SOMOS ANUNCIADORES CON LA FUERZA DEL RESUCITADO Mc 16, 15-20 Domingo Solemnidad de la Ascensión (B)

SOMOS ANUNCIADORES CON LA FUERZA DEL RESUCITADO
Mc 16, 15-20
Domingo Solemnidad de la Ascensión (B)
Luis Fernando Castro Parra
Teólogo PUJ

Lo que distingue a las personas es la actitud con la que asumimos las distintas situaciones y circunstancias de la vida; algunos lo hacen con responsabilidad y con cordura, consiguiendo salir de la zona de comodidad para aventurarse hacia el alcance de nuevas propuestas y el logro de ascender, de subir hacia las metas para continuar haciendo algo más que genere mucho más vida, aportando con responsabilidad. La llave o la clave de acceso para esta actitud consiste en superar algunos elementos o aspectos de nuestra existencia, como el miedo, la terquedad y la tristeza, saliendo de aquello que nos paraliza, que nos hace inactivos para lograr dar el paso hacia adelante, arriesgando algo más para hacer, cooperando en el crecimiento y en el mejoramiento de nuestra calidad de vida de manera integral. A la Luz de la Palabra de Dios, Jesús antes de ascender a la casa del Padre, envía a sus discípulos como testigos, anunciadores de la vida y de la esperanza; los envía con algunas recomendaciones y signos de fe para que proclamen la Buena Nueva a toda la creación con la colaboración y el trabajo del resucitado. Veamos: 

1. Las personas que arriesgan en su vida, llegan a destacarse entre los demás porque sobresalen en lo que hacen; son valientes porque confían en sí mismos, no se quedan mirando hacia arriba para que les rose el aire, sino que se disponen a continuar hacia adelante con valentía confiando en el respaldo divino que nos los abandona, que está siempre presente, que aunque elevado al cielo el Señor, saben que él sigue en comunión en el mundo: ...colaborando el Señor con ellos...(vv. 20b). Jesús resucitado, antes de volver a la casa del Padre envía a sus discípulos a proclamar la Buena Nueva a toda la creación (vv. 15) y, estos asumiendo con responsabilidad el mandato divino salen a predicar por todas partes (vv. 20a) con la confianza de saber que no están solos, mostrando que el buen Dios sigue contando con nosotros para continuar su obra porque le pertenecemos a él (cf. Hch 1, 11); él sigue operando, gobernando, dinamizando toda nuestra vida para continuar haciendo algo grandioso en cada uno de nosotros (cf. Hch 1, 8) con la posibilidad de responder como testigos de su causa, superando obstáculos, avanzando y creciendo para ser mucho mejor de lo que ya se ha logrado alcanzar: serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra (Hch 1, 8c). Todos estamos dotados, disponibles y cercanos a la gente, con la finalidad de continuar avanzando, de seguir ascendiendo en todo lo que hacemos y, en cualquier situación sin detenernos para que contribuyendo en el progreso y en el mejoramiento de nuestra calidad de vida se transparente el rostro, el anuncio vivo del resucitado. Todos estamos en la capacidad de contribuir a cambiar el mundo.

2. En esta misión como obra del Señor vamos acompañados con algunos signos: las curaciones, el hablar en lenguas y la protección ante los distintos ataques de serpientes y venenos (vv. 18-19). La proclamación de la Buena Nueva está respaldada por el Señor resucitado. Por eso, la orden prioritaria será, Anunciar. Id...y proclamad... (vv. 15). Jesús no pide hacer otra cosa diferente a anunciar. Esta es la tarea de los discípulos. El contenido del anuncio no se basa en ideas especiales o particulares ni tampoco en logros personales, se fundamenta en el evangelio, en la Buena Nueva (vv. 15b). Anunciamos un proyecto de vida para vivir constantemente porque la misión no se detiene, no se envejece. Anunciar es la acción de no quedarnos callados ni encerrados en nosotros mismos, superando las crisis e identificando con claridad las palabras de vida que impactan y renuevan la creación. Este anuncio se proclama a todo el mundo: ...proclamad... a toda la creación (vv. 15c), no tiene fronteras ni límites. Estas son las palabras que late en el corazón de Jesús para sus discípulos como una manera de animarlos y haciéndoles participes de su misión porque si nos callamos otros hablarán y nos desviarán de lo que es su proyecto. Como discípulos tenemos que dar razón de la esperanza con calidad de vida y responsabilidad. Jesús se va, pero confía en sus discípulos, animando a que todos podemos lograr que este anuncio llegue a todos los lugares, pueda resonar en el corazón de muchas personas. A esta tarea los discípulos les costo creer, y Jesús creyó en ellos para que avanzarán sin ninguna medida, fueran anunciadores de la Buena Noticia con la fuerza del resucitado, recordando que hay mucho más después de la muerte.

