ESCUCHAR, CAMINANDO HACIA LA GLORIA Lc 9, 28-36 Segundo Domingo, Tiempo de Cuaresma (Ciclo C)

ESCUCHAR, CAMINANDO HACIA LA GLORIA
Lc 9, 28-36
Segundo Domingo, Tiempo de Cuaresma (Ciclo C)
Luis Fernando Castro
Teólogo PUJ

En las entrevistas que hacen algunos periodistas a los deportistas de alta competición es interesante escuchar siempre en la respuesta de estos la expectativa de triunfar, de ganar y llegar a la meta, a los objetivos que se han propuesto alcanzar, deslumbrando así las capacidades y los potenciales que los caracteriza y la fuerza motivacional que los impulsa para no desanimar ni claudicar en el intento. Esto sucede porque en las diversas situaciones y circunstancias de los seres humanos, todos tenemos de una u otra manera metas a las que queremos llegar. Tener una visión de triunfo no nos aleja ni nos exime de la lucha y del esfuerzo por el que todos pasamos para lograr la meta; nos da ánimo para emprender el camino hacia algo mayor y más favorable para nuestra experiencia personal; pero, también para compartir con  muchas personas. Asimismo, nos facilita perseverar para no rendirnos ni desistir en el camino cuando surgen las dificultades, las incomprensiones y los distintos obstáculos, pues muchas de las actividades que damos comienzo no se culminan por diferentes situaciones adversas que a la postre nos genera frustración y un sentimiento de fracaso que nos impide crecer y continuar avanzando para llegar a la meta. En esto es importante, por eso, saber a quién escuchar teniendo siempre la mirada puesta en los más alto. A la Luz de la Palabra de Dios, Jesús sube a una montaña a orar con tres de sus discípulos, quienes se convierten en testigos de su transfiguración, provocando un espacio de intimidad y de fuerte experiencia espiritual que les conduce a escuchar la voz del Padre, quien a su vez invita a escuchar a su Hijo y elegido para alcanzar la meta. Veamos: 

1. Estamos en una realidad donde todos los días sin proponerlo tenemos en mayor y menor medida alguna meta, desde salir de la casa para llegar al trabajo, hasta la realización de las actividades que desarrollamos en nuestro ámbito laboral, profesional y familiar superando algunas dificultades y obstáculos. Jesús como protagonista de este maravilloso evento, invita a tres de sus discípulos, Pedro, Juan y Santiago a subir a una montaña a orar (vv. 28). La montaña es un lugar elevado hacia el cielo, más cerca de Dios, apto para las teofanías. En medio de esta oración el rostro y la ropa del Maestro cambio, el aspecto de su rostro se hizo diferente (vv. 29), dando paso a una teofanía. Jesús ha subido a la montaña a orar, dejándonos ver que el Maestro oraba en los momentos importantes; pero aquí de manera específica en la doble confesión, la del Padre quien lo presenta como su hijo (cf. Lc 9, 35) y la de Pedro (cf. Lc 9, 20). Esto toma sentido, cuando entendemos que sólo en oración es posible captar lo esencial, lo verdadero porque es Dios quien orienta los sucesos. Más aún la oración tiene el poder de mediar la presencia de Dios. Y esto es acompañado por la blancura fulgurante de sus vestidos y la referencia a la gloria (vv. 29.31). Lo blanco es un símbolo que nos remite al fulgor de la luz, a lo divino, señalando la presencia de Dios.

