UNA PUERTA ABIERTA PARA TODOS Lc 13, 22-30 Domingo XXI Tiempo Ordinario (Ciclo C)

UNA PUERTA ABIERTA PARA TODOS
Lc 13, 22-30
Domingo XXI Tiempo Ordinario (Ciclo C)
Luis Fernando Castro 
Teólogo PUJ 

Cuando observamos a nuestro alrededor nos podemos encontrar con una herramienta muy común para nosotros, como lo es la puerta. Una plancha de madera, metal, hierro o de otro material que se coloca de forma que podamos abrirla o cerrarla, tapando incluso agujeros y aberturas, sirviendo para dividir espacios y lugares, como también para salir o entrar a un lugar específico. Las puertas se caracterizan algunas por ser anchas y otras muy estrechas, angostas. Estas herramientas comunes son muy dicientes porque al ser aplicadas en nuestra existencia tienen el sentido de la oportunidad porque conduce a una situación diferente, alcanzando algo distinto que nos permite descubrir espacios de vida que nos ayuda a crear nuevos y mejores ambientes. Estas puertas se pueden cerrar o se pueden abrir para ver nuevos horizontes o para evaluar y mejorar hacia nuevos proyectos. Estas planchas de distinta longitud también pueden ser un impedimento para que una persona desarrolle su vida y su libertad con toda ligereza porque puede llegar a encerrar alguien en un lugar, estancando y acomodando a las personas, o por el contrario abrir la posibilidad a un nuevo acceso en el que es posible respirar nuevos aires que nos facilitan establecer nuevos objetivos. La puerta en este sentido tiene como función el acceso para liberar y vencer esclavitudes, dando posibilidades a nuevas estrategias que seguramente nos traerán beneficios personales y, asimismo para ofrecer y aportar a muchas personas. A la Luz de la Palabra de Dios, Jesús subiendo hacia Jerusalén y como buen misionero responde a la pregunta de una persona anónima sobre el tema de la salvación usando como imagen la puerta estrecha y la puerta cerrada, haciendo énfasis en nuestros esfuerzos, nuestras luchas y responsabilidades sin olvidar que nadie se puede salvar así mismo porque somos salvados por Dios. Veamos: 

1. Es sorprendente cómo para alcanzar grandes objetivos y metas en nuestra vida se requiere pasar por las puertas estrechas, superando las crisis, los conflictos y las tentaciones de poder, manipulación, chantaje y corrupción. Jesús como buen misionero y decidido caminar hacia Jerusalén responde a la pregunta de uno: Señor, ¿son pocos los que se salvan? (vv. 23). La respuesta del Maestro no se centra de forma directa al interrogante, sino que profundiza en un nivel mayor. Él no se basa observar la cantidad porque no se trata de afirmar sin son muchos o son pocos los que se salvan. No es tanto la cantidad como si los que con esfuerzo, dedicación puede lograr alcanzar la meta. La labor, según la respuesta de Jesús es luchar por entrar por la puerta de la salvación: Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, muchos pretenderán entrar y no podrán (vv. 24). La preocupación de muchas personas se centra en el tema de la salvación; sin embargo, esta no es una cuestión meramente teórica ni hipotética porque debe concretarse en los hechos cotidianos, cuando se obra con justicia (cf. Lc 11, 42). Por eso, el Maestro usa dos imágenes concretas para explicar la pregunta: una puerta estrecha y una puerta cerrada poniendo el acento en el esfuerzo, en la lucha para que actuando de un modo libre y feliz optemos siempre por caminar hacia adelante, sin olvidar que la salvación no viene por parte de nosotros, sino que el mismo Dios quien nos salva. 

2. Pasar por la puerta estrecha es indispensable para crecer, avanzar hacia ambientes más favorables que nos ayuden a superar momentos difíciles e incluso cruciales. Esto es lo que nos enseña Jesús, a la pregunta especulativa e irónica de uno sobre el número de los que se salvan (vv. 23). La respuesta tiene un carácter de esfuerzo intenso, de poner todas nuestras fuerzas y capacidades en función de alcanzar metas que nos beneficien a todos: Es Luchar...(vv. 24), no como algo agónico, sino como una herramienta viva y eficaz que toda persona puede poner en función de lograr grandes acciones, reconociendo los errores o las fallas que nos han impedido avanzar y aunque es complejo para algunos pasar por la puerta estrecha, lo mejor es saber que él, el buen Dios nos ayuda a salir victoriosos de estos esfuerzos, nos ayuda en nuestras batallas (cf. Salmo 116, 1-2) para alcanzar los objetivos y las metas que nos hemos propuesto. Por supuesto, que esto no basta solamente con tener propósitos o buenas intenciones. Es necesario hacer acciones concretas con disciplina, entrenamiento, dedicación, constancia, estudio, oración, trabajando con empeño hasta producir buenos frutos impregnados de amor, de paz y de justicia (cf. He. 12, 5-7.11-13) logrando cruzar y acceder por la puerta hacia algo mucho mejor y de mejor calidad de vida. Es decir, pasar la puerta estrecha es un acto que funciona como posibilidad de estar listos y preparados para que cuando toquen la puerta, descubramos nuevas oportunidades que potencien nuestra vida espiritual, familiar y social, aprendiendo nuevas herramientas que nos den calidad al proceso de nuestra vida, participando de la santidad de Dios, desarrollando a un alto nivel el arte de perseverar para no abandonar. 

