ABRIR CAMINOS A TRAVÉS DE LA ESCUCHA Mc 9, 2-10 Domingo Segundo, Tiempo de Cuaresma (B)
ABRIR CAMINOS A TRAVÉS DE LA ESCUCHA
Mc 9, 2-10
Domingo Segundo, Tiempo de Cuaresma (B)
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Luis Fernando Castro TEÓLOGO PUJ |
En ocasiones escuchamos que los periodistas o reporteros en las grandes o pequeñas competiciones elaboran ciertas preguntas a los deportistas para conocerlos un poco más y para saber cuáles son las expectativas que ellos tienen frente al evento que van a participar. Es interesante encontrar repuestas comunes después de una corta o larga preparación, la expectativa es ganar, deslumbrar demostrar todas las capacidades y los potenciales asegurando el triunfo o por lo menos llegar a la meta, viendo resultados grandiosos antes de empezar. Algo importante porque ante los aspectos inevitables y adversos será un motor para no perder la mirada en lo que nos hemos propuesto, sabiendo escuchar asimismo lo que nos conduce a la plenitud, evitando quedarnos en los que nos puede distraer de los objetivos. Ver la meta no nos exime del esfuerzo, de la preparación, de la disciplina, de la buena escucha y de la espera para profundizar en el itinerario de nuestra vida y, así transformar para crecer y avanzar en los distintos aspectos de nuestra vida. A la Luz de la Palabra de Dios, Jesús lleva consigo a Pedro, Juan y Santiago aparte a un monte alto. Y fue transfigurado delante de ellos. En esta fuerte y maravillosa experiencia espiritual, envueltos en una nube, escucharon la voz del Padre que invita no sólo ver a su hijo amado, sino también a escucharle. Veamos:
1. Cada día que despertamos estamos sometidos a tener alguna meta o algún propósito para ser mejores logrando que al final de la jornada hayamos aprendido en el camino algo más que nos ha facilitado avanzar y crecer en nuestra experiencia de vida. Jesús después del anuncio de la cruz (cf. Mc 8, 34-9,1), seis días después, sube a un monte alto llevando a Pedro, Juan y Santiago, provocando un espacio de intimidad y de fuerte experiencia espiritual con los tres discípulos, allí fue transfigurado, su aspecto es transformado (vv. 3) por la acción del Padre, cambiando los rasgos visibles, percibiendo algo novedoso que alude a una realidad celestial que pertenece al mundo de lo divino (cf. Ap. 3, 5): y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos...(vv. 3). Jesús lleva a sus discípulos para una revelación, los aparta para estar con él, refleja una luz muy blanca, el reflejo de ser hijo amado. Junto a Jesús aparecen también transfigurados Moisés y Elías, que representa la Ley de los profetas, significando que todo comienza en Jesús, en su pasión y en su gloria, dándose así el cumplimiento de la revelación de Dios- Padre en la persona de Jesús. Ambos se convierten en testigos de Jesús, es decir en Jesús está la Ley y la profecía. Por eso, Jesús no es un Elías resucitado, tampoco es Moisés, ni un profeta más. Jesús es el hijo amado a quien se le debe toda la escucha (vv. 7), dando sentido nuevo a nuestras vidas, pero asimismo a quienes necesitan hoy de una voz de esperanza.
2. Nuestra vida cobra en el camino vida, una manera de ver distinto, cuando nos damos cuenta que hay algo más grande de lo que estamos viviendo, que es posible anticipar la gloria de Dios y ver algo más de lo que estamos experimentando ahora, más allá de las pruebas y de los sufrimientos, pues estos son solamente un paso para continuar hacia adelante, para salir mejores de lo que entramos y para encontrarnos que hemos crecido y avanzado. Dios no nos ha creado para la muerte, sino para la vida (cf. Gen 22, 1-2.9.15-18). Dios apuesta siempre por la vida porque él es un Dios de vivos y no de muerte. Por eso, ver un poco más allá de nuestra vida es redescubrir, ampliar la mirada para darnos cuenta que podemos encontrarnos con algo nuevo y mejor que nos facilita transformar nuestra existencia para volver a la vida (cf. Salmo 115, 10-19), saliendo de la enfermedad, de la calumnia y del resentimiento causado muchas veces por decisiones mal tomadas o por los distintos eventos inevitables que hacen parte de nuestra vida, sin el miedo de perder la esperanza (cf. Rm 8, 31-34). Asimismo, es importante la escucha del amado que nos acompaña con su presencia en nuestro itinerario de vida. De esta manera, nuestra existencia se convierte en un camino de crecimiento y de profundización espiritual en la persona de Jesucristo, consiguiendo un dinamismo nuevo, el camino de la felicidad que nos transforma y nos empuja a prepararnos mejor de lo que ya somos con la esperanza de transformar, anunciando Buenas Noticias que manifiesta en amor de Dios siempre presente.
