LA CAPACIDAD DE AMAR MÁS PARA GANAR LA VIDA Mt 10, 37-42 Domingo Décimo Tercero (Tiempo Ordinario)
LA CAPACIDAD DE AMAR MÁS PARA GANAR LA VIDA
Mt 10, 37-42
Domingo Décimo Tercero (Tiempo Ordinario)
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Luis Fernando Castro P. Teólogo PUJ |
1. Darnos el permiso de optar es abrir la posibilidad a encontrarnos con una nueva experiencia para crecer y avanzar hacia nuestra realización personal. A veces pensamos que en los caminos que transitamos hay buenas y malas opciones, pero en realidad lo que existe es un camino que nos ha facilitado ganar en experiencia. Jesús cuando le habla a sus discípulos desde la formación misionera señala de un modo radical cuál es el camino, la opción que llevará a la vida. Un camino que apunta a encontrar lo más importante, mostrando el costo, el precio, el sacrificio, incluso choca con lo afectivo por la opción de vida. Una opción que está por encima de la relaciones familiares, de los compromisos e intereses personales, de las amistades (vv. 37). Quien no lo practique; no es digno de mí, dice Jesús. Una exigencia que en primer momento tiene un tono de inhumanidad porque choca con lo que más amamos en nuestra vida, como lo es la familia. El Maestro aquí si bien, invita a hacer un giro en las decisiones no quiere que perdamos la libertad ni tampoco que creamos una nueva jerarquía de emociones que resten el valor de la vida, del amor y de la familia. El sentido de amar más a Jesús que al padre, a la madre y al hijo (vv. 37) tienen como foco el amor, el cual no se resta al corazón de los seres humanos, sino todo contrario, quiere agregar mucho más amor para que salgamos de nuestros apegos, de nuestras lejanía y distancias que creamos frente a los demás, levantando muros que nos dividen y nos conducen al desprecio, a creer que hay buenos y malos. Un amor que nos impide mirar más allá de nuestra seno familiar. Se trata de amar mucho más, borrando fronteras, límites entre unos y otros, en las que muchas ocasiones optamos por hacer frente a otros amores, a los cuales debemos amar también, pero que hay veces consideramos de segunda categoría porque las consideramos menos que nosotros.
2. No hay nada más importante que dar y recibir afecto y, mucho más cuando lo recibimos de nuestros seres amados, pues nos facilita vivir en armonía y vivir fuertes interiormente. Sin embargo, las palabras de Jesús de amar más allá de las relaciones familiares, es amar la humanidad, transpirando el amor a través de las acciones de los comportamientos y de los actos en nuestra vida cotidiana (cf. Rm 6, 3-11). Esto nos implica una nueva capacidad de amar que no tiene perdida, sino ganancia en todos los aspectos porque es posible crecer, avanzar, creando nuevas relaciones, experiencias y expectativas que nos llevarán mucho más lejos de lo que hemos llegado. Amar más allá de la casa es multiplicar la vida, es potenciar el amor que hemos recibido desde un nuevo nivel de vida familiar, pero que necesita transcender, rompiendo las barreras del miedo, de la desconfianza y del egoísmo. Por eso, quien no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí (vv. 38). Es entonces, un amor con las dimensiones y la fuerza de la entrega solidaria que lo da todo para todos sin condiciones. Por supuesto que estos actos de amor no tratan de hacernos sufrir y de estar clavados en el dolor y la miseria, sino que quiere buscar el bien y la felicidad para todos; aunque esto implique situaciones adversas, caracterizadas por el problema y el conflicto (cf. Salmo 88, 2-3.5). Así que esta exigencia es optar por quien nos conduce a la vida dando un nuevo orden a nuestra existencia, generando una nueva capacidad de amar en el que no es posible aceptar la injusticia, el acomodo, la búsqueda de seguridades y las etiquetas negativas, ante aquellos elementos que son beneficiosos para crear buenas relaciones personales.
