EL AMOR ILÓGICO DE DIOS NO SE RINDE Mt 21, 33-43 Domingo Vigésimo Séptimo (Tiempo Ordinario)
EL AMOR ILÓGICO DE DIOS NO SE RINDE
Mt 21, 33-43
Domingo Vigésimo Séptimo (Tiempo Ordinario)
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Luis Fernando Castro Parra Teólogo PUJ |
Hemos escuchado en algunas ocasiones que si tenemos algo en nuestra vida o si lo hemos heredado no es tanto para usarlo solamente en beneficio propio, despilfarrando lo recibido, también es para usarlo y ponerlo, de un modo constructivo en bien común, en bien de muchas personas, como una manera de aporte, crecimiento, servicio y colaboración. A la Luz de la Palabra de Dios, Jesús enseña a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo a disponer adecuada y responsablemente de la viña que se les ha heredado para que trabajando con dedicación produzcan nuevos frutos abundantes a su tiempo. Veamos:
1. Todas las decisiones o las acciones que realicemos tienen consecuencias, positivas o negativas, todo depende de la manera que lo asumamos. Jesús a través de una nueva parábola: "viñadores homicidas" (vv. 33-39) denuncia a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, quienes pensando en su poder y en la búsqueda constante de su privilegio han manejado incorrectamente lo que se les ha heredado. Esta parábola se enmarca entonces en una historia de vida y de amor perenne caracterizada por el drama de la violencia y la traición porque algunas veces somos esperanza, pero también en otro casos actuamos como decepción de Dios; sin embargo, la buena noticia es observar que el protagonista de punta a punta de esta viña sigue siendo Dios, quien en su bondad y generosidad sin reservas continúa confiando y apostando por un dinamismo vital que llegue a dar muchos frutos (vv. 34), convirtiendo la decepción en una historia de esperanza en el que no cabe la venganza ni el clima de la amargura, sino la oportunidad. Es la muestra de un amor que no se acaba ni se agota a pesar de la violencia y el desengaño que se le contrapone.
2. La parábola de los viñadores homicidas es un relato triste porque muestra cómo Dios desde siempre ha cuidado con todo el cariño y el amor su viña (cf. Is 5, 1-7). El dueño ha invertido demasiado en ella: la rodeó de una cerca (como si fuera una gran abrazo), cavó en ella un lagar y edificó una torre, la arrendó a unos labradores... (vv. 33). Esta viña preferida por Dios ha sido confiada al cuidado de otras personas con el fin de que el pueblo actuará con justicia y fidelidad, pudiera prosperar siendo una gran luz para otros pueblos. Sin embargo, parece que esta iniciativa de Dios contrastó porque la viña ha sido devastada por el rechazo, la brutalidad y la violencia de algunos: ¿Por que Dios lo permite?, es la pregunta que muchas personas se pueden hacer hoy reclamando al dueño de la viña (cf. Salmo 79, 9-20). Pero, quien edificó y plantó la viña, también tiene la fuerza y la capacidad de restaurar y de proteger lo que con tanto amor y cariño a creado. Es el amor ilógico de un Dios que con insistencia se dedica siempre a su viña.
3. La nobleza del dueño de la viña contrasta con la violencia de los viñadores. Y así transcurre reacciones violentas, maltratos de los enviados, una y otra vez (vv. 35-36). No le importa lo que haga y piense el dueño de la viña. Esto sucede hasta que envían al heredero y se escucha: ...matémosle y quedémonos con su herencia (vv. 38b). Los viñadores han tomado el puesto del Otro y de los otros, siendo crueles, actuando con bestialidad y sin anestesia. No quieren desarrollar la tarea de ser servidores de la viña. Quieren ganar todo a la fuerza, sin impregnar una migaja de esfuerzo. Los viñadores atrapados por el poseer y tener quieren quedarse con la heredad de la tierra. Una ambición caracterizada por la codicia, la cual hace mucho mal. Matar al heredero es querer sustituir al hijo, mostrando que estas personas no se sienten amadas, tanto que desean apropiarse del lugar que le pertenece al heredero y, que efectivamente: la piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido... (vv. 42). Pero, por el amor que el padre tiene al hijo todos somos amados. El amor es la piedra angular de una nueva casa, de una nueva viña donde todos somos acogidos por Dios. Algunas personas, empero, con sus comportamientos y actitudes creen que son dueños de la vida, de las personas y de todo lo que les rodea. Actúan con prepotencia, soberbia, con orgullo usando lo mejor de ellos para pisotear y hacer sentir pequeños a los demás, trayendo en consecuencia pocos frutos constructivos que aporten y ayuden a crecer la viña. Estas personas usan su poder, su autoridad para empobrecer, para herir, para engañar, para manipular y para matar a todos aquellos a los cuales ven como impedimento para conseguir sus propios intereses (cf. vv. 38). No desarrollan la apertura a la novedad por miedo a perder su puesto, por mantener todo bajo su control, aunque esto implique caer en la monotonía, en un camino donde no haya más salida y se haga solamente lo que ellos dicen y sugieren.