3. Quedarnos estancados en las cosas fáciles o en el miedo, puede ocasionar que los resultados estén más al lado de la mediocridad y de la emoción inicial. Pedro, emocionado por lo que estaba viendo dice a Jesús: Rabbí, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías; pues no sabía que responder ya que estaban atemorizados (vv. 5-6). Pedro está entusiasmado, quiere colaborar construyendo tres tiendas para quienes él está viendo. Está lleno de miedo, algo que le pasará también al momento de la agonía de Jesús (cf. Mc 14, 26-42). No sabe qué hacer ante lo que está viendo, parece que se siente incapacitado, está asustado. Pedro contempla algo asombroso y mientras está hablando es interrumpido por la nube (Shejiná), la presencia de Dios que inhabita, la morada de Dios que en el éxodo (cf. Ex. 40 34-38) era signo de la gloria de Dios. La nube había acompañado al pueblo por el desierto, aquí en Jesús es la presencia divina, la gloria del hijo que envolviendo a los discípulos les hace oír la palabra del Padre: ...se formó una nube que les cubrió con su sombra, y vino una voz desde la nube... (vv. 7). El camino de la felicidad, del amor no es un camino donde no exista el esfuerzo, el dolor y el sufrimiento. Tampoco hay que pensar que estos son los que tienen la última palabra, pero sí es necesario saber que hacen parte del camino y de la experiencia de nuestra vida como una cruz que conduce a la gloria, a desarrollar una vida de luz y de plenitud.
4. Para estar a la altura de lo que vemos y de lo que nos emociona en principio es interesante profundizar en nuestro interior para darnos cuenta que en nuestra vida no cabe la propuesta de hacer solamente "tiendas" que nos acomoden a las situaciones y a la circunstancias o de llegar a hacer ecos de nuestras propias palabras, pues los efectos provocarán frustración y miedo que impiden avanzar. Subir una montaña tiene sus momentos e instantes duros, complejos e inexplicables, donde muchas veces podemos preguntarnos si vale la pena continuar y si tenemos la fuerzas para continuar hacia adelante, pero lo interesante no está solamente en estas situaciones, sino está más adelante, en los que vemos y percibimos en la cima para que al descender (vv. 9) y volver a nuestra vida cotidiana traiga el premio de poder transformar y derramar con claridad la experiencia de haber sabido escuchar.
5. No hay alegría sin dolor. No hay vida sin muerte, como tampoco transformación sin entrega y disposición. No hay nuevos aprendizajes si no hay el deseo de desaprender para volver a aprender. En la vida no se gana ni se pierde, se aprende constantemente para continuar caminando y llegar mucho más lejos de lo que hemos logrado. No hay nada nuevo si no tenemos el deseo y la acción de escalar para ver y escuchar (vv. 7) la gloria y las palabras del Padre. Aquí esta la clave de vivir una vida plena, evitando caer en distracciones que serán obstáculos que tapan los oídos del corazón e impiden escuchar con claridad. Las metas y la gloria necesitan de sacrificios, de esfuerzos y de preparación, aun de momentos de incertidumbre, de pesadillas que nos despiertan la fe en el que podemos ganar nuestra vida y también la de los demás, una vida bendecida y multiplicada como las estrellas del cielo...(Cf. Gen 22, 17).
