EL AMOR DISTINGUIDO E INCONFUNDIBLE Jn 13, 31-35 Domingo Quinto de Pascua (Ciclo C)
EL AMOR DISTINGUIDO E INCONFUNDIBLE
Jn 13, 31-35
Domingo Quinto de Pascua (Ciclo C)
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Luis Fernando Castro Teólogo PUJ |
En algunas ocasiones hemos escuchado y usado una frase que a mi modo de verla me parece negativa y pesimista: "El amor es ciego". Para otros tantos, pronuncian frases como: El amor sigue siendo nuevo porque nunca se ha estrenado, nadie lo ha usado ni mucho menos lo ha practicado. Puede ser que frente a estas afirmaciones haya algo de verdad; sin embargo, hay muchas personas que han asumido el ejercicio y el regalo del amor con responsabilidad, haciendo que nuestra realidad y el mundo en el que vivimos no sea más cruel, complejo y difícil de lo que las malas noticias que producen gran eco nos hacen ver en muchas situaciones de nuestra vida, ocasionando que hoy todavía podamos pensar que es posible vivir con alegría y esperanza en este camino constructivo y progresivo porque el amor ni es ciego, ni tampoco creer que el amor nunca se ha usado. El amor se distingue y es inconfundible. A la Luz de la Palabra de Dios, Jesús reunido en la mesa con sus discípulos, en un ambiente de despedida, habla sobre su glorificación como acto de amor íntimo con su Padre, entregando su vida como fuerza de amor, de identidad y de bendición para la comunidad y para muchas personas. Veamos:
1. Los contrastes que suceden en nuestra existencia no son suficientes ni tampoco una excusa para no querer continuar progresando en la práctica del perdón y la fuerza del amor. Después de que Judas ha salido de la escena, del cenáculo para alejarse de la comunidad y consumar la traición...cuando salió (vv. 31a), Jesús da comienzo a una nueva enseñanza para sus discípulos. Esta ya no tiene ningún valor para Judas, pues él no está dispuesto a permanecer en el proyecto del Maestro y con la comunidad. Judas ha tomado ya su propia decisión poniéndose al servicio del mal, permaneciendo en una situación de oscuridad (salió en medio de la noche (vv. 30), mientras que la enseñanza de Jesús se caracteriza y se relaciona con la luz...Ahora es glorificado el Hijo del hombre y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, Dios también le glorificará en sí mismo y le glorificará pronto (vv. 31b-32). El Maestro habla de la glorificación, habla de la relación entre él y la comunidad...ustedes me buscarán (vv. 33); expresa la relación profunda e intima con su Padre. Este es el modo de Jesús de enfrentar la amenaza que esta en contra de la vida con la victoria de la vida.
2. Pero, en este ambiente de contrastes hay un gesto de los otros discípulos, en el que se muestra el desinterés por la vida y la situación de Judas. Hubo comentarios y conjeturas, pero ninguno tomó la iniciativa de apropiarse y de asumir lo que estaba sucediendo con su amigo. Lo dejaron ir, fueron indiferentes, no se interesaron por su hermano. Esta imagen muestra la actitud de muchas personas que no han entendido el sentido y la fuerza de la resurrección, el cual este signo sólo será de interés solidario cuando todos los discípulos "abracen" a Tomás frente a su duda e incredulidad (cf. Jn 20, 24-29). De esta manera, podemos comprender que en la familia de Dios no solamente existe la fraternidad y la capacidad para amarse, servirse y perdonarse unos a otros, sino además, aparece en estas relaciones la indiferencia, la traición, la negación, el rechazo y la incomprensión de unos hacia otros. Esto llega a ser muy doloroso para muchas personas que les impide avanzar y progresar en el camino que han emprendido; sin embargo, Jesús habla de la gloria (hacer visible, evidenciar), una gracia que no es sólo para él como Hijo de Dios y discípulo del Padre, pues sabe escuchar su voz para actuar según su voluntad, sino también para todas las personas, incluyéndonos a nosotros.
