SABER ESCUCHAR PARA AMAR Mc 12, 28b-34 Domingo Trigésimo Primero del Tiempo Ordinario (Ciclo B)

SABER ESCUCHAR PARA AMAR
Mc 12, 28b-34
Domingo Trigésimo Primero del Tiempo Ordinario (Ciclo B)
Luis Fernando Castro
 TEÓLOGO PUJ

Tener una montaña de leyes, de tradiciones, de grandes estudios y de inmensos conocimientos, es importante y de mucho privilegio. Pertenecer a un grupo relevante y de gran reconocimiento es también de gran valor, pero nada se compara ni puede superar el amor. Para este no se necesita ser sabio ni tener una gran inteligencia, como tampoco largas profesiones o de hacer parte de algún equipo élite. El amor es el centro constructivo de las distintas relaciones humanas: con nosotros mismos, con los demás y con Dios. El amor en nuestra vida es más grande e importante de lo que podemos imaginar porque es creador y está al servicio de la vida, siempre nos está comprometiendo con muchas personas. Por eso, escuchar al amor nos permite hacer lo que haría el amor, impactando y dando lo mejor de nosotros, dando al mismo tiempo el color a nuestra existencia, ya sea con pequeñas o grandes acciones, haciendo que estemos dentro del Amor para dar lo mejores frutos que unen y se ponen al servicio incondicional de muchas personas. A la Luz de la Palabra de Dios, un doctor de la Ley se acerca a Jesús para conocer de él la opinión sobre cuál es el primer mandamiento de todos. La respuesta de Jesús es todavía más importante porque no sólo responde a la pregunta de aquel escriba de la ley, sino que además agrega uno más, aludiendo el cómo del primero, dejando así un solo Amor inseparable. Veamos: 

1. Estamos en una sociedad donde el puesto de honor se convierte en un lugar destacado que se reserva para las personas invitadas o de mayor importancia. Para Jesús el puesto de honor y de mayor importancia es Dios. Un escriba y doctor de la Ley pregunta al Maestro sobre cuál es el primero de todos los mandamientos (vv. 28b). Es decir, que el escriba quiere saber en qué debemos centrar todas nuestras fuerzas y nuestros esfuerzos. Jesús retomando algunos textos del Antiguo Testamento (cf. Dt 6, 2-6) señala el camino, la dirección que conduce a la plena realización: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas (vv. 29-30). Jesús en sus palabras agrega "toda tu mente" para abarcar a la persona en su totalidad de ser, pues el ser humano ha de amar a Dios sobre todas las cosas e incluso sobre su propia vida. El amor es importante, más de lo que podemos imaginar porque no sólo nos ayuda a mejorar y a organizar nuestra vida, sino que además, nos facilita ser mejores de lo que ya somos, impulsando nuestra existencia como un motor a hacer mejor lo que hacemos, pensando que los estamos haciendo para Dios y para los demás. 

2. Todos estamos invitados a amar, a vibrar por lo alto, generando buenas acciones fundamentados y aprendiendo del amor. Casi nunca nos detenemos a pensar que el amor es algo que está siempre por aprender  a lo largo de nuestra vida. Algunas personas dan por supuesto que el ser humano sabe amar de una manera espontánea y, por eso, no se dan el permiso de detectar tantos errores y tantas ambigüedades  en el mundo del amor  Un camino que esta centrado en el amor a Dios sin ninguna división, ejerciendo todas nuestras facultades humanas: corazón, alma, mente y fuerzas no pretende agotar el sentido y la gracia de amar. Hay quienes se han pasado su vida buscando quién les ame porque piensan que el amor es fundamentalmente dejarse amar. Y, si bien esto es importante, también estamos invitados a amar para que no nos pasemos la vida mendigando el amor, buscando quién nos ame. Esta incomprensión del amor puede sonar muy atractivo; pero trae bastante desdicha porque se busca es agradar olvidándose de amar.

3. Existen algunos casos de personas que están convencidos que el amor es un elemento de la vida muy sencillo y casi cursi, difícil de encontrar porque centran sus fuerzas en agradar a quienes se dejan querer y, entonces se acercan solamente a las personas que les parece simpáticas o que congenian con ellas. Cuando no encuentran respuesta en su búsqueda ni les apetece ninguna personas, su amor se va desvaneciendo hasta el punto de usar la frase: "El amor no existe" o "El amor se acabo". Entre tanto, hay personas que confunden el amor con el deseo. Entonces se pasan su vida tratando de encontrar quien les pueda satisfacer sus deseos y caprichos caracterizados por el placer, la compañía y el afecto. Dicen muchas veces "te quiero"; pero en realidad están pronunciando "me apeteces"; " te deseo" y nada más sin adquirir compromiso y responsabilidad.

