EL QUERER DE DIOS ES SANAR LA VIDA Mc 1, 40-45 Domingo Sexto (Tiempo Ordinario (B)

EL QUERER DE DIOS ES SANAR LA VIDA
Mc 1, 40-45
Domingo Sexto (Tiempo Ordinario (B)
Luis Fernando Castro P.
Teólogo PUJ

En el dinamismo e itinerario de nuestra vida nos encontramos con situaciones y con circunstancias que nos implica tomar decisiones, riesgos y sobrepasar algunos retos, aunque queramos evitarlos y protegernos frente a ellos. Cada uno de esos momentos e instantes hacen parte de nuestro camino creciente y constructivo junto a otros, siendo una oportunidad que nos aporta para dar forma a lo que somos y a lo que podemos dar para ayudar a muchas personas, aunque esto nos implique cambiar y dar giros relevantes en nuestra experiencia de vida. A la Luz de la Palabra de Dios, Jesús devuelve la salud y la vida en comunidad a un leproso que se le acerca, éste a su vez, estrenando una nueva vida no acepta ninguna recomendación y restricción del Maestro, sino que con entusiasmo comienza a divulgar la noticia, aproximando a muchos hacia la persona de Jesús. Veamos: 

1. Todos como personas hemos nacido para estar en relación cercana con los demás, para entrar en contacto sin interesar las condiciones, pero algunas circunstancias de diferente índole e ideas que nos hemos llegado a creer y a cargar nos alejan y nos distancian, ocasionando rupturas que impiden encuentros y aproximaciones con los otros. Un hombre, que había sido identificado como un "leproso" se acerca a Jesús de un modo reverente, se puso de rodillas, para suplicarle que lo limpiará de su enfermedad: Si quieres, puedes limpiarme (vv. 40). El leproso era calificado un hombre muerto para la sociedad. La lepra era considerado un castigo de Dios, signo de impureza y, en efecto rechazado, marginado. La lepra como era una enfermedad contagiosa, se le exigía a las personas no tener ningún contacto con otras personas y por ello, salían a las afueras de las ciudades, quedando expuestos en los desiertos a todo tipo de peligros y de cambios climáticos. Para ser reconocidos, las personas con lepra debían gritar, pero nunca podían aproximarse a los demás (cf. Lv 13, 45-46). El leproso entonces, aparecía sin la posibilidad de realizar comunidad, era apartado de Dios, de la familia y de la sociedad. No sólo era un enfermo, sino era considerado un cadáver, excluido de todo lugar. Y, sólo podía acercarse cuando se llevará a cabo su purificación, y, esto era dictaminado por un sacerdote quien lo reintegraba a la sociedad, después de un rito. Este es el contexto.

2. Esto toma mucha importancia cuando un leproso se acerca, se arrodilla y súplica. Tres acciones que hace este hombre frente a Jesús (vv. 40). No sabemos quién era este ser humano, no tiene otro rasgo de identidad, sino el tener lepra, así era llamado. Vivía en la soledad y lleva en las heridas de su cuerpo el sello de la exclusión. Lo que sí sabemos con exactitud es que este hombre tenía confianza en Jesús, se sentía atraído por él. Sabía que el Maestro puede hacer algo por su salud y después de acercarse a él, recita su plegaría ante Jesús: Si quieres, puedes limpiarme (vv. 40). Las leyes lo habían obligado a vivir apartado de todo y de todos porque era un impuro; sin embargo, este hombre decide hacer algo más y se arriesga, quiere estar limpio de todo estigma social, familiar y comunitario. El leproso implora poniendo un condicional: si quieres...No habla de la enfermedad, sólo con humildad suplica. Los gestos de Jesús son sorprendentes porque muestran no sólo una fuerza amorosa y misericordiosa que libera de la enfermedad, sino también un acto que lo identifica con la realidad y la situación del enfermo. 

