SIEMPRE CON EL OTRO PARA GANAR LA VIDA Mt 18, 15-20 Domingo Vigésimo Tercero- Tiempo Ordinario

SIEMPRE CON EL OTRO PARA GANAR LA VIDA
Mt 18, 15-20
Domingo Vigésimo Tercero- Tiempo Ordinario
Luis Fernando Castro Parra
Teólogo PUJ

Hay un interés por alcanzar objetivos, por superar cumbres, por lograr los retos que nos proponemos en nuestra realización personal, pero nunca será posible sin las otras personas que nos ayudan, nos acompañan, que hacen parte de nuestra vida y de nuestros procesos de crecimiento y de avance. Sin embargo, en este tema de relaciones humanas, todo parece más complejo de lo que nos parece porque puede convertirse en un peldaño difícil de superar, actuamos más movidos por el egoísmo, la soberbia, el orgullo, que por mejorar y crecer en la relación y, en la manera que podemos acompañar. Todos, como personas, no estamos exentos de cometer fallas, errores, de tomar decisiones y acciones equivocadas, aún cuando nuestro deseo sea hacer el bien. Muchas de esas acciones provocan tensiones, diferencias, entre unos y otros, rivalidades que distancian amistades y destruyen relaciones cercanas y comunitarias, incluso, familiares. Hay relaciones que causan ciertos conflictos y agresiones que despiertan el feroz lobo del rencor, el resentimiento y el deseo de la venganza. Broncas y opiniones que dificultan la convivencia saludable de la comunidad, de la familia y de la sociedad. Por eso, lo recomendable ante lo que es inevitable es proceder de una manera inteligente, teniendo en cuenta que todos tenemos el derecho a la buena fama, a sentirnos incluidos, a pesar de nuestros actos. Es un servicio de vida que hace bien a la persona y a las distintas relaciones que experimentamos porque nos permite avanzar, ganando la vida. A la Luz de la Palabra de Dios, Jesús enseña a sus discípulos a resolver con inteligencia las adversidades y las agresiones que surgen en las distintas relaciones humanas, logrando perdonar y ganar a un "hermano", actuando de un modo que nos facilita el camino de vivir libre y feliz. Veamos: 

1. Restablecer la fraternidad hace parte de quienes tenemos presente a la otra persona sin interesar sus actitudes y acciones dentro de las relaciones humanas, que en consecuencia muchas veces rompe la relación con los demás, con Dios y consigo mismo. Pero, el objetivo de una comunidad creativa y con dinamismo no es dejar que se pierda la persona, sino todo lo contrario, nunca podemos ganar la vida sin el otro porque siempre habrán opciones, caminos nuevos para salir adelante en las relaciones ganando al hermano que se ha desviado. De esta manera, comprendemos que todos somos responsables de todos. Cada uno es un rostro del Padre Celestial para los demás y el Hijo estará en medio de ellos (vv. 20), estará siempre presente. Jesús propone a sus discípulos un camino para recuperar al hermano que se ha equivocado (vv. 15-17), pues no podemos perder de vista que a quien se corrige es un "hermano" y, así, debe ser tratado. Lo primero es evitar esparcir por todo el mundo el comportamiento no adecuado de la otra persona: si tu hermano llega a pecar, vete y repréndele, a solas tú con él (vv. 15). No se trata de denunciarlo de forma inmediata, de apabullarle, como tampoco de aprovecharse del error para destruir, chantajear y sacar ventaja, sino de corregirlo de manera fraterna.

2. Lograr llevar a una persona a reconocer el error no es una tarea fácil porque sin negar las acciones o las actitudes negativas se busca conseguir que sus comportamientos y conductas sean adecuados para mantener saludable la convivencia y continuar avanzando, pero esto no es posible hacerlo desde nuestra lógica humana, sino desde los valores de Dios (cf. Ez 33, 7-9). Lo adecuado es escucharlo, interpelar, saber qué lo motivo a realizar tal conducta que afecta e impacta negativamente en los demás para acompañarle, animarlo a corregir su actitud y, así logre ser mejor de que ya es como persona. No podemos quedarnos indiferentes. No podemos estar tranquilos ni pasivos cuando vemos personas que están perdidas. Antes que juzgar y señalar debemos buscar a las personas que están desviadas por sus comportamientos y conductas. Es importante que estas personas no se hundan. Es necesario buscar, salir sin quedarnos con los "brazos cruzados" para corregir y convencer con argumentos, sin rabia, pues estamos para ganar al otro. Y, ganar el otro es ganar el corazón de la vida: Si te escucha, habrás ganado a tu hermano (vv. 15b).

3. Pero, si el resultado no llegara a una buena respuesta porque algunos no quieren ceder, mantienen un corazón terco y endurecido (cf. Salmo 94, 1-9), entonces es necesario buscar una ayuda adecuada, alguien que pueda mirar de un modo objetivo para que oriente los pasos que faciliten mejorar la relación: Si no te escucha toma todavía contigo a uno o dos... (vv. 16). La esperanza debe mantenerse activa para lograr que la persona equivocada corrija sus acciones y logre crecer en su proceso y evite quedarse en la destrucción de su vida. Tener dos o tres testigos no es para hacer manoteo a la persona, sino para mostrar que aquello que se está diciendo para mejorar no es meramente personal, es algo objetivo. Otras personas les consta, lo están viendo. Sin embargo, si este canal tampoco es suficiente, entonces y sólo entonces se comunicará la atención de una manera más formal, benévola y respetuosa porque no podemos olvidar que también nosotros nos equivocamos: Si les desoye a ellos, díselo a la comunidad... (vv. 17). Por supuesto, que a pesar de los intentos habrá algunas personas que prefieren mantenerse en el error con la frase: "Es que yo soy así y nadie ni nada me va a cambiar". Pero, esta actitud errada no es una excusa para rechazar, abandonar o excluir a la persona. Es necesario tomar decisiones con cautela y sin ligereza porque se trata es de corregir, de seducir a la persona para avanzar, para que la fraternidad continúe su curso y se desarrolle de un modo libre y feliz.

