DEJARNOS AMAR POR EL AMOR DEL PADRE Jn 15, 9-17 Domingo Sexto Tiempo de Pascua (B)

DEJARNOS AMAR POR EL AMOR DEL PADRE
Jn 15, 9-17
Domingo Sexto Tiempo de Pascua (B)
Luis Fernando Castro
TEÓLOGO PUJ 

Nos hemos preguntado en el algún momento cómo crecer en el amor para que este fruto sea duradero. Amar es una acción, fruto del amor recibido, éste es el fundamento para permanecer para habitar donde se ama. Sentirnos amados nos facilita amar sin medida, aún cuando las personas cercanas, como nuestros padres, superiores e incluso nuestra propia familia, hayan fracasado o no hayan correspondido en el intento de amarnos. Amar de una forma creativa y creciente nos facilita relacionarnos mucho mejor con los demás porque nos permite acompañar, cuidar y servir desde las condiciones reales y propias que vivimos, dando constantemente frutos de vida y de alegría. Este amor sabe convertir los momentos difíciles y de tristeza en una oportunidad para continuar hacia adelante, avanzando hacia las metas que nos hemos propuesto. Amar sin medida se convierte en una pasión que nos plenifica, dándole sentido a nuestra vida, pero a su vez se convierte en una pasión por generar vida, capaz de trascender y de construir amistades más allá de cualquier frontera u obstáculo de nuestra propia vida. A la Luz de la Palabra de Dios, Jesús muestra a sus discípulos el dinamismo creciente del amor, donde él como imagen visible del amor muestra el amor de un Padre que sabe llegar hasta las últimas consecuencias. Veamos: 

1. En este dinamismo de amar sin medida nos encontramos de un modo sorprendente, que esta acción no está encerrada al tamaño de nuestro pensar o de nuestro deseo de actuar, como tampoco nos genera solamente entusiasmo, sino que actúa de una manera progresiva y creciente, más allá de los podemos imaginar y proyectar. El fundamento y la base sólida de este amor es saber recibir el amor para sentirme amado y, asimismo poder amar hasta el extremo. Jesús comienza diciendo en esta maravillosa página de vida: como el Padre me amó yo también los he amado a ustedes (vv. 9a). Todo un canto de amor, de alegría y de don. Con estas palabras el Maestro nos está mostrando el secreto y origen de su vida y de su misión, un camino trazado hacia el Padre: Sentirnos Amados por el Padre, quien es la fuente de la vida y del Amor (cf. 1Jn 4, 10). Todos somos amados por el Padre y el Hijo. Un amor fundante que respiramos. Un amor primero que mana del Padre y del Hijo, un amor que fluye dentro de nosotros.

2. Este amor no es solamente un vinculo o un acto que estamos buscando como un deseo, es un amor que nos precede, un acontecimiento que nos envuelve para que podamos permanecer en este amor: Permaneced en mi amor (vv.9). Este imperativo nos suscita estar siempre ahí, como estar en una casa donde podemos habitar con seguridad, inmersos en un gran océano de amor. Todos nosotros ya estamos dentro de este amor del Padre y del Hijo y, por eso, no es necesario huir ni salir corriendo poniendo resistencia. Muchas veces nos soltamos de este amor nos defendemos del amor porque ponemos en prioridad nuestras heridas, miedos y apegos. La propuesta en las palabras de Jesús es dejarnos amar porque el amor es una realidad viva, una cosa que proviene de Dios. Un amor imprescindible donde somos amados sin condiciones y de manera inagotable, sin ninguna reserva y de manera gratuita. Este amor tiene una razón de vida para nosotros porque junto a la alegría de Dios llegamos a la plenitud, a lo que podemos afirmar una vida perfecta. Entonces, así como el amor de Dios es primero en nosotros, también la alegría de Dios funciona en nosotros (vv. 11) de manera grandiosa y sorprendente.

3. Todo amor auténtico procede de Dios porque Dios es amor (cf. 1Jn 4,7b), él ha tomado la iniciativa de amarnos. Y, entonces, donde hay verdadero amor hay alegría, hay gozo. El amor desata la alegría. Es como si el amor y la alegría se convirtieran en alas de vida, de fuego, de esperanza que constantemente muestra que hay algo maravilloso que está ocurriendo, que nos envuelve para que estemos alegres y gozosos. Por eso, el amor que vemos en la persona de Jesús, es el amor de un Padre que sabe llegar lejos por amor a nosotros. Un amor entregado, un amor decidido, un amor que genera vida constante como un gran motor que nos conduce hacia cosas mucho más grandes y mejores. No es un amor distinto, es el amor. El amor de Jesús que con alegría ofrece a sus discípulos es el mismo amor del Padre. Un amor extremo y desbordado no sólo para su Hijo, también para todos sus hijos, hermanos de Jesús (cf. Jn 3, 15-17). De este modo, sentirnos amados por el Padre es la base solida, es la primera puerta de entrada que nos inserta a crecer en este dinamismo, no sólo para amarnos a nosotros mismos y sentirnos cómo Dios nos ama y nos acepta tal y como somos, sino también para amar a los demás sin medida ni reserva. 