2. Junto al Maestro en este sorprendente evento aparecen Moisés (representante de la Ley judía) y Elías (profeta de la Antigua Alianza), quienes envueltos en un resplandor de gloria ( Estos dos varones dan testimonio del camino que ha de seguir para llegar a la plenitud de la vida), entablan un diálogo con Jesús sobre su Pasión y muerte en Jerusalén (vv. 30-31). Transfigurarse mostrando el rostro brillante (cambiar de forma- transformarse) y las vestiduras blancas como la luz revela la relación profunda y la transparencia de Jesús con el Padre. Dios es el protagonista porque deja transparentar la gloria de su Hijo marcando la huella distintiva del mundo divino. Un destino que es dado también para nosotros hoy porque en esta experiencia de Jesús y sus discípulos en la montaña (lugar de la revelación, del encuentro, de la oración) no sólo vemos el cumplimiento de las promesas de Dios, también su respaldo, su gloria antes de pasar por la pasión y la muerte: vieron su gloria y a los hombres que estaban con él (vv. 32). Los discípulos aun cansados y cargados de sueño, permanecían despiertos, y vieron su gloria... (vv. 32). Es decir, no hay gozo, alegría sin dolor cuando se emerge para servir a otros; no hay vida sin muerte, como tampoco regeneración sin destrucción. No hay aprendizajes nuevos si no hay el deseo de desaprender para volver a aprender. No hay meta sin esfuerzos y sin sacrificios e incluso con momentos de incertidumbre. 

3. Tener la visión de la meta, del resplandor, de la gloria nos facilita el emprendimiento y el ánimo constante en el camino, en el deseo de mantener viva la misión, pues ante momentos de dificultad, de crisis y de duda, saber hacia dónde caminamos y en dónde estamos enfocados, aquellos no serán un obstáculo ni una estación para escampar, sino una oportunidad para orar y crecer en todos los aspectos de nuestra vida siguiendo las huellas del Maestro para ser transformados con él, participando de su gloria como resucitados. De esta manera, estamos todos invitados a subir a la montaña para entrar en diálogo con Jesús para comprender el sentido de lo que nos sucede en nuestra existencia, sobre todo en aquellas situaciones y circunstancias que nos ciegan y nos impiden ver más lejos, las cuales necesitan ser revisadas y evaluadas para mejorar descubriendo que las oscuridades que hoy vivimos no tienen la última palabra porque son solamente etapas del camino que nos conduce a la plenitud y a la realización de la vida en el Padre. Encerrarnos en nosotros mismos o en nuestras dificultades no será nunca recomendable para construir una relación profunda y de escucha con el Padre. 

4. Moisés y Elías hacen parte ya de lo divino, por eso, aparecen en gloria...y a los dos hombres que estaban con él (vv. 32c). Jesús comparte esa misma gloria, que a la postre irá mucho más allá porque es impronta de la resurrección. Es hacia este objetivo donde caminan sus pasos y sus decisiones de ir a Jerusalén. Moisés y Elías no sólo cumple una función representativa, además, da la fuerza y la consolación a Jesús frente al dolor y el sufrimiento. Él va a pasar por muchas pruebas , entre ellas el acontecimiento de la cruz. Ser servidor de Dios tiene su precio y muchas veces es muy alto, sale muy costoso (cf. Ex 32, 32). Por eso, Moisés y Elías conversan con Jesús sobre su éxodo (vv. 31). La muerte de Jesús es el camino que abre la puerta de la resurrección y la ascensión hacia el Padre. Estos eventos hacen parte del proyecto de Dios y sólo en él tenemos la plena realización. Así que, dialogar con Dios nos ayuda a no huir de nuestras situaciones adversas (cf. Salmo 26) haciendo de este momento un espacio en el que podemos confiar y aprender a ver nuestra realidad y nuestras situaciones personales de una manera diferente para salir adelante sin emprender la fuga (cf. Gen 15, 5-18). Todos tenemos la necesidad de transformar y de actuar en los pequeños o en los grandes eventos que hacen parte de nuestra vida para que viendo la gloria de Dios demos sentido a lo que hacemos y vivimos en nuestra cotidianidad logrando que al final de cada jornada hayamos aprendido en el camino algo más que nos ha facilitado avanzar en nuestra experiencia de ser cada vez mejores.

