TRABAJAR EL CORAZÓN PARA LA VENIDA DEL SEÑOR Lc 3, 1-6 Segundo Domingo, Tiempo de Adviento (Ciclo C)

TRABAJAR EL CORAZÓN PARA LA VENIDA DEL SEÑOR
Lc 3, 1-6
Segundo Domingo, Tiempo de Adviento (Ciclo C)
Luis Fernando Castro
 TEÓLOGO PUJ

Todos como personas llevamos consigo un cúmulo de experiencias que nos ayudan a definirnos, dando forma y sentido a nuestra perspectiva con los demás, con la historia y con nosotros mismos. Existen algunos momentos o instantes que trasciende lo cotidiano que vivimos, convirtiendo nuestro camino en un acto transformador que nos mueve a ir mucho más lejos de lo que nosotros podemos imaginar o planear. Estas experiencias de encuentro y de vida nos preparan para hacer algo novedoso que puede cambiar todo para siempre. Las lecciones aprendidas de la vida en este proceso son un ejemplo, pues lo vivido después de cada reto superado, descubrimos que esos momentos complejos son experiencias únicas que llegan a expandir nuestros horizontes personales y muchas veces nos facilitan crecer profesional e integralmente, más allá de lo que habíamos pensado. Por eso, es relevante sacar el máximo provecho a las oportunidades que nos abren caminos, que tienen un mayor potencial para dejarnos sorprendidos porque nos ayuda a cambiar nuestro estilo de vida, evitando caer en la rutina o en la experiencia de sentirnos atrapados en un ciclo sin fin. Buscar nuevas experiencias nos desafía a corto, a mediano y a largo plazo nuestro proyecto o programa; pero, al mismo tiempo, ofrecen significado a nuestra existencia. A la Luz de la Palabra de Dios, en un contexto histórico y geográfico le fue dirigida la palabra a Juan, el hijo de Zacarías, quien proclamaba un bautismo de conversión para perdón de los pecados, con el fin de rectificar nuestro camino y estilo de vida, superando nuestro orgullo, desconfianza y desorden interior, preparando los caminos del Señor. Veamos: 

1. Las nuevas experiencias y vivencias que suelen aparecer en nuestra vida, nos pueden generar miedos e incertidumbres porque tienen el poder de hacer cambiar nuestra vida por completo. El verbo que se nos subraya hoy en las palabras de Juan, hijo de Zacarías, tomando las palabras del Profeta Isaías es Preparar: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas (vv. 4). Al comienzo se nos muestra el marco geográfico e histórico que nos ayuda a situarnos en el lugar y contexto de la venida del Salvador (vv. 1-2). Un escenario que nos deja ver la presencia del emperador, sus gobernantes y distintas autoridades religiosas, no sólo de la zona de Israel, sino también más allá de sus límites. Un ambiente histórico y de territorio que es abarcado por una experiencia de vida que traspasa fronteras políticas, sociales y religiosas, dejando ver el carácter universal de la palabra de Dios: la experiencia de un Dios que se acerca a nosotros. No sólo para algunas personas, sino para toda la humanidad. Una soberanía que no se limita solamente para el pueblo hebreo, también abraza, quiere hacer eco en todas las naciones de la tierra para que esta presencia de Dios presente entre nosotros nos llene de alegría y de gozo.

2. En nuestras experiencias de vida aprendemos cosas nuevas e interesantes sobre el mundo y las demás personas, descubriendo aspectos ocultos e inexplorados incluso de nosotros mismos. Es así, como cada nueva experiencia va representando una oportunidad para nuestro crecimiento como seres humanos con integridad. En el año quince del imperio de Tiberio  César (vv. 1) viene la palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto (vv. 2), marcando un claro contraste. Por una parte, observamos el mundo del poder, de los gobernadores y de las autoridades religiosas que hacen parte de la ciudad y del Templo; pero, por otro lado, nos encontramos con un hombre sencillo, con una voz que proclama en el desierto (vv. 2). Él no está en el templo, como tampoco hace parte de quienes gobiernan en la capital. No tiene poder como tampoco el mejor vestido. Este hombre en el desierto predica un bautismo de conversión (vv. 3). La palabra de Dios no se dirige, entonces sobre los poderosos de la época, sino sobre un hombre joven de 30 años aproximadamente, orante que peregrina sin techo y sin ajuar, que vivía de lo poco que le ofrecía el desierto. La palabra de Dios, entonces vuela lejos de los aposentos de quienes gobernaban con poder y dominio para llegar a alguien que corre de una manera libre en medio del silencio y del anonimato. El desierto es el lugar adecuado que nos facilita encontrarnos con nosotros mismos, explorando aspectos profundos que nos identifican con lo que comprendemos más esencial e importante para nuestra existencia. El desierto es el lugar para crecer, para madurar y para preparar el camino hacia algo mucho más grande y novedoso.

