SALVAR LA VIDA CON GENEROSIDAD Y VALENTÍA Mt 16, 21-27 Domingo Vigésimo Segundo (Tiempo Ordinario)

SALVAR LA VIDA CON GENEROSIDAD Y VALENTÍA
Mt 16, 21-27
Domingo Vigésimo Segundo (Tiempo Ordinario)
Luis Fernando Castro P.
Teólogo PUJ

Estamos en una sociedad que nos empuja, que nos "obliga" a estar y mirar por encima a las demás personas en condiciones laborales, familiares y profesionales, creando una ultra competitividad que nos conduce a provocar rivalidades y distanciamientos entre unos y otros, de manera que buscamos superar las expectativas de las personas e incluso nuestras propias expectativas, haciendo lo que sea o esté a nuestro alcance para garantizar únicamente nuestra propia vida y nuestros propios intereses. Afrontamos así situaciones de maldad e injusticia. Para esto, cabe notar la gran cantidad de avisos publicitarios que incitan a triunfar en la vida, mostrando estrategias para cumplir sus sueños, para llegar a ser millonario, dando formulas que no muestran algún interés de esfuerzo, de empeño o de dedicación personal ni mucho menos de relación con los demás. Sin embargo, para ganar la vida, para alcanzar los sueños y las metas es necesario pagar el precio, no sólo con el talento y el deseo, sino además con los sacrificios, superando los criterios sociales vigentes y el pensamiento de un ser humano que busca solamente su propia realización. A la Luz de la Palabra de Dios, Jesús, el Maestro anuncia su Pasión y resurrección suscitando una discusión con Pedro, e instruye a sus discípulos sobre las condiciones para su seguimiento, para concordar con los caminos de Dios, evitando caer en las objeciones y reprensiones que impiden el crecimiento y el logro de ser victorioso y de alcanzar la meta de la vida. Veamos:  

1. Cuando estamos enfocados y tenemos claridad a dónde queremos llegar o lo que deseamos alcanzar nada ni nadie podrá interferir en que podamos continuar para conseguir la meta: Jesús, sabe que para participar en la "gloria de su Padre" (vv. 27), es necesario realizar algunos sacrificios significativos (vv. 21), pero Pedro pone sus objeciones y reprende al Maestro: ¡Lejos de ti, Señor! ¡No te sucederá eso! (vv. 22) porque está contento sólo con el lado agradable de la vida, pero lejano de los esfuerzos y de los sacrificios. No concuerda con los caminos de Dios. Pedro no comprende la lógica de Dios. Entonces el discípulo no coincide con la lógica del Maestro porque no quiere aceptar el tema del sufrimiento y, por eso, Jesús después de la felicitación, ahora lo reprende. Esto para muchos es escandaloso porque creen que la lógica y el actuar de Dios es inaceptable. No pueden aceptar que haya un Dios que actúe con "masoquismo", dejando que su creación sufra. Sin embargo, la maldad y los errores de la gente tiene una solución, y eso Dios lo ha mostrado cuando tomando su cruz se ha echado y cargado en sus espaldas la maldad.

2. La cruz es la sublime entrega de un Dios que se entrega por todos nosotros, mostrando su amor. Un amor que refleja la generosidad y la solidaridad porque nos ama más que su propia vida. La cruz cruza todos los caminos del cielo y de la tierra, pero Pedro no comprende y quiere salvar el mundo de otra manera, de acuerdo a sus pensamientos y criterios. No puede concebir que el Maestro tenga que morir para que otros sean libres y felices. La percepción de la entrega parece para Pedro totalmente distinta a la del Maestro. Por eso, lo reprende convirtiéndose el discípulo en un instrumento de Satanás (cf. Mt 4, 1-11). Pedro quiere que Jesús use otros medios. otros métodos o quizás tome las condiciones que al discípulo le propone. Pedro es piedra de tropiezo, actúa como una trampa para que el Maestro caiga o se desvíe de la misión. No concibe ni acepta el sufrimiento ni el modo de pensar ni de actuar de Dios. Pero, el Maestro rechaza las palabras del discípulo porque él sigue la lógica de Dios, quien muestra un amor desarmado y, perdona hasta el final: Tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres (vv. 23c). Un Dios que sin condiciones sale al encuentro de los vulnerables, abraza leprosos, levanta caídos. Un Dios que está a favor de los seres humanos, todo en la línea del amor y de la generosidad. Entonces Pedro con sus objeciones ahora parece hablar en nombre de Satanás, cuando momentos antes había declarado a Jesús como el Cristo, el Hijo de Dios vivo (cf. vv. 16): ponte detrás de mí Satanás eres para mi una piedra de tropiezo porque tu piensas como los hombres no como Dios (vv. 23). El punto de vista de Pedro no incluía sufrimiento ni dolor. Para él, el Mesías es un ser triunfante que no debe pasar por el sufrimiento ni el dolor y, por eso quiere darle lecciones de vida al Maestro. Esto mismo nos puede ubicar en creer que la vida y las  distintas relaciones humanas se centran en tener los triunfos sin que esto implique dolor, sufrimiento ni tampoco esfuerzo. Muchas veces tenemos que caer para mirar hacia el cielo y aprender.

