NO ESTAMOS SOLOS PARA HACER EL BIEN Mc 9, 38-43.45.47-48 Domingo Vigésimo Sexto Tiempo Ordinario (Ciclo B)
NO ESTAMOS SOLOS PARA HACER EL BIEN
Mc 9, 38-43.45.47-48
Domingo Vigésimo Sexto Tiempo Ordinario (Ciclo B)
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Luis Fernando Castro TEÓLOGO PUJ |
Estamos en un tiempo en el que cada persona, se ocupa más de sus propios asuntos y actividades cayendo en un mero individualismo, provocando poco interés por involucrarse con lo que sucede a sus alrededores y con la situación de las demás personas. Buscamos más las prioridades de competencia y rivalidad, ganando privilegios en lugar de tomar la decisión de cooperar. Pero, es mucho más lamentable que algunas personas queriendo hacer el bien estén señaladas por aquellos que creyendo saberlo todo no actúa en función de los demás, centrados en sus propios esquemas y en sus ideas de reconocimiento y de poder soportados en una vía de exclusión. A la Luz de la Palabra de Dios, los discípulos de Jesús, encabezados en esta ocasión por Juan el hijo de Zebedeo, denuncian y quieren impedir a uno que no era del grupo por estar actuando en el nombre del Maestro. La respuesta de Jesús se encamina a romper toda actitud sectaria y de dominio, invitando a alegrarse por todos los que viven de una manera distinta su estilo de vida, cooperando y sirviendo a los demás. Veamos:
1. Pasar de la competitividad a la cooperación nos exige valorar y desarrollar la capacidad de inclusión, superando el deseo de poder y de grandeza para que actuando con humildad y pequeñez sirvamos y contribuyamos en el bienestar de muchas personas, evitando escándalos y logrando estar envueltos en el amor de un Dios que no tiene límites y siempre sale al encuentro de los que él más ama. La escena que se nos presenta es sorprendente y tensa porque en el camino hacia Jerusalén el ambiente que se respira entre los discípulos no es nada tranquilo. Muchas cosas están en su interior que todavía no acaban de comprender. Los discípulos de Jesús preocupados más por los primeros puestos de privilegio no han captado el mensaje de la pasión, muerte y resurrección de Jesús (cf. Mc 9, 30-37), causando rivalidades, escándalos y competencias entre unos y otros, incluso con aquellos que hacen no hacen parte del grupo. Es así, como Juan el hijo de Zebedeo siendo el portador del grupo de los discípulos le trae un problema a Jesús: Hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y no viene con nosotros...(vv. 38a). El grupo de los discípulos de Jesús, no sólo están preocupados por saber quién es el mayor, el más grande, el más aventajado, sino que ahora también pretenden tener la exclusividad y el monopolio de la acción salvadora de Jesús. No les cabe en su cabeza darse cuenta que existen otras personas que sin hacer parte de su rol y de su grupo pueden hacer bien a la humanidad. Los discípulos cercanos a Jesús prefieren seguir la línea del conflicto, que en consecuencia aleja del proyecto de Dios. El problema, entonces es la incomprensión en la propuesta de Jesús. Los discípulos siguen sin comprender el camino que el Maestro propone.
2. Los discípulos están preocupados y se escandalizan porque una persona que no era parte del grupo está actuando en nombre de Jesús y, en lugar de alegrarse piensan que aquella persona está haciendo algo indebido porque no era del grupo ni tampoco había sido enviado y, por tanto, hay que impedírselo hacer: …nosotros tratamos de impedírselo porque no venía con nosotros (vv. 38b). La acción de impedir por parte de los discípulos se inclina más por estar pensando en el prestigio de su propio grupo, por pretender guardar un dominio o creer que el poder otorgado por Dios es solamente para ellos: no nos seguía. Se inclina más por sus lógica que por ayudar a las personas a iniciar una vida mucho más humana. Esto los lleva a ser excluyentes. Por eso, tratan de poner obstáculo, cortando de raíz la actuación de aquellas personas que quiere hacer bien, aun sin pertenecer a un grupo específico. El argumento que dan los discípulos es "No es de los nuestros", dando como supuesto o como requisito que para servir al Señor es necesario pertenecer a un grupo exclusivo y, en efecto, nadie podría trabajar por obtener un mundo mucho mejor, si no hace parte de los discípulos. Esto es una manera de poner fronteras al poder, a la autoridad que se les había dado. Quieren formar una elite caracteriza por el hermetismo y sus propios intereses.
