INTELIGENCIA PARA AMAR HASTA EL EXTREMO Mt 5, 38-48

INTELIGENCIA PARA AMAR HASTA EL EXTREMO
Mt 5, 38-48 
Luis Fernando Castro Parra
Teólogo PUJ

Estamos en un tiempo en el que la violencia, ojo por ojo, diente por diente (vv. 38), esto es la venganza, el conflicto, el pleito, el desquite parece ser la prioridad en la convivencia familiar y en las distintas relaciones personales y sociales. Nos hemos enredado y complicado en el trato y en el acercamiento con las demás personas con quien vivimos, actuando a la defensiva, agrediendo, llevando un escudo, una coraza, una espada de protección, actitudes negativas, listos para responder con ofensas, con palabras hirientes, con acciones que golpean física y emocionalmente, queriendo devolver la ofensa recibida con la misma moneda. Algo que en lugar de mejorar o dar la solución a los distintos problemas, causados en las diferentes relaciones, lo que provoca son consecuencias funestas y poco saludables porque los efectos son mayores que las mismas ofensas: discriminación, destrucción, segregamiento, distancia, ruptura entre unos y otros, opacando así el amor sin reservas y sin límites caracterizado a la manera del Padre. A la luz de la Palabra de Dios, Jesús Maestro en el Sermón de la montaña propone unas acciones para responder y amar hasta el extremo, actuando con inteligencia en las distintas relaciones personales y humanas donde surgen conflictos, dando respuesta sabia y adecuada a las acciones violentas de algunas personas. Veamos: 

1. El arte de responder, de reaccionar frente a las acciones violentas de otras personas que nos ofenden o las que emitimos también hacia los demás tiene un sentido que no siempre es sencillo porque la dificultad que se manifiesta en las relaciones a la hora de dar una respuesta a los otros no siempre se hace de manera adecuada. Se busca agredir de la misma forma a la persona que nos ha agredido, pagando así con la misma moneda. Para Jesús el Maestro, enseñando en el monte es necesario e importante que ante una ofensa recibida se ofrezca un nuevo paso en el que la venganza no tiene lugar (vv. 38-42). La pregunta que nos puede nacer es ¿qué hacer con las personas que nos agreden y nos ofenden? La primera reacción que tenemos generalmente es pensar en cómo desquitarnos, es decir admitir la posibilidad de pagar con la llamada ley del talión: ojo por ojo y diente por diente (vv. 38). Una ley que un tiempo de la historia fue de gran avance porque facilitaba que las personas quedaran en paz, evitando consecuencias funestas de injusticia y de mayor violencia. Sin embargo, la propuesta de Jesús va mucho más lejos, pide dar un nuevo paso hacia adelante porque quien observa el reino de los cielos como modelo de vida para la cualquier comunidad, la venganza o el desquite no hace parte de este proyecto de vida. Es decir, que las personas que asumen con responsabilidad la experiencia del Padre, entonces hallarán resultados sorprendentes y maravillosos que se verán reflejados en las relaciones humanas (cf. Lev 19, 1-2.17).

2. No se trata, entonces de pagar mal por mal, sino de pagar y de responder haciendo el bien, eliminando toda acción de violencia, dejando espacio a la bondad y al trabajo por la conversión de quien nos ha agredido: no resistáis al mal (vv. 39). Para algunos está actitud no es sonora porque se considera que es propia de los débiles, de los cobardes o de las personas masoquistas que sólo esperan recibir violencia, siendo pisoteados en su dignidad y en el valor de ser persona sin hallar alguna solución. Jesús el Maestro continuando con su enseñanza en el Sermón de la Montaña enumera cinco situaciones muy cotidianas de las personas en el que es posible que los discípulos sean ofendidos y agredidos con violencia en todos los sentidos de su vida. La primera situación se basa en si es bofeteado en la mejilla. La solución es poner la otra parte de su rostro (vv.39) no como un signo de indignidad, de no aceptación y de baja autoestima sino de firmeza para hacer el bien, pues la primera regla para vencer el mal es oponerse al mal. Es la fuerza de amar hasta el extremo llevando el peso del otro sin responder con violencia. La segunda situación se basa en un pleito jurídico para reclamar la deuda (vv. 40). La solución consiste en renunciar hasta lo más preciado como lo es un manto, dando más de lo que se nos ha reclamado. La tercera situación nace de la aplicación de un retén del ejército romano, el cual abusando de su autoridad obligaba a las personas a cargar piedras por un máximo de una milla (vv. 41). La respuesta a esta ofensa y abuso es hacer el doble de lo que se ha pedido para mostrar que no somos esclavos, sino personas libres con la capacidad de servir con generosidad. 

