SUPERAR EL MIEDO CON LA MIRADA FIJA EN DIOS Mt 14, 22-33 Domingo, Décimo Noveno (Tiempo Ordinario)
SUPERAR EL MIEDO CON LA MIRADA FIJA EN DIOS
Mt 14, 22-33
Domingo, Décimo Noveno (Tiempo Ordinario)
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Luis Fernando Castro P. Teólogo PUJ |
Hay momentos de nuestra vida en el que tenemos la buena voluntad y responsabilidad por hacer las actividades que nos ayuden a crecer, que sean también aporte para que genere un estilo de vida nueva en otros, pero, parece que esto no basta, no es suficiente porque el miedo, el pánico que nos puede causar las distintas situaciones nos asalta y sentimos que todo se hunde, que no vamos a ser capaces de lograrlo y de llegar a la otra orilla. Todo parece oscurecer, nos estancamos y no avanzamos; nos dejamos hundir como si ya nada se pudiera hacer. Es mejor todos atrás que continuar hacia adelante. En estas situaciones sucede asimismo que sentimos tener la fuerza, las capacidades, las herramientas suficientes para llevar a cabo las acciones; desafiamos las situaciones, los retos, los obstáculos y las distintas circunstancias, pero cuando nos adentramos y empezamos a caminar, sentimos el miedo, ante lo que llegue a suceder, a lo que dirán otras personas, a las consecuencias que debemos asumir si no llegamos a la meta y, entramos en una zona de pánico, como si estuviéramos recibiendo constantemente olas contrarias que nos golpean y nos amenazan arrastrándonos hacia lo profundo para ahogar lo que hemos emprendido, impidiendo que caminemos con la seguridad y la confianza, prefiriendo muchas veces desistir, dejándonos hundir antes que permanecer con la mirada fija hacia adelante y hacia meta. Como que no creemos en la fuerza, en el poder que hay dentro de nosotros para lograr los objetivos y las metas. A la Luz de la Palabra de Dios, en una travesía difícil de los discípulos de Jesús en el mar de Galilea durante la noche, empujados por los vientos contrarios, ocurre un encuentro en medio del agua donde el Maestro nos enseña a vencer y a superar los obstáculos para que lo que se ha iniciado no se hunda y logremos llegar a buen término, usando la confianza y la fuerza espiritual. Veamos:
1. Emprender un proyecto, una actividad, un objetivo, alguna travesía de nuestra vida llega a ser valioso porque causa un desprendimiento, un movimiento que nos obliga a salir de nuestras seguridades y acomodaciones, salir de nuestra zona de confort para embarcarnos rumbo hacia nuevas metas. Jesús, después de dar alimento a la multitud (cf. Mt 14, 13-21), obliga a sus discípulos a subir a la barca para ir al otro lado del mar, en una zona de Genesaret, mientras que él sube a la montaña a orar donde al caer la noche y hasta la cuarta vigilia (hasta el amanecer) él se encontraba completamente solo (vv. 22-23). En esta travesía la barca, ya distante de la tierra es agitada por las olas y desbordada por los fuertes vientos que estaban en contra (vv. 24). Los discípulos forzados por el Maestro han obedecido el mandato de atravesar a la otra orilla. El punto de partida, sin embargo de este viaje ha sido la oración de Jesús en la montaña donde el desde lo alto fija su mirada hacia un mar violento que agita y quiere devorar a sus discípulos. Entonces, vemos a los discípulos zarandeados por las aguas en situaciones de sufrimiento. Las contrariedades de la noche y del viento se acrecientan por el sufrimiento. Algo que para todos los seres humanos será un retrato del corazón porque nos damos cuenta que estamos perdidos a pesar de los esfuerzos. Salir de nuestras seguridades y zonas de comodidad en cualquier aspecto de nuestra vida es exponernos a una cantidad de situaciones adversas externas, pero también a otras fuerzas, como el miedo y la mediocridad que surgen desde nuestro interior, causando una crisis, un bloqueo en el que parece que podemos perdernos y naufragar.
