ENSEÑAR CON AUTORIDAD PARA LIBERAR Mc 1, 21-28 Cuarto Domingo-Tiempo Ordinario (B)
ENSEÑAR CON AUTORIDAD PARA LIBERAR
Mc 1, 21-28
Cuarto Domingo-Tiempo Ordinario (B)
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Luis Fernando Castro P. Teólogo PUJ |
En el camino que estamos construyendo constantemente en nuestra vida tenemos la oportunidad de continuar avanzando, aprendiendo y aportando. Esta experiencia de vida resulta ser muy provechosa y de gran valor porque nos podemos dar cuenta que cuanto más escuchamos y vemos las acciones, las palabras y las actitudes de otros, más podemos aprender y más logramos conocer cosas y elementos nuevos que son propicios para nuestra vida, evitando quedarnos en el mismo lugar, actuando en la misma corriente de muchas personas. Siempre estamos en la capacidad de encontrarnos con algo nuevo que si le permitimos, nos sorprenderá y nos facilitará actuar de un modo libre y feliz sin tener que dar la prioridad a otras situaciones y circunstancias que pueden tomar el control de nuestra vida, convirtiéndose en situaciones adversas que impiden progresar en el itinerario y proyecto de nuestra existencia y de lo que hacemos y queremos alcanzar para mejorar y aportar a la humanidad. A la Luz de la Palabra de Dios, Jesús es reconocido como Maestro con autoridad por la forma y el estilo novedoso y distinto que enseña. Esto causa admiración y espanto por la multitud que está en la sinagoga de Cafarnaúm. Veamos:
1. La mejor enseñanza no está encaminada tanto por el conocimiento por la forma esquemática o estructural como se desarrolla con destreza dentro de un recinto o una aula. Tampoco, está en un cuadro de exhibición por el mejor contenido o el programa que desarrollamos. Jesús es reconocido por la multitud que se encuentra en la sinagoga de Cafarnaúm, como Aquel que enseña con autoridad, distinta a la que tienen y desarrollan los escribas (vv. 21-22). Jesús camina con una pequeña comunidad de seguidores que siguen un itinerario, un día con el Maestro. Ellos llegan a Cafarnaúm, una aldea de pesca a la orilla del mar, despliega la misión, él enseña y libera. Los letrados enseñan en nombre de la institución, atenidos a las tradiciones; su autoridad proviene de interpretar la ley; sin embargo, la autoridad de Jesús y su enseñanza es diferente porque no viene meramente de una institución, tampoco se basa en la tradición o de maestros del pasado. La fuente de Jesús está basado en la Buena Noticia. El Maestro está lleno del Espíritu vivificador de Dios. La enseñanza de Jesús tiene autoridad porque dice las cosas de una manera diferente. Por eso, la enseñanza impacta y transforma.
2. La propuesta a una enseñanza nueva no consiste en derivar ideas abstractas, lejos de la realidad y de la experiencia de nuestra propia vida. Dios da a conocer su voluntad a través de sus servidores, él pone sus palabras en nuestra boca (cf. Dt 18, 15-20); sin embargo, la enseñanza nueva contiene elementos prácticos y reales que nos provocan no sólo el poner atención para escuchar, sino también para hacer conciencia y, así, tomar la decisión de avanzar, de crecer con responsabilidad para transformar. La enseñanza de Jesús inspira: bien pronto su fama se extendió por todas partes...(vv. 28) porque le da sentido a la ley, es coherente, es luz en la oscuridad. Jesús comunica la palabra de Dios, evita citar a otros autores mostrando que la fuente de vida y de libertad es Dios. Esta palabra no trasmite solamente informaciones, sino que expresa el poder de Dios, superando a los escribas: él enseña con autoridad y no como los escribas (vv. 22). La enseñanza de Jesús es particular, inédita y rara para algunos, más allá de sermones, de doctrinas fincadas en interpretaciones y en profesionalismos basados en técnicas sofisticadas e inalcanzables a la realidad. La autoridad de la palabra de Jesús se fundamenta en una enseñanza ofrecida con claridad, con convicción, que muestra la identidad como hijo de Dios. No es una retórica ni tampoco cargada de argumentos, es una palabra que brota del corazón, generando cambios en algunos que la escuchan. Es un ejemplo de vida que arrastra. Una palabra de vida que lo que dice, ocurre, cambia y, por eso la gente descubre una enseñanza nueva que asombra y admira.