4. Cuando las personas se han cerrado a la banda  y desconocen la ayuda de la comunidad es necesario ser tratado como gentil y el publicano (vv. 17b). Quien se excluye es quien ha preferido asumir un estilo de vida equivocado, alguien que no ha decidido escuchar y mejorar su calidad de vida. ¿Qué hacemos con este tipo de personas? Lamentablemente a lo largo de la existencia creemos que nuestra acción frente a estas personas es expulsarlas, sacarlas de nuestro medio y de nuestra comunidad porque no son como nosotros. Sin embargo, estás actitudes no son coherentes con la lógica y las acciones de Dios. Todos como personas tenemos deuda con las otras personas en el amor porque el mal no se vence con el mal, sino con ala fuerza del bien (cf. Rm 13, 8-10). Por eso, Jesús propone la comunión integral: con los demás, con Dios y consigo mismo. No se trata de desechar a la persona, sino de acompañar para que la persona vuelva a a casa con puertas abiertas.

5. Para esto es necesario servir con desprendimiento para poder convivir de una manera libre y feliz, evitando provocar ataduras que impiden dar curso a otras relaciones o entrar en contacto con el cuidado y la responsabilidad con otras personas: ...todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo....(vv. 18). Es decir que todos nosotros somos responsables de todos porque siempre habrán opciones para ganar al hermano. Entonces la tarea consiste en desatar para ganar un corazón sano. Servir con desprendimiento nos facilita no vivir atados o esclavos de aquellas personas que por sus comportamientos y frustraciones de su vida han decidido llamar la atención o asumir de forma irresponsable su vida. No estamos para juzgar y edificar tribunales que declaren sentencias, estamos para recuperar la vida y así nadie se pierda. Una comunidad fraterna que se quiere y se preocupa por su crecimiento y su avance. Estamos para ayudar y liberar haciendo personas nuevas. Por eso, es importante hacer el bien a la persona, intentar acompañarle en su proceso, pero si no hay una actitud de entrar en un estilo de vida mejor, tampoco podemos conducir nuestra vida a las actitudes y acciones de ellos, porque se opondría a la gracia de vivir libre y feliz en comunión con Dios, con las demás personas y con toda la creación.

6. El proceso de corrección no termina, aun cuando la persona equivocada se haya excluido así misma por sus actitudes y acciones porque existe algo más grande como la solidaridad entre las personas que no abandona, que busca superar sus propios criterios e intereses personales dejando aflorar el Amor de un Padre que no se cansa de buscar y de recuperar lo que se ha desviado o perdido. Algunos pueden decir que a pesar de todos los procesos que hemos hecho y aflorado, el corazón de la persona sigue endurecido, como que no hay nada más qué hacer. La propuesta de Jesús ahora se centra en la eficacia de la oración (vv. 19-20). Llegar a la cima de la comunión y de la fraternidad, tiene como clave lograr los acuerdos (vv. 19). Muchas de las cosas que conseguimos lo tenemos por la habilidad de negociar de forma saludable para que ninguno que haga parte de la relación o de la comunión se anule o se maltrate. Es decir, que al ponernos de acuerdo para pedir por el otro es afirmar que la otra persona y sus necesidades son tan importantes como también lo son las nuestras. No podemos estar reunidos pensando solamente en nosotros, como si fuera una costumbre o actuando por inercia o por miedo. Por eso, llegar a acuerdos es satisfacer los intereses de ambas partes, de quien corrige y también de quien se deja corregir porque es importante siempre estar con el otro para ganar la vida. 

7. Reunirnos es un espacio para vivir nuestra existencia a la manera de Dios y de su proyecto. No es un espacio basado en costumbres y prácticas que solamente nos centran en nosotros mismos, sino que nos ayuda para descentrarnos de nosotros y así pensar en las necesidades de los demás. Es un acuerdo donde todos ganamos, porque si dos de vosotros se ponen en acuerdo sobre la tierra... y se reúnen en mi nombre, allí estoy en medio de ellos (vv. 20), logrando alcanzar la cima de las cumbres que es la vida de la otra persona. La oración en acuerdo pide por el hermano frágil para que éste se transforme, pues el deseo de Dios es que nadie se pierda. Dos o más es la comunidad que ama y acoge y quiere lo mejor para todas las personas, un lugar de crecimiento para todos, donde no sólo recuperamos nuestra identidad, sino además la consolidamos cuando entramos en relación con las otras personas sin interesar sus debilidades y cualidades. Una comunidad que actúa de esta manera muestra a un Dios presente en la comunidad: allí estoy en medio de ellos (vv. 20), es decir, la gloria de Dios llena la comunidad, la relación humana se fortalece y, así logramos todos avanzar porque se consolida y se profundiza desde el corazón de quien se reúne y ama.

8. En resumen, Corregir con fraternidad y avanzando es desarrollar una actitud de servicio en el que facilitamos un camino de crecimiento que nos beneficia a todos. Por un lado porque permite acompañar a quien ha cometido un error y nos ha ofendido, y por otra parte para que estemos libres de resentimiento, de amargura y de ira, que sólo sirve para impedir el intento de avanzar y de ser mejores en nuestra calidad de vida. Corregir para avanzar abre la oportunidad para vivir un estilo de vida en libertad y felicidad, donde nunca podemos hacerlo sin el otro para ganar la vida.
Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es

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