CON LA MIRADA PUESTA EN EL PADRE QUE NOS VE Mt 6, 1-6.16-18 Miércoles de Ceniza (Tiempo de Cuaresma)
CON LA MIRADA PUESTA EN EL PADRE QUE NOS VE
Mt 6, 1-6.16-18
Miércoles de Ceniza (Tiempo de Cuaresma)
Tener cambios efectivos para alcanzar mejores resultados en el proceder, en la acción y la relación con las demás personas hace parte de quienes actúan con un espíritu diferente, buscando crecer y avanzar en todos los aspectos de nuestra vida. Hacer siempre algo necesario por mejorar es importante, pero lo es mucho más cuando esas acciones cuidan también el corazón, la intención en las relaciones humanas, evitando caer en formalismos meramente externos que quieren ganar aplausos, gratitudes, honras, protagonismo y admiración. Esto no es recomendable para quienes desean obtener mejores resultados en su vida. Lo saludable y lo realizable no está solamente en lo que vemos y percibimos afuera de nosotros, también lo está en el "trabajo" que hacemos dentro de nuestro interior porque cuánto más lo hacemos tenemos mayor oportunidad de mejorar nuestra relación con nosotros mismos y con los demás, saliendo de esas burbujas que nos quieren atrapar en nuestras envidias y egoísmos, logrando que el gozo de la entrega, del don y de la cercanía nos facilite contribuir a encontrar nuevas amistades que asimismo contribuyen a nuestro progreso personal e integral. A la Luz de la Palabra de Dios, Jesús propone tres acciones o herramientas que nos ayudan a renovar nuestro espíritu y nuestra forma de pensar con el fin de mejorar nuestras relaciones humanas, facilitando un camino de reconciliación, amor y bondad, dejando ver la mirada del Padre. Veamos:
1. Es propio de todos los seres humanos, tender de forma natural a que se le recompense por las que hace bien. Queremos tener siempre protagonismo entre el aplauso y la crítica. Nos acostumbraron a darnos regalos, si sacamos buenas notas en la escuela, si nos tomamos la medicina juiciosamente cuando estamos enfermos. Hoy actuamos siempre esperando ganar reconocimiento, queriendo llamar la atención. Nos comportamos muchas veces con generosidad porque queremos ser incluidos dentro de una gama maravillosa del mundo sin darnos cuenta que estas acciones solamente alimentan el egoísmo, el orgullo y la falsa imagen de lo que estamos invitados a hacer. Jesús en el llamado el sermón de la montaña nos propone tres acciones que forman un maravilloso triángulo que nos ayuda a revisar nuestra vida, como preparación para la misión y para la nueva irrupción de Dios en nuestra existencia. Tres herramientas que nos facilita renovar y mejorar nuestro espíritu, nuestra forma de pensar y de actuar en relación con las demás personas: La acción de la limosna, la experiencia de Dios a través de la oración y la relación con nosotros mismos con la acción del ayuno, pues la raíz de nuestra vida está el Padre que nos ve en lo secreto (cf. Mt 6, 4.6.18).
2. Reavivar nuestra sensibilidad y nuestra libertad con signos claros y contundentes de amor, de humildad, de fe y de crecimiento constantes nos pone en dirección a transformar nuestro corazón, no por una ocasión, sino por una actitud permanente que nos conduce por los caminos de la reconciliación, senderos del amor de Dios (cf. Joel 2, 12-18) para que se vean que somos hijos del Padre (cf. Mt 5, 48). Jesús ahonda en la relación con el Padre y, para esto nos muestra el cómo. La didáctica que el Maestro utiliza es hacer una escuela de valores actuando con discernimiento, pero confrontando los comportamientos. Él teje la vida con Dios desde la limosna, la oración y el ayuno, dejando claro cuál sería la autenticidad de un discípulo de Jesús: tú en cambio...(vv. 3.6.17). De esta manera, un discípulo está invitado a analizarse a sí mismo y tomar decisiones, es decir pasar de la superficialidad y la exterioridad a buscar en la profundidad del corazón, facilitando que no haya en él apariencia alguna. Es un cambio que se sale de lo común para ser diferente, descubriendo a un Dios que nos mira más allá de lo que hemos hecho. El mundo necesita hombres y mujeres que marquen con su comportamiento algo diferente porque se parecen al Padre que marca asimismo diferencia. No es el exceso de la vida lo que nos cambia, como tampoco es la exhibición, es la relación con Dios lo que nos hace diferentes.