3. En los momentos más oscuros e incomprendidos de la existencia humana y personal se contrapone la gloria de Dios para iluminar y fortalecer nuestro camino y nuestras relaciones con los demás, haciendo que todas las adversidades no nos arrastren hacia la frustración, la tristeza, la derrota y el fracaso, sino hacia los eventos radiantes de la vida y de la victoria (cf. Hch 14, 20b-26), pues en los incómodos avatares que muchas veces nos hacen sufrir o nos llenan de angustia se encierra en sí un sentido de libertad y de alegría que nos mueve a sentirnos más solidarios, a hacer cosas incluso inimaginables para continuar contribuyendo sin límite alguno (cf. Jn 1, 5) a la vida, dejando que la obra de Dios continúe desarrollándose a través de cada uno de nosotros, superando así todo contraste.
4. La clave silenciosa frente a los avatares y contrastes de nuestra vida es el amor. Jesús hablando con ternura a sus discípulos en un panorama de turbación y tristeza: Hijitos míos, ya poco tiempo voy a estar con vosotros (vv. 33), revela en este esplendor de esperanza y de luz el amor extremo, generoso e incondicional del Padre por toda la humanidad. Un esplendor de vida que brillará también en el proceso creciente de los discípulos cuando comiencen a amar con la profundidad y la generosidad con que hizo el Padre y el Maestro a través de la cruz: Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Qué, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros (vv. 34). El amor pleno revelado por Jesús es presentado como fuerza y solución en medio de la traición, de la tristeza y la negación de sus discípulos. En el odio de unos el amor es la fuerza silenciosa capaz de perdonar todo sin esperar nada a cambio, mostrando que Dios está siempre presente porque él es amor (cf. 1Jn 4, 7-9), Él es clemente y lleno de misericordia, lento a la cólera, rico en piedad, es bueno con todos, trata a las personas con amor y cariño, está cerca de quienes le invocan con sinceridad (cf. Salmo 114, 8-13b).
5. El amor no es adsorbente ni busca acaparar nada ni a nadie. El amor es una fuerza expansiva para el mundo, para aprender amarnos unos a otros con generosidad y abundancia. Saca a flote lo mejor de cada uno de nosotros. Nos transforma, nos permite actuar de una manera nueva. El amor es servicio a quienes lo necesitan más, haciendo sitio en el corazón y en la vida a quienes la sociedad no ve ni le preocupa. El amor es defensor de aquellas personas que se sienten débiles, frustradas y pequeñas, los que no pueden defenderse por sí mismos ni son considerados importantes. El amor nos acerca a las otras personas logrando superar muchas veces la soledad y la enemistad entre unos y otros. En este sentido, el amor es la cédula, la carta de presentación de los discípulos de Jesús y, por supuesto de todos nosotros, no sólo porque hemos sido creados por el amor como imagen de Dios, sino además porque estamos invitados a amar y conducir hacia el amor como muestra inseparable de la fraternidad de quienes participamos y hacemos parte de esta gran familia del Dios Amor y resucitado. Este amor es distinguido, diferente e inconfundible porque no busca satisfacciones ni seguridades con intereses particulares, piensa solamente en hacer bien, regalando lo mejor que se tiene, logrando mostrar la mejor versión de amor que cada uno como personas somos y hemos sido creados.
6. Amar, entonces significa ponernos al servicio de muchas personas, obrando siempre el bien a todos sin obligaciones ni exigencias (cf. veamos el signo del lavatorio de los pies y el sumo respeto de Jesús por la libertad y decisión de Judas). Muchos hemos conocido lo que es el amor: en que él ha dado su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por los hermanos (cf. 1Jn 3, 16). Esta es la manera concreta como Jesús sigue presente en medio de la comunidad y, como los discípulos se identificarán y se distinguirán de otros (vv. 35). Esto no se trata de un amor en abstracto e inalcanzable. El amor de los discípulos es el comportamiento y las actitudes del Maestro: como yo los he amado (vv. 34b). El amor no se centra ni se caracteriza en amar por amar sintiendo "maripositas en el vientre", sino en amar como él nos amó dando lo mejor de nosotros para que otros descubran en ellos la riqueza de ser amados. Por eso, este amor sabe aceptar al otro, ayuda a muchos, facilitando caminos de progreso y crecimiento que a la postre fortalece las relaciones humanas, recuperando la confianza y la fraternidad. Este amor transforma porque sabe despojarse de sí mismo para buscar siempre hacer lo mejor para muchas personas con desinterés.