3. Esta enseñanza nueva va más allá de las fronteras y de los límites de un recinto porque no se enmarca dentro de un horario o dentro de un estilo o forma de explicar un contenido o un tema, sino que da permiso para desbordarse y aplicarse en la experiencia de nuestra propia vida y también la de los demás, pone un orden a nuestra existencia interior, dando como resultado una libertad, capaz de rechazar respuestas fáciles y preferidas para asumir unas nuevas que proyectan el encuentro personal con Dios, con las demás personas y con nosotros mismos. Una palabra nueva que nos mueve y nos pone en una novedad en el camino (cf. Salmo 94, 1-2.6-9). De esta manera, no es suficiente hablar con autoridad para anunciar la Buena Nueva de Dios, lo urgente es enseñar con novedad, comunicando un mensaje de alegría, basado no en nuestras tradiciones humanas solamente, sino con el objetivo de anunciar desde la fuente de la vida que cura y contagia del Espíritu.
4. Hemos de enseñar curando la vida para que nuestra vida y la de muchas personas no se queden en las laderas del camino, viendo pasar la vida o distraída en otras acciones, diferentes al proyecto y la acción de Dios. Encaminar a las personas hacia una vida mucho más sana nos facilita crear una convivencia más humana y solidaria, pues en las distintas relaciones de familia y de sentido personal siempre se suscitan dificultades, problemas cotidianos que nos mueven a buscar soluciones que nos acerquen a los demás y a Dios (cf. 1Cor 7, 32-35). No se trata de cortar y separar para alejar y distanciar, hundiendo las relaciones en rupturas interiores y caracterizadas por la culpabilidad. Lo importante es centrar la vida en Dios cuando nos encontramos en peligro, usando todos los esfuerzos por sanar y liberar a todos del miedo, de la inseguridad para que juntos podamos vivir desde la confianza. Atrevernos a enseñar con autoridad, apunta a entregar la vida para que otras personas tengan vida y, asimismo, abre la posibilidad de continuar aprendiendo con el fin de evitar quedarnos en un lenguaje o una mentalidad que impida o ponga resistencia a la enseñanza nueva.
5. No es extraño, entonces que la misión de Jesús de proclamar el Reino de Dios (cf. Mc 1, 15), se haya encomendado a sus discípulos porque la enseñanza con autoridad para sanar no necesita de doctores o de largos estudios en teología. Lo interesante es enseñar con autoridad para liberar, sacando de los abatimientos, ayudando a vivir de una manera mucho más saludable y luchando porque la vida nuestra y la de muchas personas sea integral como camino de salvación y de promesa de vida eterna: ...asombrados de su doctrina...(vv. 22). Si queremos enseñar el camino de la libertad y de la felicidad de todos los seres humanos es relevante recuperar la misión de liberar con la fuerza del Espíritu (cf. Mc 1, 10). Este poder proviene del amor a las personas cuando se busca aliviar el sufrimiento, sanar las heridas, promoviendo una vida mucho más sana, infundiendo confianza en Dios y animando a que las personas busquen algo nuevo para bien de su existencia y fortalecimiento de su esperanza. No se basa solamente en dar instrucciones y discursos, sino en dar mensajes de vida que impacten y abran caminos profundos en el corazón de las personas.
6. Esto lo vemos en la siguiente imagen. En la sinagoga de Cafarnaúm había un hombre poseído por un espíritu inmundo que opone resistencia; aunque toma la iniciativa ante la presencia de Jesús es adverso al proyecto de Dios, pues su intención es alejar a Jesús: ¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? (vv. 23-24). El demonio había tomado terreno en la persona y lo controlaba, haciendo lo suyo. Y delante de Jesús gritaba con violencia, actuando de una manera particular. Pero, esta persona que tiene un espíritu impuro, que se contrapone al proyecto de Dios ve en Jesús y en su enseñanza una amenaza. El espíritu impuro se presenta como una potente tropa, no es algo individual, sino fuerzas maléficas que desatan toda su violencia y, además proclama la identidad de Jesús: Sé quién eres tú: El Santo de Dios (vv. 24). Estas palabras aunque parecen una confesión de fe solamente hace alboroto y escandalo, genera incredulidad, pues entre Jesús y el espíritu inmundo no hay nada en común, no tiene la mis fuerza ni el mismo poder. Jesús vino a demoler prisiones y, por eso, libera de la presencia devastadora a aquel ser humano, mostrando que el poder y la fuerza de Dios es superior a la fuerza del mal. Él usa dos verbos: calla y sal de él (vv. 25). En consecuencia, el espíritu inmundo, estremeció, gritó y salió (vv. 26). Donde está Dios presente ya no hay espacio para el mal, su presencia y autoridad es mayor. Las tinieblas es ausencia de luz, lo cual si hay luz no existe la oscuridad. Por eso, Jesús no es un vendedor de palabrerías ni un repetidor de enseñanzas aprendidas, él es un maestro de vida que nos coloca ante cuestiones decisivas y vitales que nos conducen a vivir de una manera diferente, saludable y grandiosa porque su autoridad y su fuerza está en nosotros (cf. 1 Jn 3, 20).