5. Quedarnos estancados o emocionados en las cosas que solamente nos gustan o nos parecen fáciles sin el anhelo de ver un poco más allá de lo que podemos explorar y buscar con mayor claridad es aliarnos a la mediocridad. Pedro, emocionado y en su éxtasis por lo que estaba experimentando en la montaña reacciona diciendo a Jesús: Maestro, bueno es estarnos aquí. Podríamos hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías (vv. 33). Pedro, que junto a sus compañeros se había mantenido despierto (vv. 32) desea que esta experiencia que está viendo no se acabe, no se termine, dure para toda la vida. Pedro se siente tan extasiado que cree haber llegado a la meta. No le interesa descender para caminar en su existencia hacia la gloria. Por eso, emprende la propuesta de hacer tres tiendas (lugar donde habita Dios) sin pensar en una para él, pues sólo quiere permanecer en esta actitud de oración, mirando el rostro de Dios (cf. Salmo 27, 8), escuchando conversar a Jesús con Moisés y Elías, pero sin percatarse el recorrido necesario a realizar para alcanzar la gloria. Parece que en Pedro Jesús todavía no ocupa un lugar central en su corazón. No logra entender lo que está viendo. 

6. El camino de Jesús conduce a la Gloria, pero es necesario pasar primero por la experiencia de la cruz. No es suficiente por eso, quedarse paralizado viendo la meta (cf. Hch 14, 22), es necesario bajar de la montaña para comenzar a caminar para levantar y construir tiendas similares a las del cielo, pues las tiendas son construidas con el objetivo de viajar, no para guardarlas ni tampoco para dejarlas estancadas, instaladas en un sitio con una actitud de espectadores. Cargar con las tiendas es caminar, crecer y avanzar mostrando un camino de vida, de servicio como ciudadanos del cielo (cf. Flp 3, 17-4,1), aunque esto nos conduzca a enfrentarnos por una serie de realidades adversas que a la postre se convierten en bendición para muchas personas. Emprender alguna actividad o proyecto de vida por más maravilloso que se vea exige perseverancia, esfuerzo y dedicación en medio de adversidades, de momentos difíciles e incomprensibles que surgen. La tendencia a permanecer en lo que es más fácil y cómodo impide continuar hacia adelante, formando un obstáculo para llegar a la meta propuesta. Superar la emoción y la mediocridad en el camino que hemos emprendido nos exige salir de la zona de confort, de los deseos de instalarnos en nuestras seguridades para vencer los miedos, abandonando la rutina (cf. Lc 24, 26) y, así ponernos en marcha con dedicación y disciplina hasta conseguir los objetivos establecidos, hasta alcanzar la gloria vista al momento de emprender, provocando frutos de paz y de alegría, mostrando que le pertenecemos a Dios.

7. Llegamos ahora al culmen de esta teofanía donde el Padre muestra la identidad filial de Jesús como hijo de Dios (vv. 34-36). No hay nada mejor que tener personas que nos acompañen y nos impulsen en los procesos emprendidos para llegar a cumplir las metas. Estaba hablando Pedro cuando una nube les cubre con su sombra, llenándolos de temor (vv. 34). De esta nube se escucha una voz dirigida no sólo a los discípulos, sino también a Jesús, que les decía: Este es mi Hijo, mi Elegido; escuchadle (vv. 35). En este aparte vemos algunos aspectos que son interesantes. Por una parte notamos que la propuesta de Pedro de hacer algunas tiendas ahora no son necesarias porque Dios mismo es la tienda que cubre la montaña con su gloria, con su presencia. Un segundo elemento es ver que el Padre al cubrir a los discípulos con la nube quiere que ellos también participen de esta gloria, de esta realización Plena con Dios. La nube nos revela que Dios habita nos cubre con su sombre. Es la manera como Dios nos hace percibir su presencia. Por eso, cuando la nube cubre a los discípulos, estos se llenan de temor, haciendo un silencio que muestra tener apertura, haciendo conciencia al proyecto divino del Padre (vv. 34). 

