HACER RENDIR LOS TALENTOS Mt 25, 14-30

HACER RENDIR LOS TALENTOS
Mt 25, 14-30
Luis Fernando Castro Parra
TEÓLOGO

Nos podríamos preguntar ¿cómo estamos usando, invirtiendo y mejorando las capacidades, los talentos y las cualidades que hemos recibido para construir y contribuir a tener una mejor calidad de vida? Todos como personas hemos recibido en nuestra vida talentos, cualidades, regalos maravillosos con los que podemos hacer alguna cosa, no solo para custodiar, sino también para hacerlos fructificar, esto en bien de los otros y para que en ellos se revele y se muestre la presencia de Dios. A la Luz de la Palabra de Dios, Jesús enseña a sus discípulos, a través de la parábola de los talentos, la responsabilidad de hacer fructificar lo que hemos recibido como señal de abundancia, de una nueva relación y de bendición divina. Veamos: 

1. Recibir lo que se nos ha confiado (vv. 14-15a): Recibir los talentos y manejarlos de un modo adecuado en bien no sólo de nuestra propia realización, sino también en favor de los demás nos facilita que logremos llegar a cumbres más altas donde como ciudad situada en la cima de un monte no puede ocultarse (cf. Mt 5,14). Jesús, relata que un hombre al irse a un viaje, le encomendó con confianza su hacienda a tres de sus siervos, dando a cada uno según su capacidad, algunos talentos (el talento tiene dos connotaciones: la primera se refiere a una moneda griega usada en la antigüedad, dada por aquel hombre a sus siervos. Éste equivalía a unos 6.000 denarios, mostrando así la sorprendente grandeza de Dios a su pueblo. La segunda comprende que el talento es un potencial que ha recibido o que puede desarrollar una persona con el fin de responder o desempeñar alguna actividad o misión para poder crecer y facilitar el servicio en favor de los demás). El punto de inicio es saber que a cada uno se nos ha dado unos talentos, según nuestras capacidades para que los desarrollemos en todo momento y en todos los aspectos de nuestra existencia. Lo cual a cada persona es posible reconocerle sus talentos, sus capacidades y habilidades como una manera de prolongar la vida, el amor, el servicio, el compartir y la capacidad de desarrollar el poder de la solidaridad en el presente y en el futuro. De esta manera, nadie está exento de hacer algo con lo que se nos ha confiado para mejorar la calidad de vida, pues los talentos que se nos han dado son variados, mostrando la generosidad de Dios que entrega sin medida para que también nosotros lo recibamos y lo pongamos al servicio de las otras personas: Que cada cual ponga al servicio de los demás la gracia recibida, como buenos administradores de las diversas gracias de Dios (cf. 1Pe 4,10).

