DEVOLVER A DIOS LO QUE ES DE DIOS Mt 22, 15-21 Domingo Vigésimo Noveno (Tiempo Ordinario)
DEVOLVER A DIOS LO QUE ES DE DIOS
Mt 22, 15-21
Domingo Vigésimo Noveno (Tiempo Ordinario)
![]() |
Luis Fernando Castro TEÓLOGO PUJ |
1. Muchas personas toman decisiones para comprometer a otros, sin percatarse que son ellos mismos, quienes deben asumir y afrontar con responsabilidad las consecuencias. Fariseos y herodianos se confabulan para poner una trampa a Jesús (vv. 15-16), enfrentándolo a un dilema (vv. 17), y aunque le reconocen que él es un Maestro sincero, que enseña el camino de Dios conforme a la verdad, quien no se somete a nadie ni le importa lo que sea la otra gente (vv. 17b) y, más aún es posible pedirle una opinión: Dinos tu parecer... (vv 17a) quieren agarrarlo en alguna contradicción que desvirtúe su enseñanza. Así que, la decisión de conveniencia de estos grupos representativos no incide en una mera respuesta, sino en quitar la honra a una persona libre y digna para ponerlo en problemas con los demás: buscan...la forma para sorprenderle en alguna palabra (vv. 15). Dos grupos enemigos que se unen para destruir, pues si Jesús responde en favor del tributo, queda enemistado con el pueblo, pero sí se pronuncia en contra, entonces el problema se inclinaría hacia las autoridades romanas, teniendo el pretexto de acusarlo y hacerlo desaparecer.
2. En la tradición de los hebreos para interpretar la ley, los maestros y los estudiantes estaban acostumbrados a enfrentarse a través de una serie de preguntas y de disputas, incluso algunos en estas discusiones llegaban a acalorarse. El aprendizaje y estudio de la ley no era considerado para esta cultura un asunto privado, sino todo lo contrario, se recomendaba que se leyera y se hiciera en voz alta junto a otros. Por eso, no es raro encontrar estudiantes leyendo la ley en parejas en el muro de las lamentaciones, escuchando un estruendo de voces rabínicas. Un maestro de esta tradición no exponía lecciones como lo percibimos hoy en nuestra existencia ni de forma magistral, la didáctica era diferente porque los alumnos planteaban preguntas a los maestros, los cuales, muchos de ellos ante estos cuestionamientos aprendían también. Entonces, el movimiento que hace los fariseos y los herodianos de acercarse a Jesús para conocer su opinión (vv. 17) no es nada curioso para el momento, hacía parte de la dinámica de aprendizaje. En esta forma de aprendizaje lo técnico comenzaba con la frase: es lícito o no... (vv 17b), que es lo mismo saber qué y qué no permite la ley de Dios. Sin embargo, las acciones de los fariseos y de los herodianos que caminan por vías opuestas se ponen de acuerdo y se acercan a Jesús no para aprender, van a él con la intención más allá de una discusión frente a lo que es lícito o no; vienen al Maestro para ridiculizarlo, dejarlo mal parado en sus argumentos. Le ponen una trampa basados en el tema de los impuestos pagados al César.
3. La actitud de los fariseos y de los herodianos al acercarse al Maestro es falsa porque sus palabras halagadoras y caracterizadas por elogios no es coherente con sus intenciones. Algunas personas no tienen escrúpulos, maquillan sus acciones y sus actitudes, adecuando al contexto, se simula y se es desleal. Algunos engañan porque su interés es obtener sus propios beneficios, defendiendo sus privilegios y su poder, sosteniendo un discurso doble, usando un falso poder contra aquellos que los incomodan, que les estorban porque sus acciones y sus palabras son liberadoras, son de honestidad y de responsabilidad en favor de la persona y de la vida. No les importa las consecuencias ni mucho menos la necesidad o en valor de dignidad de los demás. Quieren hacer de las personas lo que se les antoje. Esto conlleva a una deshonra, porque quieren ponerse por encima de los demás, e incluso de quien les ha dado la vida, Dios. Captan con sus elogios y sus palabras, pero sus intenciones son distintas, tramposas y maliciosas: Más Jesús conociendo su malicia (vv. 18). El objeto de sus preguntas no es aprender, sino generar divisiones y rivalidades: ¿Es lícito pagar tributo al César o no? (vv. 17b). Una pregunta que lleva en su contenido un problema político y, por eso, cual fuere la respuesta de Jesús diera, lo podía meter en problemas. Responder negativamente el Maestro sería considerado un contestatario del emperador, un enemigo del rey. Y, si su respuesta era positiva, entonces el problema ahora con parte del pueblo.
