LA VICTORIA DE LA VIDA SOBRE LA MUERTE Jn 11, 1-45 Quinto Domingo de Cuaresma
LA VICTORIA DE LA VIDA SOBRE LA MUERTE
Jn 11, 1-45
Quinto Domingo de Cuaresma
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Luis Fernando Castro TEÓLOGO PUJ |
Las adversidades, las distintas crisis y las pérdidas son realidades que hacen parte de la realidad de nuestra vida, son parte de lo cotidiano de nuestra existencia. Por más que quisiéramos que no nos tocará, en algún momento surgen y, muchas veces nos hacen sufrir. Transitamos por una vorágine sembrada de renuncias donde es necesario dejar vivencias, episodios, momentos, cosas, personas para contribuir a nuestro progreso hacia una nueva vida. Nos guste o no lo comprendamos porque duele, porque nos hace llorar, estas realidades humanas son constantes e inevitables, como también necesarias para que a través de estas experiencias podamos aprender a desapegarnos, a soltar ataduras y a deshacer lazos que nos han impedido crecer, renovar y avanzar. A la Luz de la Palabra de Dios unos amigos queridos por Jesús sufren la experiencia de enfermedad y muerte por su hermano Lázaro. Las hermanas Marta y María experimentan la aflicción, el sufrimiento, la confrontación, la batalla, el paso del duelo a la vida, logrando encontrar un nuevo sentido a la vida, determinante para avanzar hacia una nueva vida, más allá de la muerte. Veamos:
1. Desde que nacemos empezamos a vivir las pérdidas, no sólo la de la muerte sino otras realidades que aunque nos parecen normales, si reclaman un misterio de la vida. Basta con recordar cuando perdimos nuestros dientes, creamos la historia del "ratón Pérez" como una forma de aliviar lo que nos dolía. Nos ha dolido salir del vientre de nuestra madre. Sin embargo, aun cuando sabemos que en algún momento debemos entregar aun ser querido o morir parece que no estamos preparados y esto nos impacta. Jesús ante la noticia recibida de que Lázaro su amigo se encontraba enfermo (vv. 3) prepara a sus discípulos para vivir esta experiencia con tres actitudes: Lo primero es afirmar que Esta enfermedad no es de muerte, es para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella (vv. 4); la segunda es permanecer sin desesperarse en el lugar por más de dos días (vv. 6) y la tercera abre la ventana de la esperanza y de la vida: ...nuestro amigo Lázaro duerme; pero voy a despertarle (vv. 11). Si bien es un momento de tristeza y de negación, asimismo nos permite observar un gesto de confianza y consuelo en el poder de Dios porque él mismo abrirá y sacará a su pueblo de los sepulcros, de las garras de la muerte (cf. Ex 37, 12-14), mostrando no sólo que Dios es la vida, sino además que más allá de la muerte hay más vida como acción creadora del amor sin medida del Padre.
2. La realidad concreta de una familia como la de Betania en el que un hermano está enfermo y muere nos permite observar también la reacción que podemos tener frente a la muerte. Aquí nos puede surgir una pregunta ¿cuál es nuestra actitud, nuestra reacción ante la enfermedad, la crisis inevitable y la muerte? Este interrogante nos interpela porque nos abre la perspectiva de dos mujeres que frente a la muerte de su hermano Lázaro reaccionaron, de una manera distinta; aunque sus palabras dichas a Jesús son muy similares, se convierten en un modelo que nos facilita vencer la adversidad más allá de los que vemos y nos hace llorar y sufrir. logrando ver la victoria de la vida sobre la muerte, sobre todo lo que asfixia y nos hace oler mal. El duelo es una de la experiencias más complejas que debemos elaborar los seres humanos. Es el precio del desprendimiento y del amor. Cuando se ama verdaderamente también se pierde, aunque esto desgarre, sacuda el pensamiento, el corazón y la vida; y, en principio no se acepte, se rechace la situación y se busque responsabilizar a otros tomando decisiones con sabor a tragedia (vv. 16). Esta experiencia de duelo deja no sólo el interior deshecho o la puerta abierta para hallar interrogantes sin respuesta (vv. 17: el cuarto día después de la muerte representa el fin de todas las esperanzas de la vida), también nos mueve y nos impulsa a ejercer tareas porque la muerte no es final ni el momento definitivo para generar estancamiento; aunque para algunos sea una barrera insuperable y difícil de elaborar es la oportunidad para buscar el sentido de la vida sin acudir a la desesperación, superando lo desconocido, más allá de la soledad, el fracaso, logrando así poder salir más fortalecidos y robustecidos hacia una vida nueva en el que nos podemos dar cuenta que si bien hay limitaciones asimismo tenemos mucho por hacer con lo que nos queda de vida, pues valiente no es quien se queda rumiando los problemas, las crisis y las dificultades, sino aquel que se sabe levantar para continuar hacia adelante mejorando y descubriendo las bendiciones que nos ofrece las pérdidas.