3. Ponernos en la exigencia de romper con toda clase de seguridades y apegos es abrirnos a un nuevo horizonte de vida, mediante el cual estamos en la capacidad de dejar de lado nuestro propios intereses personales para abrirnos hacia una nueva vida que nos relaciona y nos permite funcionar de otra manera. Sin embargo, no se puede estar abierto al amor de los demás, facilitando caminos de vida y de experiencia nueva sin provocar el rechazo, la persecución y la hostilidad de algunos a los que no le interesa que hayan cambios y fuertes relaciones humanas. Por eso, el que encuentre su vida, la perderá; y el que la pierda su vida por mí, la encontrará (vv. 39). Cuando el orgullo, el odio, la soberbia, son prioridad en las relaciones humanas, la dinámica de la vida se pierde porque estaríamos en función de buscar solamente nuestros propios intereses, cerrando la posibilidad a encontrarnos con nuevos horizontes y experiencias donde es posible crear nuevos lazos de amistad y de servicio solidario (cf. 2Reyes 4, 8-16). Somos personas capacitadas para comunicar cosas buenas, dejando huellas profundas de amor, de libertad y de bondad que nos beneficie, pero asimismo, ayude y sea bendición para muchas personas.
4. Optar por quien nos conduce a la vida es tomar el camino de quien nos ha llamado, sin condiciones (vv. 38) para que optemos a vivir un estilo de vida que fortalezca la relación y el verdadero amor, aunque esto implique pasar por las penalidades y sacrificios significativos que sellan la fraternidad. La dinámica de Jesús en esta opción de vida caracterizada por el amor tiene rostro de entrega, de solidaridad y de fraternidad: El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí (vv. 38). El amor más grande y de mejor calidad donde se une y se fortalece, incluso en los momentos de contracorriente, es el corazón solidario y entregado hasta el final. De esta manera, mejorar la calidad de nuestra vida y del amor comienza, cuando nosotros comenzamos a vivir de una manera distinta sin mezquindad, gastando y administrando el tesoro que hemos recibido con tanto amor para compartirlo con los demás. Sin embargo, se pierde la vida cuando nos gastamos para que otros también sean felices. Todos tenemos un motivo para gastar la vida, un motivo para levantarnos y para continuar hacia adelante. Entendemos, entonces que perder no es por perder, sino ganar porque lo único que poseemos es aquello que damos para que otros también crezcan y se sientan acompañados, amados y bendecidos.
5. Cuando empezamos a darlo todo, lo que somos y lo que tenemos para que la dinámica de nuestra vida traiga libertad y vida para sí y también para los demás es el comienzo de un cielo nuevo que rompe con el deseo de poder, de arrasar y de aplastar al ser humano. Darlo todo, son pequeñas porciones de vida que podemos compartir, logrando superar el odio, el egoísmo, el miedo, la seguridad, la indiferencia, el acomodo de nuestras propias seguridades para que nada nos impida o nos bloquee la gracia de ser libres y felices. Todos como personas estamos en la capacidad de amar más porque Dios nunca nos dejará con manos ni corazones vacíos. Siempre experimentaremos en las distintas relaciones humanas, en la familia de Dios comportamientos de justicia que mostrará la presencia y la acción de un Padre santo y perfecto que nos da más de lo que entregamos para que constantemente podamos seguir construyendo relaciones sólidas y mucho más saludables que reflejen el camino de la felicidad y del encuentro verdadero hacia el otro, dando sentido, sabor y luz (cf. Mt 5, 14-16) a nuestra existencia.