3. Cuando tenemos claridad en los objetivos que deseamos conseguir, las objeciones y los obstáculos no serán suficiente fuerza para impedir avanzar. Algunos ponen excusas a sus proyectos de vida porque prefieren quedarse en lo conocido, en la zona de confort, antes que realizar con empeño, dedicación y entrega acciones que contribuyan a desarrollar con dinamismo al crecimiento de nuestra vida. Quieren obtener grandes resultados, pero no quieren pagar el precio, como tampoco pensar que en el camino nos podemos encontrar con momentos de tristeza y de fracaso (cf. Jer 20, 7-9). De esta manera, miran solamente y con anhelo las metas, los objetivos, los sueños, pero ponen objeción porque no quieren pasar por los sacrificios que hay que enfrentar para llegar a la meta de la vida. Evitar quedarnos en las objeciones y las reprensiones que muchas veces se nos proponen en el desarrollo del proyecto de vida es el comienzo para pensar de una manera nueva, diferente y mejor, manteniéndonos enfocados en la meta, a cambio de optar por aquellas palabras y/o propuestas que quieren oponerse, como tentación (Satanás), impidiendo aprovechar oportunidades y caminos que nos conduzcan a la realización personal. Las dificultades o los fracasos son inevitables en todo aspecto y proceso de nuestra vida, pero son solo una zona de aprendizaje para sacar lo mejor que hay en nosotros y continuar avanzando sin perder la mirada en quien es la fuente de la vida (cf. Salmo 62, 2-9), encontrando algo más grande y superior (resucitar al tercer día), pasando de la angustia, la desolación a otro panorama que, seguramente nos podrá contribuir a nuestra felicidad, pero también al bienestar constructivo de muchas personas porque de lo que aprendemos de estas situaciones nos sirve de experiencia personal y colectiva.

4. Triunfar en la vida no se construye de un día para otro, ni de la noche a la mañana. Se trata de realizar un proceso de esfuerzo y de sacrificio para lograr alcanzar lo que deseamos, ganando la meta de la vida. Jesús, después de reprender a Pedro, mira a la comunidad entera y enseña a sus discípulos con argumentos sólidos las condiciones para ganar la vida. Un camino que se debate entre las incomodidades, el trabajo, el esfuerzo y las celebraciones, aunque las primeras no sean de nuestro agrado. Las condiciones parten de una decisión libre: si alguno quiere... (vv. 24). En el horizonte de la vida está la meta de la vida. De manera, que quien quiera alcanzar las metas, deben estar en la disponibilidad de recorrer un camino, el cual no siempre es el más agradable porque necesita de desarrollar horarios y trabajos adicionales, de realizar con empeño acciones que vayan aportando al crecimiento personal, pero también al resultado definitivo de lo que se ha emprendido. La contrapropuesta del Maestro invita a dar la vida y a cargar la cruz, es decir que lo maravilloso y lo pleno de la vida no radica solamente en los triunfos y en los logros, sino además en salvar la vida en transcender e ir mucho más lejos de lo que vemos.

5. Por eso, es necesario realizar tres nuevas acciones: 1. Negarse a si mismo, o sea, desprenderse de las seguridades, de los intereses personales, de estar pensando en sí mismo, en su propia realización, dando prioridad a sus intereses individuales para volcarse hacia los demás. Negarnos no significa anularnos, volvernos descoloridos sin percibir la belleza de la vida. No se trata de caminar por el mundo en una actitud permanente de fracaso, desanimados y tristes. Negarse a sí mismo es hacer conciencia que los frutos que hemos logrado no nos hacen en centro de la atención del mundo, pues nos somos la medida de todas las cosas, como tampoco tenemos la única razón y la verdad. Dentro de nosotros hay una fuerza mayor que va mucho más lejos de lo que nosotros podemos imaginar y, esta voluntad necesita de un camino de discernimiento para nuestra vida (cf. Rm 12, 1-2). 2. Tomar la cruz, es decir, estar prontos a generar una calidad de vida entre las sombras y las luces que son inevitables cuando queremos alcanzar la meta de la vida. Cargar la cruz no es un acto de resignación y de sufrir con paciencia. La cruz es la muestra impensable de amor de Dios. Entonces, cuando nos referimos a la cruz, estamos hablando del amor porque la cruz no está leído en las adversidades y situaciones contrarias de la vida porque sencillamente son inevitables para toda persona. No interesa la raza, ni la nación, ni la familia, todos de alguna manera pasamos por momentos de crisis y de dificultad. Todos sufrimos. El sufrimiento es universal. Por eso, la cruz es la manera como reaccionamos frente a estas situaciones. Y la propuesta es amando.