4. Lo que nos identifica a nosotros es el amor: Jesús no pone otra cosa en nuestra vida que es el amar: ...y amarás (vv. 30.31.33), poniendo de manifiesto el amor a Dios que nos seduce para que seamos respuesta de vida y de amor. Hacer memoria constante de este hecho hará que estemos identificados con el amor, llegando a Dios y a muchas personas de una manera distinta y siempre novedosa. Pero, para que esto sea posible es necesario darle el puesto de honor a Dios, quien es el amor (cf. 1Jn 4. 7-8). Profesar el máximo amor a Dios (cf. Salmo 18 (17), 2-4.47.51) traerá en consecuencia que nuestra vida tenga un orden. Cuando Dios no tiene el primer lugar, el gran puesto de honor en nuestra vida, no ocupa tampoco ningún lugar y, entonces todo será caos y oscuridad (cf. Gen 1,1). La mejor vida no es la más larga, sino la que está más llena del amor de Dios. La respuesta de Dios al caos y a la oscuridad es la acción de crear y, en este modo de proceder está en una creación creada por amor y para el amor.

5. Podemos decir que amamos a Dios con todas nuestras fuerzas, con toda nuestra mente y con todo nuestro corazón, pero esto no es suficiente si no amamos a las otras personas, incluso a aquellos que nos han hecho pasarla mal. El primer mandato es amar a Dios y el segundo es el cumplimiento de éste. Los dos mandamientos ahora forman una sola palabra, un único mandamiento: amar  (vv. 33). Cuando Jesús habla del amor a Dios y al prójimo como lo más importante de la vida está refiriéndose a una fuerza que nos mueve y que nos hace crecer la vida porque nos libera de la soledad y la separación que muchas hacemos entre unos y otros, logrando entrar en una relación distinta con Dios y con muchas y muchas personas. Esto requiere de un aprendizaje constante, siempre que se tenga a nuestro lado la acción  y el amor de Jesús. Él es la expresión viva del amor. Es el Hijo amado que vive en una relación de amor indescriptible con el Padre. Un amor que llega hasta el extremo porque entrega su vida por la humanidad, asumiendo la experiencia del dolor, la exaltación en el cielo ( cf. He 7, 23-28).

6. Jesús después de responder al escriba sobre el primer mandamiento, expresa un segundo mandato, que en realidad es uno sólo: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No existe otro mandamiento mayor que éstos (vv. 31). El Maestro conecta dos mandamientos en uno solo. El Maestro une el amor de Dios y el amor al prójimo hasta el punto de hacer de ellos uno solo, un solo mandato que nos hace crear cosas sorprendentes y maravillosas en relación con muchas personas. Dos mandamientos que no son posibles entender el uno sin el otro (cf. 1Jn 4, 20-21). Si lo decimos de otra manera, el amor de Dios se manifiesta en el amor al prójimo y viendo al prójimo podemos descubrir el amor de Dios expresado de una manera que nos llena de admiración. Separar el amor de Dios del amor al prójimo nos puede causar mucho daño porque caemos en un fundamentalismo que nos conduce a estar en una actitud de arrogancia. Cuando damos el primer puesto de honor al amor a Dios lo demás corre y fluye de una forma maravillosa porque podemos amarnos a nosotros mismos y también amar sin medida a las demás personas, logrando crear relaciones saludables, fuertes y bendecidas mejorando la calidad de nuestra vida. 

7. El amor no está en el cimiento de un sentimiento, sino de una escucha, una confesión de fe que todo israelita conocía: Shemá Israel (Escucha Israel) (cf. Dt 6, 4-5). El mandato comienza con el imperativo escuchar. Algo que es interesante porque cuando abrimos el oído, abrimos también el corazón. La primera tarea, entonces para amar es escuchar a quien es el amor. Dios diciendo escúchame. Amar en todo momento rescata la imagen de Dios, pues cuando se ama se comunica el amor divino. Un amor que supera todo conocimiento y toda ley. Dios será único cuando desarrollemos la capacidad de amar más allá de nosotros mismos. Por eso, el amor es más que un sentimiento o un placer porque cuando se ama se convierte en un estilo de vida que da sentido y realización a lo que hacemos, a lo que podemos aportar para que también otros sean libres y felices. Para aprender a amar es importante saber escuchar. El deseo de Dios es que podamos amar y para esto es importante que aprendamos a escuchar a las otras personas. Tratar de comprender su situación, sus sufrimientos y necesidades, como asimismo aprender a escuchar sus aspiraciones. Eso hará que experimentemos y hagamos posible vivir el verdadero amor.

