LA HORA DE LA GLORIFICACIÓN Jn 12, 20-33
LA HORA DE LA GLORIFICACIÓN
Jn 12, 20-33
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Luis Fernando Castro TEÓLOGO |
Estamos en una realidad y en una experiencia de vida donde la muerte hace parte natural de nuestra existencia, como que es lo más seguro que podemos tener dicen algunos, pero aún así no la queremos cerca y, entre más lejos esté la muerte mucho mejor nos sentimos porque no queremos sentir ni vivir cómo nos embarga los duros golpes, las confusiones, los sufrimientos que pueden dar lugar a largos períodos de tristeza, ansiedad y depresión cuando la muerte "toca a nuestra puerta", provocando en muchas ocasiones que la vida se perturbe y se haga ver como si nada ya tuviera algún sentido para continuar hacia adelante. La reacción que tenemos frente a la muerte es diferente para todos. Para algunos, la muerte se convierte en un fracaso, en una tragedia, en una gran pérdida de la vida donde no es posible descubrir algún sentido o motivo para mejorar. Otros encuentran en la muerte la solución que "arregla" el asunto complejo de los problemas surgidos inevitablemente en el camino de la vida. Entre tanto hay otros que dan a la muerte un sentido de esperanza, un momento para hacer conciencia de esta realidad donde es posible aprender, crecer y avanzar, evaluando, revisando la vida entorno a la muerte, dándose cuenta que la vida no se termina con la muerte, pero a su vez, valorando y apreciando más el cuidado por la vida y el modo como ésta funciona a la luz de la muerte. A la Luz de la Palabra de Dios, Jesús responde a algunos griegos que quieren conocerle sobre el tema de su muerte, no como un fracaso total sino como una forma, un momento para glorificar al Padre. Veamos:
1. Hallar nuevas experiencias constantemente de vida hace parte de quienes buscan caminos nuevos para continuar hacia adelante, buscando ser mejores de lo que ya somos viviendo de un modo pleno su vida sirviendo a los demás. Algunos griegos se acercan a Felipe y Andrés con la intención de conocer a Jesús (vv. 20-22). Es decir, algunos discípulos del Maestro son reconocidos por su cercanía con Jesús, convirtiéndose en testigos, en una puerta (cf. Jn 10, 7), en un camino creciente y direccionado para quienes están buscando tener un encuentro personal con el Maestro. La acción de buscar y de conocer es interesante cuando queremos crecer y avanzar en el camino y en la experiencia de nuestra vida porque paso a paso descubrimos que hay algo más allá de lo que ya hemos encontrado, algo más grande, dando sentido, valor y aprecio a la vida e incluso a la muerte, como un paso para hallar más vida, pues cuanto más buscamos y conocemos nos damos cuenta que es necesario entregar, desaprender para poder transformar y tener una nueva vida. Una nueva vida en función del Padre, una vida que santifica nuestro caminar enriqueciendo toda relación y todo encuentro con los demás. En este proceso muchas personas son y han sido clave para buscar y conocer para encontrarnos de modo personal con la experiencia sorprendente y asombrosa de Dios que nos genera una nueva vida.
2. La respuesta de Jesús a aquellos que lo están buscando no se reduce meramente a un encuentro o solo para estar y compartir la mesa con él, sino que es una oportunidad para hablarnos del sentido de la Gloria de Dios (vv. 26-28), la cual consiste en dar, en entregar de un manera libre e incondicional la vida (cf. Jn 3, 16), en ofrecer lo mejor a todos para que podamos vivir de una manera plena y realizada, siendo un canal de vida, de esperanza, de bendición para otros. Por eso, cuando hablamos de la gloria de Dios estamos refiriéndonos a la vida plena que logra alcanzar todo ser humano cuando tiene en su objetivo donarse, entregando la vida para generar más vida (cf. Jn 16, 21). Cuando nos disponemos a servir, cuando aprendemos a "morir" a nosotros mismos nos sentimos plenos, nos sentimos realizados, pues quien quiere su vida la pierde; y quien odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna (vv. 25), eso significa la gloria de Dios. Una gloria del Padre que no sabe dar otra cosa que dar vida, darlo todo por amor sin límites, perdonando, liberando, saliendo de sí mismo para transformarnos, dando un nuevo aire a nuestra existencia, una relación impregnada de perdón y de esperanza (Cf. Jr 31, 34) capaz de entregar hasta lo más preciado (cf Jn 3, 17) para generar constantemente vida. Jesús entregó su vida como una semilla que muere para producir y dar más vida (vv. 24), para producir frutos abundantes (cf. Jn 10, 10b). Esta es la hora de su glorificación. La entrega de servir incondicionalmente, superando los límites de la muerte y abriendo camino hacia la plenitud de la vida. Por tanto, todo lo que nosotros hacemos y desarrollamos está pensado, está proyectado, es la hora para trasmitir y ofrecer vida a los demás, pues donde yo esté estará también mi servidor (vv. 26) en posición de entrega, de servicio, de solidaridad (Hb 5, 7-9), de ofrecer y generar vida. La muerte no es una pérdida ni tampoco tiene la última palabra, sólo es un paso para tener más vida, para ir más lejos, para ganar una vida nueva (sentido de la resurrección) capaz incluso de solidarizarnos, de desarrollar actitudes de servicio que beneficien, que faciliten un camino de crecimiento y promoción para los demás, venciendo los apegos, los egoísmos, la búsqueda de sí mismo (vv. 31), logrando ser mejor, avanzando, transformando y dejando manifestar la gloria del Padre.
3. La vida que se entrega no es para quedarse en la soledad, en la angustia, en la tristeza (cf. Jn 16, 22) o caer en la desesperación, sino es para el servicio para que otros también crezcan y avancen, aunque esto provoque en algunos adversidad y no se sepa recibir adecuadamente. Descubrir el sentido de morir, es hallar en sentido de vivir ese es nuestro objetivo, pues en la medida que morimos hallamos más vida, mayores frutos, más posibilidades para servir, para entregar la vida conduciéndonos a ir más allá de nuestras limitaciones y de nuestras posibilidades. De esta manera, ser interpretes de la gloria del Padre no es sólo para organizar nuestra vida en función del Padre y para ser mejores, también nos facilita a que otros sean atraídos hacia él, entregando con gozo y alegría todo lo que somos. Es la voz que se escucha desde el cielo: le he glorificado y de nuevo le glorificaré (vv. 28). Por eso, a pesar de que la muerte, el desprendimiento, el desapego para servir y solidarizarnos con los demás puede llegar a desanimar y causar tristeza a muchos y pueda incluso, generar comentarios e ideas inadecuadas que quieran impedir que avancemos es preciso continuar hacia adelante porque esta es la hora de la gloria del Padre, que no sabe hacer otra cosa que generar vida; es la hora de ser glorificados, aún cuando todo parezca oscuro o en tinieblas, haciéndonos renacer en el amor para tener una vida nueva que se comparte con otros sin fronteras y sin límites, consiguiendo alcanzar mayores cosas que las que ya hemos logrado alcanzar (cf. Jn 14, 12-14).
Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es
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