3. El corazón del ser humano, tiende a desviarse muy fácil cayendo en la idea propia de buscarse a sí mismo para crecer en prestigio, placer y poder (cf. Mt 15, 19) distorsionando y echando a perder procesos humanos (cf. Salmo 50, 3-17); sin embargo, el Padre está dentro de nosotros, está en lo secreto de nuestro corazón, él conoce nuestras búsquedas, nuestras luchas, nuestros esfuerzos, él nos impulsa ha que hallemos sentido a nuestra vida, como fruto de la reconciliación (cf. 2Cor 5, 20-6,2) con nosotros mismos, con Dios y con las demás personas. Este proceso es gratuito y caracterizado por la gracia, reconociendo que mi primera casa somos nosotros mismos y que en ella nos podemos sentir a gusto porque ahí está el Padre que nos ve en lo escondido y con quien podemos estrechar lazos de vida y amor. Por eso, si direccionamos nuestra vida buscando que la voluntad de Dios esté por encima de nosotros, lograremos no solamente alcanzar cosas grandes en todas nuestras relaciones humanas, sino además tendremos paz interior con la convicción de que hacemos parte de él y en él todo se nos dará por añadidura (cf. Mt 6,34), viviendo como hermanos e hijos del Reino de Dios, ayudando a otros a caminar por los senderos que nos conducen a la raíz y fuente de nuestra existencia. Y la paz nos ayuda a mantener el rumbo, la tranquilidad, la mirada fija y en dirección al Padre, seguros que estamos haciendo las cosas bien.
4. El verbo que más se nos repite en esta bella página de vida es la palabra Ver (vv. 1.3.4.6.16.18. 18b). Queremos ser vistos. Pero nace una pregunta ¿por quién? Puede parecer para algunos una exageración pensar que lo que hacemos, y decimos requiere de reconocimiento, de tener alguien que nos ponga cuidado, pero la riqueza de lo que hacemos y decimos no está solamente en el valor de las personas que nos rodean, sino el valor y en la riqueza del Padre que está en nosotros: ...que ve en lo secreto y te recompensará (vv. 4.6.18). Hacer las cosas sólo por amor a Dios facilitará que nuestra recompensa no esté anclada en la búsqueda de aplausos, reconocimientos de la gente, sino en la riqueza y el valor de Dios, el cual suena estruendosamente en el corazón de quienes hallan en su interior la presencia de la vida y del cielo. Hacer la prueba de buscar hacer lo mejor sin ser vistos y alabados por las personas es hacer el bien con la mirada puesta en quien nos ve en la intimidad y profundidad de nuestro corazón. Por eso, evitemos caer en el narcisismo, con una vida gastada en una imagen que queremos que otros quieren de nosotros. Cada uno de nosotros valemos no por lo que diga la gente, sino por el valor que tenemos ante el Padre, por la mirada que descubrimos de un Dios sobre nosotros.
5. Hacer algo nuevo desde nuestro interior para mejorar y para obtener nuevos y mejores resultados en nuestra vida, acompañados por el Amor del Padre es necesario, es saludable porque nos ayuda a disfrutar mejor nuestro caminar y proceso, saliendo de nuestras propias burbujas que nos hacen creer superiores o inferiores a otros, logrando descubrir la alegría, el gozo y la generosidad de donarnos, de practicar la cercanía, compartiendo lo mejor que tenemos, creando lazos fuertes de amistad y de fraternidad, ayudando a crecer y progresar de un modo integral. Muchas veces nos comportamos sólo por el libreto hecho por otras personas o al menos apreciado por otros, desvirtuando nuestra identidad: Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos (vv. 1). Esto no es recomendable porque terminamos con una identidad distinta a lo que somos, este sería un riesgo porque no nos veríamos como verdaderamente somos, relegando la vida a un papel, a una función diferente a lo que hemos sido creados, como hechura del Padre que ama sin reserva. Es importante, por eso, volver al corazón, al interior, cerrando la puerta (vv. 6) para que en este diálogo profundo nos descubramos nosotros mismos, mostrando la belleza de la vida: el perdón, la misericordia y la esperanza.