2. Cuando las situaciones y las circunstancias adversas y adicionales se asoman a nuestra vida, como la enfermedad física, la escasez, la falta de empleo, los problemas inevitables de familia y de convivencia, nos obliga a desaprender para volver aprender, a comenzar un nuevo cuadro en nuestra experiencia de vida, a salir de nuestras falsas seguridades y de aquellas falsas creencias. En este proceso y en muchas ocasiones nos sentimos más solos e indefensos que nunca (vv. 23), contagiándonos unos a otros de desaliento, de desánimo, de miedo que aterroriza y nos impide ser creativos para continuar avanzando. Como que nos sentimos incapaces de ver más allá de los obstáculos que nos rodean, como que lo único real es la tempestad que nos sacude, todo parece complicado y muy largo, incluso llegamos a confundir las cosas que no son como si fueran reales, provocando más pánico y angustia (vv. 26). Sin embargo, los obstáculos, las crisis, los momentos adversos se convierten en una oportunidad para aprender nuevas cosas, para salir de lo que nos parece seguro y dogmático, logrando que podamos crecer en todos los aspectos y llegar a buen termino a las metas que nos hemos propuesto. Como que nada nos puede doblegar (cf. 1Rey 19, 9-13a) para continuar hacia adelante.
3. Salir de nuestras seguridades o de lo que nos habíamos acostumbrado nos pone en condiciones más altas, en otro nivel, "obligándonos" a hacer cosas, que tal vez nunca habíamos imaginado, pero que son indispensables para ver de lo que somos capaces de hacer cuando la vida nos reta a salir de nosotros mismos para contribuir a un estilo de vida constructivo y siempre mejor. Pero, en esta imagen de esfuerzo y de lucha existencial pinta asimismo la imagen de Dios que aparece en la noche, en los momentos de la oscuridad y del viento adverso como un desconocido (vv. 25-26). Precisamente cuando necesitamos mucho más claridad en los momentos más complejos de nuestra vida y que nos ocasionan dolor y sufrimiento nos cuesta creer que Dios se acerca a nosotros y preferimos apostar por ver fantasmas y fantasías: Es un fantasma... (vv. 26). Los discípulos todavía llenos de miedo no reconocen al Maestro caminar sobre las aguas y continúan sumergidos en medio del mar en una tensión doble porque, por un lado había que obedecer al Maestro y por otra parte, parece que las fuerzas no son suficientes para enfrentar las adversidades. Esto en un mundo de seres humanos nos hace sentir impotentes causando mucho sufrimiento e incertidumbre, confusión. De esta manera, estamos en medio de una obediencia frustrada, pues el mismo Maestro los envío por este camino. Sin embargo, esta imagen tiene una lección más allá de una duda o de un reclamo porque caminar sobre las aguas, sobre lo que nos puede hacer sentir inseguros no es una cuestión meramente física también lo es en un plano de fe. Cuando fijamos nuestra mirada en Dios y, en la manera que él actúa (cf. Salmo 84, 9-14), nuestro camino de vida y de muchas relaciones personales funcionan de un modo distinto, superando incluso las más crueles olas y peligros que nos asechan.
4. Independiente de lo que hayamos aprendido o de lo que nos hemos acostumbrado es posible dar un nuevo dinamismo a nuestra vida, en todos los aspectos para transformarla, para darle un nuevo aíre, un nuevo aliento, pero en esto hay que pagar el precio. Jesús se acerca a los discípulos y les dice tres palabras de confianza que ellos necesitan escuchar en medio de la travesía, cansada y agotada: ¡Ánimo! Soy yo, no temáis (vv. 27). Pedro entusiasmado pide ir donde el Señor (vv. 28) y se pone a caminar sobre las aguas yendo hacia Jesús, pero viendo la violencia del viento, le entró miedo y, comenzó a hundirse (vv. 30). De esta manera, ocurre un encuentro sorprendente en medio de la noche y en medio de una gran tempestad para pasar del miedo a la entrega del Señor. Es un camino liberador donde la mano extendida de Jesús salvará a Pedro (vv. 30b). Pedro había pedido ir donde Jesús y, esto es correcto, pero asimismo quiso caminar sobre las aguas para que el mar no le afectara, quiere ir por encima de la tempestad de las dificultades; sin embargo no es en el mar de milagros donde encontramos a Dios, sino en los momentos de las pruebas, en los momentos que no podemos controlar, pero que Dios en su bondad y misericordia nos salvará, pues con él todo es posible: Ven, le dijo (vv. 29).
