LA RIQUEZA DE LOS AÑOS Lc 2, 22-40
LA RIQUEZA DE LOS AÑOS
Lc 2, 22-40
Cuánto talento y experiencia se desprecia en las personas que son mayores de edad. Cuando se pregunta por el concepto de ancianidad, por lo general piensan en enfermo, cansado, amargado, arrugado, dependencia, fatalidad, quejetas. Existe una idea negativa y pesimista en esta etapa de la vida. A la luz de la Palabra de Dios Simeón y Ana dos ancianos en la fiesta de la Presentación del Señor no sólo se destacan porque tienen la tarea de reconocer el rostro de quién es la luz, la paz, la redención del mundo o por tener una vida en la espera más intensa y confiada, también porque son personas que se dejan mover por el Espíritu Santo, descubren oportunidades para dar haciendo cosas interesantes. Tienen la sabiduría para discernir, la gratitud de ver las bendiciones recibidas, aún en las situaciones adversas. Tienen la riqueza que dan los años para expresar una Palabra adecuada, para llevar a otros la Buena Noticia, manteniéndose activos, consagrados al servicio, aportando, contribuyendo al crecimiento de la familia de la sociedad, de la calidad de vida, manteniendo viva y saludables las relaciones humanas. Guardan por dentro la alegría de continuar desarrollando su vida personal, social, y profesional confiados en si mismos y en Dios. Llevan la alegría de sus arrugas por el asombro que descubrieron en la belleza de la vida. Entonces, No son los años, no son las arrugas o las canas que te hacen anciano no. Es la cobardía para saber esperar, es el miedo que te impide avanzar, construir, alcanzar metas, es la envidia que no te deja ver más allá para continuar dando claridad, es el egoísmo que te bloquea el desarrollo de la solidaridad y la generosidad es la pasividad el sedentarismo ante el progreso constante de la vida. A mayor edad, mayor santidad, mayor compromiso. Entre más años más riqueza más bendición. Dejemos de lado los achaques internos que obstaculizan el crecimiento. No dejemos que se arrugue la mente, pues las arrugas externas no son sólo la muestra del amor, la dedicación y el esfuerzo es también la huella de las mil batallas, algunas rebosantes de vida, otras de aprendizaje.
Luis Fernando Castro Teólogo-Magíster en Familia
luisferflormaria@yahoo.es
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