ADVIENTO, CAMINO DE ESPERANZA (Mc 13, 33.35)

ADVIENTO, CAMINO DE ESPERANZA

Manténgase despiertos y vigilantes…porque no saben cuándo va a llegar el Señor de la casa (Mc 13, 33.35)

Luis Fernando Castro Parra
Teólogo

El tiempo de Adviento o también llamado el tiempo de prepararse y estar vigilantes para recibir en el corazón al Hijo de Dios, él que es Rey, Salvador y Pastor, es sorprendente porque permite que celebremos la venida del Salvador a nuestra existencia. Una espera que desde la experiencia del Antiguo Testamento ya se anhelaba y, no se dejaba de clamar la venida del Mesías. De esta manera, el Adviento, se comprende como un tiempo de esperanza, de reconciliación y de crecimiento en la unidad y en el seno de la familia, de la relación social y en la fraternidad del seno universal, logrando mantenernos vigilantes a otras venidas del Señor.

Adviento es un tiempo de cuatro (4) semanas que preceden el acontecimiento solemne, gozoso de la Navidad. Un tiempo para acoger, vivir y celebrar al Señor desde el corazón, es decir de tomar conciencia del Amor constante y presente que el Buen Dios derrama sobre nosotros, ya que él se ha hecho historia, se ha hecho carne (Jn 1, 14) para redimirnos, impregnarnos y colmarnos de la alegría de su reino que es verdad, justicia, amor y paz.

El camino del Adviento nos llama a despertar a la novedad, considerando tomar actitudes distintas, renovadas, constructivas, a fin de que podamos vivir y celebrar de una manera nueva y distinta la solemnidad grandiosa de la Navidad. Esa Novedad nace y brota desde el crecimiento y la maduración del espíritu y de la fe en orden a contribuir en la construcción del Reino de Dios que es justicia, amor y paz en cada una de nuestras relaciones humanas a las que pertenecemos y participamos como personas, como familia y como relación social.

La alegría del Adviento nos pone en una actitud de centinelas para revisar el interior del corazón y, descubrir aquellas sombras y oscuridades que todavía permanecen en él, dejando que la Luz nueva que nace del corazón de Dios y celebrada en la Navidad las ahuyente, las transforme en una vida nueva, donde no reine la división, el odio y el rencor, la tristeza y el miedo, sino que reine la unidad, el perdón, la reconciliación, la alegría, la justicia y la verdad.

Adviento es el anhelo y el deseo profundo de recibir a Cristo, Luz del mundo para ser posibilidad como hijos de Dios, de vida, de luz, de esperanza y de gracia para las personas que amamos y aquellas que debemos amar más, aquellas que están lejos, pero también aquellas que nos acompañan en el transcurso de nuestros quehaceres cotidianos. Es así, como debemos en este tiempo preparar el corazón, tenerlo dispuesto para mirar que no es posible experimentar las bondades del Señor, si no es buscando la unidad, la comunión con nuestros hermanos, dando lugar relaciones más saludables y fuertes en el amor de Dios.

Este dinamismo que nos propone el Adviento nos genera un acto de conversión, de cambio desde lo más profundo del corazón. Al examinarnos podremos ver qué tanta luz hemos sido para nuestra familia y para aquellos que necesitan del amor y de la misericordia de Dios en las distintas esferas sociales y humanas, y también de cómo va a hacer, en aspectos concretos, el proyecto del año que comenzamos a nivel personal, familiar, social y comunitario. Adviento nos insiste a que revisemos constantemente nuestros propósitos para que podamos ofrecerlos con generosidad al buen Dios, y éstos sirvan de bendición para los demás.

Adviento, es una oportunidad para pulir las asperezas con los demás, ocasionadas por el orgullo, la soberbia, el dolor, el sufrimiento, la ausencia y la indiferencia en la relación humana. Adviento será el anhelo de la esperanza, la cual debe afectar todos los rincones del corazón, con el fin de que la esperanza no se considere como un espectáculo del futuro, sino que, se comprenda como una obra de nuestra vida cotidiana, traducida en el compromiso constante y permanente de volvernos a Dios y al avance de crear relaciones constructivas y mejoradas, ya que él nos espera permanentemente para acogernos en sus brazos, éstos llenos de Amor.

Adviento, es también la posibilidad de ser precursores que preparan, a la manera del profeta Juan el Bautista, el camino de construir en el seno de la familia y de la relación con los demás, un camino hacia la venida del Salvador. Adviento es un tiempo de anunciar y de fraternizar para comunicar la Buena Noticia: el Señor viene a Salvarnos. Es así, como ha llegado la hora de abandonar la oscuridad, el miedo, el temor, la zona de confort, la soberbia, la prepotencia para decirle, como la Virgen María ¡Si! A Dios, ¡Si! Al servicio de la vida, ¡Si! al proyecto de Dios, dejándonos llenar de confianza para crecer como familia, como pueblo que anhela progresar, realizando la voluntad de Dios con la ayuda del Espíritu Santo.

Como camino hacia la esperanza, el Adviento nos propone también construir el pesebre desde el corazón. Esto es muy significativo, ya que si bien el pesebre es para nosotros un signo muy especial, también es cierto que al construirlo en nuestras casas no hay nada más importante que hacerlo con sentido, con el fin de que el pesebre no sea sencillamente una decoración más de tantas que usamos en Navidad. Construir el pesebre en familia, unido a la oración en el Espíritu, es descubrir que en cada uno de los personajes que conforman el pesebre de Belén es un anuncio para nuestro crecimiento espiritual y el progreso social, el cual nos introduce en el proyecto asombroso y siempre renovado del Salvador.

Adviento, por lo tanto nos llevará a que la celebración de la Navidad sea para nosotros una fuente de alegría y de gozo, no fundamentado en el mundo consumista y materialista, sino en un proyecto de hermandad y fraternidad, de solidaridad y de servicio que brota de lo profundo del corazón, alcanzando así, la verdadera felicidad y el gozo de anunciar que Jesús ha nacido y está con nosotros.
Luis Fernando Castro Parra. Teólogo- Magister en Familia

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