3. Todos los días de nuestra vida, estamos en riesgo, y, por ende caminamos a la defensiva como queriéndonos proteger de lo que es inevitable, de lo que nos mueve a realizar cambios de vida, adoptando nuevas posturas que antes no habíamos imaginado o considerado. Pensar en la muerte transforma nuestro modo del entender y percibir la vida. Jesús llega con sus discípulos a Betania donde se describe unos diálogos con las hermanas de Lázaro, primero con Marta, quien tomando la iniciativa salió al encuentro (vv. 20) y luego con María quien en principio ha preferido quedarse en una casa donde el ambiente es de desesperación y de intentos frustrados por consolar, pero que al final decide abandonar para responder al llamado de pasar del duelo a la vida (vv. 28). Alrededor de estos coloquios se descubre un ambiente tenso de personas que han venido de Jerusalén para consolar a la familia, incluso interactúan con Jesús (vv. 18-19.31.33-37).
4. Marta es la mujer siempre ocupada (cf. Lc 10. 38-42). Es la mujer que lidera y asume el rol de echarse todas las situaciones de la familia. Marta va sola al encuentro de Jesús. Sus palabras ante la adversidad y los sucesos de la enfermedad mortal de su hermano muestran un camino creciente: Señor al que tú mas está enfermo (vv. 4), luego cuando se percibe la gravedad del asunto, Marta manda a llamar a Jesús a la casa exponiendo la situación y viendo que el Maestro ha llegado tarde afirma: Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto (vv. 21b). En Marta esta la desilusión, pero también la esperanza: Pero yo sé que aún ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas (vv. 22). Marta, entonces recibe en principio a Jesús con reproche por no haber estado ahí cuando supuestamente se necesitaba. Ante esto la respuesta de Jesús a Marta es: Tu hermano resucitará (vv. 23), a lo que Marta reacciona como si quisiera tener el control de toda la situación: Ya sé que resucitará en la resurrección, el último día (vv. 24). Sin embargo, el punto de vista de Marta sobre la resurrección parece como un evento lejano y abstracto lejos del presente y de la realidad humana. Por eso, Jesús corrigiendo está actitud no señala la resurrección con un evento, sino como una persona, él mismo: Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá. Y todo el que creen en mí, no morirá jamás (vv. 25-26). Estas palabras conducen a Marta a confesar: Sí Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios el que iba a venir al mundo (vv. 27)
5. La evolución de María la hermana de Marta es diferente mostrando todo un espesor humano. Cuando Marta proclamó su fe, inmediatamente salió a buscar a su hermana María (v. 28) quien se encontraba adentro de la casa, sentada, como si estuviera en una actitud impotente (vv. 20), secundaria, una actitud pasiva de quien se deja atrapar por el dolor y le importa poco lo que suceda a su alrededor. Por eso, en esta ocasión es Jesús quien toma la iniciativa de llamarla (vv. 28b). Ella respondiendo al llamado del Maestro se levanta y acude a su encuentro, pero sus palabras no tienen nada nuevo a las que había expresado su hermana Marta y, entonces repite lo que ella había dicho: Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto (vv. 32). María está bloqueada, triste, no consigue salir de su dolor mostrando que no hay esperanza en la situación que está ahora experimentando. Ella vive también la desilusión. Y, a diferencia de su hermana Marta, María se ha quedado en el ambiente funerario no consigue ver más lejos de la enfermedad y de la muerte; aunque en el encuentro con Jesús caer a sus pies, como un gesto de adoración (vv. 32). Además, va acompañada de algunos judíos quienes al verla reaccionar salen con ella al encuentro de Jesús
6. Superar, entonces el prejuicio de la muerte, más allá de un fracaso o de una tragedia es todo un desafío que nos exige elaborar un camino creciente. Decirle a alguien que es posible aprender de este momento o de sonreír a pesar del dolor y del sufrimiento parecería tener una actitud osada porque la desilusión, la desesperanza, la angustia, embarga el corazón de quien experimenta la muerte. Más aún, hacer comprender que la separación no es algo eterno porque somos más que un cuerpo físico con la capacidad de transcender, de romper ataduras, de correr riesgos, de cambiar esquemas de pensamiento es difícil (vv. 24), y efecto provoca reacciones traumáticas que atacan a quienes están alrededor, generando emociones de rabia, de reclamo (vv. 21.32) de llanto (33.35.38) de conjetura y suposición (vv. 36-37), que aunque son necesarias para vivir el proceso nos puede ocasionar impedimento para continuar creciendo y avanzado en el propósito de la vida. Así que es importante reconocer que ante la enfermedad, las dificultades y la muerte hay metas todavía por seguir. Aquellas no han dicho ni tienen la última palabra
