EL AMOR REVELADO EN LA CRUZ Jn 18, 1- 19,4
EL AMOR REVELADO EN LA CRUZ
Jn 18, 1- 19,42
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LuisFer-Florecita |
La Pasión y la Muerte de Jesús, según la versión del evangelio de Juan, trata de captar el insondable misterio del amor que se manifiesta al contemplar la cruz. Un amor que se entrega hasta el final, vislumbrando y acogiendo de un modo agradecido un don que nos libera, nos perdona y nos permite darnos cuenta cómo el Padre va más lejos por amor y servicio solidario por su obra más preciada: la humanidad. A la Luz de la Palabra de Dios, leemos cinco escenas que relatan la Pasión y la muerte de Jesús, cuyo eje central es la declaración de Pilatos: aquí tienen al hombre (Jn 19, 5). Veamos:
1. El relato del evangelio de Juan comienza (Jn 18, 1-11) y termina en un Jardín (Jn 19, 38-42) en un huerto. Jesús se entrega, Jesús es sepultado en un huerto. El huerto simboliza la vida. En el Libro del Génesis 2, 4b-25, Dios creó de la tierra al hombre y lo colocó en un huerto. El huerto es vida y genera vida. Un elemento que es interesante no sólo al momento del arresto de Jesús sino también en el momento de su sepultura, pues Jesús penetra la tierra para profundizar en ella, y así, recrearla dándole más vida, emergiendo de esta profundidad la Ley del Amor. Aquí toma sentido las palabras de Jesús a Nicodemo: tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna (Jn 3, 16). Es decir, que el Padre nos ha amado tanto que ha dado todo por amor a sus hijos. Un Padre que lo ha entregado todo. Un amor que muestra cuán lejos puede ir por nosotros sin interesar qué tan cerca estemos de él o cuánto nos hayamos entregado por este amor. Un amor generoso que quiere lo mejor para nosotros porque sencilla y grandiosamente nos ama sin tener en cuenta límites ni fronteras.
2. La entrega de Jesús en la cruz es total, voluntaria y libre. No es consecuencia de una debilidad, sino de tener conocimiento. Jesús entrega su vida, su espíritu (vida) para generar más vida. Jesús todo lo entregó, él es el Pastor que ha dado su vida por las ovejas (Jn 10, 10-17) para que tengan vida y la tengan en abundancia (Jn 10, 10b) para que podamos hacer cosas mayores de las que ya hemos hecho (Jn 14, 12). Jesús se ha despojado de todo (Jn 13, 1-5), mostrando así su libertad y su amor. El evangelio de Juan sin desconocer el dolor y el sufrimiento nos muestra que la Pasión y la Muerte de Jesús reside con una libertad total y con plena conciencia. Esto sucede porque toda la vida de Jesús, desde su encarnación estaba en función de entrega por amor: La Palabra que era Dios (Jn 1, 1), se despojó, se desprendió de su divinidad para poner su tienda, su morada entre nosotros (Jn 1,14). Toda su vida, sus enseñanza, sus señales, estaban entorno a la cruz, sabiendo que el sufrimiento y la muerte no tienen la última palabra, pues el Padre está en la capacidad de dar algo más grande, la Vida. Él es la fuente de la vida.
3. Jesús en el arresto (Jn 18, 1-11) se presenta como el "Yo soy" (vv. 4-6). Jesús sabiendo que ha llegado ahora sí la hora, pregunta ¿A quién buscan?. En la boda de Cana Jesús le había respondido a su madre: no ha llegado mi hora (Jn 2, 1-11), pero ahora sí sabe, pues es la hora de manifestar el amor fiel que da la vida. ¿A quién buscan?, es la misma pregunta que había hecho a sus dos primeros discípulos que se disponían a seguirlo (cf. Jn 1,38). Una pregunta fundamental para nosotros también hoy, pues no interesa cuánto tengamos de experiencia de vida, la pregunta será: ¿Qué estamos buscando? ¿Cuáles son nuestras opciones de vida? La respuesta de Jesús es: Yo Soy, es decir Jesús se ha entregado libremente encarnando plenamente a la humanidad. El Yo Soy es el sentido de estar siempre ahí salvando, liberando, sirviendo. Por eso, sus captores retroceden y caen en tierra (vv. 4.-6), como en una actitud de adoración. Los captores no pueden arrestar a Jesús si él no se entregará libremente para liberar y para generar vida. Esta Libertad no sólo se muestra en el relato del Monte de los Olivos, sino también ante el poder religioso, en la casa de Anás y Caifás (Jn 18, 19-23) y ante el poder político- Poncio Pilato-representante del imperio romano (Jn 19, 1-11). Una libertad que no se apaga ante las tinieblas del Sanedrín, sino que resplandece aún en los momentos de oscuridad dada en el desprendimiento. Estar en comunión con Jesucristo es entrar en un dinamismo de libertad y felicidad, donde la libertad se entiende como un compromiso y una responsabilidad por despojarse para dar lo mejor, y dando lo mejor nos refiere a ser felices, pues hay más alegría en dar que en recibir (cf Hch 20, 35).
