RESPONDER CON ALTURA AL LLAMADO DE LA VIDA Mt 22, 1-14 Domingo Vigésimo Octavo (Tiempo Ordinario)
RESPONDER CON ALTURA AL LLAMADO DE LA VIDA
Mt 22, 1-14
Domingo Vigésimo Octavo (Tiempo Ordinario)
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Luis Fernando Castro TEÓLOGO PUJ - Dynamis |
Cuando se nos hace una invitación a una reunión familiar o social, cada uno decide si asiste o no. Si la opción es la primera, entonces acude a participar de la mejor manera. Busca su mejor vestido, su mejor atuendo para festejar. Sin embargo, habrá algunos que aún cuando son invitados con insistencia sus prioridades son otras, sacan excusas y no deciden asistir. Otros asisten, pero no se preocupan por llevar la ropa apropiada. Entre tanto, otros pierden oportunidades porque sus prioridades son otras o porque sencillamente está centrado en sus propios intereses, no les interesa el llamado a reunirse para participar y compartir, actúan con indiferencia. Aprovechar la oportunidad adecuada es aceptar la invitación ha comenzar una nueva existencia, donde la posibilidad de servir y de construir es un pasaporte que nos facilita descubrir cosas mayores y sorprendentes junto a otras personas. Asimismo, es salir de la rutina, de la zona de confort para poder transformar realidades y fortalecer relaciones humanas que haga de nuestra vida una gran celebración donde todos seamos libres y felices, donde podamos comunicarnos en un mismo lenguaje, que es el amor, teniendo en cuenta sí las diferencias. A la Luz de la Palabra de Dios, Jesús tomando de nuevo la palabra nos enseña a través de la parábola del banquete del rey, herramientas y estrategias para disfrutar y mejorar la calidad y estilo de nuestra vida a partir de la escucha y la aceptación del llamado. Veamos:
1. Hay ocasiones de nuestra vida que es necesario tomar riesgos, dejar o soltar lo que estamos haciendo para conocer algo más, para aprovechar la oportunidad de ser invitados a una nueva vida, a encontrar nuevas personas, nuevos contactos, superando los prejuicios para compartir y conocer nuevas experiencias, asumiendo nuevas y rejuvenecedoras actitudes que nos contribuye a que todos podamos crecer y avanzar. Jesús, narrando la primera parte de una nueva parábola (vv. 1-10) cuenta que un rey, a través de sus servidores, notifica la invitación a la fiesta matrimonial de su hijo; sin embargo, aunque se insistió, la respuesta de los convidados fue negativa. Algunos rechazaron...no quisieron venir (vv. 3), otros actuaron de una forma indiferente...se fueron el uno a su campo, el otro a su negocio... (vv. 5) y, entre tanto, otros, agredieron con violencia a los siervos... escarnecieron y los mataron (vv. 6). En esta primera parte de la parábola los interlocutores de la fiesta son los invitados y los mediadores son los siervos del rey que llevan la convocatoria. Ante la negativa de los invitados y el enojo del rey la parábola termina con la invitación a todos los que encuentren en el camino (vv. 9). Esta parte de la parábola nos refiere a la gratuidad del llamado. El rey no está cobrando para disfrutar de una manera diferente la vida. Quiere que todos participemos y compartamos de su mesa.
2. Cada momento, cada día es una oportunidad para sentirnos invitados a comenzar una nueva vida, una posibilidad para estar mejor o para hacer las cosas en un modo mejorable, superando los recuerdos pasados, las etiquetas que nos generaron ciertas costumbres porque Dios nunca se deja vencer en generosidad (cf. Is. 25, 6-10a). Él quiere y es su sueño que todos estemos en comunión y, para esto la imagen es un matrimonio. Por eso hace un banquete para invitar a todos a disfrutar de esta alegría del rey. La vida está preparada, lista, él mismo la ha preparado para todas las personas: ...mirad, mi banquete está preparado (vv. 4). Todos estamos convidados desde nuestra libertad y desde nuestra experiencia de vida a exigirnos, a ser responsables de mejorar la calidad y el estilo de vida, de disfrutarla y de hacer que otros también la desarrollen de una manera adecuada, logrando cambios significativos y constructivos que nos beneficien a todos. Dios siempre desde su amor prepara una mesa, todo lo provee para que sus invitados se sientan bien atendidos (cf. Salmo 22, 1-6). Esto es ya un mensaje de esperanza porque somos llamados al banquete del rey, participando de la misma pasión y sueño de Dios.