6. Nada mejor que tener personas que nos acompañen e impulsen en los distintos procesos de nuestra vida, personas que nos ayudan a entrenarnos, que están en todos los momentos de nuestra vida para poder caminar hacia las metas, superando las oscuridades y las incomprensiones que suelen surgir, que nos podemos evitar. Nada puede compararse en tener la confianza en nosotros mismos, pero asimismo en el respaldo divino, conectando nuestro camino de felicidad y de preparación con la visión y el proyecto del Padre que nos mueve constantemente para que su palabra sea puesta en el centro de nuestra existencia. La visión de los discípulos en este evento asombros y resplandeciente se completa con la escucha, con la audición: Entonces se formó una nube que les cubrió con su sombra, y vino una voz desde la nube: Este es mi Hijo amado, escuchadle (vv. 7). Las palabras de la voz que sale de la nube resuenan ahora para los discípulos para decirles que Jesús es el Hijo. Jesús es verdaderamente el Hijo amado y único del Padre, y a él estamos llamados a escuchar para que nuestra vida llegue a la plenitud. No se trata entonces de escuchar otras voces, cargadas de miedo y apego o de tener imágenes y proyecciones de Dios erradas que muchas veces nos hacemos de él poniendo bloques que obstaculizan nuestra relación con él, sino que ahora la invitación es escuchar al Hijo amado del Padre para continuar hacia adelante, logrando hacer cosas admirables, beneficiando nuestro proceso y asimismo aportando a muchas personas.
7. Las escrituras, representada por Moisés y Elías debe ser ahora escuchada por medio de Jesús, el Hijo amado de Dios en quien tiene su pleno cumplimiento. Quien revela a Jesús es el Padre, pero al mismo tiempo manifiesta su querer para todos: la escucha de su Hijo donde reposa la voluntad de Dios para la vida de todo ser humano. Entonces, el verbo de escuchar no es una acción que reducimos a percibir los sonidos que cotidianamente se pronuncian, implica una orden, un estilo de vida que resuena en nuestro interior para aprender a vivir en obediencia, realizando lo que hemos sabido escuchar del Hijo. La acción de escuchar se nos ofrece como el camino de felicidad, el camino del amor en el que captamos, crecemos y profundizamos lo que escuchamos del Padre para transformar nuestra vida y también a quienes nos rodean, revelando, anticipando y mostrando la voluntad amorosa y transformadora del Padre que da sentido y bienestar a nuestras vidas en todos los aspectos.
8. Al final de este episodio asombroso los discípulos de Jesús quedan de nuevo solos con él: Y, de pronto. mirando en derredor, ya no vieron a nadie más que a Jesús solo con ellos (vv.8), descendieron del monte (vv. 9) y discutían entre ellos que era eso de resucitar entre los muertos (vv. 10). Los discípulos no había podido comprender lo que han visto y escuchado, todo parece que es un enigma, hay temor. Ven ahora al Jesús humano, de carne y hueso, con quien caminan y están cada día (cf. Mc 3,14) junto a ellos, como si nada hubiera pasado, sólo van con un dato adicional, es el Hijo amado del Padre a quien debemos escuchar, captando lo que dice para que nuestra vida esté siempre bajo su luz, evitando estar bloqueados por mensajes y por palabras que nos desvirtúan y nos alejan del proyecto humanizador del Reino de Dios. Escuchar la voz del Padre traerá para nosotros saber que Dios está siempre a nuestro lado en nuestro proceso de vida, en nuestro caminar creciente para abrir caminos que conduzcan mucho más lejos de lo que hemos llegado. Por eso, cada vez que escuchemos y hagamos que las palabras de Dios resuenen en nuestro corazón, tendremos las herramientas, las estrategias, las luces del camino para ayudar y para hacer tareas que nos faciliten caminos de vida para nosotros y para el bien de muchas personas necesitadas del amor y de la esperanza que viene del Padre.
9. En resumen, Abrir caminos en nuestra vida que faciliten mejorar nuestra existencia, que den luz a los cielos oscuros de nuestro proceso, tiene como clave, la escucha. Cuando dejamos que esta luz que ha sido sembrado dentro de nosotros se libere con toda su belleza y resplandor podemos captar de una manera asombrosa las metas que vimos, convirtiéndose en nuestro motor para avanzar. La verdad de todos nosotros como seres humanos la encontramos en nosotros mismos, y por eso, quienes aprendemos a escuchar en la cima de la montaña, en la intimidad del corazón estas palabras, comprendiendo en nuestra vida el camino de la cruz que es el camino del amor, entonces podemos también estar en la capacidad de transformar nuestra vida para que cuando "descendamos" a lo cotidiano a nuestra vida diaria, la hagamos correr con abundancia, conduciendo seguros hacia la plenitud y realización en el amor, manifestado en el servicio, en el respaldo y la bendición dada siempre por el amor sorprendente e incondicional del Padre que nos envuelve con su luz y su presencia permanente entre y con nosotros.
Luis Fernando Castro P.
Teólogo PUJ
Magister en Familia- ULIA
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es
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