BUSCAR SOLUCIONES PARA VIVIR LA EXPERIENCIA DE LA FELICIDAD Mt 5, 17-37

BUSCAR SOLUCIONES PARA VIVIR LA EXPERIENCIA DE LA FELICIDAD
Mt 5, 17-37
Luis Fernando Castro Parra
Teólogo PUJ

Cuando indagamos lo suficiente y un poco más en las distintas relaciones familiares y sociales, es posible encontrarnos con una realidad muy común: todos tienen problemas y dificultades de diferente índole en la convivencia, ya sean de comunicación, de relación, de actitudes y de comportamientos, algunos más grandes que otros. Esto nos hace notar o deducir que los problemas y las distintas dificultades cotidianas que solemos experimentar cuando nos relacionamos, cuando entramos en contacto con otras personas que piensan, que actúan distinto a nosotros no son el problema porque éste hace parte del vínculo o relación con los demás, que en lugar de ser negativo, realmente puede llegar a ser una situación positiva que nos ayuda a fortalecer y mejorar nuestros encuentros y acercamientos con las personas. El verdadero problema, entonces consiste es en no saber solucionarlos a tiempo, En no saber tomar las mejores y adecuadas decisiones para actuar con fidelidad, caminando hacia una justicia mucho mejor y ascendente (cf. Mt 5, 17-20). Un problema comienza como una semilla, pequeño, pero muchas veces las soluciones se buscan por reacción, no tanto por prevención y solución, ocasionando que los pequeños problemas se conviertan en grandes problemas. Es necesario parar y mirar e incluso escuchar para mejorar y crecer en la relación. A la luz de la Palabra de Dios Jesús enseña en el Sermón de la Montaña a sus discípulos tres situaciones cotidianas en el que la solución y los efectos del problema depende de las decisiones que cada uno tomemos logrando superar el cumplimento superficial para vivir la experiencia de la felicidad y la vida, desde la libertad y la espontaneidad. Veamos:

1. La llave que abre el mundo de la sabiduría comienza en el momento en que aprendemos a comprender a la otra persona. Comprender significa ir más allá de la comodidad y del egoísmo, esto es salir de nosotros mismos para empezar a ver la realidad como los otros la ven porque muchas veces los problemas y las diferencias que surgen en las relaciones personales parte de la forma cómo las vemos y del lugar o la experiencia que hayamos vivido. Jesús enseña en el monte que antes de matar a una persona, con quien fraterniza o has compartido de manera cercana es necesario buscar la reconciliación (vv. 24) o ponerse a buenas con quien le afectó (vv. 5, 25), pues las crisis no son una oportunidad para herir, lastimar y usar palabras fuertes contra los otros: imbécil (vv. 22), sino para buscar soluciones que nos encaminen hacia una justicia superior. La reconciliación o el ponerse a buenas debe ser pronta porque una simple cólera (vv. 22a) puede ocasionar el problema sea mucho más grande. Precisamente la imagen de un judío cumplidor de la ley se muestra como aquel que hace un largo viaje para ir a orar al Templo de Jerusalén, dejando atrás muchos pasos, actividades y muchas huellas personales con gran esfuerzo, pero al ofrendar se acuerda que tiene una relación rota (vv. 23) que no está en paz. Entonces, la recomendación es dejar su ofrenda, delante de altar para ir primero (prioridad) a reconciliarse con aquel que lo ha afectado (vv. 24), es decir entrar en la dinámica de un Dios que ama (cf. 1Cor 2, 6-10) y de unos hijos que estiman la fraternidad. De esta manera, lo primero en una escala de valores es buscar el Reino de Dios (cf. Mt 6, 33), pues lo normal en cualquier relación es que hayan crisis, problemas y dificultades, pero no podemos ser irresponsables de dejar que aquellos avancen. Lo mejor es evitar que las relaciones se deterioren.