6. Por eso, las tres herramientas que nos propone Jesús de la limosna, la oración y el ayuno en secreto son tres acciones que forman un triángulo, que van en la misma dirección y, tiene como objetivo facilitar nuestra experiencia con Dios, con las personas y con nosotros mismos, logrando desbloquear nuestra mente y nuestro corazón. Es importante dar limosna, pero sin publicidad: no lo vayas trompeteando por delante como hacen los hipócritas...con el fin de ser honrados por los hombres...(vv. 2). La generosidad con publicidad solamente quiere ganar puntos con la sociedad. No se trata de ganar privilegios con los demás, ya obtenemos el premio. El gesto de dar limosna debe quedar en secreto y la recompensa que vendrá será mucho mayor. No será solamente el afecto que se mendiga de los demás lo relevante, sino que la relación con el Padre crecerá, se fortalecerá y, entonces estaremos en su dirección para desplegar decisiones y acciones sabias, superando la apariencia para llegar a ser perfectos como él.
7. De esta misma manera, la oración nos permite confiar, agradecer y ver de un modo distinto las situaciones, las circunstancias que nos rodean, descubriendo en nosotros aun talentos y capacidades que ponemos en beneficio y crecimiento de muchas personas. Si concentramos nuestras decisiones y acciones en Dios, la ganancia que lograremos es la paz interior porque el Padre que nos ve en lo secreto no se cansa de tomar la iniciativa para bendecirnos. Esa es nuestra recompensa. Hacer lo contrario solamente provocará que estemos vacíos, huecos, centrados en nosotros mismos y en nuestros caprichos, como si quisiéramos obtener una selfie. No oramos para que nos vean los demás: no seáis como los hipócritas que gustan orar en las esquinas de las plazas, bien plantados para ser vistos....(vv. 5), oramos para fortalecer y crecer en la relación con Dios: entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí en lo secreto...(v..6). La relación mayor es con el Padre y él ampliará su reinado en nuestra vida.
8. El ayuno asimismo se hace en privado y, no para que se haga en las plazas o en los teatros porque podemos terminar exhibiéndonos: ...no pongáis cara triste, como los hipócritas que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan (vv. 16). Lo importante del ayuno no está para exhibirnos, sino para que el Padre nos vea. Esto nos facilita entrar en relación con nosotros mismos, descubriendo lo que es más esencial, dando oportunidad a que podamos mirar nuevos horizontes que nos conduzcan a crecer con disciplina, con sacrificio, con esfuerzo y dedicación en los distintos aspectos de nuestra existencia. Entonces, dar limosna, orar y ayunar son casos que nos ejercitan, pero si no los aplicamos bien a nuestra vida desvirtuamos el sentido. Dar limosna, orar y ayunar son acciones que requieren hacerse sin la intención de ser vistos por los demás: que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha...(vv. 3). Hacerlo es reconocer que no se ha comprendido que Dios, como Padre está fielmente ahí y, que contamos con su amor, su generosidad y su reconocimiento. De él recibimos el afecto y el cariño, no necesitamos estar mendigando afuera, lo que tenemos adentro para avanzar y crecer con humildad y sencillez.
9. En resumen, Encontrar nuevas formas de relacionarnos con los demás, con el Creador, con el mundo y con nosotros mismos, nos facilita desarrollar una mente nueva, renovando nuestro espíritu, logrando evitar conformarnos con lo que somos y con lo que hacemos, dando sentido a nuestra vida, creando relaciones saludables y mucho más fraternas. Dar limosna, orar y ayunar nos pone en dirección a la vida para que abriendo el corazón a quien nos ve y nos aprueba, nos levanta y nos ama sin reserva, como lo es el Padre perfecto, podamos construir y constituir nuestra vida con sentido sin caer en la pretensión de la aprobación y el reconocimiento de la gente que al final nos muestra la honda carencia del corazón. Poner la mirada en el Padre que nos ve creando una relación desde lo escondido, hará que nuestra vida se construya con firmeza, con bases sólidas que seguramente nos facilitará crecer y avanzar, dejando huellas de un camino diferente, cargado de vida.
Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es
Comentarios
Publicar un comentario