3. Estas son algunas puertas estrechas que podemos pasar y mantener abiertas donde pasamos uno a uno. No es en tumulto o en masa. Es una puerta incómoda. Pasar por la puerta estrecha necesita de nosotros mucho esfuerzo para superar muchos obstáculos, muchas barreras, distinguiendo lo prioritario de lo secundario, pues no es suficiente trabajar para Jesús, también se requiere estar en sintonía con él, con su amor, la solidaridad, y la generosidad hasta el final. Tal vez nos puede costar o parecer que no es fácil el camino porque nos cuesta dejarnos formar; sin embargo pretender alcanzar nuestros sueños o metas exige compromisos concretos que elimina la pusilanimidad y nos abre el carácter de lucha, pues: muchos pretenderán entrar y no podrán (vv. 24b). Algunos queremos crecer y avanzar en lo que somos y en lo que hacemos, pero no queremos pasar por la puerta estrecha, la puerta de la dedicación, de la entrega, del servicio, la puerta del esfuerzo y de la perseverancia, la puerta de los procesos. En efecto, las puertas de la vida son oportunidades que podemos aprovechar para ser más generosos y productivos en lo que hacemos y vivimos, actuando incluso con humildad, dejándonos ayudar y corregir para mejorar y hacer mejor lo que hemos hecho. 

4. Estas acciones concretas que abren puertas que nos ponen en la sintonía de un Dios que salva y que nos toma muy en serio para que actuemos con responsabilidad, como personas libres y felices, capaces de optar por lo que es más importante, contribuyendo al proyecto sorprendente y maravilloso del Padre de la misericordia, el cual no enfatiza solamente en lo personal, sino además en lo comunitario en las distintas relaciones humanas donde aprendemos a dar sentido a lo que vivimos con insistencia y con lucha. Hay salvación cuando aprendemos acoger a Dios en nuestro corazón, dejando que él nos transforme. Dios no se conoce solamente por símbolos y por ritos, Dios se conoce cuando dejamos que él cambie nuestros pensamientos, nuestra forma de actuar y de pensar; un Dios que es misericordia y que con sus gestos nos enseña a comportarnos con misericordia y amor frente a quienes son diferentes a nosotros, aun con aquellas personas que nos cuesta aceptar en todos los sentidos porque tal vez nos han hecho pasarla mal. De esta manera, comprendemos que hablar del Reino de Dios no es tan ligero y fácil de entender porque no tiene un acceso fácil de entrar, como tampoco es automático. La puerta es abierta por Dios y, aunque desesperados estemos golpeando, sólo él la abrirá y, cuando la abra entrará gente que pensábamos que no entraban, que se iban a quedar fuera.

5. Muchas veces se nos han abierto puertas, oportunidades de vida y no hemos estado preparados para recibirlas y para asumir con responsabilidad, compromiso. Nos anclamos en miedos, temores, ideas, excusas, creencias y apegos que nos limitan o nos encierran en nosotros mismos sin poder avanzar, cerrándonos así la puerta. Jesús usa una segunda imagen, la puerta cerrada (vv. 25-27). El Maestro en la parábola hace notar que algunos protestan al dueño de la casa para que les abra la puerta, pero la respuesta es negativa: No sé de dónde son (vv. 25), no sé de qué parte o lado están. Algo que puede sonar curioso porque aquellos que reclaman que el dueño de la casa les abra dirán que han comido y bebido, han enseñado en las plazas (vv. 26), pero la respuesta sigue siendo la misma: No sé de dónde sois. ¡Retiraos de mí, todos los malhechores (vv. 27). De esta manera, comprendemos que las intenciones no son suficientes, pues se puede ser generoso sin amar. Se puede hacer muchas cosas interesantes que llamen la atención, pero lo importante no está en las actividades, sino en el amor. No interesa que las personas hayan sido buenos misioneros o hayan tenido en su lista de trabajo una vida de curaciones, enseñanzas abundantes, pero si no tomaron en serio y con responsabilidad las enseñanzas del Maestro para practicar la voluntad de Dios, el fruto que han logrado solamente es convertirse en agentes de injusticia que han estado haciendo cosas, pero persiguiendo solamente sus propios caprichos e intereses. 