2. En este proceso de reconciliación y de buscar soluciones para vivir la experiencia de la felicidad algunas relaciones de amistad, de familia, de labores cotidianas  pueden por sus diferencias crear conflictos, rivalidades, enojos que al no ser solucionados a tiempo y adecuadamente traen como consecuencia distanciamientos, bloqueos en el avance y el progreso de la relación. Muchas veces sabemos el punto de partida del problema, pero poco sabemos cómo va a terminar porque podemos partir de una enojo que nos lleva a usar palabras o agresiones verbales poco adecuadas que en lugar de reconocer a la persona y de acercarla para dar solución a la crisis, lo que hacemos es desconocerla, desvalorando su dignidad y su grandeza. Y, entre más tiempo pase esta situación, más posibilidad habrá de que la relación se deteriore y la responsabilidad sea mayor. La causa de muchos problemas familiares, sociales o de relaciones de amistad no están en los otros, se encuentra en el corazón de cada uno al descubrir que los otros son distintos y no llegan a cumplir o a desarrollar nuestras expectativas, generando insultos, maltratos, violencia física y psicológica que destruye y, en consecuencia es difícil restaurar. Comprender a la otra persona es una prioridad, es una decisión inteligente y sabia para canalizar, odios, rabias, enojos, desprecios, simples cóleras que en muchas ocasiones son provocadas porque las personas no se comportan, no actúan, no piensan como nosotros queremos que lo hagan. Comprender beneficia las relaciones (cf. Eclesiástico 15, 16-21) y, en cuanto más rápido se logre, mejor, pues nos ayudará ser fieles a la voluntad de Dios y su Reino (cf. Salmo 118, 1-5.17-18.33-34), buscando soluciones que nos permiten vivir libres y felices, recorriendo un camino de felicidad y de vida. Para lograrlo es importante ofrecer el perdón, la reconciliación, esto nos libera como personas, nos ayuda a quitar cargas pesadas y dolorosas, que en efecto nos facilita recuperar la paz (vv. 5, 9), la comunión, la fraternidad, abriendo la posibilidad a generar ambientes más saludables, agradables y constructivos para bien de la convivencia.

3. Mucho de lo que dicen nuestros ojos es lo que existe en el corazón. Algunos han afirmado que los ojos no mienten, son el reflejo de nuestro corazón. La mirada está íntimamente relacionada con lo que existe y se mueve en nuestro interior. En un ámbito social donde la mujer era mal vista porque supuestamente incitaba a tentaciones y malos pensamientos al varón, el Maestro enseña que el problema no está en la mujer, sino en la mirada maliciosa del varón, es decir en el corazón del hombre (vv. 5, 28). Jesús mira dos posiciones, cuando el problema se da por causa de otra mujer (vv. 27-30) y cuando la crisis se genera con la propia esposa (vv. 31-32). En los dos casos el valor que el Maestro recomienda es la fidelidad al amor comprometido, lo de más pasa a un segundo plano. La mirada, entonces del varón es la búsqueda de la pureza del corazón (cf. Mt 5,8), la cual tiene como función tratar a las personas de una manera distinta poniendo como prioridad el respeto, el servicio y la felicidad. Por eso, al poner la imagen de relación entre un hombre y una mujer, la enseñanza se inclina a buscar soluciones que no afecten a la mujer ni la miren como si ella fuera un simple objeto que hay que codiciar o usar para satisfacer deseos: todo el que mira a una mujer deseándola ya cometió adulterio con ella en su corazón (vv. 28). La mujer como el hombre somos seres humanos para amar, respetar y servir en cualquier entorno cotidiano. No somos objetos ni cosas para humillar o tirar como la basura. Por eso es importante eliminar enseguida lo que pueda hacer daño a las opciones de vida y de relación personal con el fin de no causar tormentas que deterioran las relaciones humanas y de pareja particularmente. Es mejor cortar, sacrificar momentos de placer que arruinar con la vida y la relación (vv. 29-30), pues no se trata de acomodarnos a nuestros intereses personales sino de abrirnos a las posibilidad de vivir la experiencia de la felicidad buscando soluciones sabias e inteligentes basadas en el Reino de Dios. Basta si aclarar que en las relaciones de pareja surgen conflictos y diferencias, pero éstas no siempre son una causa para declararnos en fracaso (vv. 31-32). Esto sería una actitud inmadura porque en toda relación de convivencia las crisis existen y, si no fuera así, parte de la cotidianidad también habría que preguntarnos qué está pasando en la relación porque las dificultades nos permiten evaluar y alimentar el amor que estamos construyendo. Lo importante aquí es llevar de una manera distinta la relación y la vida de hogar manteniendo la permanencia hasta el final. Esto es lo que llamamos perfección.