3. Esta predicación va acompañada por distintas señales para mostrar que Jesucristo está por encima de toda forma de muerte: Estos son los signos que acompañarán a los que crean...(vv. 17). Aquellos que crean expulsarán demonios, no tanto por un exorcismo, sino por la capacidad de reconocer lo que impide que el ser humano se realice y sea él mismo. No se trata de postrarse ante los ídolos de poder y deseo de liderazgo, es superar lo que divide y separa en la sociedad para que todos creyendo vivamos en libertad. Hablarán lenguas nuevas (vv. 17b) es de aquellos que creen que son capaces de hablar un nuevo lenguaje más allá de mentiras, manipulaciones y chantajes. El nuevo lenguaje de la vida es de quienes reconocen que las situaciones adversas no tienen la última palabra, sino que con responsabilidad y capacidad miran mucho más lejos, tejiendo una serie de relaciones novedosas que superan la indiferencia, trayendo la grandeza de la humildad, la mansedumbre y el amor en el quehacer de nuestra existencia. Los que creen …agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño (vv. 18), éstos saben confiar en Dios haciendo el bien. Los peligros de la vida no afectará nuestra relación con Dios, como tampoco recurriremos a trampas para vencer. Estaremos confiados en el respaldo divino. En esta palabras maravillosas de Jesús a sus discípulos, él añade: los que creen, impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien (vv. 18c). Esto es importante porque quienes creen no están preocupados y centrados en sí mismos, están poniendo su mirada en los enfermos, saben que una persona puede ser aliviada cuando se acompaña, se apoya y se convierte en centro de nuestra atención, haciendo el bien, facilitando caminos que le ayude a crecer e ir mucho más lejos de lo que ya ha logrado alcanzar. En un mundo de serpientes y de demonios, de luces y sombras, de divisiones y chantajes es relevante expresar signos de vida y de esperanza, estando al lado de las personas que amamos y de las que hoy necesitan mucho más de ese amor que proviene de la fuerza del resucitado.

4. La lista de signos en las palabras de Jesús es prometedor y comprometedor porque nos evita limitarnos en todos los sentidos. Podemos hacerlo con toda confianza en todas partes, hasta los límites de lo imaginario, luchando contra el mal de la indiferencia y de lo que constantemente busca separar y dividir. Esto significa que la preparación de la predicación es relevante porque prepara el corazón de la persona para que ésta sea curada y comience a vivir de un modo distinto. La curación de un enfermo confirma el sentido y el valor de la predicación, de lo que anunciamos basados en el evangelio y de la manera como nos sintamos colaborando y trabajando en el proyecto del resucitado (vv. 20). El anuncio es transformador, suscita un camino de crecimiento y de realización que nos genera una nueva vida y nos pone en sintonía con la acción permanente del resucitado, señalando que la Ascensión de Jesús va mucho mucho más allá de una crónica o del paso de lo humano a lo divino, es la forma de señalar el triunfo, la plenitud de la vida (cf. Ef. 1, 17-23) para nosotros y para mucha gente a la que nos acercamos y estamos a su lado. Esto es el arte de salir de las parálisis mentales que nos quieren mantener en nuestra zona de pánico o de confort; es hacer algo más, no sólo porque está sostenida o por saber que le pertenecemos a Dios, que él es quien gobierna nuestra vida, nuestro interior, que toda nuestra vida está impregnada, fortalecida por dentro y por fuera de Dios, sino también porque estamos participando de su obra y de su acción eterna, facilitando caminos que propagan la Palabra en el universo, superando todo obstáculo que pretenda impedir el crecimiento de otras personas y la de nosotros en el camino hacia nuestra propia plenitud. 

5. Salir de las parálisis porque le pertenecemos a Dios es asumir con responsabilidad todas las situaciones de nuestra existencia, dejando que el Señor sea quien gobierne y dirija nuestro camino creciente. Jesús resucitado despidiéndose de sus discípulos, nos deja la misión de continuar los pasos, de ser sembradores de la justicia, del amor, de la paz, porque el Reino de Dios aún no está en su plenitud y, por tanto, hay que trabajar, sembrar, abrir nuevos caminos que facilitan avanzar, logrando ser un pilar de luz en la vida de las distintas personas, mostrando que Jesucristo está vivo y actuando en nuestra historia. Por eso, el que se va, el que se ha ido al cielo (Hch 1, 11) vuelve (parusía) actuando dentro de la comunidad con signos de transformación, signos de vida que muestran no una ausencia, sino una presencia viva activa que renueva y hace crecer para continuar aportando algo más al mundo. De este modo, no estamos partiendo de cero porque hay una experiencia que trasciende el nivel del mundo y de la historia (cf. Ef. 1, 17-23), una fuerza que nos hace ascender para que participemos de la vida eterna, donde hay siempre la posibilidad de contribuir con lo que somos y con lo que tenemos, conduciendo nuestra vida hacia una nueva experiencia: Ellos salieron a predicar por todas partes... (vv. 20), hallando nuevas oportunidades, para disfrutar de nuevos resultados, de señales tangibles que seguramente nos irán acompañando por lo que hacemos junto a la presencia del Señor resucitado y ascendido al cielo. 