4. Evitar la deshonra es el comienzo para construir una vida sin otra intención que sea la de estar en función de los demás, tomando las mejores decisiones para crear ambientes más saludables en el que las relaciones que allí se mueven crezcan y maduren en todos los aspectos de su vida (cf. Is 45, 1.4-6). No podemos sucumbir en la tontería de engañar a otros por querer agradar a quienes por su poder o su condición de vida quieren ser reconocidos a toda costa trayendo como consecuencia divisiones e implementaciones de nuevas teorías que denigran de lo que es más valioso dentro de la creación, la persona, como imagen visible de Dios. Evitar la deshonra es dar el puesto a Dios: cantad al Señor un cántico nuevo (cf. Salmo 95, 1-10), como autoridad y poder supremo, y en él descubrir el valor de cada persona, con el fin de aportar y no disminuir en su integridad.
5. Cuando decidimos actuar de una manera auténtica, entonces comenzamos a construir una vida sin máscaras. Jesús conociendo la intención de aquellos grupos que habían planteado una pregunta bien pensada para hacerle caer y así, quitárselo de encima, responde el Maestro con una solicitud: Mostradme la moneda del tributo (vv. 19). Este gesto suena muy curioso porque los fariseos por su condición religiosa se negaban a tocar con sus manos las monedas que mostraban la imagen y la inscripción del Emperador, del César; sin embargo, pagaban el tributo, de ahí, que Jesús los llamará desde un principio, hipócritas ¿por qué me tentáis? (vv. 18b), pues si llevan la moneda del tributo es porque también se sirven del emperador, lo cual por qué no pagar el tributo. Jesús no cae en la trampa, no se deja enredar por la pregunta maliciosa de los fariseos y herodianos. El Maestro responde de una manera genial, superando un sencillo si o no, que era lo esperado por quienes hacían la pregunta. La respuesta va a otro nivel, elevando el tema y causando admiración (vv. 22).
6. Jesús, después de develar la hipocresía de sus oponentes pide que le muestre una moneda: ellos le presentaron un denario (vv. 19b). Seguidamente el Maestro les pregunta ¿De quién es esta imagen y la inscripción? (vv. 20). La respuesta de los oponente es obvia: Del César (vv. 21). Construir una vida sin máscaras implica coherencia en lo que creemos y en lo que hacemos. Tener fidelidad a Dios no nos exime de cumplir con lo que es nuestro deber. Más aún cuando cumplimos con lo que nos corresponde de un modo generoso y honesto estamos siendo fieles a Dios. Es decir, como personas libres y felices las palabras y las acciones que desarrollamos implica un gran regalo (cf. 1Tes 1, 1-5), pero también una gran responsabilidad porque no es solamente para usar en bien de nuestros intereses, también es para los demás, facilitando caminos de crecimiento integral. Actuar de forma auténtica y sin máscaras es aceptar que tenemos limitaciones, pero esto no opaca nuestras cualidades y carismas presentes en nosotros, por el contrario, nos facilita aceptarnos y amarnos a nosotros mismos tal y como somos, sabiendo que hay muchas cualidades por conocer, mejorar y por aportar con las mejores intenciones, logrando por una parte, crear mejores relaciones personales que nos permita cuidar y avanzar junto con otros, construyendo una vida de valor auténtico que no nos impida responder con valentía a lo que debemos cumplir a cabalidad, siendo coherentes entre lo que decimos, enseñamos y mostramos en nuestras actitudes y acciones de vida y, por otro lado, y no menos importante, identificarnos con la paz que subsiste en nosotros, pues los dones de Dios no están separados de nosotros, sino más bien están dentro de nosotros para que subsistamos como personas verdaderamente carismáticas.
7. Tener un poder o una autoridad no implica pretender ser dueños de los demás. Para Jesús Dios y el emperador no compiten, como tampoco ser fiel a Dios designa rechazar las responsabilidades y deberes que tenemos con la sociedad: lo del César, devolvédselo al César y lo de Dios a Dios. La clave de esta frase esta en devolvérselo. El Maestro no usa el verbo dar, sino el el verbo devolver. Tener la moneda en las manos no significaba solamente hacer un homenaje al emperador de turno, también aludía a una propiedad. El emperador era el dueño de esas monedas y quien tuviera en la mano esas monedas era sólo un propietario temporal de ese dinero. Además, con ese tipo de monedas se hacía homenaje al divino César, al dios César. Entonces, si esa moneda le pertenece al César, pues lo lógico según Jesús es devolverla. Pero la respuesta de Jesús no termina aquí. La relación política que había entre hombre y hombre dada en la imagen de la moneda, ahora el Maestro la lleva a la relación entre Dios y el ser humano: devuelve a Dios lo que es de Dios. Es decir, las cosas van al César y las personas van a Dios. El emperador no tiene derecho ni supremacía de vida ni de muerte sobre nadie, sobre ninguna persona. No tiene derecho de violar la libertad de las personas porque al emperador no le pertenece el corazón de la gente. Esto sólo le pertenece a Dios. Por eso, nadie puede pretender apropiarse ni buscar el chantaje de las personas aprovechándose de su situación. No hay que inscribir en el corazón pertenencias que no sean de Dios. Es importante liberarnos de la tentación de querer poseer a las personas, pues donde los seres humanos no pueden vivir con dignidad, la creación de Dios aparece como viciada y muchas veces anulada, desquiciada por el mal.
