LA HUMILDAD FUNDAMENTO DE LA GRANDEZA HUMANA Eclo 3, 17-18.20.28-29: Lc 14, 1.7-14
LA HUMILDAD FUNDAMENTO DE LA GRANDEZA HUMANA
Eclo 3, 17-18.20.28-29: Lc 14, 1.7-14
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Luis Fernando Castro P. Teólogo PUJ |
1. La desgracia es poderosa cuando reina el orgullo (Lc 14,1.7-11): Ricardo Arjona, cantautor de Guatemala escribió alguna vez en sus redes sociales una frase: Cuando manda el orgullo siempre reina la desgracia. Una verdad que el libro del Eclesiástico nos hace notar también cuando nos afirma que...la desgracia del orgulloso no tiene remedio, pues la planta del mal ha echado en él sus raíces (vv. 3, 28). Las personas que actúan con la muralla de la soberbia, el orgullo, la prepotencia, siendo sarcásticas, hirientes en la manera de referirse a los demás, actuando como un soldado dispuesto a mantener sus posición por encima de cualquier otra idea o alternativa, provocará ambientes desagradables que traerán como consecuencia fatiga, soledad, apegos que lo esclavizan y poca productividad en sus quehaceres. La parábola del Evangelio de Lucas nos hace notar que aquellos que buscan los mejores puestos en las reuniones sociales, despreciando a los demás para exaltarse a sí mismo o la incansable búsqueda por el reconocimiento de todos, hará que los orgullosos queden avergonzados y humillados (vv. 10). Las jerarquías de honor creadas en diferentes escenarios de nuestra existencia carecen de brillo y de valor cuando no tienen la presencia de la humildad. El verdadero puesto de honor es aquel que asignamos a todos como seres importantes donde nadie es superior a nadie, cada uno con sus procesos, talentos y carismas y, no el espacio que soñamos a partir de nuestra propia promoción para que sigan nuestras ideas y propuestas. Todos tenemos algo que ofrecer sin interesar la condición.
2. La dicha de la Humildad (vv. 12-14): La vida es un constante aprendizaje. Todas las circunstancias y situaciones de nuestra existencia traen como efecto un fruto, una dicha que nos impulsa a ser mejores en lo que hacemos y, no tanto en lo que decimos porque nuestras obras hablarán por sí solas. Quien asume un estilo de vida con humildad ofrece con desprendimiento y sin esperar algo. Esa es la fuente de la generosidad y de la felicidad. El humilde está siempre en una actitud de aprendizaje, sabe que hay algo más para poder ser mejor de lo que ya es. Por eso, actúa como lo describe el libro del Eclesiástico, con prudencia, siempre meditando y atento con oído abierto en la profundidad y en las riquezas de Dios (vv. 3,29). La dicha del humilde es saber compartir y trabajar con otros sin excluir, sólo quiere que todos crezcan y progresen en su vida de un modo integral. Para el humilde no importa si las condiciones de las personas no son las mejores, pobres, cojos, lisiados o ciegos (vv. 13), lo que le interesa es que la persona pueda crecer y proyectarse hacia algo más grande y mejor (vv. 14). La dicha del humilde será encontrarse en una situación siempre favorable donde las relaciones humanas se fortalecen en amistad y fraternidad y, en consecuencia la calidad de vida mejora porque nunca se verá abandonado ni cargado, y así podrá continuar libremente avanzando hacia sus sueños y metas que se haya propuesto, siendo más productivo, sin olvidar que aunque se alcancen metas, hay algo más por aprender.
3. Servir con humildad: La grandeza de lo humano se fundamenta en el servir, compartir sus alegrías y sus logros con los demás. Quien es humilde no se ve como un monarca sino como un servidor que quiere que los demás alcancen sus logros, sus sueños y sus metas. Por eso, una de las acciones del servidor humilde es saber trabajar en equipo, promoviendo a los demás sin exclusividad. El honor adquiere entonces un sabor diferente desde el evangelio, ya que conduce al servicio y, esto no tiene ningún tinte de vergüenza o de orgullo negativo, más bien será señal de dar la vida por los demás, siendo bendición y cooperación como aporte para la transformación del mundo social. Pensemos cómo sería nuestra sociedad si aprendiéramos a escuchar un poco más, si admitiéramos errores y dificultades y no nos preocupáramos tanto por los reconocimientos y los aplausos. Servir con humildad sería la clave de alcanzar mejores y sólidas relaciones, sacando lo mejor que existe en nosotros dando lugar a que nuestras vidas personales y comunitarias sean más felices.
Luis Fernando Castro Parra. Teólogo- Magister en Familia
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