3. Qué difícil es para muchos valorar lo que hacen otras personas, les ponemos obstáculos y llegamos a prohibir sus acciones (cf. Nm 11, 25-29), creemos en muchas ocasiones que ya todo lo sabemos y nadie hace mejor lo que nosotros hacemos; ni nadie ha vivido lo que nosotros hemos experimentado, sucumbiendo en un exclusivismo, en actuar con cierta superioridad, llegando incluso a sentirnos dueños de lo que hemos recibido y lo que nos han dado por gracia. Nos liquidamos por formar ciertos grupos que tienen el objetivo de competir, de rivalizar, convirtiendo la vida en un campo de batalla, donde todos quieren ser los primeros, todos quieren ganar pasando por encima de los demás sin tregua. Es una carrera de competitividad, pero de poca valoración personal en favor de lo que pueden hacer las otras personas por la acción del Espíritu Santo (cf. 1Cor 12, 1-3). Es un afán ante un sentido de pertenencia que excluye porque no camina o no comparte la misma experiencia con nosotros. Muchos usan el nombre de Jesús, caminan con él; pero, queda claro que sus acciones son excluyentes.
4. Existe una frase muy conocida en el lenguaje cotidiano de las jergas hispanas para referirse a algunas personas que por tener una actitud egoísta o por ineptitud estorban, se cruzan en el camino poniendo obstáculo a todo y a todos. No hacen, pero tampoco dejan hacer: Ni raja ni presta el hacha. Los discípulos de Jesús habían tenido la oportunidad de expulsar el demonio de un niño epiléptico (cf. Mc 9, 14-18), pero no habían podido y, ahora ven cómo un extraño y externo de la comunidad de los Doce logra hacer signos: …expulsa demonios... A los discípulos les incomoda y les molesta que otros estén haciendo lo que ha ellos supuestamente les corresponde y, quieren prohibir la acción de aquella persona porque están más enfocados por obtener los primeros puestos de honor, el reconocimiento. Sin embargo, en este ambiente tenso suceden dos cosas interesantes. Por una parte, la respuesta de Jesús no está en la línea de lo que pensaban sus discípulos. Su respuesta es rotunda y contundente: No se lo impidan...(vv. 39); pero por otro lado, la respuesta de Jesús muestra cómo la fe no es un título o una marca para que solamente algunos la usen y se adueñen de esta gracia. No estamos solos para hacer el bien, existen muchos que hacen el bien sin pertenecer a nuestro grupo. Y, no por eso, hay que impedir su actividad o su trabajo.
5. La fe según el Maestro no pertenece a algunos, como si fuera un monopolio, el cual hay que cuidar y meter en una burbuja para que nadie lo toque, sea admirado y nada más. Además, por qué prohibir a otro que haga cuando a los que les corresponde hacerlo están mirando para otro lado (cf. Santiago 5, 1-6), tienen otros intereses y perspectivas. El Amor de Dios no tiene límites ni cercas, como tampoco alguna frontera que prohíba que otros, aunque no sean de nuestro grupo haga el bien a los demás, incluso lo haga de una manera distinta y de otra forma. Es maravilloso ver cómo muchas personas se esfuerzan y se dedican a servir a otras personas, salen en busca de los demás, golpean puertas, buscan mejorar la calidad de vida de otros, abren espacios para ayudar a crecer y avanzar, poniendo toda su atención, no en sí mismos, sino en la manera que otros logren iniciar una vida más humana. El Nombre de Jesús y su fuerza humanizadora es más importante y más grande que la comunidad de los discípulos y, por eso, mientras que los discípulos cercanos a Jesús todavía no siguen el pensamiento del Maestro, otros movidos por el amor actúan en nombre de Jesús: pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mi, pues el que no está contra nosotros, está por nosotros (vv. 39-40). Entonces, no se trata de tener grandezas y de sentirnos aventajados, superiores a otros, ni mucho menos despreciar lo que otros hacen. Allí donde se hace el bien en Nombre de Jesús no hay que bloquearlo. Todo lo que a los ojos de Dios tenga valor, también debe ser reconocido por nosotros sin que esto implique perder la autenticidad de hacernos primeros en el servicio a muchas personas. Hacer el bien no es exclusivo para algunas personas, es una tarea que nos corresponde a todos.
6. Lo mejor para esta acción de vida es dejarnos envolver por el amor de Dios, alegrando el corazón y admirando todo lo que puede hacer Dios a través de otras personas y en nosotros sin ninguna incertidumbre o algún resentimiento, que si bien muchos no están con nosotros y junto a nosotros porque tal vez no profesan nuestra misma fe, esto no significa que no estén haciendo el bien a los demás, sembrando semillas de vida y de generosidad. Es bueno que la Buena Noticia pueda extenderse más allá de algunos grupos ya establecidos para que colaborando unos con otros, creando lazos de fraternidad y de amistad podamos vivir de una manera mucho más humana. No se trata, entonces de excluir. El camino que nos hace crecer y avanzar se llama inclusión porque no estamos solos para hacer el bien, esta es la vía de la vida porque quien hace bien está a nuestro favor. El camino del discipulado tiene su identidad; pero no puede caer en la ruta del exclusivismo, esa no es nuestra tarea. Hemos de apoyar e impulsar en lugar de señalar y descalificar: Todo aquel que os he de beber un vaso de agua... (vv. 41-42). Este pequeño servicio de dar un vaso con agua es un gesto que nos pone en sintonía con el proyecto de Dios. Por eso, cada grupo que existe puede aportar algo para que todos podamos crecer y vivir de una manera mucho más saludable. Muchos de esos grupos reconocen lo que hacemos como personas y como comunidad, pues asimismo nosotros estamos invitados a reconocer lo bueno que hacen ellos para aportar a la vida, trabajando juntos por mejorar la calidad humana. Nadie puede creerse superior a nada ni a nadie ni tampoco pretender creernos dueños de lo que no nos pertenece, creyendo ingenuamente que solamente algunos somos portadores de la gracia del Espíritu.