3. El desierto nos ayuda entender quiénes somos realmente y cuáles son nuestros verdaderos deseos y propósitos en nuestra vida. Es el lugar de la madurez y del encuentro con Dios. Muchas de las experiencias que solemos vivir llegan de manera espontánea, sorprendiendo y moviendo nuestra vida, logrando salir de nuestra zona de seguridad y de confort. Experiencias muchas veces inesperadas; pero con la probabilidad de hacer un cambio verdadero y distinto en nuestra vida. La voz profética de Dios no se manifiesta en un templo sino en lugares donde el ser humano no puede vivir o no puede imaginar; pero, precisamente es allí donde la palabra se extiende para dar vida. Y es ahí debemos estar atentos para aprender a escuchar: y se fue por toda la región del Jordán (vv. 3). Por eso, Juan no tiene en su boca palabras de dominio, de castigo y de condenación, él tiene palabras de vida, palabras positivas y propositivas, una esperanza nueva basada en la revisión de los pecados (cf. Lc 1,76-77). No se trata de amenazas, sino una propuesta de vida que quien la acoja puede ver el don de la salvación de Dios. 

4. La misión de Juan es una antigua profecía de Isaías en el libro de la consolación (Is 40-55). Los textos en el libro de Isaías visualizaban el retorno de los exiliados en Babilonia. De manera que, las palabras de Juan, más allá de crear miedos o amenazas se trata de un anuncio profético de la salvación. La profecía de Baruc también describe la restauración maravillosa de Jerusalén a través de un poema en el que exhorta, anima a Jerusalén a quitarse los vestidos de luto para vestirse de la gloria de Dios (cf. Baruc 5, 1-9), pues sus hijos vuelven a ella, a su tierra que los abraza y que los espera. Una imagen maravillosa de Dios que continúa esperando nuestro regreso a él para abrazarnos y acogernos, disfrutando de sus bendiciones y de su obra. Dios ha guiado por caminos llanos y con gran misericordia a un pueblo porque él ha cambiado la suerte de Sión (cf. Salmo 125, 1-2ab. 2cd-3. 4-5. 6), llenando de alegría el camino del Señor, que viene para traer a todos la salvación. Juan, entonces con su predicación retoma la herencia profética de Isaías, invitando a preparar el camino del Señor, que se acerca a nosotros para traer a todos la salvación y, así todos juntos poder cantar: el Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres. Estamos felices y gozosos.

5. Los preparativos que se llevan a cabo en esta nueva experiencia de vida podemos describirlos en cuatro acciones relevantes y precisas: enderezar, rebajar, rellenar y preparar el terreno pedregoso para que o hayan vacíos, sino caminos llanos. Estas imágenes nos hablan de un camino de conversión, de cambio de corazón, de mente para acercarnos y para volver a Dios que nos espera constantemente. Convertirse es cambiar de actitudes y de comportamientos para llegar a ser colaboradores de Dios, personas que crezcamos en el amor hasta el encuentro final con el Salvador (cf. Flp 1, 4-11). Preparar el camino y la experiencia a un nuevo estilo de vida no es simplemente una bonita tradición o una práctica religiosa con ciertos procesos, es un cambio con criterios de vida: amor, comprensión, solidaridad y perdón. Algunas personas más que volver a Dios, vuelven hacía sí mismos para que los reconozcan y los aplaudan, queriendo mantener un poder o un dominio sobre los demás. Conocen a Dios, pero solamente de oídas; no les interesa tener una relación, un verdadero encuentro que los comprometa; carecen de experiencia personal porque sencillamente no hay apertura de su corazón y de su mente, como tampoco perciben la presencia de Dios en sí mismos, en la creación y en otras personas.

