lo mejor a quien nos agrede. Si el ofensor nos da basura, nosotros devolvemos flores, es decir ofrecemos lo mejor de nosotros porque no somos esclavos sino libres que servimos con generosidad a los demás. Lo tercero es desarrollar la capacidad de la paciencia. Es necesario darnos cuenta que todos cometemos errores, unos más que otros. Muchas veces ni nos damos cuenta que hemos molestado a los demás. Así, que, más que querer destruir es mejor usar la paciencia, esto traerá mucha paz. Finalmente, empatizar. Juzgar menos y comprender más.  Esto nos ayuda a afrontar las situaciones con una actitud distinta. Hacer bien en nuestra vida diaria, nos irá convirtiendo en personas que sabrán responder con inteligencia ante el mal, deponiendo el espiral de la venganza, dejando crecer la magnanimidad de un amor sin reservas en el que nos reconocemos como hijos del Padre Celestial.
Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es


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