3. Esta iniciativa de Dios es un camino de humanización donde podemos comprender que él no se aleja, sino que hace parte de nuestra existencia. La fiesta es un don gratuito e inesperado. En esta dinámica, sin embargo, no siempre todos están en la misma sintonía para producir los mejores frutos ni tampoco para escuchar atentamente el llamado a participar y compartir de la fiesta. Muchos han sido invitados, de diferentes estratos, naciones y culturas a una nueva vida. Han sido llamados para entrar en el festín de experimentar el encuentro personal con Dios, con las personas, pero la decisión libre ha sido de rechazo porque creen que el llamado debe ser comunicado directamente por Dios y no por sus servidores (vv. 3) a quienes no reconocen, rechazan, ni se les pone cuidado. El resultado no siempre es positivo, no se puede dar por descontado que todos respondan de la misma manera y acudan a la fiesta. Hay dureza, indiferencia desde el corazón. Esto sucede incluso con aquellos que están familiarizados con la relación y la fiesta, se sienten tan seguros de sí mismos que olvidan ponerse el vestido adecuado (cf. vv. 11-13).
4. Nadie está obligado a tomar una decisión o tener una actitud determinada, cada persona está en la disposición de aceptar o de negar la invitación a mejorar, a progresar y a avanzar constructivamente. Hay quienes no abren espacio a las oportunidades a los cambios a la invitación de recibir la vida. El problema no es entonces de las otras personas, sino de nosotros mismos que teniendo todo el potencial, nos destruimos cuando rechazamos la invitación a avanzar, a ser mejores aportando a las otras personas, a ser libres y a mejorar nuestra calidad de vida, a vivir de una manera diferente nuestra existencia. La respuesta, la decisión y la responsabilidad para realizarnos, para ganar la vida, para trabajar en la viña del padre y para aceptar la vida es de nosotros. Estamos enfocados y ocupados en nuestras propias expectativas. Lo recomendable es aprovechar, la oportunidad de ser invitados a la fiesta usando todo el potencial para aportar constructivamente a la celebración majestuosa de la vida. Dios, como Padre como amigo, como salvador está dispuesto a hacer todo lo posible para que podamos gozar de una fiesta constantemente y para que realizándonos podamos entregar los mejores frutos de vida. Él ante los rechazos de unos no se restringe, no se detiene, sino que abre nuevos caminos (vv. 9-10), pues el banquete ya está preparado y, en efecto no hay quien reverse esta decisión. Esto es el signo del corazón de Dios que no se limita a una estructura o a las decisiones de unos cuantos. Las puertas se abren para todos sin discriminaciones ni exclusiones porque la mala voluntad de uno no impedirá a Dios de llevar a cabo la fiesta de boda para que todos la disfruten y compartan de su alegría y de su sueño.
5. Para participar de una fiesta especial, como un matrimonio, se hace necesario asistir con un vestido adecuado. Esto quiere decir que el llamado tiene además de la gratuidad la responsabilidad por el don recibido. La segunda parte de la parábola afirma que el rey de la fiesta entró a ver a sus invitados, pero notó que había allí uno que no tenía el traje de boda y, al preguntarle al comensal cómo estaba allí sin tener el traje de boda: Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de boda? (vv. 12a), la respuesta fue de un silencio (vv. 12b), a lo que el rey pide que sea "expulsado" de la fiesta (vv. 13). La falta del vestido es el desconocimiento de la novedad de vida que se deriva de la invitación de Dios. Es la creencia de creer que así como estamos hoy, es lo que nos toca y, eso hay que aceptarlo sin darnos cuenta que hay algo más para transformar el corazón. No encontrarnos con el vestido adecuado es la imagen que muestra la inconciencia o el poco compromiso con la invitación. No es suficiente haber aceptado la invitación, sino que es necesario emprender un camino nuevo de vida constantemente, sabiendo usar los regalos y los momentos que nos ofrece la vida (cf. Flp 4, 12-20) porque sin interesar lo que nos suceda en la vida el proyecto de Dios no se detiene, él sigue adelante. Por eso, aprovechar la invitación a una nueva vida no es suficiente con aceptar, es importante también responder con hechos para no caer en el mundo de la indiferencia, del rechazo y del maltrato (vv. 11), creyendo que todo es valido.
