LA SINFONIA DE UN DIOS CERCANO Y EN FIESTA, Lc 2, 1-14, Natividad del Señor- Media Noche

LA SINFONIA DE UN DIOS CERCANO Y EN FIESTA
Lc 2, 1-14
Natividad del Señor- Media Noche
Luis Fernando Castro
TEÓLOGO PUJ 

Todo nacimiento supone un cambio drástico porque nos implica un encuentro con lo desconocido. Para nosotros lo más común es observar a una mujer sana y fuerte que da a luz a un ser humano, una labor maravillosa e imposible de ser mejorada. El nacimiento de una nueva vida es un proceso tan natural y con gran intensidad que no necesita de muchas ayudas técnicas que interfieran en un acto que es sorprendentemente majestuoso y esencialmente humano. Para muchas personas es fruto de su amor y, en efecto de su alegría. Es importante, por eso, rescatar las condiciones que sugieren haber decidido traer a la vida una nueva vida porque un nacimiento no sólo constituye impactos físicos y emocionales, también nos ayudan a vivir nuevas experiencias, tanto para los padres, como para el ser que nace. Cada nacimiento es una experiencia única e irrepetible, aunque esto nos sea común porque alrededor de esta alegría y espera se mueven muchos elementos que nos suscitan estar preparados para llegada de un nuevo hijo. Por supuesto que muchas veces esta bella experiencia nos devela nuestros miedos por la responsabilidad que debemos asumir como padres, pero asimismo es relevante compartirlos con otras personas para que el nacimiento no sea traumático, sino transformador y único en nuestras vidas. Algo que podemos disfrutar más allá del sufrimiento o de las distintas situaciones adversas por las que solemos pasar, pero que al mismo tiempo nos favorecen y nos ofrecen vivir con esperanza y plenitud. A la Luz de la Palabra de Dios, el relato de la Navidad nos dice que Jesús nace, es envuelto y es acostado en un pesebre en tiempos del emperador Cesar Augusto. Un acontecimiento que causa no sólo dolores, también alegría y gozo porque nos ha nacido un hombre en el mundo; una experiencia que nos sorprende porque nos ha nacido un Dios que podemos tocar, un Dios que sale a nuestro encuentro para caminar y escrutar nuevos rumbos que nos conducen a crecer y a vivir plenamente. Veamos: 

1. Estamos en una experiencia de vida donde a menudo es posible descubrir una conexión entre lo que vivimos y los cambios que podemos experimentar en el proceso de un nacimiento. En tiempos del emperador Cesar Augusto sale de sus acciones un edicto de empadronamiento (vv. 1-2). José y María, la cual estaba encinta, viajan a Belén presionados por la orden dada por el gobernador romano (vv.  4-5), quien se había atribuido algunos títulos como "príncipe de la paz", "salvador del pueblo", "garante del orden y del bienestar". En este contexto histórico el nacimiento de Jesús se realiza en la ciudad de David, haciendo que nosotros pensemos, por una parte, en el cumplimiento de la promesa mesiánica, pero asimismo, la mención de los personajes y de los distintos eventos que ocurren alrededor de este nacimiento nos afirman que el Mesías vino en un momento concreto de la historia universal, mostrando que la historia humana confluye con la historia de la salvación, como respuesta a la figura del emperador, pues los títulos atribuidos a éste, ahora los recibe el recién nacido: Salvador, Mesías, Señor, portador de la paz y de la tierra, es decir que la obra de Jesús nos llevará en consecuencia, la salvación, él como liberador nos hace libres y felices.

