TERRENOS BUENOS PARA DAR BUENOS RESULTADOS Mt 13, 1-23 Domingo Décimo Quinto (Tiempo Ordinario)
TERRENOS BUENOS PARA DAR BUENOS RESULTADOS
Mt 13, 1-23
Domingo Décimo Quinto (Tiempo Ordinario)
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Luis Fernando Castro TEÓLOGO PUJ |
Como personas nos movemos en diversos ambientes de nuestra existencia, tenemos un reto en el que debemos hacer frente a la vida, es el de encontrar un lugar en el proceso dinámico de la sociedad y en el lugar donde participamos comunitariamente, con el fin de no perdernos ni desenfocarnos de lo que hemos emprendido o de lo que pretendemos desarrollar como siembra para cosechar grandes resultados que sean beneficio para la realización personal y el aporte al crecimiento de otras personas. Esto requiere de ciertos presupuestos de discernimiento que nos faciliten tomar decisiones apropiadas para que con sacrificios significativos y esfuerzos conquistemos buenos y grandes frutos de vida para la vida. A la Luz de la Palabra de Dios, Jesús cuenta y explica mucho en parábolas con la imagen del sembrado y de la semilla para enseñar no sólo el camino de crecimiento en la fe, asimismo lo hace para que aprendamos a entrenarnos en el discernimiento de la voluntad de Dios en las distintas circunstancias y situaciones de nuestra vida a fin de tomar buenas decisiones que nos conduzcan a abrir paso para conseguir mejores resultados en la misión. Veamos:
1. Muchos de los obstáculos y de los problemas que suelen surgir al momento de emprender y tomar decisiones no está en la calidad de lo que tenemos para aportar, sino en el modo como lo asumimos y los ponemos a desarrollar. En la parábola del sembrador, Jesús, el Maestro enfatiza en la "gracia" de Dios, que como profesional en la materia deja caer algunas semillas sin importar la calidad de la tierra: Salió un sembrador a sembrar (vv. 3b). Las parábolas contadas por el Maestro tienen un contenido maravilloso porque nos sorprende y nos invita a ir mucho más lejos de lo que vemos y de lo que percibimos a partir de la experiencia cotidiana. Evocan imágenes que despiertan ilusiones y nos pone en una aventura nueva, logrando entender que la vida no está vacía, sino que en ella tenemos siempre algo de Dios. Las parábolas nacieron de lo que se observaba en los campos. Una lección de vida que nos anima a hacer parábolas leídas desde nuestro contexto y desde nuestra experiencia de vida. De esta manera, vemos cómo Dios siendo el sembrador extiende sus manos llenas en los distintos caminos del mundo, fecundando la vida. El Sembrador único y por excelencia que se identifica con la siembra es la clave porque nos hace ver la imagen de un ser humano que arroja semillas con seguridad y con confianza sin interesar ni evaluar el terreno, solamente deja caer las semillas y espera abundante fruto (cf. Salmo 64, 10-14). Así, que Dios nos regala su Palabra a manos llenas con generosidad cada día. Un Dios bondadoso que no escatima nada para arrojar humildemente las semillas dando esperanza para alcanzar frutos y buenos resultados.
2. La semilla que se siembra se convierte en una esperanza de vida porque la fuerza no la encontramos en quien es el sembrador, sino en la semilla, la cual no vuelve a Dios sin haber dado fruto. Esto quiere decir, que la semilla no es el problema porque representa la vida y porque su dinamismo particular tiene la capacidad de hacer posible hacer algo nuevo y sorprendente. Discernir entonces, la calidad de la semilla, es discernir lo que podemos hacer con nuestra vida para dar los frutos necesarios que beneficien la realización personal y también alimente a otros porque si bien en algún momento podemos pensar que los resultados no va hacer posibles, Dios transforma y restaura la tierra para que los resultados los podamos ver (cf. Is 55, 10-11). Es decir, que Dios sin interesar el terreno sigue apostando por nosotros con toda confianza. Esto nos permite tomar una posición de humildad y de esperanza porque estamos en la capacidad de continuar sembrando con la confianza de obtener buenos frutos, buenos resultados. Dios nos da la semilla y sólo pide buenos campos para que las semillas mueran y fecunden dando muchos y buenos resultados.
