EL PODER SANADOR DE LA GRATITUD 2Re 5, 14-17; Lc 17,11-19

EL PODER SANADOR DE LA GRATITUD
2Re 5, 14-17; Lc 17,11-19
Luis Fernando Castro P.
Teólogo

El poder inimaginable que encierra al pronunciar y practicar constantemente la palabra Gracias es de gran de profundidad, porque nos sana integralmente, nos renueva en nuestro pensar y actuar, abriéndonos un montón de puertas y de oportunidades que contribuyen a nuestro crecimiento personal y también al de los demás. La gratitud es uno de los valores que más nos nutre y nos fortalece cuando conscientes, vemos las ayudas y los regalos divinos que hemos recibido para compartirlos, practicando con responsabilidad en todas nuestras relaciones humanas y, en nuestra experiencia personal con Dios el poder sanador de la gratitud. Estar siempre agradecidos es muy saludable, pero, será mucho mejor cuando aprendemos a aprovechar cada oportunidad para hacerle saber a las personas, con quienes nos relacionamos, nuestra gratitud por haber contribuido a nuestro progreso en todos los aspectos de nuestra vida. A la luz de la Palabra de Dios dos leprosos nos enseñan a recibir el poder sanador de Dios, como estrategia para aprender a ser agradecidos en todo momento, compartiendo nuestras riquezas, actuando con mayor responsabilidad, productividad y compromiso en nuestro quehacer constructivo y transformador de la sociedad. Veamos:

1. NO dar por sentado: Mostrar nuestro agradecimiento ante el trabajo, la solidaridad y la generosidad de otros, va más allá de un dar las gracias. Dar gracias constantemente por todo lo que hemos recibido, aún lo que todavía no comprendemos, puede llegar a quedarse en una respuesta espontánea, automática, como una palabra convencional de las relaciones sociales, un formalismo que cierra un diálogo creyendo que ya hemos agradecido por lo que han hecho por nosotros. Dar por sentado este acto solamente puede ocasionar arrogancia, indiferencia, hipocresía, enojo, impidiéndonos crecer y mejorar en las relaciones con los demás y con Dios porque creemos que todo lo que hemos recibido es una obligación o que sencillamente nos lo merecemos por nuestras expectativas y esfuerzos, como si fuéramos el centro de la atención (Cf. Lc 17, 12-14.17). Estos convencionalismos no nos ayudan a mejorar ni a crecer familiar y socialmente. Tampoco nos ayuda a ser concientes de la gracia recibida...¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios...?

Un antiguo militar sirio de la zona de Israel, llamado Naamán, enfermo de lepra, recibió las recomendaciones del Profeta Eliseo para que pudiera sanarse. Lo que debía hacer era muy sencillo, sumergirse siete veces en el río Jordán (2Re 5, 14). Naamán, no da por sentado el poder sanador de Dios, por eso regresa junto con su comitiva muy agradecido por lo que había recibido de parte de Dios y el profeta, mostrando su afecto y compromiso decidido a la experiencia divina (vv. 17). No dar por sentado es descubrir sorprendentemente nuestras riquezas, más allá de lo económico para encontrar nuevas formas de mostrar a las personas que nos ayudan el agradecimiento auténtico, asumiendo un estilo de vida distinto y comprometido en el que agradecemos a Dios y a los demás (papás, benefactores, hermanos de comunidad, entre otros) por las ayudas y esfuerzos que generosamente nos dan. Nadie está obligado a darnos nada, pero si estamos obligados a agradecer para ver y compartir las riquezas que tenemos y, así continuar aprendiendo y creciendo integralmente.

2. Agradecer para compartir: Cuánto mas crezcamos en el valor de agradecer más posibilidad nos damos para descubrir lo rico que somos para ofrecerlo con generosidad. Un samaritano que no tenía nada que ver con los ritos y la experiencia del Templo de Jerusalén, después de verse sanado de la lepra por la Palabra de Jesús, rompe con los esquemas, los protocolos y decide regresar glorificando a Dios en alta voz, activando una nueva fuerza espiritual en el que reconoce a Jesús, como su nuevo templo y Señor (Lc 17, 16). Este samaritano, viéndose curado... asume una actitud distinta a muchos, desarrolla el valor del agradecimiento. Las personas agradecidas, salen de su zona de confort, de sus seguridades y apegos, de sus limitaciones y posibilidades para compartir con libertad y responsabilidad sus riquezas, dándolas sin medida, alabando, aportando y comprometiéndose, junto a otros en la construcción de nuestra vida. Quienes agradecemos actuamos con mayor generosidad y compasión, colaboramos en el crecimiento integral de los demás, sin esperar nada a cambio, sin búsqueda de intereses reconocimientos ni aplausos. Además, la acción de agradecimiento no está supeditada a un espacio, a un tiempo o a un momento, sólo queremos ser agradecidos para ser felices, haciendo felices a los otros, valorando lo que tenemos y contribuyendo para que otras personas crezcan y sirvan con generosidad.

3. Elogiar para construir: El Poder sanador que recibió Naamán y el samaritano, provoca en éstos seres no sólo una curación física, también una fuerza inigualable de Dios que los impulsa a sumergirse en su proyecto, conectándose con la vida para transformarla...tu fe te ha salvado...Agradecer constantemente por el poder y la riqueza recibida se convertirá en un elogio para Dios y para la vida, dándonos la oportunidad, la alegría y la fuerza para avanzar, progresar y continuar construyendo amable y positivamente, más allá de nuestras dificultades o épocas de "vacas flacas", sacando lo mejor de nosotros, enfocados y actuando de una forma distinta a lo que nos ofrece el poder sanador de la gratitud. Demos gracias, siendo agradecidos, aportando sentido a nuestro pasado, sirviendo con generosidad en nuestro presente, abriendo perspectivas nuevas en nuestro futuro.
Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es

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