3. Jesús no se contenta con mirar de lejos al leproso, sino que permite que aquel hombre se acerque, aún cuando la ley lo impedía (cf. Lv 13, 45-46) para extender su mano y tocarlo, para entrar en contacto, como una forma de comunicar y despertar a una nueva vida. Jesús siente compasión y le responde: Quiero, queda limpio (vv. 41). Jesús rompe con las reglas, derriba las barreras acogiendo, amando al leproso, quien no era acogido como tampoco amado. El comportamiento de Jesús es interesante porque muestra lo sensible frente al sufrimiento, él siente el dolor de las heridas de este ser humano. Jesús toma la mano, lo toca. Un contacto prohibido, pero que ahora acerca, le permite entrar en relación. Dios hace presente al que purifica. Este hombre no queda más separado, reintegrado en el abrazo familiar y comunitario. Dios no discrimina a ninguna persona ni tampoco a ningún grupo que sea diferente a nosotros. Excluirlos puede ocasionar alejarnos del querer de Dios y de la oportunidad de sanar y levantar la vida. Dios quiere eternamente hijos sanos. Por eso, no rechaza, sólo acoge y reparte gracia, sana la vida para que todos vivamos con libertad y responsabilidad nuestra existencia. Este es el querer de Dios. Él lucha con nosotros para que en medio de nuestras noches se renueve constantemente nuestra vida (cf. Salmo 31, 1-11). Esta es la experiencia del amor, del perdón y del encuentro lo que se convierte en una fuente de alegría para que nuestra vida tome un nuevo comienzo, un nuevo camino hacia una nueva vida, vivida en plenitud y en relación permanente con Dios y con los demás. 

4. Decidir acercarnos a otros para facilitar verdaderos encuentros que faciliten transmitir la vida es comprender que los demás también son importantes para nosotros, como nosotros queremos ser importantes para los demás, hallando nuevas experiencias de vida que nos aproximan y nos enriquecen sin interesar si nos aportan de un modo positivo o de un negativo. De una u otra forma nos ayudará a que nuestro camino mejore y crezca. El amor nos pide prestar atención constante a las personas (cf. 1Cor 10, 31-11,1) para que desde la experiencia y el encuentro con Dios podamos vivir con libertad, a la manera de los hijos de Dios, crezcamos y avancemos superando todo asunto superficial, logrando que las nuevas relaciones humanas y personales se fortalezcan y se edifiquen. 

5. Esto es posible cuando rompemos con los paradigmas y las normas estrictas, rigurosas que dificultan el acercamiento y el contacto con las demás personas, superando el miedo a la distancia para dar paso al amor de un Dios cercano, que renueva, que libera y que atiende la petición sin reservas: Quiero, queda limpio... prestando atención a quien lo necesite para sacarlo de su enfermedad, de su soledad y desesperación, dando comienzo a una nueva manera de vivir, ordenada en la mejor versión para lo que fuimos creados. Dios acoge y bendice a todos, aun a los que la sociedad y la comunidad ha estigmatizado y señalado, por eso, el resultado ante el leproso es el deseado, lo que ha salido de sí mismo para sanar y levantar la vida. Esto es admirable y provocativo porque no había un hombre con tanta fama (cf. Mc 1, 28) que estuviera al lado de los que la sociedad y la religión rechazaban. La oración del leproso ha sido escuchada, acogida y respondida (vv. 42). La misericordia y el amor van de la mano. 

6. Pero, decidir para que otros actúen de un modo diferente implica también correr riesgos, pues no siempre siguen las recomendaciones, aunque quede la satisfacción de haber dado lo mejor, desde la vivencia del amor de Dios para que otras personas avancen y crezcan en sintonía a lo que son: libres y felices. Los gestos liberadores de Jesús (vv. 41) traen en consecuencia que el leproso, quede limpio de su enfermedad (vv. 42); sin embargo, a pesar de la orden de Jesús a aquel hombre de evitar "la publicidad" y de proceder como mandaba la ley de Moisés, no como una acusación, sino...para que le sirva de testimonio...(vv. 44) la decisión de este hombre fue divulgar con entusiasmo y alegría la noticia (vv. 45). Jesús después de haber sanado la vida de aquel hombre con lepra no se queda para recibir reconocimientos ni cumplidos: le despidió al instante... (vv. 43). Jesús no es un narcisista que espera el reconocimiento del bien hecho y, por eso, acto seguido le pide al hombre no decir nada a nadie, que vaya ante el sacerdote para que confirme su curación (vv. 44). El leproso ya sano no sigue las recomendaciones, sino que desobedece, se puso a pregonar con entusiasmo (vv. 45). El amor de Dios no sólo nos acerca a él, también nos acerca a otras personas, a quienes podemos comunicar e involucrar sin interesar el lugar, el tiempo y la hora. 

