LA ALEGRÍA DE PASAR DE LA OSCURIDAD A LA LUZ Jn 1,6-8-19-28 Domingo Tercero de Adviento (B)

LA ALEGRÍA DE PASAR DE LA OSCURIDAD A LA LUZ
Jn 1,6-8-19-28
Domingo Tercero de Adviento (B)
Luis Fernando Castro
TEÓLOGO PUJ 

En nuestra experiencia de vida es importante conocer lo que existe en nuestra vida interior. Saber quiénes somos, cuál es nuestra identidad, para qué hemos venido a este mundo, cuál es nuestra misión y hasta dónde debe llegar nos ayuda a conocernos y a conocer a los demás; más aún lo que realizamos y lo que desarrollamos en nuestra cotidianidad está acompañado de una sana, realista y humilde condición de conocernos así mismos para conocer y funcionar de una manera distinta y creciente. Esto es un arte, y como tal se aprende si nos lo proponemos, pues nuestra existencia es un arte de vivir, de construir, de existir y de amar y, por lo mismo un arte de la vida interior que parte de conocernos, de encontrar lo que es esencial para que podamos conquistar y avanzar, permitiéndonos mover a contribuir y a abrir caminos que señalen algo mejor, favoreciendo nuevas relaciones y nuevos comienzos que facilitan avanzar y crecer en todos los aspectos de nuestra existencia. A la Luz de la Palabra de Dios, Juan el Bautista quien no pasa desapercibido por las autoridades judías es la voz  que clama en el desierto, es el "testigo de la Luz", "testigo del Cordero"; él reconoce a Jesús como la Palabra, el enviado del Padre y sobre quien reposa el Santo Espíritu,. Todo un camino creciente para dar testimonio con alegría y desde el corazón. Veamos: 

1. La fuente de nuestra verdadera felicidad la encontramos en el desarrollo de nuestra vida interior. Esta no está fuera de nosotros, sino dentro de cada uno, como personas que somos. Para descubrir esta riqueza a fondo y así poderla suscitar de un modo sorprendente en nuestra cotidianidad es importante evitar encerrarnos en nosotros mismos sin admitir una relación con los demás y con las necesidades que cada persona desde su situación experimenta. Por eso, más que un Bautista, Juan es identificado como aquel que ha señalado el camino hacia el Señor, aquel que lleva a los otros hacia Aquel que no conocen, esa es su tarea, logrando suscitar nuevas relaciones que aportan una presencia distinta y cada vez más sorprendente (cf. Jn 1, 26-27) porque retrata la enorme riqueza que hay y existe en él y también en cada uno de nosotros. 

2. Juan Bautista es un hombre llamado para hacer avanzar la historia de la salvación: Hubo un hombre, enviado por Dios...(vv. 6). Juan es un hombre sin mucho calificativos, títulos ni otra precisión. No es necesario el origen como tampoco la condición social, ni cuántos reconocimientos y aplausos ha ganado. Esto no es lo relevante. Además, este retrato de Juan Bautista nos manifiesta otro dato importante, es testigo de la Luz: vino para dar testimonio de la luz (vv. 7). La Luz es Jesucristo, el Hijo de Dios. Juan es el testigo cuya misión es ayudar a que pasemos de la tiniebla a la luz. Salir de las tinieblas para caminar en la Luz, anunciando la salvación (cf. Is 61, 1-11), la presencia de Dios que interviene en la historia.

3. Ser un testigo significa haber presenciado un hecho o una realidad que lo ha impresionado, generando un encuentro profundo que lo impulsa posteriormente a hacer posible que otros también se acerquen, conozcan y experimenten este acontecimiento. Es decir, que el testigo son seres humanos que actuando de un modo libre y feliz señalan caminos nuevos, convirtiéndonos en claridad, en un faro que ilumina las noches, acompañados de un conocimiento sano y humilde de sí mismos, pues quien cree saberlo todo puede sucumbir en la noche más oscura, en lugar de irradiar y aportar la luz, desviando el camino hacia la meta y el propósito de descubrir algo mejor. Ser testigo se convierte en un arte porque no sólo hablará de nosotros mismos, sino también de la realidad que nos acoge y de la presencia de los demás: Juan... éste vino como testigo para dar testimonio de la luz  (vv. 6-7).

4. Un testigo no pasa por desapercibido en su entorno de vida: ...enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas... (vv. 19) a interrogarlo, como si fuera un proceso judicial. Muchas veces las acciones, las palabras que hacemos no siempre pueden caer bien en quienes las escuchan o las observan. En algunos llega ocasionar incomodidad por el estilo de vida que asumimos y practicamos no sólo a favor nuestro sino, también facilitando caminos que conduzcan a otros hacia una nueva vida. Entre tanto, en otros, le puede provocar perplejidad o admiración y, por tanto querrán acercarse para conocer y aprender algo más (vv. 19b); sin embargo, para conocernos y para enseñar lo que conocemos es también importante saber que no somos, pues otros intentarán proyectar en nosotros algo que no somos (vv. 20-22) y esto nos desenfocaría de la tarea y el aporte que podemos ofrecer para continuar mostrando el camino hacia quién es la Luz. 