7. La escuela de Jesús, entonces no es una institución cerrada y exclusiva para algunas personas. Esto no es posible ni se concibe en el programa de Jesús. La escuela del Maestro es un espacio de vida abierta para todos donde es posible en nombre de Jesús invocar a todos para hacer el bien, trabajando por un mundo más justo y humano sin tener que pertenecer a un grupo específico, convirtiéndonos en motivo de alegría, de esperanza y de vida para otros (cf. Salmo 18, 8-14). Es importante que nos alegremos y demos gracias por los que superan el "no puedo" y la frase "No estamos formados" con el fin de comunicar buenas noticias, aunque lo hagan con pequeños o grandes gestos de vida. ¡No prohibamos, mejor avancemos! Evitemos provocar escándalos poniendo piedra de tropiezo para otros (vv. 42), dañando y atravesándonos en la vida de las otras personas, impidiendo hacer y crecer. Renunciar a la voluntad del domino y de los proyectos meramente egoístas es superar la rivalidad para servir con amistad y fraternidad valorando el servicio que otras personas hacen, buscando que el mundo se mueva de una manera más saludable y fraterna.
8. En este sentido, Jesús usando una metáfora con algunos órganos vitales como la mano (el deseo de poseerlo todo), el pie (la decisión de andar en pos de alcanzar lo que se desea y se quiere poseer) y los ojos (visión y pensamientos en beneficio propio) (vv. 43-47) muestra cómo los deseos humanos cuando se hacen exclusivos para algunos trae en consecuencia efectos negativos porque se olvida de poner la mirada en lo que también son y hacen los demás. Se olvida muchas veces de gastar lo que se ha recibido para construir la vida, dejando que todo se consuma en el fuego donde se queman las basuras (gehena). Así que, renunciar a nosotros mismos a lo que retenemos y a lo que deseamos para poder compartirlo, sirviendo con fraternidad es una decisión que debemos tomar con el fin de cortar con nuestro mal comportamiento de señalar y de poner obstáculos a los que quieren hacer el bien. Seguir lo planes egoístas y de pretensión de dominio u optar por pisar fuerte en nuestra vida actuando en nombre de la vida y de Jesús, logrando que otros inicien una nueva vida, aunque esto implique realizar algunos esfuerzos para estar siempre a favor de Jesús son dos caminos que tenemos al frente. Aquí en este punto está en juego la vida porque cada comportamiento que realicemos afecta o impacta nuestra existencia. Por eso, hay que cortar a tiempo los malos comportamientos para que no dañemos nuestra vida ni tampoco la de muchas personas que quieren hacer el bien. La decisión está en cada uno de nosotros, basados en un profundo discernimiento que nos facilita comprender que no estamos solos para hacer el bien.
9. En resumen, crecer y ganar son dos verbos que necesita muchas veces de esfuerzo y de renuncias significativas; pero lo importante en este camino no es pensar en lo que debemos renunciar, sino en lo que podemos ganar y disfrutar cuando superamos la rivalidad, la competencia, el deseo de dominar para compartir y servir con amistad y fraternidad, viendo en los demás la acción de un Dios que no sólo tiene la capacidad de actuar en todos por amor, sino que al mismo tiempo se ofrece como holocausto...pues todos han de ser salados con fuego (víctimas agradables a Dios) (vv. 49) entregando su vida por amor a la humanidad sin crear escándalos o impidiendo que otros también aporten a nuestra vida haciendo el bien. Para esto es importante evitar esos impulsos dañinos que llevamos dentro de nosotros para que haciendo un buen discernimiento actuemos con buenas decisiones, logrando ponernos siempre al lado de lo que nos produce vida y de quienes sin mucho bombo se esfuerzan por hacer el bien a la humanidad. Pertenecer a Cristo es asumir con responsabilidad no sólo su forma de pensar, también es necesario asumir sus comportamientos. Nuestro compromiso y nuestras tareas no consiste en pretender luchar contra otras personas, sino contra nosotros mismos, en el combate de nuestra propia existencia interior para que sepamos cortar a tiempo lo que no conviene y no sirve como aporte para nuestra vida y, asimismo para la de muchas personas a las que estamos llamados a servir con generosidad y sin ninguna reserva en el nombre de Jesús.
Luis Fernando Castro Parra
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es
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