2. El contexto histórico de este evento admirable es amenazante, caracterizado por la oscuridad y la tiniebla de una historia que aparentemente camina, pero por las condiciones sociales y políticas se encuentra oprimida. Jesús nace en una noche de Belén, en la profundidad de una realidad social donde el ser humano es considerado sencillamente como una cosa o un número (censo); sin embargo, este nacimiento no sólo es dado en la experiencia de un niño, es también el nacimiento de una nueva humanidad, un nuevo hombre que renovado levanta su cabeza para ver la nueva luz de la vida, dando un giro a la historia porque el ser humano ya no será un simple número, vale por lo que es y por lo que contiene en su corazón, desbordando toda su dignidad. La tiniebla de la historia, entonces se apacigua por la luz que Dios revela a la humanidad, dando esperanza, firmeza y seguridad, mostrando que la dureza, la oscuridad y la fragilidad humana no tienen la última palabra porque Dios está presente, entre nosotros y a favor de nosotros, recordándonos el anuncio del ángel Gabriel a María: Será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará eternamente sobre la casa de Jacob y su Reino no tendrá fin (cf. Lc 1, 32-33).

3. Cuando nos hacemos conscientes de la importancia de un nacimiento, esta experiencia nos lleva también a cuidar y dar valor a todos los aspectos de nuestra existencia. El nacimiento nos suscita formar y renovar nuevas ideas, imágenes, proyectos que nos conducen a crear y expresar un camino de vida que nos mueve a salir a la luz con amor y creatividad. El alumbramiento de Jesús se da en unas condiciones bajas en Belén: ...lo envolvió en pañales y le acostó en un pesebre...( vv. 7). Este signo esta en contraste con la gloria cantada por el coro de los ángeles (vv. 13-14). María y José por sus condiciones sociales eran pobres, pero saben como arreglárselas ante el acontecimiento grandioso del nacimiento. Ellos improvisan una cuna en una casa donde no había hospedaje por la cantidad de personas que subieron a Belén. Lo importante ahora es el niño que nace. La cuna del recién nacido es un pesebre donde comen los animales. Un lugar inapropiado para el nacimiento de un niño, dejando ver que no hay un espacio concreto y abierto para él y para sus primeros instantes en la estancia terrena (cf. Lc 9, 58). Jesús nace en la humildad, atendido como cualquier otro niño; y su trono son los brazos amorosos de su madre quien le ofrece toda su ayuda y cuidado, mostrando todos los gestos de un amor maternal, junto a José. En este ambiente excepcional viene Jesús. No hay confort ni comodidad alguna, pero hay mucho amor, el cual brilla de manera maravillosa y resplandeciente, manifestado en una madre y un padre que por disposición hace entrar la vida de un niño en nuestra vida.

4. Los seres humanos verdaderos somos aquellos que formamos a Jesús en nuestro corazón, formando una gran sinfonía de amor, manifestando a un Dios cercano en fiesta, entre nosotros y con nosotros, pues la gran aventura de la vida continúa cuando dejamos que Dios nos convierta en una sílaba o en una melodía que se entreteje con el canto cósmico y del cielo (cf. Is 9, 1-7). La tierra desierta ahora es transformada en un escenario de vida donde la luz desplaza la oscuridad y la desesperanza es cubierta por la esperanza; el gozo y la alegría de una nueva tierra, causa la paz perenne. Por eso, la encarnación de Dios es la seguridad de que nuestra vida está en la posibilidad de hacer y de elaborar una historia nueva, creciente y sagrada.

5. Nacer, entonces nos implica desprendimiento para empezar a vivir y funcionar de una manera diferente. En el mundo antiguo los grandes acontecimientos o eventos eran anunciados. El nacimiento de Jesús es anunciado de una manera única y solemne, pues quien lo realiza no son las voces de la tierra, sino las voces alegres que suenan como un pregón desde el cielo: El ángel les dijo: No temáis, pues les anuncio una gran alegría...(vv. 10). La escena del nacimiento cambia de lugar, se traslada al campo para que este hecho que nos sorprende sea anunciado a los humildes quienes le ofrecerán un espacio adecuado. Este anuncio lleno de gloria y de esplendor envuelve a unos pastores que dormían y vigilaban por turno toda la noche su rebaño (vv. 8). El anuncio y la interpretación del nacimiento de Jesús ahora anuncia la identidad de Jesús (vv. 11). De esta manera, el anuncio tiene dos aspectos relevantes, por una parte la gran noticia es dada a los pastores, los cuales representan el mundo de los pobres y de los marginados, de la gente despreciada y, asimismo este maravilloso acontecimiento nocturno nos asevera que Dios habita en un corazón nuevo la noche del mundo. Los humildes son los primeros testigos del nacimiento de Jesús. Por eso, esta buena noticia se extiende también todos nosotros porque ha nacido un Cristo, un Mesías, un Señor para que llenos de alegría y de gozo, envueltos de la gloria de Dios anunciemos este gran acontecimiento, este evento que nos debe causar admiración, elogio y mucha bendición.