4. Si los deseos del corazón controlan y dominan la mirada y las acciones, los efectos en las relaciones humanas y en especial con la pareja serán dañinos porque se caerá en infidelidades, en adulterio, en abandonos de hogar, en rompimiento de amistades y de relaciones laborales, en buscar satisfacer deseos que causan que el otro se sienta un objeto fácil de manipular o de chantajear. Manejar adecuadamente los deseos del corazón es necesario porque permitirá tratar y mirar a los demás con valor, con dignidad, con respeto y con responsabilidad, ayudando, apoyando sin ningún otro interés que el servicio. Cortar a tiempo los malos deseos (vv. 29-30), evitará que los problemas se agranden y las relaciones se deterioren, dando lugar a generar valores de vida, de progreso, de restauración y de crecimiento en las relaciones con la familia, con los amigos, con los compañeros de trabajo. Solucionar a tiempo y con inteligencia elimina las amenazas a las decisiones tomadas, viviendo así un camino de fidelidad que nos encamina a fortalecer el camino de la felicidad y de la verdadera plenitud.

5. En un tiempo el valor de la palabra marcaba la diferencia porque era comparada a un contrato o a un acta notarial. Tenía tanta credibilidad que definía la identidad. Jesús enseña que la palabra del discípulo debe ser siempre verdadera, sin apariencias, sin dobleces, sin intereses ocultos y, por tanto no necesita jurar por nada (vv. 34), más aún que su "si" o su "no" no necesite ni esté expuesto a pruebas (vv. 37); sin embargo, hoy la causa de muchos problemas en distintas relaciones humanas es el manejo inadecuado de la palabra confiada, de las promesas que usamos provocando que se pierda la credibilidad, la confianza y la autoridad, pues una buena relación depende mucho de una buena comunicación. No cumplir con la palabra dada, con el compromiso y la responsabilidad prometida es un acto de violencia, de agresión, de burla que afecta los procesos, los distintos ambientes humanos, generando relaciones inestables, distanciadas, cargadas de desconfianza que a la postre impiden perseverar, crecer, avanzar, progresar en el camino hacia las metas y al compromiso por desarrollar y alcanzar nuevas cumbres. Lo importante es hablar o comunicar con el valor de la verdad: No juréis en modo alguno...(vv. 34). porque ella se sostiene por sí misma, no necesita de otras arandelas y de otras opiniones. La verdad nos hace transparentes, íntegros, creíbles y confiables. En la verdad de las palabras, de las promesas no existen las máscaras ni las apariencias. No hay miedos ni maquillajes porque sencillamente no hay nada que esconder y sólo saldrá a la luz la fidelidad. 

6. Por eso, cuidar las palabras, usando un lenguaje claro, sin ambigüedades o apariencias no solo definirá nuestra identidad, sino que dará seguridad, confianza en todas las personas que nos rodean. Hacernos responsables de las palabras que decimos ayudará a resolver problemas pequeños con inteligencia evitando que lleguen a ser incontrolables. Las conversaciones tejidas de palabras y de promesas injustas sólo ocasionan sospechas que envenenan la convivencia y las relaciones humanas porque surgen o nacen del enojo, de la irritación, de querer mantener una relación tóxica caracterizada por la mezquindad o la bajeza de no reconocer el valor y el respeto por la otra persona. Esto trae en con secuencia divisiones, conflictos y enfrentamientos que hacen mucho daño. Lo importante y lo más recomendado no es imponer nuestras opciones e ideas a cualquier costo, sino de buscar soluciones que nos faciliten cuidarnos unos a otros, dándonos aliento y ánimo mutuo que nos conduzcan a vivir la experiencia de la felicidad comunitaria.

7. En resumen, tomando las mejores decisiones en las relaciones que construimos, manejando adecuadamente los deseos del corazón y cuidando las palabras y la buena comunicación que usamos podremos resolver muchos problemas pequeños, evitando que crezcan y que impidan que las acciones que desarrollamos no sean las más adecuadas. Los efectos de los problemas son el resultado de las decisiones que tomamos, buscando así soluciones que nos ayuden a vivir la experiencia de la felicidad, fundamentados en la fidelidad del Reino de Dios, es decir colaborando con el Padre para hacer que nuestra vida y nuestras relaciones personales estén un nivel mucho más superior, justo y fraterno.
Luis Fernando Castro P.
Teólogo PUJ- Magister en Familia- ULIA
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es

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