6. El fenómeno que muchas veces nos detiene y nos distrae de percibir con profundidad nuestra experiencia con Dios se basa en que frecuentemente vivimos girando en torno a nosotros mismos. Trabajamos, disfrutamos, sufrimos y envejecemos sin observar algo más que existe y nos llama a ser mejores, a transcender, a ir mucho más lejos de lo que hemos caminado. Se nos olvida admirarnos de la vida, de degustar la presencia cercana de un Dios que nos ama sin reserva y con generosidad; aunque, nuestra actitud sea buscar nuestro propio reconocimiento. Cabe observar como en distintos ambientes se discute sobre la presencia de Dios. Se habla de él como un ser lejano y se debate por lo poco que se conoce. Muchas se ridiculiza porque tenemos una imagen o una experiencia falsa del Dios que se acerca a nosotros. Por eso, la imágenes que nos muestra el profeta Juan es una exhortación a hacer descender los montes y las colinas; es decir, bajar del orgullo, de la soberbia y de la prepotencia que en muchas ocasiones nos hace creer que lo sabemos todo pasando por encima de las personas. Estas acciones tienen que ser rebajadas y anuladas de nuestros comportamientos y de nuestras actitudes para que podamos experimentar la gracia de la salvación, teniendo un nuevo estilo de vida que nos relaciones y nos acerque de una manera adecuada y armoniosa hacia las otras personas.

7. Preparar el terreno pedregoso para que el camino sea un valle es importante superar nuestros complejos que vienen a ser signo de caídas, de desconfianzas y de depresiones, vacíos afectivos que necesitan ser rellenados no, con lo escabroso de los vicios, las concesiones y los placeres que a las postre son obstáculos que nos impiden crecer y avanzar, teniendo una experiencia verdadera con Dios, sino con el verdadero sentido de vida que nos ofrece el Señor, basado en el amor y la misericordia. Se trata de trabajar constantemente y con esfuerzo nuestro corazón para no dejarnos atrapar por las acciones y  por los comportamientos que se interponen a la venida del Señor. Entonces, las imágenes que nos señalan un camino de preparación y de cambio no sugieren saber mucho de ingeniería y de teorías exclusivas, sino de abrir el corazón a Dios, teniendo apertura a los caminos y a la propuesta que Dios nos ofrece con tanto amor y misericordia para beneficio abundante de nuestra vida y de nuestras relaciones humanas en todos los aspectos. Abrir el corazón es dejar que aquellos vacíos sean llenos del amor, el perdón y la misericordia de un Dios que lo sacia todo.

8. Trabajar el corazón es el deseo que podemos tener para encontrarnos con el Dios que viene a nuestro encuentro. Es una actitud de humildad que nos permite saborear el bien que hace vivir la experiencia con el buen Dios. Es necesario trabajar y nivelar nuestro interior para no impedir la acción de un Dios que constantemente viene a nuestro encuentro. Un Dios que se acerca a nosotros para que comencemos a vivir nuevas experiencias que seguramente nos conducirá hacia nuevos horizontes, mucho más lejos a los que hemos percibido u observado. Nuestro trabajo es remover los obstáculos, los muros, las barreras y las piedras para dejar que Dios haga su obra desde nuestro corazón, creando así en nosotros una nueva persona, renovada y bendecida: todo ser humano, verá la salvación de Dios (vv. 6). Es decir, todo ser humano tarde o temprano puede recibir el ofrecimiento maravilloso de Dios, logrando ver una vida distinta con cambios sorprendentes que lo saciará de alegría y de gozo. Lo que parece lejano e incomprensible para algunos ahora está cerca. Lo que sentíamos como amenaza lo experimentamos con una persona amiga capaz de vernos a los ojos y crear una fuerte relación de vida donde no hay otra cosa que un abrazo profundo que nos sintoniza con la felicidad y la verdadera libertad.

9. En resumen, trabajar el corazón con intensidad y alegría para la venida del Señor es una experiencia que nos facilita vivir la salvación de un Dios que entra en nuestros corazones para que teniendo verdaderos cambios de vida, actuemos felices y libres, ayudando a otras personas en su crecimiento y en su encuentro maravilloso con el Señor, pues el camino de Dios no se detiene por montes o por quebradas u obstáculos que quieran impedir su obra; como tampoco, por situaciones pasadas ni por fallas pequeñas o grandes. Todos como seres humanos, como obras maravillosas de Dios podemos tener la experiencia de recibir y de vivir la salvación que él nos ofrece de una manera generosa, tocando su amor que abre muchos caminos y muchas nuevas experiencias de vida que seguramente nos fortalecerán y nos alegrarán para continuar siempre hacia adelante.
Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es

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