6. La certeza que dilata el corazón es saber que quien está dispuesto a dar más, siempre recibirá mucho más de lo que se espera. Jesús al final de sus instrucciones y de sus enseñanzas en este manual del misionero da tres títulos a quienes se disponen a amar más para ganar la vida: Los llama profetas (vv. 41a), justos (vv. 41b) y pequeños (vv. 42). Tres títulos que se unen por un verbo: Recibir o acoger. Es decir, que estas personas se caracterizan porque sacan la mejor versión de su vida para beneficio de muchas personas. Son animadores que reconocen la necesidad de crecer no sólo personalmente, sino asimismo como comunidad, conscientes de que la puerta del aprendizaje es para todos, sin olvidar que aunque se conozca mucho siempre habrá algo más por aprender. Es así como se hace presente la actitud de la humildad, la cual atrae y conduce hacia la experiencia del Reino de los Cielos. Por eso, Quien a vosotros recibe, a mí me recibe, y quien me recibe a mí, recibe a Aquel que me ha enviado (vv. 40). Cuando optamos por lo mejor, no queremos perder sino ganar. Optar por un estilo de vida donde está presente la solidaridad, el amor, la justicia, el sacrificio significativo, la generosidad, la entrega, la valentía y el amor, el crecimiento personal y comunitario, los resultados son sorprendentes y maravillosos y, por tanto, no hay miedo por gastar la vida para ganar la vida.
7. Jesús en sus palabras y enseñanzas, no sólo muestra la lucha y los desprendimientos que realizamos para contribuir a mejorar nuestra calidad de vida, también nos revela lo que podemos ganar cuando hacemos algo constructivo para beneficiar a los demás; cuando acogemos y recibimos a quienes nos ayudan y nos animan en el crecimiento de nuestra vida: Podemos estar tranquilos porque recibiremos muchos vasos de agua (vv. 41) de quienes reconocerán el trabajo y el esfuerzo: ...os aseguro que no perderá su recompensa (vv. 42c). La recompensa del profeta, del justo y del humilde. Es decir, de quien habla claro y transparente, hace lo correcto y busca que otros gocen del crecimiento. Aquí no interesa si damos mucho o si damos poco, como es un sencillo de vaso de agua, lo que importa es dar (amar) porque en cada poco que se da, estamos dando todo lo que somos y lo que tenemos. Basta mirar en algunos detalles por pequeños que sean la capacidad de dar como lo es una sonrisa, un saludo amable, ahí estamos dando un vaso de agua de vida que fortalece y anima a la fraternidad, la unidad y a la relación sostenida y saludable. No hay nadie que se pueda quedar sin dar algo, porque todos tenemos algo para aportar y más, cuando lo hacemos con el amor y con la pasión de un corazón alegre, desprendido y siempre generoso. Amar no son emociones. Amar es desarrollar la capacidad, la acción de dar lo mejor para que otros se sientan mucho mejor de lo que ya están.
8. La capacidad de amar más para ganar la vida comienza en pequeños o grandes detalles de la vida y de la relación con la familia y con aquellos que podemos amar más, más allá de nuestros lazos cercanos e íntimos. Nada es demasiado pequeño cuando lo damos de corazón porque nos aproxima a mostrar la grandeza y el amor de Dios. Tal vez, por las distintas opciones de nuestra vida muchos nos hayan dejados solos, nos hayan abandonado o nos hayan rechazado, pero también nos hemos encontrado con muchos otros que nos han animado, que nos han tendido la mano y, principalmente con quien nos conduce a vivir un estilo responsable, digno de ser personas e hijo de Dios. Así que ¡Hemos ganado una familia! Hemos ganado nuevas y diversas relaciones, hemos hecho encuentro con otras experiencias, con otros grupos de vida que seguramente nos han aportando y nos seguirán aportando para nuestro crecimiento, pero asimismo, tenemos la oportunidad de aportar para que juntos continuemos hacia adelante, como hijos de un mismo Padre que nos ama y que nos da lo mejor para que estemos siempre dispuestos a seguir, dando más allá de lo que amamos y de lo que hemos recibido.
9. En resumen, Optar por la vida y por amar para ganar la vida es abrirnos y desbordarnos al servicio a los demás que aunque diversos y dispersos hacemos parte de una misma familia amada por el Padre. Y, en ese dinamismo traemos un sentido definitivo a nuestra vida porque nos encontraremos generando vida y recibiendo vida, dando significado a una nueva experiencia y relación que siempre nos asombra y nos impulsa a continuar avanzando para dar lo mejor de nosotros a los demás, es un espíritu constructivo de unidad y de amor en el que es posible no sentirnos más que los demás, sino como colaboradores entregados al Reino del Señor.
Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es
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