DAR FRUTOS DE CONVERSIÓN PARA EL REINO Mt 3, 1-12
DAR FRUTOS DE CONVERSIÓN PARA EL REINO
Mt 3, 1-12
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Luis Fernando Castro P. TEÓLOGO PUJ |
Nuestro mundo, está sufriendo una de las más profundas transformaciones de toda nuestra historia debido a que las exigencias que tenemos en nuestro caminar y en nuestro entorno son cada día más crecientes y exigentes. En los diferentes aspectos que nos implican como personas se produce una carrera acelerada en búsqueda de optar por nuevos caminos, generar nuevas formas de pensar y de actuar, una busca de métodos basados en la atención a tener algunos cambios para continuar con firmeza hacia adelante en medio de un entorno muchas veces turbulento. Estos cambios nos piden estar orientados y centrados hacia una meta clara y concreta, garantizando la plena correspondencia con vista a alcanzar un adecuado desempeño de lo que hacemos para beneficio de nosotros y también de muchas personas. De esto se infiere que es ineludible poner atención a los cambios para que nuestra vida se mantenga constantemente en una perspectiva de movimiento, tomando las mejores decisiones con el fin de mejorar lo que ya hemos hecho con tanta dedicación y entrega. A la Luz de la Palabra de Dios, Juan el Bautista, un predicador y habitante del desierto anuncia públicamente en un lugar casi deshabitado y a viva voz la llegada de los nuevos tiempos del Mesías para que aquellos que le escuchan despierten sus conciencias, abran sus ojos a la obra de Dios y comiencen a caminar por los senderos del Señor, dando frutos de conversión para el Reino. Veamos:
1. Muchas personas anhelan y desean con ahínco cambiar las distintas situaciones del mundo, sin darse cuenta que para cambiar el mundo, es necesario comenzar a cambiar a sí mismo. Juan el Bautista, un predicador, habitante del desierto de Judea anuncia un cambio de vida para que las personas que lo escuchan superen el juicio de Dios, vislumbrando una esperanza de vida y de salvación (vv. 1-3): Convertíos porque ha llegado el Reino de los Cielos (vv. 2). La entrada en escena de este predicador y habitante del desierto antes de la venida del Señor no nos deja de sorprender porque Juan el Bautista tiene claro quién era y cuál era su misión. Aceptaba con alegría y conocía muy bien el momento de su vida y su tarea, su vocación: por aquellos días (vv. 3,1a). Sin embargo, algo que caracterizaba a Juan era principalmente su predicación: ...voz del que clama en el desierto (vv. 3a). Él con su proclamación busca que sus palabras sean escuchadas por corazones bien dispuestos, preparando así el terreno para que la semilla del Reino sea bien sembrada: preparad el camino del Señor; enderezad sus sendas (vv. 3). Juan para predicar no va usar como tarima la ciudad de Jerusalén como tampoco el Templo donde recurría mucha gente, sino que el lugar privilegiado para él es el desierto, es su centro de operaciones, un lugar donde es posible escuchar su voz potente, aún cuando no hay casi gente.
2. Esto tiene sentido cuando vemos que la figura del desierto es el lugar de la escucha y de la atención privilegiada de Dios. El desierto es un lugar donde no vamos ni para adelante ni para atrás. Es un lugar de transición en el que abrimos la puerta para evolucionar dando pasos firmes en la manera que vivimos y en el modo que aprendemos a hacer las cosas de una forma mucho mejor. El desierto es el lugar de la madurez, del crecimiento, lejanos de toda distracción y de todo aquello que nos quiere impedir ver más lejos de lo que ya conocemos y hemos logrado. El desierto entonces, es el lugar donde es posible hacer cambios de mentalidad, hallando nuevos pensamientos, nuevos planes, creando así nuevas perspectivas en todos o en algunos aspectos de nuestra vida y así, poder avanzar integralmente. La finalidad del desierto no es quedarse solamente en él, sino además lograr avanzar abriendo camino hacia una vida nueva donde el posible alcanzar la plenitud. De esta manera, se hace necesario parar, reflexionar y actuar porque el desierto no es una crisis, es el trampolín para escuchar y para cambiar actitudes que nos permitirán avanzar.