3. Una cuarta situación de enseñanza en este Sermón del Monte por parte del Maestro consiste cuando una persona pide ayuda (vv. 42). No siempre estamos en la disponibilidad de dar a los demás lo que ellos piden porque tendemos a perder la paciencia; sin embargo, la respuesta no consiste en fastidiar a las personas o aislarlas por la ayuda que piden, sino de ofrecer lo mejor, fortaleciendo así el principio de la comunión. El quinto caso de la cotidianidad lo basa Jesús cuando se nos pide un préstamo (vv. 42b). Las situaciones familiares muchas veces son complejas y difíciles por la economía. Algunos con generosidad optan por pedir prestado para sostenerse y reorganizar sus vidas, pero con el tiempo no tienen cómo devolver lo que habían pedido prestado, entrando así en una crisis mayor. La solución que propone este proyecto de vida consiste en actuar con bondad, con solicitud amorosa y misericordia (cf. Salmo 102,1-4.8.10-13), evitando un problema superior. El mal se vence con la bondad ganando a quienes nos agreden como hijos también del Padre. De esta manera, no se trata de tomar una actitud pasiva sino de afrontar el problema, la agresión con una actitud distinta, generosa, solidaria, enérgica que trasciende las ofensas, las agresiones, optando por responder con acciones no violentas en el que es posible desarmar al ofensor, mejorando la relación y contribuyendo a trabajar por la paz. Muchas personas usan como única alternativa, actuar y responder con violencia porque ha sido su aprendizaje su avance; sin embargo, cuando recibimos violencia, la actitud es responder extraordinariamente para evitar que florezca el odio, el rencor, la venganza, la amargura, el dolor emocional. Las personas que responden con inteligencia, amando hasta el extremo, frente a las ofensas recibidas no sólo aprenden a dominar su interior, también abren la posibilidad a ayudar a quien lo ofendió...No le vuelvas la espalda...(vv. 42) para que se recupere, se renueve en su forma de pensar y de actuar. ¡Esto si que es extraordinario!

4. Descubrir el significado de amar, nos conduce a liberar y a desarrollar la capacidad de relacionarnos con los demás. Para Jesús...si amamos a quienes nos aman ¿qué haríamos de diferente?...¿qué recompensa vamos a tener? ¿qué haríamos de particular? (vv. 46-48) ¿Qué será lo que llegue a distinguirnos de los demás? En la cumbre de estas relaciones humanas está el rostro maravilloso del Padre (cf. 1Cor 3, 16-23) porque el nuevo y definitivo templo de Dios es el corazón de todos los seres humanos. De esta manera, todos somos responsables de vivir como propiedad de Dios. Es así como el proyecto de este Reino nos exige no sólo amar a quienes nos aman, sino amar a quienes nos agreden y nos han hecho pasarla mal: Amen a su enemigo...rueguen por quienes los persiguen (vv. 44). Amar a los enemigos es la esencia de nuestra vida porque Dios Padre no tiene enemigos, sino solamente hijos que para nosotros se convierten en hermanos a los que aún cuando estén equivocados o hayan tomado un camino distinto hay que amar sin condiciones ni reservas: ...para que seáis hijos de vuestro Padre celestial que hace salir su sol sobre malos y buenos (vv. 45), pues el Padre no corta la luz ni el agua a quienes no pagan, por el contrario, su acción es misericordiosa para todos, porque sencillamente nos reconoce a todos como hijos, esperando de que sus hijos sin ninguna excepción lo reconozcan como Padre y en él todos nos reconozcamos hermanos.