6. Cuántas personas por sus comportamientos y por su ausencia han destruido familias perdiendo la oportunidad de generar vida aprovechando lo que Dios en su generosidad nos ha dado. Cuántos por pretender mantener un estatus, un prestigio excluyen a los demás, mirándolos con sospecha, con envidia, causando distanciamiento entre unos y otros porque no reconocemos sus buenos sentimientos. Cuántos ha perdido distintas oportunidades porque han decidido quedarse haciendo lo mismo sin darse el permiso de crecer en todos los aspectos de su vida, dando oportunidad a que sus relaciones personales se fortalezcan y sean mucho más saludables. Cuántos ante estos eventos buscan solucionar su vida atacando, buscando culpables y, aunque están en la misma sala de la fiesta prefieren apartarse y no, comprometerse con nada ni con nadie. Están pero no están porque sus acciones y muchas veces sus propios pensamientos deshumanizan. Por eso, el atuendo adecuado para la celebrar el festín al que hemos sido invitados a participar y compartir requiere de desarrollar buenas actitudes y acciones que contribuyan al crecimiento integral. El vestido no representa una prenda de ropa, sino un estilo de vida que nos permite ayudar a otros a que también edifiquen y progresen en su existencia, en sus relaciones y en sus distintos ambientes, logrando alcanzar mejores cumbres y metas donde reine la salud, la alegría, el amor, la unidad y la generosidad, factores de valor en el progreso integral de cada persona. Buscar los mejores atuendos es revestirnos de las mejores acciones y actitudes para producir los mejores frutos, los cuales podemos compartir constantemente.
7. Todas las personas estamos convocados a asumir un estilo de vida donde sin interesar las condiciones o los estratos podemos despertar hacia una nueva vida en la que reine la amistad, la solidaridad, la reconciliación, el amor y la paz. Para esto es importante desacomodarnos, desinstalarnos de nosotros mismos para apuntar hacia nuevas metas, utilizando las mejores fuerzas para responder a la invitación de desarrollar una nueva vida donde podemos no sólo realizarnos integralmente, sino también de ayudar a que otros vivan libres y felices. El dicho o moraleja de Jesús que saca de la parábola...porque muchos son llamados, pero pocos los escogidos (vv. 14), no pretende excluir, como tampoco generar un mundo de datos estadísticos sobre quiénes o no pueden estar celebrando el festín. Lo interesante que podemos ver en estas palabras es que algunos siendo invitados de una y otra forma con insistencia, sacan sus excusas para no comprometerse y evadir la invitación. Y, si nos sentimos presionados, entonces queremos también evitar a quienes nos traen la invitación. Son muchos los invitados, pero poco los decididos a celebrar la fiesta del rey.
8. Parece que a pesar de que todos como seres humanos buscamos la felicidad, no queremos abrir el corazón para darnos cuenta que está ahí, muy cerca de nosotros. Es un misterio natural por lo que desconocemos pues, terminamos rechazando lo que nos puede hacer crecer y ser felices. Dios se sienta cálidamente en nuestra mesa, nos ofrece su vida, sus sueños y sus proyectos, pero nosotros decidimos levantarnos y enfocarnos en nuestros propios intereses y negocios. No nos interesa cómo estemos y, por eso preferimos optar por el camino de irnos, de acostumbrarnos y de creer que la vida está en contra de nosotros porque sencillamente es así. Evitamos la confianza para andar divagando. Por otro lado, algunos aceptan la invitación, pero quieren vivir su vida a su acomodo, simplemente llenando espacio. No se abren a la novedad y a la afinación con el canto del amor y del corazón de Dios. Sus acciones parece que no se identifican con la vida, actúan como si nada hubiera pasado en ellos. Entonces son muchos los llamados, pero poco los escogidos (vv. 14) porque todos son llamados, pero no todos respondemos a la altura de la invitación. Es interesante que hagamos conciencia sobre nuestras decisiones y sobre nuestro actuar responsable.
9. En resumen, responder con altura al llamado de la vida es asistir al banquete de la vida, el cual ha sido preparado por el mismo Dios, pues el sueño de él es que todos podamos estar sentados junto a él en la misma mesa, disfrutando y compartiendo la fiesta de una manera dichosa y plena. No se trata de imponer o de invitar a la fuerza, sino de despertar la confianza, la buena relación que aviva y fortalece el corazón. Por eso, es indispensable que a todos les llegue la invitación, aunque algunos la rechacen porque el proyecto de Dios siempre seguirá hacia adelante, no se detendrá, ni nada impedirá realizarse. La respuesta negativa de algunos no nos puede desalentar porque al final habrá fiesta, pues el deseo del Padre es que la sala del banquete se llene de muchos invitados, logren disfrutar y compartir con plenitud. Lo que es entonces, relevante ante esta imagen de Dios es tomar la decisión de generar una vida donde todos podamos participar de un modo constructivo, despertando a un nuevo estilo de vida, de manera consciente y rotunda, usando el traje nupcial adecuado para que con gestos de valor y de esperanza fraterna avancemos hacia nuevas experiencias, que seguramente nos conducirán a encontrar nuevas cumbres, nuevas metas que contribuirán a nuestra felicidad y al buen olor y frescura de nuestra vida.
Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es
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