8. Los asuntos que experimentamos en nuestra existencia no están en el mismo plano que las exigencias de la voluntad divina, pues éstas son superiores a cualquier otra autoridad. De esta forma, nuestra responsabilidad es actuar sin competencias o rivalidades porque sólo a Dios se le entrega el tributo de la vida, de la gratitud, del servicio, de la posibilidad constante de estar en función de los demás y, a nadie más. A Dios le pertenecemos y a él le devolvemos la vida, todo lo que somos y lo que poseemos. No se trata, entonces de una separación de poderes. Jesús toma distancia de una politización de Dios y de una sacralización de lo político. En última instancia lo importante es la obediencia a Dios (cf. Hch 5, 29-31). Esto nos implica saber que todos tenemos una responsabilidad social, obedecer a las autoridades, siempre y cuando no toquen o atenten contra la dignidad y la conciencia de las personas; pero, por otra parte saber que Dios no pretende ocupar el puesto de los gobernantes. La imagen de Dios no es un poder por encima de todo poder porque Dios no es un César, sino un siervo de todos por amor. Adorar a Dios no nos quita nuestra responsabilidad social. Actuar con responsabilidad y sin competencia es saber que aunque se tenga un poder, una autoridad, un cargo reconocido, el orden de las cosas empieza en reconocer la grandeza de la humildad, la cual habla de reconocer no una divinidad imperial (escrita en la moneda romana), sino en dar tributo a quien es el dueño de la vida para que después actuando de una manera responsable miremos a los demás como personas con dignidad y valor especial como asimismo los mira el Creador.
9.Vivir en la lógica de la libertad y del bien común como es el proyecto de Dios es comprender que todos tenemos responsabilidades y estamos en la capacidad de honrar con nuestras obligaciones al estado sin olvidar que somos también servidores de lo humano. Ni el dinero ni el poder, como hechos circunstanciales, pues en un tiempo se acabará, no son superiores a la libertad y a la felicidad de las personas. La dignidad que se nos ha otorgado está por encima de cualquier pretensión política, social e incluso religiosa. Esta responsabilidad puede causar que algunos se maravillen y otros se alejen, pero de nada serviría decir: Señor, Señor y que al final él mismo nos diga: No te conozco (cf. Mt 7, 22-23). En esta lógica de Dios somos personas fieles a la tierra sin buscar privilegios o intereses personales. Estamos llamados al compromiso con la sociedad donde vivimos, siempre en sintonía con la voluntad generosa de Dios, buscando la libertad, la justicia, el bien de todas las personas, la reconciliación y la paz. Devolver a Dios lo que es de Dios es entonces, saber que le pertenecemos al Dios, reconociendo sí la autoridad legítima, sin que esto vaya en contracorriente a la voluntad divina, la cual esta quiere una vida reconciliada, más humana para que todos alcancemos y vivamos en plenitud.
10. En resumen, Devolver a Dios lo que es de Dios, es comprender que así como en una moneda cualquiera con características materiales va impresa la imagen del César u otra autoridad, también es posible aplicarlo en nosotros como personas porque en cada ser humano está impresa la imagen de Dios (cf. Gen 1,27). Nuestro corazón le pertenece a Dios y nadie puede poseernos. No es posible entregar a ningún "César" lo que le pertenece a Dios: la vida y la dignidad de todas las personas. Todos tenemos una libertad, una capacidad para servir y para entregarnos con generosidad porque somos hijos, regalo, don de Dios para muchas personas. Somos un tesoro, una moneda de vida que lleva impresa la imagen de un amor apasionado que se ha dado y se ha entregado todo sin reservas. De esta manera, devolver a Dios lo que es de Dios es devolver a quien nos ha dado todo lo que somos y lo que tenemos, entregando una humanidad nueva, fortalecida y bendecida, una vida más sana y más digna, donde todo lleve la imagen indeleble de un Padre que ama y, está presente en quienes construyen y fortalecen verdaderos lazos de amistad y de buena relación, buscando siempre ser imagen de su Creador.
Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es
Comentarios
Publicar un comentario