3. Si hay algo en nuestra vida es el constante cambio que nos implica deshabituarnos, saliendo de nuestra zona de comodidad para aprender a vivir de una manera distinta, pues las cosas no cambian, cambiamos nosotros. Y esto es un reto. Juan el Bautista no es solamente un predicador del desierto, además es un proclamador del cambio (vv. 2). Es un predicador de la Conversión y, por eso su lenguaje es fuerte, contundente y directo. Juan invita a sus oyentes en el desierto y de un modo imperativo a optar por abrirse a unos nuevos criterios de vida, dejando atrás aquellos que se le han dado valor, pero que no han dejado avanzar: Convertíos...(vv. 2). Este cambio tiene al mismo tiempo una motivación mucho más grande que lo anterior. Es decir, que la propuesta imperativa de Juan implica ir mucho más lejos, dando pasos firmes en dirección hacia la obra de Dios: Porque ha llegado el Reino de los Cielos... (vv. 2). La propuesta de este predicador es hacer conciencia de una vida nueva para no quedarse atrapado en el pasado, sino por el contrario poder tener la capacidad de continuar creciendo porque el Reino de Dios no tiene límites ni fronteras que lo puedan detener.
4. La conversión es una experiencia de encuentro con la soberanía de Dios en el que podemos descubrir la gracia divina, o sea, Dios siempre obrando de manera sorprendente en medio y presente en su pueblo. Un Dios que puede cambiar el mundo y sus situaciones, pero que necesita que también nosotros pongamos el granito de arena, dejando atrás lo que nos impide cambiarnos a sí mismos, renunciando a las antiguas seguridades, a nuestro estilo de vida muchas veces cargado de apariencia y mentira. Por eso, la misión de Juan no es una iniciativa propia de él sino de Dios que lo envía para que preparando el buen terreno podamos enderezar los caminos de nuestra vida en dirección a Dios (cf. Is 11, 1-10), buscando vencer lo que nos empobrece y nos distancia de lo que es esencial. Juan entonces como persona humilde y sencilla da un mensaje de impacto para que atentos a los cambios dejemos que el Reino que habita nuestros corazones nos transforme y nos conduzca a cosas mucho más grandes y mejores en el que florezca la justicia y la paz (cf. Salmo 71, 2-7.17) como compromiso personal, pero al mismo tiempo como beneficio para muchas personas.
5. Si el Reino de los Cielos está en nuestros corazones, entonces Dios nos ha dado todo. Juan el Bautista no vive de apariencias. Tiene una vida con hábitos de máxima austeridad, sin la más mínima opulencia ni ostentación (vv. 4). El predicador del desierto y del cambio sabe dar el valor a lo que es más importante, da el primer puesto de honor a la causa del proyecto de Dios, relativizando todo para que nada lo aparte de la voluntad divina. Juan vive confiado en el respaldo y en la providencia de un Dios-Padre que lo sostiene. Por eso, Juan el Bautista no sólo va a estar en el desierto como un hombre orante de Dios, sino además va a entrar en acción, dando el paso a la ejecución del plan de Dios, trazando objetivos de acuerdo a su voluntad: Acudían...a él Jerusalén, Judea y toda la región del Jordán... (vv. 5). Es decir, que todo el pueblo, a pesar de la condiciones de Juan el Bautista, acuden masivamente a él. Vienen a este profeta personas de la ciudad y del campo, los cuales siendo participes de una sociedad no han recibido, pero tampoco han sabido dar lo mejor. Las multitudes quieren, por consiguiente en el desierto y junto a este predicador del cambio recomenzar su proyecto de vida, dando claridad a su vocación y a su misión, pero según la justicia de Dios. Esto hace parte de comenzar a dar frutos de conversión, efectos de una vida nueva conducida y dirigida por el Señor. En consecuencia, la reacción de pueblo era bautizarse (vv. 6). La predicación de Juan entonces, era acompañada del bautismo en el río Jordán, mostrando que las palabras anunciadas por este predicador humilde y sencillo, pero de fuerte voz era tomado con seriedad por aquellos que lo escuchaban.