5. La comitiva de Jerusalén interrogo a Juan sobre ¿Quién eres tú? (vv. 19). Juan responde: Yo no soy el Cristo (vv. 20). La pregunta era muy lógica para el momento porque había gran expectativa sobre la venida del Mesías. Saber quiénes somos, qué hacemos, cuál es nuestro lugar y qué decimos (vv. 23) nos facilita ser testigos y nos permite comprender a los demás y conocer más fondo lo que existe en nuestra realidad, facilitando también que descubramos nuestro propio lugar y la misión que podemos aplicar y desarrollar para bien personal y para el conocimiento propio de los demás.  La insistencia de la comitiva de Jerusalén que vino a Juan insiste en su interrogatorio, pues si no es el Mesías, entonces quién es. Los sacerdotes y levita preguntan si es Elías, uno de los grandes profetas del pueblo de Israel. La respuesta de Juan vuelve a ser negativa para ellos: No lo soy (vv. 21). Una vez más y con insistencia los visitantes de Jerusalén preguntan a Juan ¿eres tú el profeta?, a lo que Juan responde: No (vv. 22). Tres veces preguntan y tres veces Juan responde de forma negativa. 

6. Y, ante una cuarta pregunta Juan Bautista no se presenta por lo que es él, sino por lo que no es él. La única respuesta en positivo la anuncia con un Yo soy (vv. 23). Juan es la voz del que clama en el desierto, rectificad el camino del Señor. Es decir, Juan no es el Mesías, no es el profeta grandioso y significativo del pueblo de Israel, ni siquiera es el Profeta que todos estaban esperando. Juan solamente se ve a sí mismo como una voz que grita en el desierto. Juan es la voz y el Señor es la Palabra. Juan es la voz que se hace sentir, que grita, no se calla, habla, interpela y cuestiona. Es una voz caracterizada para ser oída, caiga bien o no en quienes la escuchan. La voz de Juan no es para el silencio ni para guardarse debajo de una mesa; tampoco lo es para algunas personas. Cuando la voz de Juan grita y retumba en el desierto, la voz quiere llegar a muchas e innumerables personas.

7. Juan es la voz, el canal por donde pasa la palabra, pero la Palabra, es el verbo, es Jesús. La identidad de quien prepara la venida del Señor no tiene luz propia, sino una luz reflejada por quién es la "luz verdadera"...la Palabra que ilumina a todo hombre..(vv. 9). Juan ha sido enviado por Dios como testigo de la Luz con la capacidad de despertar a muchos para que pasen de la oscuridad a la luz. Ser enviado por la misma luz, entonces tiene la tarea de contagiar luz y vida para muchas personas. Por eso, Juan no se da mucha importancia, ni tampoco "saca pecho". No busca llamar la atención ni hallar reconocimiento. Su tarea no es impactar a nadie por lo que se le ha encomendado, sencillamente vive su vida y su misión con claridad y convencimiento, manifestando con sus acciones y actitudes que la luz verdadera, le ilumina toda su existencia. Esto implica desarrollar una actitud de humildad (cf. Lc 1, 46-55), de desprendimiento para que a través del eco de su voz, se manifieste la palabra que transforma; asimismo nosotros somos un canal que dejamos pasar la Palabra, la cual debe ser escuchada no solamente por unos pocos, sino por muchos, facilitando vivir una amistad permanente con Dios a través de las personas y de muchas situaciones y circunstancias constructivas en el proceso de nuestra vida, magnificando así a Dios y alabando sus acciones. 

8. El testigo no habla mucho, pero es una voz inconfundible que sabe comunicar lo que a él le hace vivir y crecer. No dice cosas de Dios, pero contagia con su vida invitando a creer: Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien no conocéis...(vv. 26). Es decir, algunos han visto a Jesús, saben que está ahí, pero al mismo tiempo es el más desconocido. Él esta discreto y parece estar escondido, pero está ahí. Muchos creen saber de Jesús y de la vida, pero realmente no lo conocen, porque no lo han experimentado en su corazón ni mucho menos dan testimonio de su luz porque sencillamente hablan mucho, pero no tienen una relación con él, no funcionan irradiando su luz. Pasar de las tinieblas a la luz es darnos la oportunidad de conocer a Jesús, superando las muchas alegrías que son superficiales caracterizadas algunas por inventos que nos hacemos para manifestar que estamos alegres: el vino, el baile, los chistes entre otros. 

9. La vida del testigo atrae y despierta interés porque en sus acciones no condena ni busca culpables, solo quiere fortalecer y hacer crecer la confianza en sí mimos y en el amor generoso de Dios. Esta tarea de vida nos facilita liberarnos de miedos y de tristezas para hallar el camino de la alegría (cf. 1Tes 5, 16-24), la cual no depende de cosas ni de objetos exteriores sino de lo que brota de lo profundo del corazón, al darnos cuenta de las bendiciones de Dios, pues el Padre que es siempre fiel, que no fallará nunca nos llama a que creamos. Por eso, el testigo abre caminos de vida, señala el camino hacia quien es la Vida abundante (cf. Jn 10,10b9) y, en efecto exhorta a rectificar el camino del Señor, aun cuando parezca que no encuentra eco ni apoyo en lo que dice y grita; sin embargo, a pesar de la indiferencia y muchas veces el rechazo, el testigo de la luz, del Cordero de Dios no juzga porque no es su tarea. De esta manera, habla a las personas, las anima, evitando verlas como adversarios que hay que combatir y convencer.

10. En resumen, en este proceso de vida interior, de conocer y de conocernos puede ocurrir que queden todavía algunas preguntas por responder; sin embargo, quienes nos disponemos a preguntar evitará quedarnos en la noche, en la oscuridad (cf. Jn 3, 1-2), abriendo la posibilidad a un nuevo amanecer, a un nuevo aprendizaje, a una nueva relación consigo mismo, con los demás y con Dios, pues en un mundo desértico caracterizado por el afán, el subjetivismo y el inmediatismo ser testigo de la luz para conocer algo de Dios y del amor nos ayuda a pasar de la oscuridad a la claridad del día, allanando el camino del Señor que nos conduce hacia la experiencia maravillosa con el Padre. 
Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es

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