CELEBRAR LA VIDA CON EL RESUCITADO Lc 24,13-35 Domingo Tercero de Pascua
CELEBRAR LA VIDA CON EL RESUCITADO
Lc 24,13-35
Domingo Tercero de Pascua
![]() |
Luis Fernando Castro TEÓLOGO PUJ |
En algunas ocasiones de nuestra experiencia de vida nos encerramos y parece que nos quedamos atrapados en la amargura, en el dolor, en el miedo, en la frustración y en la indiferencia porque vemos solamente lo negativo de lo que nos sucede en el momento, causando estar sumergidos en la tristeza, en la soledad y en la discusión por el evento con una sensación de pérdida, sin darnos cuenta que las situaciones que nos parecen incomprensibles y caracterizadas por el fracaso son sólo estaciones temporales que nos insisten observar un poco más lejos, hallando nuevas opciones y alternativas, otras posibilidades de vida que nos conducen a celebrar de un modo distinto nuestra existencia. Algunas personas prefieren abandonar por la desilusión, alejándose del camino que habían emprendido con tanta decisión y entusiasmo, opacando nuevas expectativas que nos conducen seguramente hacia algo mucho mejor. A la Luz de la Palabra de Dios, dos discípulos de Jesús, Cleofás y su compañero se han alejado de la comunidad sin encontrar sentido a lo que para ellos es incomprensible porque ante la expectativa de una nueva realidad junto al Maestro, lo que ahora ven es fracaso, experimentan el dolor de la Pasión y de la muerte. Pero, en este itinerario de vida, saliendo Dios al encuentro, entra en el camino acompañando y recreando el corazón de las personas para que con una nueva perspectiva continúen hacia adelante, creciendo y avanzando integralmente convirtiéndolos en testigos de la resurrección. Veamos:
1. Algunas personas no logran ver lo positivo de las situaciones adversas de su vida porque se preparan solamente para obtener lo mejor y que todo marche sobre ruedas sin darle espacio a los contratiempos. Se alimentan de tantas expectativas que impiden adelantarse a los eventos que pueden causar desilusión y desconsuelo. Dos discípulos de Jesús, Cleofás y su compañero se alejan y toman distancia de Jerusalén con la decisión de llegar a Emaús porque ante el evento de la crucifixión de Jesús parece que ya no hay ningún motivo ni ninguna expectativa para seguir hacia adelante: Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que distaba a once kilómetros de Jerusalén (vv. 13). Los dos discípulos toman distancia de la comunidad para entrar en un camino de ida con la opción única de no regresar porque llevan en su corazón el acontecimiento de la Pasión, de la muerte. Por eso, a lo largo del este camino el tema repetitivo de conversación es lo que le había sucedido a Jesús, pero sin hacer conciencia profunda de lo que había sucedido: conversaban y discutían entre sí sobre todo lo que había pasado (vv. 14). El ánimo de los discípulos era completamente negativo, la tristeza, la amargura, el desconsuelo se les notaba en sus palabras, en sus actitudes y en su rostro (vv. 15-20). Tanto era su desilusión que les pareció extraño que alguna persona no lo supiera: ¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas que estos días han pasado en ella? (vv. 20).
2. La mirada de los discípulos está enfocada solamente en la crucifixión sin hallar el sentido de la cruz, impidiendo ver este evento desde otra perspectiva. Ven solamente muerte, dolor y sufrimiento. No comprenden ni captan otra realidad, causando en su interior una profunda desesperanza que los conduce a abandonar, a ver que todo está perdido. Una actitud que algunas personas asumen cuando crean muchas expectativas sin preparar los contratiempos de la vida. Cuando esperan una cosa y les sale otra. Algunos prefieren abandonar porque piensan que todo se ha acabado, que no hay razón para seguir y continuar hacia adelante. Dan la espalda a sus sueños, a sus proyectos de vida, prefiriendo sumergirse meramente en el dolor, en el sufrimiento. Personas que se vuelven violentas y repetitivas de sus palabras y de sus acciones, como una manera de llamar la atención. Personas que se desvían de sus tareas, las cuales muchas veces las sustituyen por otras. Parece que su conocimiento, su experiencia de vida no es suficiente para superar los obstáculos y las distintas crisis. Se ofuscan, protestan, son poco amables en su relación y, asimismo buscan culpables. El problema primordial no consiste en estas situaciones, sino en el cerrar los ojos para evitar mirar nuevas realidades y perspectivas en lo incomprensible, en la dificultad, buscando celebrar y disfrutar la vida de una manera diferente porque la bondad de Dios es inmensa y la vamos percibiendo en cada una de las situaciones cotidianas de nuestra existencia (cf. Salmo 15, 1-2.5.7-11). Es un camino de confianza y de cercanía con el Padre de la misericordia, aún cuando todo nos parezca oscuro y sin salida.