6. Entrar en las aguas de este río para ser lavado era un ritual de arrepentimiento, en la espera de la salvación que estaba pronto a venir. Una salvación que está cerca y que nos enseña a tener la capacidad de crear lazos de fraternidad, acogiendo y bendiciendo a muchas personas como gratuidad abundante del Padre a favor de todos (cf. Rm 15, 4-9). Una salvación que nos nos deja solos con nuestros problemas y conflictos porque no podemos olvidar que estamos invitados todos a una fiesta final en torno a su mesa en el que podemos compartir la vida como hermanos, hijos de un mismo Padre, quien nos acoge a todos sin exclusión ni color de raza. Ser entonces bautizados en estas aguas era el inicio para comenzar a crecer y avanzar, liberándose de pecados, mostrando una nueva vida, pero no era el culmen porque el culmen llegará con el Espíritu Santo (cf. vv.11) para perdón de los pecados como proceso de vivir una relación intensa con el Padre, disfrutando así de una manera grandiosa nuestra vida en todos los sentidos de la vida.
7. La novedad que nos propone la vida muchas veces nos provoca mucho miedo porque nos sentimos más seguros en lo que tenemos bajo nuestro control; sin embargo para entrar en un nuevo dinamismo de la vida es necesario además de los cambios personales hacer cambio de maestros y de situaciones que nos han aferrado para dar frutos de vida. Después del éxito de la predicación de cambio que ha hecho Juan el Bautista y, en consecuencia el bautismo de muchas personas, el predicador del desierto ahora se dirige a las autoridades judías que como curiosos viene a poner objeción a las palabras de Juan mostrándose renuentes al cambio (vv. 7-10). Sin embargo, Juan rebatiendo las excusas y desmontando las búsqueda de privilegios de los fariseos y de los saduceos insiste con urgencia en no aplazar más el sentido de la penitencia. Sus palabras eran casi amenazantes: ...Raza de víboras... (vv. 7)...Ya está puesta el hacha a la raíz de los árboles (vv. 10). Esta imagen en palabras de Juan muestra que todo lo que se creía privilegio, reconocimiento, apariencia, trae como resultado cosas inútiles porque no dan fruto y, en efecto tampoco habrán cambios verdaderos de vida. De manera, que es importante y necesario tomar decisiones para que aquello que hemos hecho bien comience a dar mejores resultados, los cuales no sólo nos beneficien a nosotros mismos, sino también se conviertan en bendición para muchas personas. Por supuesto que habrán algunos que asumirán con responsabilidad y alegría este nuevo reto, pero también habrán otras personas que querrán mantenerse haciendo lo mismo, pero en todo es bueno verlo de una manera distinta, con una nueva mentalidad y a la luz de la propuesta maravillosa de Dios para que no nos quedemos atrincherados en estructuras y acciones caducas, sino mejor abramos nuevos caminos que den respuesta a la luz de la guía del Espíritu Santo.
8. Sin perder de vista lo que se ha hecho es posible dar pasos hacia adelante. Juan el Bautista sin dejar atrás el tema del fuego (vv. 10) da un paso más hacia adelante en su predicación de cambio, anunciando la venida del Mesías, confrontando el bautismo del agua con el bautismo del Espíritu Santo y fuego, poniendo el claro la superioridad de la misión de Jesús y la misión del él como aquel que prepara el camino a quien es el camino (vv. 11-12). Juan el Bautista, quien tiene claro su identidad y su misión declara que el Mesías es más fuerte que él. Esto es un acto de humildad y de alegría, parte de quien sabe cuál es su puesto, por eso, se siente indigno de rendirle lo más humildes servicios de los esclavos (vv. 11c). Juan bautiza con agua para conversión, pero el Mesías bautiza con Espíritu Santo y fuego confirmando no sólo una actitud interna de nuestro corazón, sino además una acción que no mueve a entrar en un dinamismo transformador en el que es posible obrar el perdón. De esta manera, Juan mueve los corazones, los sensibiliza para el cambio, pero la transformación sólo proviene de Dios para que recibiendo su novedad vivamos de una manera cercana y definitiva a él.
9. En resumen, Juan el Bautista como protagonista y predicador del desierto impacto con su lenguaje y su mensaje para que tomando nuevas decisiones podamos salir de nuestras seguridades y apegos, logrando entrar en el dinamismo de un Dios que viene pronto, que bautiza con Espíritu Santo y fuego para que viviendo y disfrutando de su gracia y relación intima demos frutos constantes de conversión, viendo toda nuestra historia con una nueva visión y mentalidad en beneficio propio y también el de muchas personas.
Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es
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