DESPIERTOS PORQUE VIENE DIOS Mc 13, 33-37
DESPIERTOS PORQUE VIENE DIOS
Mc 13, 33-37
![]() |
Florecita-Luis Fernando |
Cuando hablamos de la "venida" de Dios para algunos puede ocasionar trauma, miedo, susto, pánico porque lo relacionamos con la destrucción o el acabose de la vida, con la pena o con el dolor, con la angustia o con la desesperanza, con la desilusión o con la tragedia, como si éstas fueran las actitudes o formas que tuvieran la última palabra. Referirnos a la realidad de una "Venida" de Dios, habla de una realidad mucho más profunda, de una actitud de vida en un marco de confianza donde todo puede ser mejor. Muchas veces solemos sacar a Dios en nuestras oscuridades, en nuestras crisis, en lo que nos parece incomprensible cuando él es la luz que ilumina el camino de la noche. A la Luz de la Palabra de Dios, Jesús a través de la parábola de un hombre que deja su casa para irse al extranjero, entregando responsabilidades a sus siervos, insiste a sus discípulos en mantenerse en una actitud de vigilancia constante. Veamos:
En todo momento de nuestra vida hay una constante inevitable que proviene desde nuestro nacimiento, la noche (cf. vv. 35), la oscuridad, el anuncio de muchas crisis que vamos a tener a lo largo de nuestra existencia y de nuestra historia, es decir, que somos hijos de una crisis que por supuesto, sino ocurrieran no habría vida. La parábola que narra Jesús a sus discípulos de un hombre que se ausenta de su casa, pero que no se sabe cuándo va a volver no es el problema, pues aunque todavía no está presente, se tiene la seguridad que él volverá...si al atardecer, o a la media noche, o al cantar del gallo, o de madrugada...está segura su venida. Pero, entonces dónde está el problema: en saber cuál es al actitud que vamos a tener en el tiempo de la espera de su venida. La insistencia de vigilar, la manera de ejercitar la atención en medio de la convulsiones de la vida, en medio de la vulnerabilidad propia de cada uno de nosotros, como personas, pues estamos expuestos a muchas situaciones y circunstancias, es estar despierto, teniendo una actitud de atención frente a las contradicciones, las amenazas, los apegos que quieren impedir nuestro crecimiento.
Los vigilantes saben muy bien que el tiempo más crítico es la noche, es la oscuridad, es el momento de la tiniebla, sin embargo, el estar atentos, el estar con los ojos bien abiertos facilitará que se actúe en la oscuridad de la vida para acoger y para responder en estas situaciones a las tareas que se nos han encomendado con responsabilidad. Aprender a vivir en la noche, es aprender a tener una actitud de vida vigilante, pues se vela es en la noche. Algunos lo hacen porque no consiguen encontrar serenidad y equilibrio con el sueño. Otros velan porque tienen una actividad o alguna tarea para el otro día y no cuenta con más tiempo. También hay quien vela porque está disfrutando de una fiesta hasta llegar el amanecer. Hay padres de familia que velan esperando a su cónyuge, a sus hijos porque se encuentran fuera de casa; hay otros que velan esperando la muerte de una persona agonizante; otros velan porque están enfermos. Entre tanto, otros velan trabajando, construyendo por los demás. De esta manera, la esperanza es el sueño de los despiertos. Esperar a Dios en una actitud de vida vigilante, atenta y despierta es una cuestión cotidiana, activa y proactiva. Es esperar a un Dios que viene, que se acerca a nosotros por amor en medio de la noche, de la oscuridad, de la crisis de nuestra existencia. La noche, la adversidad no resuelta es la abertura por la que Dios entra en nuestra vida para la iluminarla, para llenarla de esperanza. Es en la adversidad, es en la noche, es en la crisis, donde Dios aprovecha para llegar a nuestra historia; es el momento adecuado cuando estamos menos entretenidos y desenfocados.
Por supuesto, que somos muy dados a esperar a Dios en acontecimientos o manifestaciones externas, sobrenaturales o cósmicas, sin embargo, estas reacciones son sólo muestra de lo que vivimos, de lo que experimentamos en nuestro interior, generado por las crisis por el cansancio y la intensidad en el trascurrir de la noche, sin embargo, desarrollar la actitud de estar listos, despiertos, en constante alerta, renace la esperanza de una luz que se enciende, sabiendo que el dolor de hoy, la noche que pasamos, la crisis que hemos vivido, va a convertirse en alegría, en gozo, en la sabiduría del mañana.
Esperar para nosotros es poco atractivo, nos parece algo aburrido, nos amarga, no suena bien a los oídos porque queremos que las cosas sucedan ya y de inmediato, pero cuando de esperar se trata, es posible transformar aprovechando cada momento e instante de nuestra vida, junto con los talentos, con la vida que Dios nos ha dado,, con la fuerza de su Espíritu para que con un corazón sencillo estemos siempre dispuestos a su venida con la esperanza que los esfuerzos, los sacrificios de hoy, comienzan a dar los frutos mañana. Por tanto, estar despiertos porque viene Dios a nuestra vida es tener una actitud distinta frente a la noche, a la crisis, al problema y a la incomprensión inevitable de nuestra existencia, pues cuando se hacen más oscuros los valores de la vida en nuestro interior, en nuestra familia, en nuestra sociedad es cuando más contamos con la fidelidad de un Dios que se acerca, que viene, que se manifiesta en los signos de nuestra historia para comprometerse con lo que ha creado y es más preciado para él: Nuestra propia vida.
Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es
Comentarios
Publicar un comentario