8. Entonces, Dios se manifiesta con su voz, invitando de manera imperativa a los discípulos a Escuchar a su Hijo para seguir sus indicaciones. Sólo Jesús como Elegido e Hijo del Padre puede indicar el camino y, para eso se requiere de forma prioritaria escucharlo haciendo un aprendizaje que ayude a fortalecer el proceso que conduce a la gloria. Un camino en el que persiste la sombra de la cruz. Dios hace resonar su voz para que aprendamos a escuchar a su hijo. Más aún, no se trata solamente de escuchar la voz del hijo, sino también aceptarlo como el Hijo del Padre. Un elemento que había sido anunciado a María (cf. Lc 1,26-38). Con esto el Padre Dios nos revela que el proyecto emprendido por Jesús es conforme a su proyecto de salvación. Y es aquí donde toma el sentido de Escuchar, más allá de tener la actitud de ver. Los discípulos como nosotros podemos ver las maravillas de Dios, muchas de ellas nos sorprenden; pero, lo que es importante es la escucha: Y cuando la voz hubo sonado, se encontró Jesús solo (vv. 36). Jesús es la voz del Padre.

9. Al final Jesús en la experiencia de la transfiguración queda solo (vv. 36a) y, al mismo tiempo los discípulos callan, no dicen a nadie nada del acontecimiento vivido (vv. 36b), solamente lo harán cuando hayan hecho el proceso de comprensión. La Transfiguración es un hecho de anticipación que nos permite ver la gloria en medio de circunstancias que muchas veces no logramos todavía entender y que nos causan incertidumbre, miedo y sufrimiento. Esto nos hace entender que el camino hacia la meta tiene una acción concreta de escuchar o mejor, escuchar caminando hacia la gloria. De esta manera, en esta experiencia de la montaña no podemos dejar de lado a quien nos envuelve y nos invita a participar de su gloria para que con su respaldo podamos llegar a nuestra realización. Tener el respaldo divino da seguridad y confianza para avanzar en todos los aspectos de nuestra vida superando con valentía los problemas, las dificultades y las persecuciones que suelen surgir en el camino como una manera de aprendizaje para progresar sin perder la mirada en la meta. Es decir, que nosotros estamos en la capacidad de transfigurar lo que estamos contemplando en nuestra oración porque es en esta poderosa herramienta como podemos acoger la voluntad del Padre. 

10. Estar unido y atento a las instrucciones de quien todo lo puede, siempre a la escucha del Maestro, nos mueve interiormente para caminar, teniendo la certeza de conseguir y de ver grandes logros que nos harán testigos del amor y la bondad de un Padre que nos recuerda siempre que a él le pertenecemos. Sabemos que esto, aunque suene muy bonito, tiene un precio muy alto servir a esta voz; sin embargo, hacer el camino de la escucha nos transforma, pues nuestro destino será el mismo que ha vivido y experimentado el Maestro. Esta vida se cimienta no en la visión, sino en saber escuchar, caminando hacia la gloria, dejando que la voz del Padre tenga rostro en lo que decimos y hacemos.

11. En resumen, Escuchar, caminado hacia la gloria es aprender a subir a la montaña para escuchar la voz que resuena de parte de Dios, para que al bajar del monte, dejemos que en el silencio activo resuene esta voz dentro de nosotros como un tesoro, una luz bella y radiante que nos hace mantenernos vivos y con rostro en medio de tantas situaciones y circunstancias de nuestra existencia, logrando seguir adelante y con perseverancia, hablando de un Padre que se hace visible cuando hacemos y llevamos al cumplimiento su voluntad. Quienes aprendemos a escuchar la voz de Dios con una actitud de cambio, de ser diferentes, comenzamos a transformarnos, comprendiendo en nuestra vida el camino y la misión a seguir, la cual nos conduce hacia la plenitud y la realización en el amor y en el servicio a muchas personas, sabiendo confiar en el respaldo y la bendición de un Dios Padre a quien le pertenecemos y a quien nos pide escuchar la voz de su hijo para que haciendo su voluntad tengamos la certeza de estar caminando hacia la gloria, mostrando su rostro de bondad y misericordia.
Luis Fernando Castro P.
Teólogo PUJ- Magister en Familia- ULIA
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es

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