4. La historia de los viñadores y sus acciones retratan la violencia en el que se defrauda el amor y el cariño del patrón por su viña y los viñadores. Esta es la imagen de un amor defraudado porque por una parte se muestra la nobleza del dueño de la viña, pero por otra parte se observa la sevicia de algunos que quiere adueñarse del rol del patrón y de la viña. Entonces, aparece la imagen de personas que se muestran poco generosos porque se impone primero sus ideas sin dejar la opción para que otros también cambien su mentalidad y empiecen a producir nuevos frutos. Una opción que tiene en efecto, implicaciones negativas porque actúan de una manera ciega, convirtiendo las relaciones personales en un reflejo de violencia, de rechazo y de destrucción. Causan daño a los demás porque aún cuando observan que los otros se están hundiendo, no tienden su mano para ayudar (cf. Mt 14, 31), prefiriendo quitar de en medio, de manera definitiva la voz que los perturba y no les deja actuar de forma caprichosa. Un daño que es también para ellos mismos porque impide su crecimiento y su avance para recoger con dedicación y esfuerzo mejores frutos (vv. 34) de los que ya se han conseguido. Quienes asumen estas actitudes, son personas que no han sabido usar adecuadamente lo que han recibido por herencia y amor, obstaculizando el progreso de la Viña de Dios (vv. 33). Así que, sus acciones irresponsables conlleva a perderlo todo para que la viña sea arrendada a otros labradores que le paguen los frutos a su tiempo (vv. 41).
5. La dinámica de nuestra vida es una constante actitud de aprendizaje y de colaboración para obtener un crecimiento integral; sin embargo, cuando descuidamos estas acciones encasillamos la vida, consiguiendo labrar caminos poco constructivos impregnados de infelicidad y de injusticia. Jesús enseña a través de la parábola que en la viña hay un dueño, un propietario que ha plantado lo mejor para que aquellos a lo que se les ha arrendado puedan producir y hacer rendir sus frutos. Pero, las actitudes de estos colaboradores no han sido las mejores. Sus comportamientos reflejan maltrato (vv. 35-36) sobre quienes fueron enviados a colaborar, pero también sobre aquel que es su hijo, el cual tampoco se respeto, echándolo fuera de la viña y matándolo (vv. 39). En este amor defraudado surge una pregunta: ¿Qué hará con aquellos labradores el dueño de la viña después de haber matado a su hijo? (vv. 40). La solución de los oyentes parte de su propia lógica, basada en represalias y venganza (cf. vv. 41). La idea de estos comensales sobre justicia es un retroceso porque genera mucho más violencia, pero el punto de vista del Maestro es distinta porque Dios no desperdicia la eternidad y la vida en venganzas ni en meros castigos. El Reino de Dios se dará mejor a un pueblo que produzca frutos y paguen a su tiempo (vv. 43). Es decir, que la relación entre Dios y su pueblo no concluye porque haya un fracaso, sino que ahora abre la posibilidad a que surja una nueva viña. Esto es la maravilla de un amor ilógico en el que la viña será dada a un pueblo para que fructifique, produzca muchos frutos.
6. Todos como personas se nos ha heredado una vida llena de talentos, de recursos necesarios para hacer posible que la viña prospere y crezca integralmente, sin embargo, cuando nuestras actitudes y acciones las estructuramos bajo el influjo del egoísmo, entonces comenzamos a actuar como si fuéramos "dueños" en el que podemos disponer a nuestra manera de todo sin tener alguna medida: ...y quedémonos con su herencia (vv. 38). Esta actitud, por supuesto hace que la herencia maravillosa que se nos ha dado pierda el objetivo y los frutos deseados. Lo que hemos recibido es para ponerlo en bien común. No hacerlo hace que la vida se estanque, se anquilose y no avance. Somos colaboradores que usamos los recursos de un modo adecuado, con el fin de mejorar nuestra calidad y estilo de vida. Esto es una manera de ser y estar con Dios porque todos los que ponemos por obra el proyecto del amor, en defensa del regalo de la vida, superando los problemas y las distintas dificultades, experimentaremos la paz de Dios que estará siempre con nosotros (cf. Flp 4, 6-9).