8. Muchas personas buscan la felicidad a toda costa y la forma más adecuada para vivir en libertad. Después de escuchar la respuesta de Jesús el escriba replica diciendo: Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios. Jesús. Viendo, que había respondido sensatamente, le dijo: "No estás lejos del reino de Dios (vv. 32-34). La intención del conocedor de la ley no era poner a prueba a Jesús, por eso, responde al Maestro con sensatez, pues quien ama a Dios y al prójimo, no está lejos del reino de Dios (afirma Jesús), es decir no está lejos de vivir libre y feliz. Cuando aprendemos a escuchar a los otros, aprendemos también a dar porque no hay amor sin entrega generosa y desinteresada. El amor no acapara ni quiere imponerse queriendo apropiarse de las personas, como tampoco busca utilizarlo ni se aprovecha. El amor se sabe dar sin condiciones porque cuando amamos el otro vive dentro de nosotros, logrando hacernos uno solo. Y, de esta manera queremos que el otro, que es amado, sea feliz.

9. Quien obra y actúa amando a Dios y amando a los demás como se ama así mismo se comportan de una manera divina, más allá de una espiritualidad sacrificial: holocaustos y sacrificios. Celebrar el amor en nuestra cotidianidad y en nuestras obras es hacer que el Reino de Dios suceda logrando descubrir sorprendentes y maravillosas cosas a nuestro favor y en favor de tantas personas. Amar es tener fuerza y fuego en el corazón. El amor es tan fuerte que impacta y engloba todo dando un cambio personal a todos nuestros aspectos de vida, pero además, dando color y sabor a la vida de muchas personas cuando lo expresamos en pequeñas o en grandes acciones. Amar a quien es Amor. Si amamos a Dios, amamos todo lo que es Él y, en él amaremos al ser humano como obra preciada por el Amor. El amor es todo un arte, un acto de decisión y de libertad que requiere esfuerzo para alcanzar la profunda plenitud. Dejar que corra el amor a través de nuestras palabras y de nuestras acciones es dejar que nuestra vida se mueva, se transforme, tenga mejor calidad, logre tejer relaciones sanas y constructivas que comparten la alegría y la paz, frutos de recibir y de dar el puesto de honor al amor de Dios.

10. Amar al amor de los amores, sabiendo escuchar para hacer lo que el Amor nos pide nos facilita sentirnos orgullosos de lo que somos y de lo que podemos hacer por el Amor que nos ama. Amar nos ayuda a que nuestra vida esté siempre en juego porque amar exige amar con "todo" (repetido 4 veces en la respuesta de Jesús): con todo tu corazón, con toda tu mente, con toda tu alma, con toda tu fuerza (vv. 30). Un amor que se viste con "todo", de los pies a la cabeza, abarcando todo tiempo y todo espacio. Todas nuestras partes ardiendo en el fuego del amor. Este amor no reprime, sino todo lo contrario libera porque su fuerza y su fuego no tiene medida ni reserva. Y, proceder de esta manera en nuestra vida nos trae sanación interior y porque no decirlo sanación física, integral, recupera todas nuestras facultades, llevándonos a nuestra realización como personas, siendo libres y felices.

11. En resumen, saber escuchar para amar, desde el amor de Dios nos pone en una actitud permanente de discípulos que sentados a los pies del Maestro, oímos sus palabras; pero, además nos ayuda a amar a las personas como nos amamos a nosotros mismos, pues siempre lo que queremos para nosotros desde el Amor lo queremos también para todas las personas. No hay mayor felicidad que amar y sentirnos amados dando el primer lugar al amor de Dios, al amor de un Padre que nos cuida, nos protege y usa todo su tiempo para mostrarnos su amor. Amar, sabiendo escuchar al amor de los amores facilitará que podamos resplandecer en nuestra existencia la imagen de Dios que está dentro de cada uno de nosotros, transformando toda nuestra vida. Si amamos a Dios toda nuestra existencia se transforma en lo que amamos. Dar el puesto de honor al amor de Dios, entonces es aprender a escuchar el amor para comunicarlo y entregarlo de una manera incondicional, promoviendo encuentros de vida y crecimiento con muchas personas, logrando disfrutar nuestra vida con verdadera libertad y felicidad porque Amar nos deja que nuestro rostro dibuje siempre el rostro maravilloso de Dios, generando vida para muchas personas, obras preciadas por el Amor.
Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es

Comentarios

Entradas populares de este blog

EL ARTE DE VIVIR JUNTOS PARA SIEMPRE Mc 10, 2-16 Domingo Vigésimo Séptimo. Tiempo Ordinario (Ciclo B)

RESCATAR LA VIDA, SIRVIENDO CON GENEROSIDAD Mc 10, 35-45 Domingo Vigésimo Noveno del Tiempo Ordinario (Ciclo B)