6. En un mundo complejo como en el que nos movemos parece que es más fácil acomodarnos a nuestras situaciones y a los distintos miedos y formas de vida que disfrazadas de pánico encuentran la excusa perfecta para no crecer y no avanzar;  sin embargo, saber que le pertenecemos a Dios porque él continúa presente en nuestra vida, en nuestro interior, dándole sentido y dinamismo para que participemos de su obrar es importante porque muestra que su ascensión no es cuestión externa, sino una realidad grandiosa, una fuerza presente en nuestro interior para que participando de esta relación eterna contribuyamos en el proceso y calidad de nuestra vida, logrando que el Señor ascienda entre aclamaciones, con gritos de alegría (cf. Salmo 46,2), donde el mismo Señor...colaborando con ellos, confirma la Palabra con los signos que la acompañaban (vv. 20b). Todos como personas estamos llamados a narrar con nuestra vida y nuestra historia las palabras de Jesús. La palabra no es sólo para que el que cree, es también para quien anuncia juntando fuerzas, colaborando juntos (Sinergia) con la fuerza de Jesús resucitado. Él es nuestra fuerza, nuestro motor, nuestra energía para avanzar y abrir caminos de vida y de esperanza para todos. Esto es creer en la fuerza regeneradora del evangelio que es Buena Noticia, un dinamismo que nos contagia y nos identifica como verdaderos seguidores de Jesús.

7. El Señor resucitado es parte de nuestra labor y de nuestras tareas. Contamos con su respaldo porque él no estará ausente ni tampoco actuará indiferente a lo que él mismo nos ha enviado a realizar. Todos somos capaces de hacer cosas cuando las fuerzas se unen a las fuerzas divinas, dejando que Dios actúe a través de nosotros como extensión de su obra. Él nos da la confianza y la responsabilidad para lograr esta tarea inmensa y retadora, la cual sirve como matriz de vida ante tanta dispersión que experimentamos en nuestra sociedad. La fidelidad y la fuerza del resucitado va más allá de nuestras expectativas, confía más en nosotros, que lo que cada uno de nosotros podemos imaginar. La fuerza del resucitado se entrelaza en nosotros como una energía que trabaja con quienes anunciamos. Funciona y construye con nosotros, cuando funcionamos y construimos paz, justicia y amor porque el mundo mirado mucho más lejos nos permite ver que éste es nuestro, que es posible servir como señores de la historia para que confiados en él hagamos cosas que contagie de amor a todas las gentes.  

8. Por supuesto, esta experiencia encierra el riesgo de encontrarnos con algunos que creerán más por ver un absurdo (vv. 16) o porque pensarán que es ridículo aportar para avanzar queriendo persuadir para que no continuemos hacia adelante, sostenidos en la alegría y en la firmeza que nos ofrece saber que el Señor está presente, vivo y actuante en nuestra vida. No obstante, el riesgo no consiste en lo anterior, sino en pretender quedarnos estancados, mirando hacia el cielo (cf. Hch 1, 10), aportándole al mundo la comodidad y la indiferencia, como si la realidad que nos rodea no nos interesará o como si ya no hubiera nada más que aportar para continuar creciendo y mejorando lo que ya está hecho. Si nosotros lo intentamos o al menos hiciéramos la prueba de levantar nuestra mirada confiada como el Señor confía en nosotros, entonces veríamos cómo sí es posible abrir caminos de esperanza que anuncia la Buena Noticia de la vida, una palabra que obra de maneras sorprendentes cuando abrimos nuestra boca para anunciar buenas noticias y, cuando nos movemos para estar cerca a la gente que necesita descubrir la fuerza del resucitado que está funcionando en su interior.

9. En resumen, somos anunciadores de la vida con la fuerza del resucitado. Somos las manos y los pies de Jesús que funciona cuando abrazamos y caminamos hacia la gente que nos necesita. Somos la voz de tantos que no tienen voz; una voz que viene de la Palabra y del amor de Dios, como fuerza, como energía que nos conduce hacia algo mucho más grande y asombroso. Por eso, salir de nuestra parálisis para entrar a participar, para ascender junto al Señor, es tener siempre un motivo, algo más por hacer y para aportar, desde cualquier aspecto de nuestra vida a nuestra calidad de vida, pues ascender es mirar hacia el cielo con los pies bien firmes en la tierra, mostrando algo mejor como bendición para nosotros y para los demás, dando el paso constante a edificar en todas las direcciones que nos implican estar en la travesía de nuestra vida. Ascender es volver a la fuente de la vida para hallar la frescura y la fuerza del resucitado que se mueve en nosotros para que abriendo nuestra boca y poniendo en disposición todo lo que somos anunciemos por todas partes el regalo de la resurrección. Este es nuestro testimonio de pertenecer y participar en la obra actuante de Dios, fuerza y energía de amor y de esperanza para todas las gentes.
Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es

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