7. Hoy tenemos tantos ejemplos de esta gran verdad sobre el amor como fuerza y solución para el mundo. Cabe ver cuántas comunidades y personas pasan su vida entera sirviendo a los enfermos, a los huérfanos, a los marginados en los distintos rincones de nuestro planeta; sin embargo, la gente que se ocupa de amar no es buena noticia ni de interés prioritario para los distintos medios de comunicación porque a ellos sólo les interesa hacer eco al mal, a las injusticias, a los escándalos y las guerras. Pero, no por esto, podemos olvidar a estas muchas personas que sintiéndose amadas por Dios, dedican gran parte de su vida sembrando bien, repartiendo y distribuyendo amor (cf. Jn 6, 11-15) sin esperar ninguna otra cosa que hacer este ejercicio constante de amar sin medida para que se multiplique. Este es el desenlace entre la lucha del bien y las fuerzas que prefieren hacer mal (cf. Ap. 21, 1-5a) porque quien ama constituye el testimonio más fehaciente de la victoria de la vida y del amor sobre el mal y la violencia, pues en el servicio verdadero del amor no estorban los pequeños, sino aquellos que se sienten grandes. De esta manera, entendemos que el verdadero amor no se confunde con otras manera de amar, pues no se reduce solamente a un afecto, como tampoco a un satisfacción o a un placer; el amor es la solución que Dios nos da para vivir y crecer en todos los aspectos, pues todos estamos necesitados del Amor para amar y para avanzar sin que nada nos pueda detener como fuerza y solución silenciosa para el mundo.
8. El ejercicio de amar toma sentido de una verdadera y única luz cuando irradia sus rayos a un mundo oscuro necesitado de fuerza y de vida para actuar. Jesús afirma de una manera contundente a sus discípulos que el amor es la fuerza que los distingue: En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros (vv. 35). La credencial de la nueva comunidad de los discípulos y amigos de Jesús se traduce en una distinción llamada el amor, la cual se muestra más en los hechos concretos que realizamos, no tanto en las palabras que expresemos, pues hablar es muy fácil y bonito, pero sí en las acciones porque hacen parte de otra realidad y, donde es necesario muchas veces superar toda observancia de ley y organización de la vida. El amor como acción ha de ser entonces visible (gloria) para que sea reconocido por muchas personas. Esto por supuesto, requiere primero hacer conciencia del amor de Dios en nosotros porque cuando asumimos y acogemos el amor de Dios en cada uno nosotros, dejando atrás el egoísmo y la zona de confort, la zona de pánico para servir y entregarnos a quienes necesitan del amor entonces haremos mayores y mejores cosas para bien de todos. Este es el dinamismo inicial para que podamos abrir espacios vitales con nuevas y fortalecidas relaciones con los demás, atrayendo y permaneciendo como lámparas radiantes que irradian luz y esperanza ante las distintas situaciones oscuras y adversas en la sociedad.
9. En resumen, el amor, como fuerza y solución para el mundo es nuestra identidad que nos mueve a estar dispuestos contantemente a servir y a colaborar con generosidad y abundancia, acogiendo a quienes necesitan del amor y de la amistad de Dios. Este amor no podemos perderlo nunca de vista porque lo que se ha recibido con tanta generosidad sólo es posible continuar difundiéndolo cuando lo asumimos con responsabilidad, haciendo mucho bien a muchas personas, en una actitud de servicio y de lucha contra todo lo que deshumaniza y hace sufrir a las personas, dejando ver el verdadero sentido de la gracia de la resurrección como dádiva generosa del Padre para todos sus hijos, la cual consiste en identificarnos y vivir el amor con intensidad en el espíritu del Amor abundante y de gran calidad del Padre y del Hijo que se desborda constantemente para dar vida sin límites y sin ninguna reserva. Quien ama se distingue de otros, superando lo habitual que es amar a quienes nos aprecian o son cariñosos con nosotros solamente, logrando ser personas inconfundibles por ese estilo de amar que consiste acercarnos a quienes pueden estar necesitando de amor y de vida, como lo ha hecho el mismo Dios que es amor hacia nosotros, de manera abundante y generosa.
Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es
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