6. El esquema de esta anunciación a los pastores se mantiene semejante a las otras anunciaciones de gran magnitud. Aparece el enviado, luego éste hace la invitación a no tener miedo, proclama la salvación y finalmente da un signo. El centro de esta proclamación del nacimiento de Jesús se enmarca en describir de manera maravillosa la identidad de quién es Jesús, exhortando a que todos entremos en este espíritu de Dios en fiesta, superando el conformismo y la moda para abrirnos hacia nuevos horizontes (cf. Tito 2, 11-14). Cada aspecto tiene un sentido que nos conduce a entrar en el mundo de Dios: os ha nacido hoy...(vv. 11), dejándonos ver la iniciativa de un Dios cercano que nos evangeliza y nos acompaña. Un Dios que no se aferró a su condición divina solamente, sino que supo despojarse para tomar la condición de siervo, haciéndose uno de tantos para presentarse como un simple hombre (cf. Flp. 2, 6-7), exaltando lo  maravilloso de ser humano.

7. En este evento se anuncia tres títulos para el niño que nace: Salvador, Cristo (Mesías) y Señor (Dios)... (vv. 11). En este niño se entrevé la magnificencia gloriosa del Señor y salvador. En la pequeñez y pobreza de este niño nos encontramos con la grandeza, la ternura y el amor de Dios. Con el título de Salvador reconocemos en este pequeño recién nacido al liberador que nos rescata de todo mal. Decir que él es el Cristo o el Mesías es afirmar que Jesús es el Ungido, el designado por Dios para llevar a cabo una misión, dedicada al servicio, a la protección de su pueblo. Las expectativas de los distintas personas en este tiempo sobre el tema del Cristo, era diferente a las expectativas de Dios, pues se imaginaban un Mesías semejante a David, con comportamientos y actitudes a las de un rey poderoso; otros pensaban que el Mesías era como un sacerdote; otros ponían al Mesías en los dos roles, lo cual creaban una imagen ambigua de Dios; sin embargo, esto se clarificará después de la muerte de Jesús cuando sus seguidores se identificarán con el Cristo, tomando así el título de cristianos (cf. Hch 11, 26).

8. El nombre más común de Dios había sido Yahvé, traducido posteriormente al griego como "Kyrios", que al traducirlo a nuestro lenguaje decimos, Señor. Por eso, al afirmar a Jesús Señor, decimos que él es Dios, sin que esto nos confunda con el Padre. Decir Señor en estos tiempos era solamente aplicado para el emperador de turno; pero, aunque había muchos... señores para nosotros no hay más que un sólo Señor, Jesucristo, por quien son todas las cosas y por el cual somos nosotros (cf. 1Cor 8, 5-6). Proclamar, entonces a Jesús como Señor en este anuncio del nacimiento es expresar la dignidad de Jesús como resucitado, a quien Dios ha constituido Señor y Cristo... (cf. Hch 2, 32.36)