5. En todas las travesías que emprendemos en nuestra vida estamos expuestos a enfrentar fuertes obstáculos y dificultades, sin embargo, éstas son necesarias vencerlas para lograr llegar a la meta. Para eso, es importante la confianza en sí mismo y en Dios. No podemos dejarnos apabullar del miedo y de las amenazas externas e internas que aparecen en nuestra travesía. Podemos caminar fijando la mirada en Dios para darnos cuenta que somos capaces de avanzar en medio de lo que nos parece imposible. Sin embargo, las adversidades nos puede asustar y hacer sentir que nos hundimos (vv. 30), pero si no perdemos la mirada en Dios, descubriendo que él viene a nosotros constantemente a nuestro encuentro, entonces lograremos vencer los obstáculos y cualquier tormenta. Mirar solamente las tensiones y las dificultades éstas nos hunden, nos paralizan y, en efecto nos traga el remolino hacia la profundidad del mar, pero mirar a Dios veremos cómo él nos tiende su mano en los momentos más frágiles y, así sostenernos (vv. 31), introduciéndonos por senderos de vida nueva (cf. Rm 9, 1-5) donde podemos vencer todo el mal a fuerza de mucho bien.
6. Por supuesto que en algunos casos aparecerá la indiferencia de personas que no les interesa nuestra situación o que por miedo de perder su autoridad no se arriesgan a dar el paso hacia una nueva vida, no quieren acercarse ni comprometerse con los demás. Otros verán que nuestras actitudes y acciones no son tan importantes como nosotros podemos imaginar, porque observan una etiqueta, un estrato, una condición social, e intelectual, sin darse el permiso de hallar algo más, cerrando las oportunidades y las puertas. En otros casos la primera resistencia a vencer es nosotros mismos, vencer esas actitudes de quedarnos anclados, pasmados, mirando que otros sean los que hagan con una mirada solamente de espectadores, prefiriendo que los vientos nos sigan golpeando, lastimando y despreciando. Vencer las resistencias es confiar en nosotros mismos y en Dios, teniendo la posibilidad de lograr algo más de lo que hemos logrado, llegando a nuevas cumbres; estando al lado de la solución donde es posible salirnos de lo que es obvio para ver algo más donde otros no ven, tendiendo nuestros brazos y nuestras manos para servir de una manera desinteresada que sostenga y facilite caminos de crecimiento integral.
7. Vencer las resistencias, entonces es cuestión de una decisión, de lanzarnos, de dar pasos firmes, arriesgando y rompiendo paradigmas y métodos ya usados. Es importante vencer las fuerzas del mal, evitando quedarnos en oír los estruendos de las olas y las fuerzas del viento que están en contra para continuar hacia adelante y, así, tener la oportunidad de contribuir a un estilo de vida mejorado. El fruto no está en las resistencias, en los problemas o en los obstáculos, en quedarnos haciendo lo mismo, el fruto lo encontramos más adelante, y para eso, hay que intentarlo, hay que salir de lo que nos da seguridad y comenzar a caminar con la mirada fija en quien nos da la oportunidad de darnos cuenta el coraje y la valentía que hay en nosotros para sostenernos en el camino de las aguas (vv. 29) porque sí, Dios nos envía regalos maravillosos envueltos en problemas. Nos hacemos fuertes no por estar afuera de las crisis, sino dentro de ellas. Asimismo. vencer las resistencias es superar los recuerdos del pasado para encontrarnos en medio de las situaciones adversas y de las oscuridades con un estilo nuevo de vida que nos sorprende, que nos libera y nos hace felices. Esto no significa que en algún momento podamos vacilar, y dudar, sintiendo impotencia, desesperación, como si lo mejor fuera volver atrás que preferir continuar avanzando. Desafortunadamente no siempre nos creamos un entorno favorable para confiar en sí mismo y en Dios, pero en este caso, la tarea nuestra es generar la confianza realizando una serie de acciones que nos fortalezca y nos facilite avanzar.