4. Cuando nos sentimos amados, cuando nos respetamos porque hemos sabido recibir el amor del Padre, podemos también amar y dar manifestaciones de respeto, de servicio y de amor a las otras personas. El amor desbordado del Padre no es una acción abstracta y lejos de nuestra realidad y de nuestra condición humana, es una acción que nos exige actuar según la voluntad amorosa del Padre que es la fuente de este amor sin medida. Un amor contrario a todo odio, miedo y rechazo, incapaz de acoger al Hijo (cf.1Jn 4, 7-10). La clave de este amor es dejarnos amar por el amor del Padre para avanzar y crecer en el dinamismo del amor, pues cuánto mas nos amemos y nos perdonemos podemos vivir de un modo mejor nuestra relación con nosotros mismos y con los demás, en especial con aquellas relaciones donde hemos sido inconstantes e irresponsables con nuestro modo de proceder, causando inmenso dolor, dejando secuelas que denota una relación movida más por el sentimiento y la emoción que por el compromiso y la responsabilidad de construir verdaderos lazos de amistad y de vida, fundamentados en el dinamismo creciente y constructivo del amor.

5. El amor no tiene ambigüedades porque quien se ama, ama sin medida y con libertad. El amor genera vida, el amor promueve, el amor impulsa a crecer. Un amor que sabe dialogar porque sabe escuchar y sabe proponer. No hay excusas ni pruebas, no hay manipulaciones ni chantajes. Es un amor que se entrega y se da sin medida sin exigencias ni condiciones. Nada retiene para generar más vida. Quien se siente amado por el Padre, permanece en el amor, amando con el sabor de la alegría (vv. 11). Este es el mandato de Jesús que resume todos los demás mandatos:...que se amen los unos a los otros como yo los he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por su amigos (vv. 12-13). Las condiciones para permanecer dentro de este amor parte en la acción de observar los mandatos del Padre (vv. 10). No se refiere al decálogo, sino a una relación profunda donde aprendemos hacer las cosas que Dios hace, este es el mandato en materia del amor. Amar no es una búsqueda de consuelo ni de fortaleza individual. No basta amar como si fuera un oportunismo o queriendo llenar carencias personales. Si así fuere el amor se convierte en una forma de poder, de dominio y de egoísmo que en consecuencia destruye, anula a las personas. Amar es hacer crecer, renunciando a nosotros mismos para que el otro sea elevado y quede en el centro. El verdadero amor no violenta, empuja al otro para que camine en plenitud, en la alegría y el gozo de Dios.

6. Jesús en sus palabras nunca dice que debemos amar a las personas como nos amamos nosotros mismos. Esto tiene una razón, porque los sentimientos de cada uno de nosotros es cambiante y muchas veces caracterizada por la búsqueda constante de reconocimiento y de la fuerza negativa del egoísmo. Por eso, no somos medida de amor para otros. Las palabras de Jesús es: ámense unos a otros como yo les he amado (vv. 12). Unos a otros es el significado de amar y dejarnos amar, es un amor con reciprocidad. Amar llena algunas vidas, pero dejarnos amar por el amor del Padre basta para alimentar y llenar de vida a muchas personas. Este amor recíproco sabe recibir el amor para honrar y promover el amor hacia los demás con generosidad y abundancia (cf. Jn 10, 10b) sin protegerse a sí mismo. Un amor que se hace servicio compartido sin interesar las negaciones, las traiciones, las enemistades y las distancias que muchas veces se crean en medio de las relaciones humanas. Responder al primer amor es dar respuesta a la fraternidad y al amor incondicional prolongado hacia las demás personas, pues... quien no ama no ha conocido a Dios porque Dios es Amor (1Jn 4,8). De esta manera, comprendemos que Jesús es la medida del amor. Él es el dador de vida, él es la cartilla, la escuela del amor. Vivamos el amor a la manera de Jesús porque quien vive este amor, vive para vivir.