7. En el diálogo de Jesús y de María hermana de Lázaro, el Maestro también se conmueve y llora (vv. 35). Las lágrimas de Jesús fueron traducidas por quienes lo veían como lágrimas de amor por su amigo: cómo lo amaba (vv. 36). Jesús conmovido en lo más hondo de su corazón se coloca de frente a la muerte, mostrando que esta realidad no está para salir corriendo, sino para aceptarla con decisión. En este punto Marta vuelve a la escena para asistir junto a otros hombres a Jesús en la resurrección de Lázaro. Pero, Marta quien había hecho un camino de fe, recibe de nuevo la insistencia de Jesús a creer: No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios (vv. 40), pues para Marta la reanimación de su hermano es un imposible. Esto tiene su trasfondo y su razón de ser porque su hermano llevaba cuatro días muerto y ya huele mal (vv. 39b), la muerte estaba completa era irreversible, ese era el pensamiento del momento. Es decir, ante lo que veía humanamente Marta realmente no había ninguna esperanza, todo estaba perdido y no había nada qué hacer. Sin embargo, en los momentos de duelo, de crisis, de situaciones incomprensibles de la vida es importante y necesario tomar decisiones radicales, tomar medidas para no volver atrás (vv. 40). Se trata de avanzar, de crecer, de pasar del duelo a la vida porque no sólo estamos en la carne, en lo que sentimos y en lo que vemos también estamos en un camino de espíritu que nos invita a trascender a observar más allá de lo que vemos en nuestra situación (cf. Rm 8, 8-11) logrando vencer la tristeza y todo aquello que nos quiere engañar y robar la alegría, la felicidad y el gozo de vivir y de disfrutar mejor nuestra existencia. Por supuesto que ante la muerte y las crisis es más fácil hacer una lista de tristezas y de duelos, incluso de los que no hemos sanado, pero al lado de esta lista que nos hace sufrir es importante ir todavía más lejos manteniéndonos firmes en el Señor (cf. Flp. 4,1) para que la adversidad no sea suficiente para apabullarnos y vencer, pues del Señor viene la misericordia (cf. Salmo 129,1-6), la victoria de la vida sobre la muerte, y, así podamos darnos cuenta que todo lo que creíamos perdido no está perdido porque se ha convertido en una bendición para ver la gloria y el poder de Dios y, de esta manera, tener las herramientas para continuar hacia adelante sin escatimar ningún esfuerzo.
8. Jesús colocado frente a la muerte (vv. 41-43) y, aunque se encuentra conmovido (vv. 38) involucra a otros en su acción liberadora: Desatadlo y dejadle andar (vv. 44), dejando ver asimismo un espíritu comunitario. Jesús procede a la resurrección, ora al Padre y le ordena salir de la tumba a Lázaro. El pueblo que también había colaborado, lo observa y queda admirado por lo sucedido, pues ven salir de la tumba a Lázaro. Muchos de ellos que habían ido a casa de Marta y María creyeron en Jesús (vv. 45), confirmando que esta situación de muerte sucedía para que todos creyeran y reconocieran el estrecho vínculo entre el Padre y Jesús, intérprete del proyecto generoso y sin medida de un Dios que no escatima nada para darnos una vida sin medida. Pasar, entonces del duelo a la vida es el momento de comenzar a mirar hacia adelante, de escuchar una nueva voz (vv. 43), de llenarnos de nuevas fuerzas para andar, de entender que no estamos solos, que hay alguien que nos acompaña y nos ayuda en el proceso (vv. 44); que es posible establecer nuevos sueños, nuevas metas, nuevos proyectos para desarrollar y servir a muchas personas (vv. 28. 45). Pasar del duelo a la vida es descubrir que existen otras maneras de vivir, de arriesgar, de aventurarse para caminar en victoria sin que esto opaque la realidad del amor o del olvido por la persona amada que hemos perdido. La muerte solamente es una puerta hacia la vida y en ella el amor sigue vivo, sigue siendo el motor la fuerza para llenarnos de confianza, para continuar creciendo y abriendo nuevas posibilidades de vida en las que es posible desatar a las personas de todos los lazos que las han amarrado a una situación de muerte, logrando tener una vida y vida de abundancia (cf. Jn 10, 10b), una vida con libertad, una vida plena y siempre mejorada.
9. En resumen, La resurrección no es evento que hay que dejar en el pasado o dejar para después, pues es ahora cuando podemos pasar del duelo a la vida cantando y anunciando al mundo que la muerte no tiene la última palabra. Que ahora es cuando hay la necesidad de tomar posición firme para continuar hacia adelante, mirando con esperanza y amor porque más allá de lo que nos parece oscuro e irreversible y huele mal, hay más vida. Una vida generosa y abundante que se sigue derramando por el Padre para beneficio de todos. No hay, entonces por qué deprimirnos ni tampoco rebelarnos con reclamos cuando hay mucho por hacer, más allá de nuestras limitaciones y fragilidades, confiados en la misericordia y el poder de Dios que se manifiesta constantemente para animarnos a continuar hacia una nueva vida, más allá de lo que nos aturde y nos esclaviza. ampliando el horizonte de lo que vemos y de lo que vivimos.
Luis Fernando Castro P.
Teólogo PUJ- Magister en Familia- ULIA
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es
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