LA MISERICORDIA, CAPACIDAD PARA SER FELIZ
Lc 6, 36-38
¿Has escuchado en las relaciones familiares, especialmente, frases de reclamo o de queja como: ¡Es que a usted yo no le importó! O ¡usted es indiferente cuando le hablo, no me pones atención! !A usted no le duele lo que yo estoy sintiendo! A la luz de la Palabra de Dios, Jesús señala a la misericordia como habilidad para ayudar y fortalecer las relaciones con los demás. Cuando el sufrimiento o las situaciones adversas de otras personas, cercanas o lejanas nos conmueve, también nos impulsa a ayudarlo de alguna manera. No se trata de relacionar esta acción con la lástima o de menospreciar a quien sufre. Si, con la posibilidad de saber cómo ayudar, cómo alentar, cómo animar, cómo apoyar, cómo promover para que la persona supere las faltas, alivie el sufrimiento y crezca, sin poner juicios, críticas destructivas ni resistencias, como tampoco rotular con determinados calificativos sin dar la oportunidad a reparar sus fallas. Ayudar a rescatar a quien te ha defraudado, es todo un acto de misericordia y de benevolencia que cuida y tiende la mano, generando seguridad y confianza en la relación personal. Es la consideración que seguramente tú también quisieras que los demás tengan contigo. De lo contrario sólo provocaría un duelo de titanes en el que sólo buscas culpables. Esto sería agotador y poco saludable para las distintas relaciones que tienes. El amor verdadero no depende de lo que yo espero o recibo del otro. El amor sólo quiere el bienestar del otro independientemente de lo que el otro ha hecho por ti. Así es la misericordia del Padre. ¡Toma tú la iniciativa! Y verás que todo esto es posible.
Luis Fernando Castro P.
Teólogo-Magíster en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es
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