7. Por supuesto, que estos actos que nos aproximan y nos acercan no nos exime de correr algunos riesgos, hasta el punto de perder la vida o de quedar también excluidos por una sociedad rigurosa y muchas implacable en sus ideas y opiniones: Jesús no podía presentarse en público en ninguna ciudad...(vv. 45b), él había tomado el lugar del leproso, había quedado expuesto a estar en los lugares solitarios (vv. 45), aunque allí acudía a él muchas personas de todas partes (vv. 45d). Jesús no quería ser reconocido por los milagros, como tampoco ser exaltado por hechos prodigiosos, había que hacer un camino para descubrir su identidad. Él mantiene su discreción para no suscitar aplausos. Es necesario huir de los comentarios para ir hacia los desiertos: de modo que ya no podía Jesús presentarse en público en ninguna ciudad...(vv. 45b). El hombre que había sido sanado de lepra no se contuvo y abrió caminos a muchas personas que sufriendo querían ser sanados. Esto es grandioso, pero lo importante para nosotros no es solamente la sanación de la vida, asimismo es relevante saber que estos hechos con Jesús se da voz, manos, boca, y vida a la voluntad de un Padre que quiere lo mejor para sus hijos. Esto es provocado, al final por un hombre sanado que es incapaz de quedarse callado y, por eso pregona, proclama, convirtiéndose en un donante, alguien que comparte lo recibido con alegría, haciendo cosas, facilitando nuevos encuentros que conectan con la fuente de la vida y de la sanación.

8. El sentido de arriesgar con valentía logra encontrar y aportar algo distinto, algo nuevo para sí y también para los demás, permitiendo salir de la soledad, de la exclusión para entrar en un nuevo estilo de vida, de convivencia y de fraternidad que nos enriquece y nos facilita crear lazos firmes de comunidad que, a su vez nos emprende hacia un nuevo proyecto de vida. Muchas personas después de un encuentro personal con Dios abren caminos para que otros seres humanos sean tocados con gestos de vida, de amor y de sanación. Todos buscan testificar con alegría y con gestos de cariño, llevando una sonrisa de vida a muchos sin escatimar espacio, lugar y hora. El efecto de acercarse para curar y volver a la vida de comunidad nos impulsa a avanzar y a crecer con confianza para emprender un nuevo estilo de vida donde es posible acercarnos y contribuir para aportar al crecimiento de otras personas. 

9. En resumen, El querer de Dios es sanar la vida. Él no quiere seres humanos enfermos, heridos ni mucho menos excluidos por la sociedad y la familia. No quiere que las personas estén permanentemente viviendo en sufrimiento ni en actos de esclavitud. Dios es compasivo y siente el sufrimiento de los hijos. Por eso, busca entrar en contacto con los que el mundo y la sociedad excluye a los más vulnerables. Quien entra en conexión con la fuente de la vida no se queda solamente con lo recibido, sino que ahora con decisión no se queda callado, expande la Buena Noticia, provocando que otras personas también se acerquen y sean atendidos por el amor de un Dios que a pesar de tomar nuestro lugar sigue enseñándonos a acercarnos a las personas, acortando distancias entre unos y otros. Estar dispuestos, después de haber sido curados, para servir a los demás facilita caminos para anunciar la Buena Nueva del Evangelio proclamando coralmente que el amor de Dios no se detiene en un solo lugar, a una sola hora y a un solo instante (Cf. Mc 16,7). Este querer de Dios de sanar la vida nos facilita asimismo, superar el miedo para avanzar y crecer dejando que nuestra vida esté cerca al amor de un Dios que libera para que libres nos dispongamos a anunciar con alegría y entusiasmo con este mismo amor sin que nadie quede excluido. ¡Cuán importante son los demás para nosotros, como somos importantes para Dios! Porque al comunicar y trasmitir la fuente de la vida que nos transforma, que va allá de lo que nos limita y que escribe con gestos de vida y de misericordia un amor que nos acerca y nos identifica constantemente con nuestra realidad y con la de muchas personas que necesitan beber de la vida para sanar y dar comienzo a una nueva vida, logramos romper con los paradigmas y los distintos muros que levantamos y que nos distancia.
Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es

Comentarios

Entradas populares de este blog

SABER ESCUCHAR PARA AMAR Mc 12, 28b-34 Domingo Trigésimo Primero del Tiempo Ordinario (Ciclo B)

EL ARTE DE VIVIR JUNTOS PARA SIEMPRE Mc 10, 2-16 Domingo Vigésimo Séptimo. Tiempo Ordinario (Ciclo B)

RESCATAR LA VIDA, SIRVIENDO CON GENEROSIDAD Mc 10, 35-45 Domingo Vigésimo Noveno del Tiempo Ordinario (Ciclo B)