7. Por eso, si llegamos a creer que somos dueños únicos de la viña, la acción debe ser como la de Aquel que sale de sí mismo para tender la mano y ayudar a crecer a los demás, trabajando de una forma incondicional en la viña para que ésta crezca y produzca los mejores frutos. Cuando nuestra actitud está basada en la grandeza de la humildad, entonces actuamos con solidaridad y generosidad, colaborando responsablemente con todo lo que hemos heredado. sin buscar apropiarnos de lo que le pertenece a otro, consiguiendo superar los obstáculos, los vientos contrarios para aprender y continuar avanzando sin excusas y sin dejar de lado lo que se ha emprendido para producir aquel fruto que nos asemeja a quien es el Dueño y propietario de la vida. Lo reconfortante de esta relación de amor es ver que en Dios no existe el espíritu de la venganza ni del desquite, sino un Dios que es fiel, que sabe permanecer y no se rinde. Un amor de Dios que después de la decepción y de la traición, ensaya una y otra vez un camino de reconquista para alcanzar el corazón. El amor que no conoce cansancios ni fatigas. Un amor que se manifiesta y se refleja en los que él ha enviado una y otra vez con distintos rostros y roles. Este amor, lo ha hecho con su propio hijo, quien es la piedra angular: fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos (vv. 42b).
8. Entonces, organizar mejor cada uno de los aspectos y recursos de nuestra vida, mejora también las tareas y las actividades que realizamos, logrando aprovechar y conseguir mejores resultados que transformará y nos beneficiará a todos. Jesús afirma, basado en las Escrituras: que la piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido...(vv. 42). El retrato que ahora se nos muestra de Dios después de la decepción nos puede sorprender porque está fuera de nuestra lógica. El amor de Dios hace cosas que nadie haría por nosotros porque se reviste de un corazón cada vez más grande y generoso donde no cabe el abandono, sino la dedicación y la entrega. Dios tiene para todos nosotros sin condición una pasión que nunca se apaga, ni mucho menos se va a dar por un fracaso o por una simple desilusión. Las derrotas y los fracasos desde la visión de Dios en relación con nosotros son solamente puertas abiertas que nos permiten ver como triunfa el amor ilógico de un Dios que no retrocede ante la decepción. Es el amor ilógico que no abandona su viña ni la deja a su suerte.
9. Todo se nos ha dado para planificar y para continuar construyendo. Cuando planificamos y nos disponemos a construir lo que hemos heredado nos facilitará actuar con responsabilidad, desarrollando las capacidades, los talentos y las habilidades de un modo adecuado porque somos una viña cultivada por una amor ilógico y apasionado. Esta es la base, esta es la piedra angular para edificar y para crecer sin medida, aprovechando mejor lo que hemos recibido, produciendo nuevos frutos, respaldados por el Dueño y propietario de la vida. Nos corresponde entonces, dejarnos amar por el Dueño de la viña porque Dios nunca va a renunciar, siempre va a insistir, una y otra vez por nosotros para que logremos dar los frutos adecuados. Esta acción del amor ilógico de Dios nos llena de esperanza y de luz porque las pequeñeces que muchas veces sacamos a relucir no serán suficiente para interrumpir lo que Dios ha comenzado y quiere para nosotros. Su proyecto es mucho más fuerte y solido a cualquier decepción y fracaso. Él sigue avanzado porque sabe que a pesar de nuestras lógicas, basadas en amargura y tristeza, la viña dará verdaderos frutos jugosos y dulces en su momento.
10. En resumen, quienes estamos dispuestos a producir frutos en la viña, no sólo contamos con lo necesario para poder producir frutos, sino también contamos con la bendición de Dios para que con dedicación, con esfuerzo y perseverancia, ayudemos a construir lo que hemos heredado, en una base solida que nos facilite conseguir llegar a nuevas cumbres donde aportemos a una mejor calidad de vida, impregnada de fraternidad y del Amor del Padre, quien no escatima ningún esfuerzo para que todos podamos aprovechar y gozar constructivamente la herencia recibida. Este amor ilógico de Dios es insistente, positivo, perenne, no se rinde porque él espera que los frutos que florezcan a su debido tiempo, no estén conforme a intereses personales, sino que sean frutos dados por quienes hacen posible que la existencia sea mejor, superando las rivalidades, las disputas y las ganas de poder. El resultado del amor ilógico de Dios será bueno porque habrá siempre la posibilidad de crecer y de abrir caminos llenos de vida que facilitan y fortalecen las buenas relaciones personales en el mundo.
Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es
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