DISFRUTAR EL REINO ES AMAR SIN MEDIDA Mt 25,31-46
DISFRUTAR EL REINO ES AMAR SIN MEDIDA
Mt 25,31-46
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Luis Fernando Castro Parra TEÓLOGO |
Muchas veces, en distintas situaciones y relaciones de nuestra vida, notamos que cuánto más nos resistimos a generar acciones que transformen nuestra realidad, optando por un estilo de vida distinto en el que servimos sin medida a otras personas, más se abre la posibilidad de actuar de un modo solidario en favor de otros. Por supuesto que en esta circunstancia brota el discernimiento, la evaluación y la decisión por rechazar o aceptar para disfrutar de la vida, no en función de sí mismos, sino desde la alegría y la libertad que promueve oportunidades en diferentes espacios y ambientes para que éstos sean más saludables, constructivos, alegres, facilitando así, el progreso y el crecimiento integral de todos. A la Luz de la Palabra de Dios, Jesucristo como Rey Universal invita a tomar una decisión para que disfrutando el reino con un propósito firme y responsable vivamos en función de los demás, desbordando el amor sin medida. Veamos:
1. La Justicia del Reino (vv. 31-33): Cuando nos referimos a hablar sobre el tema de la justicia, la reacción que nos delata es pensar en ver a un juez, sentado en su estrado, dejando subir a algunos testigos para que declaren bajo juramento, y así junto a un jurado se tome la decisión de dejar libre o condenar a la persona señalada por un acto indebido. Sin embargo, en la representación que nos presenta Jesús, en un modo de juicio final en el que el Hijo de hombre vendrá en todo su esplendor, como juez universal, sentado en el estrado de Dios, su Padre, separando a la humanidad en dos grupos, como lo haría un pastor con sus ovejas y sus cabras, no muestra que haya dos juicios, ni tampoco un juicio especial para algunos, sino que muestra que "todos los pueblos" han escuchado el anuncio del evangelio del reino y han hecho a su vez su propia opción donde se acepta o se rechaza la vida y, en ésta a los "pequeños". Muchas de las decisiones que tomamos no siempre están en función de los demás, de hacer y de dar lo mejor para que otros también crezcan y avancen. De esta manera, somos nosotros los que juzgamos si aceptamos o rechazamos a las personas por su condición de vida y de comportamiento. Somos nosotros quienes tomamos la decisión de condenar sin darnos cuenta que nuestra acciones y actitudes no siempre son las adecuadas: La justicia del reino es el amor, un amor que lo abraza todo y a todos sin exclusiones o distinciones de personas. La justicia del Reino va unida a la misericordia (cf. Mt 18, 23-27), es decir que se actúa con acciones de personas para otras personas sin calculo alguno ni búsqueda de recompensa, solamente obrar a favor de uno de esos hermanos más pequeños, pues cuánto se hizo por uno de estos, se ha hecho al Rey y Juez Universal.
2. Evaluar para rechazar o aceptar (vv. 34-45): Rechazar o aceptar la vida y lo que podemos hacer para construir algo que contribuya al bienestar de los demás, está en la toma de una decisión. Es saber discernir qué es lo mejor para poder actuar frente a los demás, dando lo mejor. Optar por cerrarse a la vida, es perder la oportunidad y la posibilidad de proyectar, de aportar, de beneficiar a otras personas con nuestras acciones y con nuestros talentos, de compartir lo que somos y los que tenemos para desarrollar desde nuestras habilidades acciones de vida que contribuyan al crecimiento y el bienestar solidario con otras personas: cuando hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis. De esta manera, evaluar y discernir nos facilita descentrarnos de nosotros mismos para salir hacia las otras personas, quienes se encuentra en igualdad de condiciones que nosotros. Por eso, la expresión de ser juzgados con base en lo que hacemos al otro (cf. Mt 7, 12). Cada una de las personas (el hambriento, el sediento, el emigrante, el desnudo, el enfermo, el preso) es siempre el Otro. Hay veces olvidamos el valor especial del tiempo que dedicamos para que otros también se sientan incluidos, porque nos apremia nuestros propios intereses, nos apremia la prisa, el inmediatismo, incluso, el frenesí de la actividad del hacer. En el fondo, detrás de esta actitud hay la frecuencia de la preocupación, de la indiferencia, del estrés, de la baja autoestima, de tener un ego elevado que impide acercarse a los demás. Cuando estamos lejos de la vida, estamos lejos de nosotros mismos. Si no se opta por la vida, las demás elecciones que tomemos, nos hace perder el rumbo, y en consecuencia nos hace perder el sentido del servicio y la posibilidad de alcanzar nuevas cumbres que nos permitan ver de un modo distinto a los otros. Aceptar la vida es optar por disfrutar la gracia, el regalo de ser libre y feliz, que en otras palabras es dejarnos conducir por el motor del Amor para acoger, para servir para actuar con generosidad, sin excusas, sin exclusividades y sin condiciones. En últimas, nuestras decisiones y acciones son las que definen si rechazamos o aceptamos con responsabilidad la vida, si somos protagonistas de transformar historias y ayudar a arreglar hojas de vida y, en éstas las distintas relaciones con las que podemos dilatar el pensamiento para salir de nosotros mismos y disponernos a compartir y mejorar la calidad y nuestro estilo de vida, logrando hacer un camino de crecimiento y de respuesta a la gratuidad del Reino de Dios que nos asiste y nos promueve.
3. Disfrutar el Reino, Amando (vv. 46): Los resultados de lo que hayamos decidido hacer marcará la línea de cuánto verdaderamente disfrutamos la vida, amando. Desde esta perspectiva surge una claridad que la justicia del Reino no es suficiente cuando solamente se practica observando normas, leyes y prescripciones, se logra cuando desarrollamos la capacidad de compartir, de acoger sin medida y sin condiciones a los demás, de desarrollar acciones . Si amo a Dios no puedo dejar de amar a los demás. Y, por ello, todo lo que haga a las otras personas, repercute en la relación y en la imagen que tengamos del Rey Universal, porque él habita en nosotros y en los demás. No basta, por tanto en no hacer mal o en no haber pronunciado algún señalamiento sobre el otro, es importante promover a las otras personas para que también nosotros no seamos separados o excluidos. Disfrutar el reino de la vida es acoger y amar sin medida, es decir que el hecho de estar vivos abre la posibilidad de estar también en una actitud disponible para construir y compartir actuando de la mejor manera, desbordando el amor en un modo de relación al servicio (diakonía) de los demás (cf. Mt 20,28: de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos), impulsando a las personas y a las distintas comunidades a ir un poco más allá de nuestras posibilidades, de nuestras fronteras para aportar a los demás y, así hacer crecer lo que somos y lo que tenemos como talento y proyección de vida comunitaria.
Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es
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