6. Cabe recordar que cuando se abren puertas y no se está listo, ésta será de alguien más. No importa si llevamos varios años en una comunidad o en una empresa laborando y desarrollando actividades, si no se ha comprendido cuál es la posición y la misión de nuestra vida, las puertas se abrirán y, por no estar preparado las oportunidades pasarán y serán aprovechadas por otros: rechinar los dientes (vv. 28- describe una rabia consigo mismo). Las oportunidades son como los cometas, aparecen una vez cada muchos años, por lo tanto debemos valorar el tiempo para no seguir aplazando compromisos que a la postre nos afectará porque asumiremos cada uno las consecuencias. Es importante tener una actitud de vigilancia, de estar preparados, atentos, dispuestos como nos lo describe esta parábola, para aprovechar con eficacia las oportunidades que nos regala la vida. Oportunidades para enseñar y escuchar, para aportar y servir a los demás con libertad y gozo, evitando quedar en el dolor o en el lamento de no estar en la sintonía del proyecto maravilloso de Dios (cf. vv. 26-27). Allá donde miramos siempre hay una oportunidad, una puerta que quiere abrirse, que se manifiesta latente, esperando se pueda ver para decidir abrirla y aprovecharla, logrando algo bueno que haga más digna y favorable nuestra existencia.

7. La decisión de entrar por la puerta estrecha o de abrir nuevas puertas también nos involucra a nosotros, no es una cuestión solamente de Dios, pues depende de nosotros quedarnos haciendo lo mismo, rumiando la amargura, el dolor y el sufrimiento o por el contrario optar por asumir con responsabilidad y generosidad la vida que Dios nos ofrece cada día (cf. Is. 66, 18-21) para que aprovechando las semillas recibidas, los talentos, que él nos hadado con tanta abundancia y generosidad logremos que las puertas no se cierren, encontrando siempre la novedad de la vida, el sentido que nos conduce a vivir plenamente y con alegría. Jesús continúa desarrollando la parábola de la puerta cerrada afirmando que muchos discípulos y evangelizadores no clasificaron para la meta, y por tanto, se verán humillados porque serán testigos de lo que sucede dentro, en la comunión con Dios (vv. 28-29) donde se encuentran todo los predecesores y los paganos, mientras que aquellos que tuvieron el chance de estar al lado de Jesús, no lo hicieron y se quedaron fuera. Por eso, el Maestro elabora su propia conclusión: hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán últimos (vv. 30). Es decir, la decisión es de cada uno como personas. Estas palabras pueden sonar muy duras para quienes con esfuerzo escucharon al Maestro pero no aceptaron su propuesta de vida. 

8. Entonces las cosas se verá como en la subida a un ascensor, habrán últimos que serán primeros, y habrán primeros que serán últimos. Todos como personas tenemos una riqueza que nos impulsa a trascender y a profundizar en nuestras relaciones con las demás personas. Al final cada uno se hace "primero" o "último" según sea su decisión de abrir o cerrar las puertas de la vida y de la esperanza. Cada uno de nosotros tenemos la oportunidad de hacer que las cosas sucedan o de que se cierre la puerta y no haya progreso ni desarrollo de algo nuevo por el egoísmo o por el miedo. Todo se nos ha sido dado, tenemos un Padre misericordioso que sabe dar lo mejor a sus hijos (Lc 11, 13). De manera que esto es un compromiso para todos, seamos primeros o últimos (vv. 30), si vienen de oriente o de occidente, del norte o del sur (vv. 29). No existe privilegio ni exclusión para Dios, su Amor es para todos. Cada uno, entonces en su decisión podrá auto-excluirse por haber decidido no vivir en la sinfonía con el querer maravilloso de Dios; sin embargo, cuando integramos su proyecto, sus estrategias a nuestra vida y a nuestras decisiones buscando que el mundo pase por la puerta estrecha, nos sorprenderá que todos podemos construir y abrir una mejor calidad de vida donde ganamos y progresamos todos, creando lazos fuertes y saludables que nos impulsan a continuar avanzando hacia lo que es más grande, sentarse en la mesa en el reino de Dios (vv. 29b). 

9. En resumen, puertas estrechas o puertas complejas son puertas abiertas para continuar fortaleciendo y creciendo en nuestra existencia, puertas para compartir, facilitando herramientas que nos hacen más libres y felices en el amor. Pasar por la puerta estrecha o la puerta abierta depende de cada uno de nosotros, haciéndonos primeros o últimos, pues con la ayuda fiel de Dios podemos crecer para ser un canal de bendición para todos, aprendiendo a vivir y participar en el proyecto del Padre, tomando la vida en serio y confiando en el Padre que siempre nos acompaña. Esto es una fuente de exigencia, pero no de angustia porque Jesucristo es siempre y será una puerta abierta para todos. Nadie la podrá cerrar para que pasando por ella, continuemos creciendo, caminando más lejos con decisión y sin importar si somos últimos. Dios siempre tiene una puerta abierta para todos. Si bien la puerta es estrecha, compleja, es hermosamente abierta para todos porque la salvación es para todos y, ya está presente, ya está abierta. La decisión ahora es de nosotros, si queremos entrar o preferimos quedarnos fuera porque las cosas de Dios y las cosas del ser humano son indisolubles, buscando que las cosas hagan mucho bien, no sólo a nosotros, sino también a muchas personas.
Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es

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