4. El amor revelado en la cruz tiene un sentido de vida cuando la suma de la libertad y de la felicidad es el servicio de vida. En este relato del evangelio de Juan se proclama también la realeza de Jesús. Observemos que en Jn 18, 37, se hace reconocimiento del título de Rey, a propósito de la pregunta de Pilato ¿Luego tú eres rey? La respuesta de Jesús es: "Sí, como dices, soy rey". Es decir, que la realeza de Jesús es un servicio de vida sin fronteras y sin alguna limitación. Ahí esta nuestra realización. Ser reyes es servir hasta la entrega plena de la vida. Actuamos en defensa de la promoción de la vida para que haya más vida. Cuando servimos y entregamos todo nuestra vida se llena de dinamismo y genera nueva vida. Por supuesto que en el relato que estamos siguiendo nos muestra algunas ironías: Jesús es coronado de espinas (Jn 19,2); Pilato presenta a Jesús con un vestido de realeza al pueblo, diciendo: Aquí tienen al hombre (Jn 19,5); Pilato como burla a Jesús, le sede su trono (Jn 19, 13); Pilato redacta una inscripción que puso sobre la cruz diciendo: Jesús es Nazareno es el Rey de los Judíos, constituyéndose así el Rey de las naciones, el rey del Universo. Se escribe en tres lenguas: Latín, lengua de los políticos, imperio romano, Griego, lengua cultural y en hebreo lengua religiosa (Jn 19, 19); Jesús es crucificado, pero admirado en su realeza. Se contempla su costado atravesado por una lanza, esto es un Rey que da la vida, que aún en su muerte hace brotar de su costado vida. Todo servicio de nuestra vida, genera vida facilitando caminos para crecer y para avanzar, progresando y fortaleciendo nuestro caminar y experiencia de vida. Eso es bendición.
5. Pero, esta realeza no se acaba con la crucifixión. En los vv 39-42 del capítulo 19 de Juan, Jesús es sepultado como un rey, resaltándose así su señorío, su intercesión, Jesús, camino hacia el Padre. La vida en el huerto no muere porque la vida no muere, sino que penetra las profundidades de la tierra para recrearla y para darle vida. La Pasión y la muerte de Jesús es por eso, también una revelación. La muerte de Jesús es la hora de su gloria en la cual Dios se manifiesta completamente al mundo: Todo está cumplido (vv 19,30). Cuando hablamos de la Gloria de Dios estamos refiriéndonos a la una vida plena y realizada, cumplida de quienes tienen el objetivo de donarse, entregando la vida para generar más vida dando frutos abundantes. El que cree en Jesús no sólo se abre a la vida, sino que abraza la vida para dar más vida hacia una vida sin final. Una vida donde correrá ríos de agua viva (cf. Jn 7, 37-39). Una vida en el Espíritu Santo. Una vida movida por el Espíritu Santo. El Padre lo ha entregado todo para que nosotros lo recibamos y lo entreguemos a través del servicio, entregándolo todo por amor a la vida.
6. En la Pasión y muerte de Jesús se entrega la misión de María como madre de los discípulos amados de Jesús. María pertenece a la comunidad y la comunidad pertenece a María con Autoridad. En esta revelación también surge de las tinieblas y del mundo de la noche José Arimatea y Nicodemo, mostrando que el amor entregado en la cruz ha comenzado a dar los frutos. Se pasa del miedo y de la cobardía, de lo secreto y de lo anónimo a la valentía, a la transformación a poner la cara, pues seguir a Jesús hasta la cruz, no es posible hacerla en secreto o en modo pausado, sino que somos testigos visibles, testigos del amor desprendido y entregado en la cruz que anuncia, que renueva hasta el final. De esta manera nace una nueva relación atrayendo una adoración inmensa a Dios.
7. La vida se gana sirviendo y entregándola hasta el final, aunque esto exija esfuerzos, dedicación y genere problemas, conflictos. Quien quiere servir, entregando su vida, se encuentra con dificultades, persecuciones y conflictos. Por eso, la muerte de Jesús no es sólo un morir de una persona, es la revelación del amor de Dios en el mundo, es un soplo del Espíritu como fruto que nos aviva y nos re-enciende la alegría para comunicar en todo el amor entregado totalmente. Por tanto, el amor revelado en la cruz no es una resignación, sino una misión. Jesús lavó los pies de sus discípulos, los suavizó para que cuando sus pies fueran detenidos en la cruz, emergiera de la noche nuevos pies que constituyan, que caminen y que se muevan para ser testigos admirables del amor de Dios. Hombres y mujeres que se metan en la vida de los demás para generar más vida y, así muchas personas reciban bendición abundante.
Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es
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