7. Así que amar es un dinamismo que se construye día a día junto a otros sin exclusión ni discriminación alguna (cf. Hch 10, 25-48), fruto del amor que hemos recibido de Dios para dar fruto (vv. 16) poniendo nuestra propia vida al servicio de los demás, con la capacidad de arrastrar con generosidad a quien se deja abrazar por este inmenso amor para poder continuar avanzando, dando lo mejor para quien nos ha entregado lo mejor (vv. 9), llevándonos a niveles grandiosos de vida y de amor generoso (cf. 1Jn 4,10). Amar, entonces es una acción exigente porque no amamos de manera general, se ama a las personas una a una: ...como yo les he amado...(vv. 9). Lo específico no es sólo amar, es amar como nos ama Dios, un amor que sabe dar lo mejor porque está al servicio de todos. Un amor que corre detrás de sus ovejas sin interesar si es traicionado o rechazado. Un amor que reconcilia y que no es excluyente porque nos mira con ternura combativa. Un amor que es canal de vida porque no se obstruye, sino que fluye y circula en el cuerpo de la vida. Cerrarnos a este amor hará que lo primero que muera sea la alegría, el gozo del corazón. Y, si muere la alegría, el motor del amor se nos apaga, quedamos en el vacío en la ausencia de Dios. La alegría es la respuesta al color inmenso del amor (cf. Salmo 97, 1-4). Un amor recíproco que se alegra porque ama y porque se siente amado para amar hasta el extremo. Pero, muchas veces el amor carece de la alegría porque sencillamente no es amor o porque el amor no es correspondido, está vestido de carcajadas, pero no de sonrisas nacidas desde nuestro interior. La alegría de amar no depende de las situaciones y de las circunstancias inevitables de nuestra vida. Hemos sido hechos para amar y para estar alegres y gozosos. Esta manera de amor se recibe para crecer y para saber convertir los momentos de tristeza en una oportunidad para continuar creciendo en el amor, construyendo nuevas tareas que dan pie para avanzar hacia los objetivos que nos hemos propuesto. 

8. Permanecer amándonos y amando sin medida se convierte en un dinamismo creciente del amor que  trae resultados sorprendentes: la alegría de amar y de sentirnos amados (vv. 11). Nuestra alegría puede ser frágil, pequeña y siempre amenazada, pero Jesús nos comparte su alegría para que nosotros permanezcamos en el amor, nos dejemos amar por él y por el Padre y, así podamos dar frutos (vv. 16). Este amor fundado en el amor del Padre es un amor que se caracteriza por dar el fruto de alegría porque muestra un corazón sano, libre y fortalecido. Si no hay amor verdadero no habrá tampoco verdadera vida, no habrá sintonía, comunicación con él, no habrá experiencia del Padre. Por eso, las palabras de Jesús se concentran en la amistad: Vosotros sois mis amigos...(vv. 14-15). A Jesús le gusta hacer amigos, creando lazos de amistad. Dios en Jesús asume una relación humana de amar, la amistad: No os lo llamo siervos... a vosotros os he llamado amigos (vv. 15). El esclavo somete, domina, la amistad es igualdad y alegría. La amistad no se impone. En el amor existen dos libertades cercanas que caminan juntas, aprenden, construyen sin interesar la distancia, un lenguaje de Dios que renueva la existencia. Esta amistad es transparencia del amor y de la vida que llena de belleza al mundo. Dios como amigo se pone a la par de todos nosotros, no como siervos, sino como personas que nos amamos y crecemos juntas. El amigo nos conoce y abre el corazón, como Dios ha abierto su corazón hacia nosotros. El amor de Dios y su amistad no se aprende en las escuelas ni en un recinto educativo, se aprende en el conocimiento en la relación profunda y constante con quien es el Amor, fuente de la vida, de la esperanza y de la paz. 

9. En resumen, el dinamismo creciente del amor, nos permite darnos cuenta cómo estamos participando estrechamente del amor trinitario para que manifestando este amor con valentía permanezcamos firmes en nuestros procesos de vida, realizando nuevos proyectos, impulsados a invertir con gestos de generosidad y de servicio en nuestras distintas relaciones humanas, superando cualquier distinción para convertirnos en una posibilidad creciente y constante del amor, logrando ser bendición abundante para todos porque Amar verdaderamente es dar: No hay amor más grande que el de dar la vida por sus amigos (vv. 13). El amor no es un sentimiento o una sencilla emoción brotada por sentir mariposas en el estómago. El amor es un acontecer de tiempo compartido, de caminos recorridos con alegría porque la medida del amor es el amor sin medida ni reserva. Un amor que no se protege a sí mismo, sino que se expone para asediarnos para que brillemos como una lámpara en la oscuridad y, así no quedemos en el vacío o en la ausencia de Dios. Un amor poderoso que nos cuida y nos permite respirar cada vez que amamos como fuente de gozo verdadero que nuestro corazón anhela. Dejarnos amar por el amor del Padre es estallar de alegría, de felicidad porque Dios nos contagia de su alegría y de su gozo para que vivamos con sentido nuestra vida y hagamos vibrar la amistad, el mismo nombre de Dios que podemos seguir, superando obstinaciones de poder y de egoísmo que nos impiden vivir con confianza incondicional en el Padre que nos ama sin medida. Dejarnos amar por el amor del Padre es hacer que el mundo sea feliz porque es feliz quien ha sabido conocer la alegría de Dios y la comparte sin medida.
Luis Fernando Castro Parra
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es

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