2. Hacer rendir los talentos (vv.15b-18): Cuando ponemos a producir los talentos recibidos, entonces no sólo estamos aportando para construir una vida sana y libre, sino que es posible enseñar y aprender, pues nadie es sólo alumno, como tampoco nadie es solamente docente. Todos podemos aprender de todos, tumbando esa imagen falsa y errada de tener un Dios duro, severo y sin misericordia. Tener esta idea nos vuelve temerosos (vv. 25), inmaduros, nos impide abrirnos a la experiencia de Dios y, por supuesto, poder crecer, avanzar y multiplicar lo que hemos recibido para contribuir al crecimiento integral de los demás. En la parábola, Jesús continúa relatando que el hombre que había recibido cinco talentos se puso a negociar con ellos y gano otros cinco. Igualmente quien había recibido dos, pero el que había recibido uno se fue y lo escondió. Aquel que se cierra en sí mismo, que se oculta, o se esconde por miedo o por creer que puede perder lo poco que tiene, éste va a perder lo que ya tiene (vv. 28), no sólo porque actúo con decisiones equivocadas, sino también porque desconfió de su patrón. Perder el detalle de tener un sentido de pertenencia, de sentir nuestros los talentos para proceder y hacerlos fructificar con el fin de dar fruto abundante es abrir la posibilidad al fracaso, a quedarse excluido y fuera del festín, de entrar y gozar de una nueva relación con el buen Dios (vv. 21.23). Tomar la actitud paralizante de esperar a que todo nos lo den ya hecho y realizado o de buscar las cosas a la medida de nuestros propios intereses, podemos quedar aislados, mostrando no sólo la mediocridad, la indiferencia, la tacañez, sino dejar también que las consecuencias conduzcan a tener un estilo de vida sin sentido, riguroso y con poco sabor (cf. Mt 5, 13): Quitadle, por tanto, su talento y dádselo al que tiene diez (vv. 28). Guardar o esconder lo que se nos ha dado para duplicar, eso sería alimentar una mente o una actitud perezosa (vv. 26), aferrada solamente a lo que ya hay, bloqueando la creatividad y la fecundidad del amor y del servicio,  mostrando incluso, dependencia de Dios, pero poca confianza en él (vv. 24-25). Por eso, es necesario aprovechar los talentos, arriesgando e intentando producir algo más de lo que se nos ha confiado (vv. 16-17). Cuando sabemos usar los talentos para hacerlos rendir las posibilidades se van a multiplicar porque nos sólo nos facilitará avanzar y crecer de un  modo personal (vv. 21.23), sino que nos ayudará a que las distintas relaciones personales también se vean manifiestas y beneficiadas en todos los sentidos de su existencia (vv. 29). De esta manera, mientras más invertimos, más ganaremos. Hacer rendir los talentos es hacer multiplicar, fructificar los recursos, los bienes que hemos recibido como señal de bendición y confianza de Dios que se duplica para el bienestar personal y también para el crecimiento y fortalecimiento de la comunidad para que así lleguemos a ser perfectos como el Padre (cf. Mt 5,48).

3.Estar al servicio de quien dio los talentos (vv. 19-30): No es suficiente con esforzarnos para dar cuentas exactas de lo que hemos recibido y hecho rendir, como si la vida solamente funcionará en un sentido meramente cuantitativo, contable y económico. Lo importante en este asunto es aceptar con humildad la posición que tenemos para poner al servicio de los demás los talentos, pues la parábola narrada por Jesús caracteriza al "siervo fiel" como aquel que no busca sus propios intereses ni se basa en el desarrollo de sus ideas o estados de ánimo, sino que reconoce y está en la misma dirección de quien le ha bendecido con los talentos y actúa con plena conciencia de los regalos recibidos, logrando vivir de un modo pleno su vida y en un tono de felicidad sin límites. Dicho en otras palabras, estar al servicio de quien dio los talentos es descubrir un estilo de vida que se identifique con el buen Dios, pues todos los hombres a quienes se les dio los talentos actuaron, pero sólo dos fueron competentes y actuaron según las expectativas y en la confianza de su patrón. De esta manera, el problema no es el talento que hemos recibido para provecho de los demás, sino la relación e imagen que tenemos de Dios y también de los otros, pues el desarrollo de nuestra vida no sólo depende de saber que tenemos un Dios que nos da talentos, sino cómo los usamos para identificarnos con él y, así dar frutos abundantes que traigan bienestar a quienes están cerca o lejos. Una persona que está al servicio de quien dio los talentos no esconde su la lámpara, su tesoro, su talento, al contrario la hace brillar, vende todo y compra el campo (cf. Mt 13, 44b) para provecho y bien de toda la humanidad. Por tanto, algunos aludirán a la rabia, al fracaso, a la desesperación, al crujir de dientes (vv. 30) por desarrollar una actitud indigente, necia, temerosa, estéril y paralizada causando una relación lejana y falsa con Dios y con los demás, mientras que otros reconociendo sus talentos y a quien se los ha dado de un modo confiado cuidan de ellos, se arriesgan y los multiplican, asumiendo un estilo de vida responsable que fructifica y avanza por caminos que iluminan el camino de otros, escribiendo así una nueva historia donde todos disfrutamos del gran talento del amor que Dios con bondad nos ha dado para hacerlo rendir sin límites.
Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es

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