5. Cuanto más creemos que estamos amando, tal vez nos estamos más alejando del amor. La acción que propone Jesús no basta sólo con controlar las fuerzas negativas que se encuentran en nuestro interior, como tampoco amar sólo a quienes nos aman, es necesario subir un escalón más alto que nos exige mayor esfuerzo en el que nuestro corazón sintoniza con el corazón del Padre. La propuesta está en la dirección de amar a los enemigos, a quienes nos dejan de saludar, nos agreden, nos ofenden, nos lastiman. El amor es gratuito porque no se trata de darlo por merecimientos. Esta acción rompe con el paradigma de romanticismo, mostrando que amar es la capacidad que tenemos para relacionarnos, aun en los conflictos que aparentemente no tienen solución. Amar es ponernos de lado del agresor para que éste logre mejorar, crecer, progresar en sus valores, actitudes y acciones. ¡Esto es justicia! porque el agresor o quienquiera que veamos como un enemigo estará siempre frente a nosotros, viviendo entre nosotros. Quien diga que no tiene enemigos, todavía no ha abierto los ojos a la vida. Los enemigos o las personas que nos hacen daño existen, pero la solución más cómoda no es arrancarlo; aunque, esto fuera lo más fácil, eso no sería justicia. El amor al enemigo no significa que alimentemos sentimientos de cariño y de afecto como si nada hubiera pasado, pues quien nos hace daño seguirá siendo alguien a quien nos puede continuar haciendo daño, por eso amar exige orar por los que nos han ofendido y perseguido (vv. 44), tratándolos como hermanos, no como verdugos, ya que ellos también son hijos de vuestro Padre celestial (vv. 45a). Amar es mantenernos cerca no sólo a quienes nos ha hecho bien, sino también a quienes nos han ofendido (vv. 45b) para hacerles bien, ofreciéndole el mejor trato, el saludo cordial y de bendición (vv. 47), ayudando a que sean también libres y felices (cf. Lc 23,34; Rm 5, 5-8). ¡Esto será siempre un desafío que requiere de un mayor esfuerzo interior!

6. Comprender que nuestro enemigos, aquellos que actúan con violencia, que nos han ofendido, calumniado, agredido son nuestros amigos es una cuestión que parece ser ilógica. Es natural que nos sintamos heridos y humillados por quienes nos hacen pasar mal los días, pero mucho más nos ha de preocupar si estamos alimentando el odio y la venganza porque como seres humanos estamos en la capacidad de hacer el bien hasta el extremo si aquel que nos lastimo lo necesita. Para Jesús hacer el bien y amar a los enemigos es una acción que sintoniza con la perfección del Padre: ustedes pues, sean perfectos como el Padre celestial es perfecto (vv. 48). Ser perfectos significa ir hasta el final, manteniendo un estilo de vida caracterizado por la firmeza, la fidelidad, la integridad, evitando las distancias (Teleios), amando a todos, sin pretender quedarse en las rupturas, en las distancias, en las peleas, en el masoquismo u optando por acciones violentas que discriminan, que destruyen, que causan odios, venganza. Ir hasta el final es optar por dar un dinamismo distinto, valiente, generoso, desprendido en el que las relaciones familiares y sociales que vivimos hacen brotar frutos de paz, de justicia, de apertura, aprendiendo del Amor para responder con amor. ¡Esta en la forma más perfecta de practicar la justicia! Porque provoca que nuestras relaciones humanas sean más saludables, más constructivas, más humanas.

7. En resumen, la invitación a actuar con inteligencia para amar hasta el extremo es siempre y será atractiva porque nos da la libertad de amar como somos amados, llevando a cabo toda justicia. Amar es la capacidad que tenemos de ver en todo lo bueno. Y ver en todo lo bueno haciendo bien es la capacidad de ver al Padre perfecto en todo. Amar hasta el extremo, actuando de manera inteligente es libre y no le hace daño a ninguna persona. Quien obra inclinado por el mal, la violencia, la venganza es todavía esclavo de sus actitudes negativas y de sus acciones que impiden un verdadero crecimiento personal porque como hijo del Padre no se identifica con él. El Padre del amor y de la vida no es violento, él ama incluso a los enemigos, los considera sus hijos. La grandeza del Padre no es la destrucción de las personas, como tampoco la búsqueda por la venganza. El Padre ama sin reservas ni límites a todas las personas. El desborda todo su amor hacia todos sin ninguna exclusión. De esta manera, quienes nos podemos sentir hijos de este Padre nos esforzamos no por introducir en nuestra vida y en nuestra historia ni el odio ni la destrucción personal de nadie, sino el bien, incluso desbordando la capacidad de perdonar, como el Padre nos perdona con gran generosidad.
Luis Fernando Castro P.
Teólogo PUJ- Magister en Familia- ULIA
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es

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