EMPRENDER TENIENDO LA VISIÓN DEL TRIUNFO Mt 17, 1-9

EMPRENDER TENIENDO LA VISIÓN DEL TRIUNFO
Mt 17, 1-9
Luis Fernando Castro Parra
Teólogo

Es interesante que en las entrevistas que los reporteros hacen a los deportistas en las grandes competiciones siempre esté en las respuestas la expectativa de ganar, de deslumbrar, de mostrar todas las capacidades y potenciales con el fin de asegurar el triunfo del evento. Esto sucede porque en las diversas circunstancias humanas, llamase competencia, proyecto o trabajo se quiere alcanzar la meta. Tener la visión del triunfo no es para alejar de la lucha, sino para dar ánimo para emprender el camino hacia algo mayor y más favorable para todos, pero también para no rendirse ni desistir en medio del camino, pues muchas actividades que se han empezado no se han terminado, no han llegado a la meta, provocando frustración. A la luz de la Palabra de Dios, Jesús sube a un "monte alto" ofreciendo un anticipo de su gloria a sus discípulos, necesario para el seguimiento y también para las circunstancias y situaciones a las que iba a ser sometido en el camino a su Pasión y a su Muerte. Veamos:

1. La importancia de tener una meta (vv. 1-3.5): Todos los días estamos sometidos en mayor o menor medida a alcanzar alguna meta, aún sin proponerselo, desde salir de la casa para llegar al trabajo hasta realización de algunas actividades en el ámbito laboral o familiar. Jesús, acompañado de Moisés como representante de la Ley judía y de Elías como profeta de la antigua alianza es envuelto por una nube de gloria donde se escucha la voz del Padre: este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle... (vv. 5). La aparición de Moisés y de Elías en este monte confirma el ámbito de un Dios que no deja de cumplir sus promesas. Trasfigurarse (metamorfosis- cambiar de forma- transformarse) mostrando un rostro brillante y unas vestiduras blancas como la luz revela la relación y la transparencia con el Padre. Es decir, que Dios deja transparentar la gloria del Hijo. Un destino que será para todo ser humano. Pero, esta experiencia de Jesús en el monte no solo ve el cumplimiento de la promesas de Dios, también su respaldo, su gloria antes de pasar por la pasión y la muerte. No hay gozo sin dolor, no hay vida sin muerte, como tampoco regeneración sin destrucción. NO hay aprendizajes si no hay el deseo de desaprender para volver aprender. No hay meta sin sacrificios, sin esfuerzos, sin momentos de incertidumbre. La importancia de tener la visión del triunfo, de la meta facilita el emprendimiento y el ánimo constante en el camino, en el deseo de mantener viva la misión, pues ante los momentos de crisis (cf. Mt 26, 36-46), de dudas, de sufrimientos, de luchas, éstos sólo serán una piedra en el camino para fortalecer y no una estación para escampar.

2. Superar la emoción inicial y la mediocridad (vv. 4.7-8): Quedarse estancado en las cosas fáciles sin ver más allá un mundo por explorar y por triunfar es aliarse a la mediocridad. Pedro, emocionado por lo que estaba experimentando dice al Maestro: Señor, bueno es estarnos aquí. Si quieres haré aquí tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. Emprender alguna actividad o proyecto de vida exige perseverancia, esfuerzo, pero en medio de las adversidades, de los momentos difíciles e incomprensibles surge también la tendencia a permanecer en lo que es más fácil y cómodo impidiendo continuar hacia la meta propuesta. Superar la emoción y la mediocridad en el camino que se ha emprendido exige salir de la zona de confort, de los deseos de instalarse en sus seguridades: levántese, no tenga miedo (vv. 7), para vencer los miedos, abandonar la rutina y, así ponerse en marcha, seguir hacia adelante con dedicación y disciplina hasta conseguir los objetivos establecidos, hasta alcanzar la gloria vista al momento de emprender, provocando los frutos de la paz y de la alegría.

3. Confiar en el respaldo divino (vv. 6.9): No hay nada mejor que tener personas que acompañen e impulsen los procesos para llegar a cumplir las metas. Jesús subió al monte con Pedro, Santiago y Juan (vv. 1), pero estos discípulos al oír la voz del Padre cayeron rostro en tierra (sienten la distancia con Dios) y se llenaron de miedo (vv. 6). Más aún, habían preferido quedarse a vivir en el monte, en la zona de confort. Esto no es recomendable para quienes emprenden un camino de vida nueva, con dinamismos que mueven hacia adelante que buscan llegar a la meta. Quedarse al lado de personas que frenan procesos o que desean quedarse en su zona de confort sólo provocará que los proyectos o los sueños que se emprenden se estanquen, y en consecuencia generan frustración, miedo y duda para avanzar, para progresar.  Confiar en el respaldo divino es conectarse con la visión del Maestro, con la experiencia armoniosa de la vida de otros que han superado problemas, dificultades para ver sus metas y sus sueños cumplidos (Moisés y Elías). Pero, en este monte no podemos dejar de lado a quien nos respalda en todo el proceso y nos promete la gloria: El Padre quien se complace en sus hijos. Tener el respaldo divino da seguridad, da piso para continuar avanzando, aún en medio de los problemas y de las dificultades. Superar esto es lo que hace del triunfador un ser valiente, que aunque caiga o se sienta perseguido, sabe levantarse para seguir progresando hasta lograr las metas. De esta manera, estar unido a quien todo lo puede y nos mueve interiormente para emprender y desarrollar con eficacia los proyectos de vida, es tener la certeza de conseguir, de ver grandes logros, que seguramente traerán beneficio personal, pero también bienestar para los demás.
Luis Fernando Castro Parra
Teólogo-Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es

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