3. Las semillas son continuas y caen sobre muchos terrenos y distintos ambientes todos los días. Sin embargo, al esparcir la semilla, no siempre va a encontrarse con buenos resultados, a pesar de los esfuerzos y de la dedicación que haya usado para preparar y organizar la siembra (vv. 3-7). Pero, a pesar de las arideces la semilla sigue cayendo sin descanso porque no encuentra resistencias: se arroja la semilla en lugares ilógicos e impensables (vv. 4-7). En la semilla está la vida y la vida quiere crecer en todo lugar hasta tal punto que haya vida incluso en las piedras: otras cayeron en pedregal, donde no tenía mucha tierra... (vv. 5). Esto nos parece imprudente; empero, la imagen nos muestra que Dios, quien es el sembrador no le interesa el lugar donde cae la semilla, lo que importa es ver más allá, mucho más lejos de la lógica, de lo que nos parece imposible. Aquí es interesante observar que aunque el camino que somos cada uno de nosotros esté pisoteado, duro, donde crecen raíces venenosas, ahí se siembra la semilla, mostrando la generosidad del Padre. De esta manera, el suelo nos interpela a cada uno de nosotros porque la semilla se siembra a puñados y con generosidad, pero el terreno es la herramienta que permite el crecimiento. Esto nos pone en una actitud no sólo de acogida, sino de saber responder al cuidado de la semilla. Llamados, entonces a ser tierra buena para dar buenos resultados: ...cayeron en tierra buena y dieron fruto...(vv. 8), más allá de la indiferencia y la mediocridad convencidos de compartir y contagiar de lo que hemos recibido.
4. Pero este objetivo de la semilla y de buen suelo muchas veces no coincide con la realidad y la experiencia de la vida porque no se cuida ni se protege con sabiduría. Esta realidad de los terrenos provoca en algunos desanimo, en otros abandono de las actividades y acciones que en principio se había propuesto. Entre tanto, en otros causan gran decepción que les impide continuar avanzando. Pero, es aquí, donde es importante volver a revisar, discernir el proceso porque quien siembra, quien aporta, pequeñas o grandes cosas, ya está produciendo y generando vida, aunque no se vean los resultados queridos, pues todos como terrenos de tierra y como sembradores estamos en función de ofrecer algo. Por eso, tenemos la tarea de discernir la calidad de la semilla y la calidad del terreno para descubrir lo maravilloso que tenemos para generar vida, mirando más allá de la calidad de la tierra para superar las distintas adversidades (la poca profundidad, las criticas, los apegos, el estrés, el fracaso, el desánimo, la tristeza que causa realizar grandes esfuerzos y pocos resultados), manteniendo vivo el esfuerzo, con la esperanza que al continuar sembrando se logren alcanzar resultados que nos sorprendan y provoquen alimento y crecimiento sólido e integral: ...cayeron en tierra buena y dieron fruto... (vv. 8). Es importante saber que estamos sembrando para que haya una fuerza constante para vivir y, así el resultado sea igualmente maravilloso y sorprendente: ...una ciento, otra sesenta, otra treinta (vv. 8b); una semilla que acogemos, cuidamos y compartimos para crecer constantemente con esperanza y sin el reclamo o el escandalo que puede producir porque sencillamente no hay gloria ni esfuerzo sin cruz. Una lógica que nos permite entrar en la belleza y en el sentido de la vida porque nos damos cuenta que Dios como padre nos quiere felices (cf. Rm 8, 18-23), con un estilo de vida que dé buenos resultados, pero que necesita afirmarse en los momentos de adversidad y de tormenta (cf. Mt 7, 24-27). Esto es lo que llamamos vigilancia, un acto que nos supone una experiencia vital, pero que al mismo tiempo nos señala un camino de profundidad para dar buenos y abundantes frutos.
