ENVIADOS PARA LA MISIÓN Mt 28, 16-20

ENVIADOS PARA LA MISIÓN
Mt 28, 16-20
Luis Fernando Castro Parra
TEÓLOGO

Desarrollar la capacidad de dar respuesta a las diversas situaciones de nuestra vida, es lo que hace posible que una promesa se haga realidad, transformando palabras en acciones concretas que contribuyen a mejorar integralmente, facilitándonos ascender y crecer, haciendo tiempo aún cuando se crea que no lo hay para cumplir con lo que se ha encomendado a pesar de las inevitables circunstancias y momentos adversos. Un compromiso que hace salir de nosotros la mejor versión porque nos forja el carácter, impulsándonos a esforzarnos por hacer algo más para que nuestra vida, nuestra sociedad y nuestras relaciones personales se renueven y se continúe construyendo en medio del escepticismo. Es poner al máximo, lo que nos han delegado para sacar adelante lo que nos han encomendado. A la Luz de la Palabra de Dios, Jesús resucitado, convoca y confía a sus discípulos el compromiso de continuar desarrollando la misión que él ha comenzado en todas las naciones. Veamos:

1. El punto de inicio (vv. 16-17): Para asumir como propios los objetivos de la misión, superando obstáculos es importante estar en relación con Aquel que nos ha encomendado. La confianza del Maestro supera la fragilidad del discípulo. No ha citado ni ha llamado a otros. Jesús insiste con los mismos porque a pesar de que el discípulo ha sido desleal, lo ha abandonado y lo ha negado confía en lo que podemos dar. Algunos podrán afirmar que no se lo merecen o que la misión nada tiene que ver con ellos (vv. 17), sin embargo, siempre habrá un nuevo punto de partida, una nueva oportunidad para continuar avanzando, pues lo que nos corresponde nadie lo hará. Es un nuevo hoy con una nueva visión de la vida, del amor, de la felicidad, de la amistad. Es un nuevo punto para desarrollar y entrar en contacto con los demás, sin ningún límite ni espacio, superando toda expectativa. Es comenzar a subir la montaña (vv. 16) porque no hay tiempo para el ocio, para el descanso. Hay que ascender, hay que escalar poniendo algún esfuerzo, algunos sacrificios. Hay que continuar la obra para llegar a la cima y encontrarse con la plenitud de la vida, superando las tentaciones (cf. Mt 4,8), aquello que nos mantiene sentados en un sofá o estancados mientras otros disfrutan de los distintos retos que nos pone la vida, dando origen a nuevos proyectos para ver nuevas metas (cf. Mt 17, 1s). Es el punto de inicio, es el lugar del encuentro, de la intimidad y del envío con el Resucitado. Es escalar una nueva montaña para encontrarnos constantemente con Dios, creyendo en uno mismo con sus cualidades y debilidades, caminando a su propio ritmo, pero con la certeza de contribuir para crecer integralmente.

2. Enviados para la Misión (vv. 18-20a): Lo maravilloso de subir las montañas no está solamente en lograr llegar a la cima, también lo está en la experiencia que se aprende y se enseña en el trayecto. Al que escala la montaña no sólo se le confiere el poder, la autoridad de Dios, de la Trinidad para que llevemos a cabo y adecuadamente la misión de hacer discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (vv. 19), también nos damos cuenta que al ascender estamos acompañados (cf. Mt 1, 23), que tenemos personas que nos aportan y nos enriquecen cada instante de esta aventura, haciéndonos sentir que lo importante no es llegar rápido, sino llegar lejos. De esta manera podemos decir y actuar con confianza que no estamos solos, que no hemos sido enviados para la misión sin nada y sin nadie, sino que vamos caminando y construyendo con la autoridad divina y junto a otros, sin detenernos por alguna frontera, que vamos conducidos por el dinamismo y el amor de Dios hacia la plenitud. Por eso, todo lo que aprendemos y enseñamos, la paleta de emociones que despierta el subir una cumbre, la gente con quien nos encontramos, las experiencias que hallamos en esta aventura, son razones interesantes para no poner la atención solamente en el objetivo final, sino para asumir un nuevo estilo de vida que aprecia lo que realmente es importante en la vida y lo enseña a guardar (vv. 20a), contribuyendo a encontrarnos con un mundo mejor conforme y a la altura de estar insertados en una familia trinitaria que nos envía para caminar más lejos de lo que nos imaginamos.

3. Respaldo Divino (vv. 20b): Ser enviados a la misión no es un carga, es un honor que nos compromete con nuestra realidad, pero también nos hace pensar que podemos conquistar a muchas personas para que juntos podamos traer justicia, libertad y vida para todos. Es decir, que podemos ayudar a descubrir a otros lo ricos que son. Pero, esto nos puede causar miedo, duda, trancón y parálisis mental para avanzar, sin embargo, no sólo contamos con la compañía de Dios, también con su respaldo pleno: Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo (vv. 20b). Tener el respaldo divino es estar apoyados, protegidos, defendidos, seguros que ante las circunstancias de angustia, de adversidad que suelen surgir en el proceso y desarrollo de la misión (cf. Mt 10, 16-23) es posible continuar hacia adelante, viviendo un estilo de vida distinto con cambios sorprendentes que nos impulsan a perseverar hasta el final, progresando y viendo las promesas de Dios cumplidas en nosotros.
Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es

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