7. Enseñar, de una manera novedosa puede ocasionar para algunos resistencia porque es mejor lo aprendido y conocido, que aquello por conocer y aprender. Viven algunos en su enseñanza repitiendo lo que oyen decir, copiando roles que imperan en otros, buscan con desespero la aprobación de los demás, pero sin hacer conciencia de sus argumentos y de sus enseñanzas. Enseñar ideas con la intención de controlar, de esclavizar para mantener un poder, un control o una respuesta, sólo provoca que con el tiempo lo que parecía novedoso, se convierta en un obstáculo para progresar y avanzar en la cotidianidad de nuestra propia vida y también en la experiencia de los demás. Por eso, en el camino constructivo de Jesucristo tenemos la oportunidad de empezar a pensar y actuar de un modo distinto, desarrollando virtudes y cualidades que nos hacen especiales, que aunque nos pueda causar en principio espanto (vv. 27a) se convertirán en admiración y bendición para otros (vv. 28), transformando realidades, callando aquello que es adverso (vv. 25), dando buenas noticias y frutos que nos harán crecer de un modo libre en todos los aspectos de nuestra vida.
8. Enseñar con autoridad para liberar hace tomar una nueva ruta constructiva. Esta acción nos sorprende, nos ayuda a crecer y nos provoca admiración (vv. 28). Ante la enseñanza de Jesús en la sinagoga no basada solamente en palabras que deban escucharse, sino en acciones concretas causan el asombro de la multitud que admirada, se pregunta ¿qué es esto? ¡Una doctrina nueva, expuesta con autoridad! (vv. 27b). La liberación de un ser humano en la sinagoga de Cafarnaúm hace eco en toda Galilea: Bien pronto su fama se extendió por todas partes...(vv. 28). La gente se asombra porque descubren una novedad en las palabras y en la experiencia con Jesús. Esta enseñanza que libera desmonta esquemas, nos expone ante una experiencia nueva de un Dios que todo lo hace nuevo. Este estupor nos encanta porque la hallamos en personas, maestros de vida que nos admira escuchar con atención. Sus palabras están acompañadas de honestidad y de responsabilidad personal porque tocan nuestra vida, precisamente son palabras y acciones que manifiestan la cercanía al Reino de Dios, al sufrimiento de todos los seres humanos penetrando el mundo de la soledad y del dolor. Es una autoridad que libera porque nutre la vida y, esto nos distingue nos hace diferentes, nos lleva a abrir nuestros ojos para maravillarnos e interrogarnos con sencillez por el sentido de la vida y lo profundo del corazón humano.
9. En resumen, Enseñar con autoridad para liberar es un camino que nos pone en unas condiciones de servicio y de una nueva relación consigo mismo, pero también en relación Dios y con las demás personas porque nos hace pensar y sentir la responsabilidad de colaborar en la construcción de nuestra propia cotidianidad en el que es posible ver la acción de la solidaridad y el sentido de la vida, rompiendo esos muros invisibles que nos separan entre el mundo del dolor y de quienes nos consideramos sanos. Enseñar no es tanto formar personas de respuesta aprendida, sino seres humanos que pensando y actuando de un modo libre y feliz, nos disponemos al servicio en el que se implica la decisión, pero también la promoción de la libertad, la cual se constituye en la relación cercana y en el servicio con las otras personas. La enseñanza nueva y con autoridad para liberar que nos enseña Jesús significa tener las riendas de la propia vida donde es posible desarrollar un proyecto personal de vida plena que coopera como gran Buena Noticia para acercar, liberar y dejarnos asombrar de nuevos aprendizajes y de nuevas experiencias de vida que nos suscitan nuevas herramientas para continuar avanzando en la construcción de un Reino (cf. Mc 1, 15) y, que nos interpela, nos invita ser mejores maestros con capacidad de hacer florecer la vida por todas partes.
Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es
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