8. Jesús había tendido sus brazos, pero también levanta su dedo para señalar y decir: Hombre de poca fe, ¿Por qué dudaste? (vv. 31). Es la manera como el Maestro da una corrección fraterna, transformando el miedo en un gran abrazo. Es importante si, desactivar aquí el miedo para comenzar a caminar con aplomo, con seguridad y confianza, aunque las fuerzas contrarias amenacen o lo que nos desafía parezca ser más fuerte que nosotros. No hay que olvidar que para ganar confianza es importante intentar y fallar, pero, sin perder la mirada en los objetivos (vv. 31), pues podemos asustarnos en algún momento, podemos sentir que nos hundimos por las fuertes adversidades, pero con la ayuda de Dios, que salva, con la fuerza espiritual que hay en nosotros, podremos salir a flote para no desfallecer (vv. 32a), venciendo así todo mal y superando el miedo. La desconfianza nos impide avanzar y con Jesús es posible recuperarla.
9. En la travesía de nuestra vida no es la crisis ni tampoco los triunfalismos engañosos que pueden deformar nuestra vida los que tienen la última palabra. Es el aprendizaje, el crecimiento que hemos obtenido, los nuevos caminos que hemos encontrado, las estrategias que hemos creado y desarrollado: los que estaban en la barca le adoraron, diciendo: verdaderamente tú eres el Hijo de Dios. (vv. 33). Los discípulos, todos juntos hicieron una confesión de fe. Los días más complejos y difíciles de nuestra vida son también la oportunidad para renovar nuestra confianza en Dios y en nosotros mismos. Jesús que en principio no había sido reconocido ahora el proclamado Hijo de Dios. No es una ilusión ni una fantasía. Jesús es el Hijo de Dios, lo ven con claridad. La noche ahora se convierte en claridad, en día para los discípulos y para muchas personas: ...le presentaron todos los enfermos... (vv. 34-36). Los discípulos como también nosotros nos encontramos con momentos donde nos sentimos solos y abandonados, luchando contra la adversidad y la distintas crisis. Momentos de nuestra vida donde Dios nos parece lejano y ausente; sin embargo, Dios no abandona porque nunca quitó la mirada en nosotros. No estamos abandonados a nuestros propias fuerzas porque en nuestra fuerza, en los que reman, en los que gritan y claman, en esto también está la fuerza de Dios.
10. Todos necesitamos pasar por las crisis para liberarnos de nuestros propios intereses, logrando admirarnos y maravillarnos de nuevas realidades y situaciones que facilitan construir y actuar de un modo diferente y más saludable. Ninguno estamos exentos de las dificultades, esto es inevitable, pero de ellas podemos aprender y crecer reavivando y dando un nuevo dinamismo a nuestra vida, a nuestras relaciones con las demás personas. En resumen, superar el miedo con la mirada fija en Dios es darnos cuenta que Dios está en medio de la tempestad, de la crisis, está en la fuerza de los que crecen y reconocen a Dios para después celebrar la vida. Es necesario entonces, usar la grandeza de la humildad para dejarnos sorprender y asombrar por los distintos momentos y regalos maravillosos de la vida que siempre son novedosos y agradables para todos, logrando entender que la función de Dios no es desviar tormentas ni sacarnos de los problemas, sino sostenernos dentro de las tormentas para que nosotros logremos pasar a la otra orilla. Darnos cuenta de la riqueza que tenemos en nuestro interior para vencer obstáculos es admirable porque con la mirada fija en el Dios de la bondad y de la misericordia veremos resultados grandiosos en nuestra vida a pesar de la travesía compleja que nos suele ocurrir en nuestra existencia, descubriendo el respaldo de Dios, que junto a nuestra perseverancia hace posible que las cosas sucedan y sean llevadas a buen termino (vv. 34) para beneficio personal y también para el aporte al crecimiento de muchas personas que querrán tocar siquiera la orla de su manto para ser sano, libre y feliz (cf. vv. 35-36). De esta manera, vivamos sostenidos no por nuestras seguridades, sino por la confianza en el Padre que aún cuando corrige no nos suelta de su mano.
Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es
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