EL FRUTO DE SER SAL Y LUZ DEL MUNDO Mt 5, 13-16
EL FRUTO DE SER SAL Y LUZ DEL MUNDO
Mt 5, 13-16
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Luis Fernando Castro Parra Teólogo |
Cuán importante es alegrarnos y dejarnos sorprender al saborear los frutos, las metas, los logros alcanzados, después de los esfuerzos, los sacrificios que se hayan puesto en lo que hemos emprendido. Sin embargo, en algunos casos olvidamos la semilla, el comienzo, el modo o la manera cómo comenzó la travesía, descuidando el ser, la esencia de lo que somos, de lo que estamos hechos para superar obstáculos y alcanzar mayores y mejores logros. A la luz de la Palabra de Dios Jesús enseña en el monte a sus discípulos tres imágenes sencillas y cotidianas que dinamizan nuestra vida y nos conducen a realizar el proyecto de Dios con acciones de justicia y paz para los demás. Veamos:
1. La calidad de la sal (vv. 13): La sal se caracteriza por ser un condimento que da sabor a las comidas, a lo que está desabrido, disolviéndose en los alimentos sin perder su efecto. Pero también los conserva, evitando que se descompongan, y aunque se distribuye por todas partes no pierde su identidad. Jesús enseña a sus discípulos que son la sal de la tierra (vv. 13), mostrando así, que en nuestra esencia está ya la capacidad de dar sabor (sápere: tener el sabor), amistad al mundo para actuar con sabiduría y disponibilidad (Cf Col 4,6). La sal no funciona para sí misma sino para dar sabor a las comidas, es decir para ayudar con la grandeza de la humildad a descubrir a los demás el gusto, el valor, el sentido de su existencia, el sentido de vivir. Sin embargo, cuando la sal se hace notar por exceso o por defecto hay que ponerle atención porque nadie se la querrá comer o habrá que dejarla de lado, trayendo como consecuencia ser tirada a la basura para ser pisoteada por la gente (vv. 13b). La calidad de la sal debe buscar el punto exacto para cumplir su misión sin hacerse notar por exceso o por defecto. De esta manera, como personas e hijos del Padre insertos en una sociedad, en una familia, en una comunidad social estamos en la capacidad y la disposición para que con las palabras, las actitudes, los gestos de valor fomentemos espacios más agradables, en el que sin perder la identidad, el valor de la vida y el liderazgo continuemos avanzando, creciendo como personas integralmente, aportando a que otros descubran su ser agradable y ayuden a dinamizar y promocionar la dignidad de la persona en el mundo.
2. Evite esconder la luz (vv. 14a): La luz se caracteriza por propagarse en línea recta y en todas las direcciones con el fin de iluminar los lugares donde haya oscuridad. Este elemento está formado de muchos colores. Pero si choca con objetos opacos, cambia de dirección sin perder su efecto. Jesús enseña a sus discípulos que son la luz del mundo (vv. 14a). En la antigüedad las casas no tenía grandes ventanas, por lo que se requería tener buena luz en el día y en la noche para que estuviera iluminada. Para esto usaban unos candeleros que eran puestos en un lugar visible y elevado para que la habitación no estuviera en tinieblas. En el mundo del Antiguo Testamento (cf Is. 60, 19) como el evangelio de Juan (cf. Jn 8, 12) la luz es un atributo, un título de Dios. La luz es el principio de la creación (Gn 1, 3; Jn 1,1) Pero, para Mateo esta luz es también para aquellos que se comprometen con las obras de Dios, que dan claridad. Es decir, Dios brilla, resplandece a través de quienes se disponen a continuar y a desarrollar el proyecto de Dios constantes, en línea recta para aportar luz, felicidad, alegría a los demás, glorificando así al Padre. De manera que somos una luz que se desgasta, que no se oculta ni se esconde en lo cotidiano de nuestra vida. Esta siempre en una posición visible para iluminar en los momentos de oscuridad, de confusión, de incertidumbre y de desesperanza que a veces suele surgir en las distintas relaciones familiares y sociales. Sin embargo, si hay exceso de luz es peligroso porque puede encandilar suscitando deseos e ilusiones sin fundamento. Evitar esconder la luz que es esencia de nosotros y que resplandece de Dios a través de nuestras actitudes, reacciones y acciones, hará que muchas personas encuentren claridad y puedan sacar lo mejor de su interior, emergiendo sus identidades, sus rostros, sin miedo y sin temor, cesando así la oscuridad, la ausencia de color y de muerte, dando lugar a un nuevo tiempo, a un nuevo amanecer en el que todo resplandecerá y se pintará de mucho color en la claridad de la luz.
3. Ser punto de referencia (vv. 14b- 15): Tener puntos de referencia nos ayuda a recordar, a ver con mayor facilidad y son reconocidos por varias personas. Pero, algunos puntos no son fijos pues, pueden cambiar, según el color, la casa, el nombre, etc. Jesús enseña a sus discípulos la imagen de un pueblo en lo alto de una montaña (vv. 14b) y el sentido de una lámpara puesta en lugar visible para alumbrar a todos (vv. 15). Ser punto de referencia no funciona para sí mismo, sino para orientar, ayudar, atraer, dirigir a los demás hacia algo siempre mejor. Aplicar adecuada y responsablemente el punto de referencia hará que otros se agraden, se fascinen y disfruten de una nueva vida, de un nuevo tiempo en el que seguramente podrán dar aportes solidarios y generosos que contribuyan a causar mejores ambientes y relaciones sociales y familiares.
4. El fruto de ser sal y luz del mundo (vv. 16): Los que optan por mantener la calidad de la sal y de la luz, siendo punto de referencia en el que otros los observan porque mantienen viva su identidad, se sentirán movidos a glorificar al Padre con sus acciones de justicia en bien de los demás. De esta manera, cuando asumimos con seriedad y decisión el ser sal y luz del mundo, manteniendo en alto y constante la obra de Dios, sin la ostentación orgullosa o presumida de un evento obsoleto, no sólo mostrará la grandeza de lo que estamos hechos y de lo que podemos alcanzar para edificar y contagiar con acciones concretas a los otros, también provocará que los resultados sean sorprendentes y asombrosos en todos los lugares donde hagamos presencia porque percibiremos a través de estar juntos la gloria del Padre que es perfume (2Cor 2,14), obra, rostro de solidaridad, de misericordia, de armonía, de justicia y de paz.
Luis Fernando Castro Parra.
Teólogo-Magister en Familia
luisferflormaria@yahoo.es
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