6.  Cargar la cruz es asumir con responsabilidad todas las cosas de la vida con el amor que seamos capaces. La cruz no es solamente desilusiones, los cansancios y las enfermedades. La cruz no es para aplastar, sino para crecer, para hacer un nuevo dinamismo donde asumimos y aceptamos lo que vivimos hasta que logremos crecer y avanzar. La cruz es el yugo del amor donde cargamos la vida junto a Dios. Para esto, por supuesto es preciso tener la fortaleza, la perseverancia y el amor para asumir con elegancia los sinsabores y sacrificios de nuestra existencia diaria, hallando el sabor de la vida que es el amor. Lo adverso es una fuente de vida para abrir la posibilidad de transformar, de dar el sentido a la vida (vv. 26) y para no desenfocarnos de lo que es esencial. La meta es más grande y se construye paso a paso, entre esfuerzos y trabajos que podamos realizar para conseguir el premio de participar de la gloria del Padre, sin el miedo de amar incluso dentro de lo que es inevitable y, que muchas veces nos puede hacer sufrir. No podemos perder la vida por no amar, pues el no amar ya es perder la vida. Esto puede suceder si no encontramos algo más grande que nuestra propia vida, es decir si no encontramos la fuente de este amor por el cual nos da sentido a todo lo que hacemos y a todas las relaciones personales.

7. Amar también duele porque nos exige sacrificios hasta la entrega generosa y solidaria de la vida. Muchas personas le tenemos miedo al dolor y al sufrimiento; sin embargo no hay tener miedo de amar. No hay que mirar el dolor y el sufrimiento, lo que hay que mirar es el amor porque Dios es un Dios que ama tanto que no es posible resistirnos a él. Dios es un seductor (cf. Jer 20, 7-9). Dios nos seduce para que entremos en su dinamismo y, entre este encontramos la cruz.  Y, esto se vive desde el corazón. Por eso, viene el imperativo Sígame. La propuesta de avanzar para llegar a la metas propuestas no se construye sólo, sino acompañado con otros. Triunfar en la vida no está referido a desarrollar acciones particulares, sino en asumir un estilo de vida, junto a otros, en el que podemos beneficiarnos en unidad sin dejar el espacio a la rivalidad o a la envidia. Buscar nuestro propio prestigio y poder de una manera desaforada, tal vez nos hará llegar rápido a las metas, pero no a triunfar de la vida (vv. 26). Con frecuencia tenemos la sensación que seguir al Maestro puede ser una perdida de tiempo porque solamente estamos perdiendo los mejores años de nuestra vida o sencillamente porque no nos ofrece mucho y todas las fuerzas que gastamos son inútiles no tiene ningún sentido; pero seguir las mismas pasiones del Maestro hará que nos encontremos con la vida, con el amor y con el verdadero servicio, salvando la vida con generosidad y valentía. Entonces, la responsabilidad de hacer nuevos aprendizajes y de realizar con firmeza un cambio en la forma que pensamos y actuamos frente a nosotros mismos y a los demás es fundamental para asegurar lo que hemos emprendido para triunfar en la vida y para ver la promesas de Dios realizadas en lo que somos y en lo que hemos logrado conseguir con el esfuerzo, la humildad y la dedicación personal.

8. Ver los resultados después de haber pasado los sufrimientos, de haber realizado sacrificios significativos nos puede llenar de alegría y de júbilo. Sin embargo, lo más importante no fue llegar a la meta, sino haber crecido de una manera integral dando lo mejor de nosotros para que otras personas también sean bendecidas. La "Gloria del Padre" no se detiene, no tiene límites y, por tanto, nos impulsa a ir más lejos de lo que miramos o imaginamos. Hemos alcanzado algunas cumbres, sí, pero si miramos más adelante nos encontraremos con otras nuevas oportunidades a las que debemos volver a escalar para alcanzar su cima, pero con la seguridad que Dios como Padre no nos abandona, sino que nos continúa respaldando y animando para continuar hacia adelante, para escalar nuevas montañas que necesitará de ser superada  en sus obstáculos para llegar a su cima. Triunfar en la vida, por tanto está impregnada de los escalones de las dificultades, los fracasos, las tristezas, las luces y de las sombras, pero con la certeza de que si se empieza a subir escalón por escalón llegaremos hasta arriba con las promesas del Padre que se cumplen en la dinámica de nuestra vida, orientada a la existencia plena y realizada.

9. En resumen, Asomarnos al mundo del Maestro no es siempre fácil, porque la lógica de Dios parece que va de una manera diferente a la que nosotros queremos experimentar; sin embargo, agarrarnos ciegamente a la vida puede conducir a que nosotros sin darnos cuenta la perdamos, estemos siempre desorientados. Pero, si arriesgamos de manera generosa y valiente la vida tenemos la oportunidad de salvarla ofreciendo el mayor bien a muchas personas. La vida vivida según el proyecto salvador de Dios nos permite vivir el Reino del Padre, arriesgando todo, aunque parezca que la estamos perdiendo, pero que al final nos damos cuenta que la estamos ganando porque aprendemos a identificarnos con los que sufren, con los que lloran, con los que necesitan consuelo, confiados en el Padre, quien puede regalarnos siempre una nueva vida.
Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es

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