5. Cuando se toma la suficiente claridad y el conocimiento de lo que debemos elegir para facilitar el crecimiento integral se decanta poco a poco las decisiones. Los discípulos se acercan y le preguntan al Maestro por qué habla en parábolas a la gente (vv. 10). La respuesta de Jesús parece provocar división en quienes le están escuchando (vv. 11-13); sin embargo, no se trata de tener privilegios por unos solamente, sino de lograr comprender las palabras (semilla) de Jesús para que con apertura, dedicación y esfuerzo se consiga llegar a las metas que se han focalizado: ¡Dichosos vuestros ojos porque ven, y vuestros oídos porque oyen! (vv. 16). Quien discierne un camino serio de apertura descubrirá que toda ocasión de la vida es una oportunidad para aprender y crecer. No se trata de privilegios, sino de esfuerzo y de dedicación, pues ...a quien tiene le darán y le sobrará; a quien non tiene quitarán aún lo que tiene (vv. 12). Quien no recorra este camino de apertura a la vida, a la palabra, al proyecto maravilloso de Dios puede ocasionar perder hasta lo poco que ha realizado (vv. 13-14) porque causa o se afirma en la autosuficiencia, el miedo y en los apegos que impiden crecer, pero quien toma su vida de una manera responsable, entonces...se les dará más. De esta manera, discernir para decidir abre la posibilidad para captar sin dificultad el camino a seguir, tomando decisiones lúcidas que acompañadas de esfuerzos nos facilitan alcanzar las metas, esto es dar el fruto, producir los resultados deseados, creando bases sólidas que nos impulsarán hacia otras nuevas cumbres de vida que nos ayudará a mejorar en todos los aspectos de nuestra vida.
6. Lo importante no es la cantidad, sino la calidad de la semilla que da frutos. Más aún, lo relevante en muchas ocasiones es el esfuerzo, la valentía para vencer obstáculos y el deseo de querer contribuir activamente al crecimiento integral: ...el que fue sembrado en tierra buena, es el que oye la palabra y la entiende... (vv. 23). La semilla que sembramos, como fuerza de vida, genera procesos sorprendentes de vida. Por eso, es importante discernir con responsabilidad (vv. 19a) para comprender y actuar con perseverancia, aún en los momentos adversos y complejos con el fin de hacer un camino de crecimiento serio y prolongado que determinará el rumbo de nuestra vida, superando los fracasos y las desilusiones (falta de raíz e inconstancia). Todos como personas estamos en la capacidad de hacer discernimiento que nos facilite comprender y tener la astucia (cf. Mt 10, 16) para entender el misterio de nuestra vida, superando las barreras inevitables en los procesos de nuestras actividades y quehaceres, logrando ser mejores (vv. 23: tierra buena- tierra fecunda) para que la semilla que se ha sembrado en nosotros crezca como un buen árbol fuerte que, en condiciones de dar los frutos de la vida, seamos portadores no sólo para acoger y apreciar la vida, que en sí misma ya es portadora, también para hacerla crecer con responsabilidad y vigilancia en todos los ambientes y en todos los distintos momentos de nuestra existencia.
7. En resumen, mirar la imagen del sembrador que sale cada mañana a sembrar con una confianza sorprendente y de una manera generosa y abundante nos facilita identificar las características del sembrador. El puñado de semillas que se esparcen por todas partes, incluso donde parece difícil que pueda germinar no son impedimento para pensar que la siembra sea estéril. De esta manera, lo que interesa en este momento no es la cosecha ni tampoco los resultados, sino el acto de aprender a sembrar sin desalentarnos, con más humildad y con generosidad. Nosotros como terrenos buenos para dar buenos resultados estamos en la capacidad de anunciar la Palabra con valentía y sin desvirtuar la calidad de la semilla, superando las incoherencias, la indiferencia y las contradicciones que se nos presentan habitualmente sin perder el entusiasmo de ayudar y de facilitar caminos de crecimiento, haciendo posible que en los frutos se irradie el rostro de un Padre perfecto.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es
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