9. Este niño que nos ha nacido no está en una cuna de oro ni tampoco en un palacio en las mejores condiciones. Esta en un pesebre, envuelto en pañales (vv. 12). Un signo que alude la humildad y el reconocimiento de unos pastores que si bien eran considerados como ladrones y personas maleducadas, reconocen y saben dónde está el Cristo para ir y adorarle a toda prisa (cf. Lc 2, 16-17). Algo que es interesante porque manifiesta que lo importante no es el sitio o el lugar del nacimiento, sino el encuentro con el Salvador. Este nacimiento, por tanto, nos suscita un elemento sorprendente que nos debe provocar una mirada mucho más lejos de lo que podemos imaginar porque la presencia de Dios no siempre responderá a nuestras expectativas, él se nos ofrece constantemente donde nosotros menos lo esperamos. Dios se nos da como él quiere, cuando quiere y como quiere, aun en lo más ordinario, sencillo común de nuestra vida. Dios no se deja arrinconar en nuestros esquemas y moldes de pensamiento. Él no sigue los caminos que nosotros le marcamos y le direccionamos, él es imprevisible, va mucho más allá de lo que imaginamos y posiblemente esperamos, aunque nos parezca raro y cotidiano.

10. La confirmación de las acciones significativas de los humildes está en el coro de ángeles (vv. 13) quienes alaban a Dios y proclaman el gran significado de este nacimiento, tanto para Dios como para toda la humanidad: Gloria a Dios en la alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace (vv. 14). Este pregón o himno es la muestra inaugural de un Dios que está presente entre nosotros. Un himno que canta la iniciativa de un Dios de amor y de misericordia, por medio de la cual él se complace y se glorifica dándose a todos como Dios para salvar. El pregón involucra a todo el ejército celestial para que haga eco en nuestras celebraciones: Gloria a Dios en el cielo... Un himno que después se convertirá en un pregón pascual, un canto que no vendrá del cielo, sino desde el canto de la humanidad que se reúne para celebrar la resurrección del Señor. 

11. En este sentido, el admirable acontecimiento del nacimiento de Jesús trae para todos hombres y mujeres en el mundo una nueva era, caracterizada por la paz, el amor y la misericordia. Un regalo de Dios a través del rostro de un niño, recién nacido, fundamentado en el amor desbordado y sin reservas de Dios para todos los hombres, pues Dios ama y acoge como su obra más preciada a todos los seres humanos sin condiciones. El signo de ver y contemplar a un niño acostado en un pesebre nos evoca el símbolo de un Dios que ama a su pueblo, de una manera cercana y accesible. Un Dios que apuesta por todos aquellos por los que nadie apuesta en una sociedad. Dios es un Dios de periferia, inclinado hacia los más pequeños y más débiles. Es así como Dios nos ama, tal como somos: aquí y ahora sin prejuicios y sin lejanías. Jesús, entonces viene a nosotros, como un Dios cercano y como verdadero príncipe de la vida y de la paz. Por eso, quien recibe con la grandeza de la humildad en su corazón a este niño, nacido en un pesebre, recibe el amor, la paz y la misericordia de un Dios que nos transforma completamente nuestra vida, en todos los aspectos; aun nos da la gracia de hacernos canal de vida, don para muchas personas, sembrando frutos de justicia y de alegría. El colorido profundo de esta escena no nos deja fuera de este cuadro divino y humano porque la presencia de este niño nos manifiesta el amor que Dios nos tiene, a pesar de las fragilidades. Navidad es recibir la gracia de sentirnos amados para amar y ser un canal de amor para muchas personas.

12. En resumen, la sinfonía de un Dios cercano y en fiesta se revela en la ruta de nuestra historia, dejándonos ver que a través del nacimiento de un niño la vida da un giro total porque se abre la posibilidad a un nuevo orden de cosas facilitándonos superar los contrastes al anuncio de la paz y de la alegría. El nacimiento de Jesús, de una manera sencilla nos muestra un Dios cercano a nosotros, un Dios que por amor se abaja para que nosotros vivamos en plenitud y nos atrevamos sin miedo unir el cielo y la tierra, revisando las ideas y las imágenes que habitualmente tenemos de Dios y que nos impiden acercarnos a su verdadero rostro. Dios cercano y en fiesta no esta desencarnado de nuestra vida, él es Padre y es Hijo humanado al que nos podemos acercar y amar, aunque esto nos pueda decepcionar. Dios niño y cercano es lo mejor que podemos acoger y tener porque nos permite tocarlo cuando abrazamos y aprendemos a valorar y amar lo humano en lo normal y ordinario de nuestra existencia.
Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es

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