3. En el caminar de los dos discípulos Jesús se acerca y camina con ellos, aunque aquellos todavía no lo reconocen, no pueden ver más allá de la pasión y de la muerte. El desconsuelo, la desdicha y el desgano, les impide ver a Jesús resucitado. No ven el sentido bueno de lo ocurrido en Jerusalén (vv. 19-24). Jesús entró en el camino en principio sin dejarse reconocer (vv. 15). Los mueve a que vuelvan a contar la historia de lo sucedido en Jerusalén, como una manera de hacer conciencia de la magnitud de este evento, el cual no sólo traería muerte, sino además vida. Además, porque al repetir la historia los discípulos exteriorizan las expectativas compartidas con el Maestro, les ayuda que al pronunciar las palabras también estas resuenen en el corazón. Los discípulos sabían que Jesús era un gran profeta poderoso en obras y palabras (vv. 19). Era quien podía ayudarles y guiarles para establecer el Reino de Dios: Nosotros esperábamos que sería el que iba a librar a Israel (vv. 21). Pero, la incomprensión de lo que ellos afirman no logra captar a quien ellos habían puesto su confianza y que las autoridades habían crucificado (vv. 20). En quien ellos habían puesto su esperanza ahora había sufrido la misma situación de muchos profetas y, efecto no había que esperar mucho, todo estaba perdido, volvía a ser oscuro. El anuncio, incluso de esperanza que trajeron las mujeres de la tumba vacía (vv. 22-23) no ha sido suficiente para despertar en estos discípulos una nueva perspectiva de vida porque no han visto al Maestro (vv. 24). Todavía no se dan cuenta que hay un cambio de relación. Esto muestra entonces que los discípulos dudan de que Jesús sea el salvador, el liberador de Israel. Sin embargo, la desilusión, la duda, el desconsuelo y muchas veces el desgano pueden convertirse en una oportunidad para hacer un camino de gloria. No podemos evitar las decepciones, pero sí podemos decidir cómo reaccionar frente a estos inevitables eventos donde es posible vencer el mal a fuerza de bien (cf. 1Pedro 1,17-21) porque las sombras y las contrariedades de la existencia son una estación provisional, no definitiva que nos abre como una puerta el camino para la celebrar la vida plenamente con el resucitado.
4. A pesar de las situaciones adversas y amargas que nos producen estar en este caminar, no hemos venido al mundo sólo a sufrir, como muchos piensan y lo gritan con alta voz. Estamos para vivir la vida en plenitud, acompañados del resucitado. La luz de la Palabra de Dios será la puerta de acceso para avivar, encender la llama en el corazón triste de los discípulos, como también es importante la fraternidad, la celebración de la mesa que comparte la vida para que alimentados nos fortalezcamos y continuemos hacia adelante, comprometidos, perseverante y asumiendo nuestra existencia con responsabilidad. Jesús tomando ahora la palabra y apoyándose en la lectura de las Escrituras quiere sacudir el corazón duro de los discípulos para que comiencen a funcionar de una manera distinta, a la manera generosa, admirable de Dios (vv. 25-27). La cruz no es solamente para verla desde el sentido de la oscuridad, el fracaso y la muerte, además hay que entenderla desde la lógica salvífica de Dios. En la cruz encontramos la fidelidad generosa e incondicionada del Padre y, por ello la cruz será el camino hacia la gloria eterna (v. 26). Dicho de otra manera, quien ha tenido una experiencia fiel a la voluntad del Padre, aún en los momentos de dolor y sufrimiento, alcanzará la plenitud, la potencia maravillosa de Dios, que hace posible el regalo sorprendente de la vida plena.
5. Una perspectiva que va mucho más lejos de lo que nosotros podemos ver y captar (cf. Hch 2, 14.22-28), necesita de confianza y de desprendimiento. Confianza en Dios, en nosotros mismos, en las personas que están a nuestro lado, y que muchas veces abandonamos por nuestra desesperación y, un desprendimiento de lo que creemos que debió ser y no fue porque la fidelidad de Dios es permanente. Nuestra vida no es para mantenerla estancada y oscura, centrada meramente en lo que conocemos y hemos visto solamente, enfocados en nuestra propia lógica, sin darnos el permiso de transcender. La gracia de Dios está a nuestro favor para que también nosotros podamos expresar lo que sentimos, siendo escuchados (vv. 22-24); aunque nuestra reacción inicial no sea tan amable, expresa y bien hablada (vv. 18). Mirar desde otra óptica y perspectiva nuestros problemas, nos daremos cuenta que no son tan grandes como nos parecía, pues suceden para algo mucho mejor que nos facilita disfrutar y celebrar la vida de una manera distinta junto a la experiencia del resucitado. Las cosas grandes no se dan inmediatamente, necesitan de un camino, muchas veces incomprensible, pero progresivo. Por eso, es importante tener siempre la actitud de aprender para mejorar y, para lograrlo se hace necesario preparar nuestras expectativas a la luz de la voluntad divina, revisando y evaluando lo aprendido para recordarlo siempre.
6. Captar la presencia del resucitado es darnos cuenta que no caminamos solos en nuestra vida. Contamos con la presencia de Jesús resucitado, contamos con personas cercanas y aún lejanas que aunque no veamos o no conozcamos están a nuestro favor, personas que nos escuchan, que oran por nosotros, personas dispuestas a facilitarnos y a darnos sentido y esperanza a nuestra vida para que juntos celebremos y nos disfrutemos nuestro caminar con la presencia del resucitado. No hay nada mejor que invitar a otros a cenar, a celebrar la vida compartiendo lo que somos y lo que tenemos para aportar. Después de que Jesús ha tomado la iniciativa, deja ahora que los discípulos sean quienes tomen la decisión de quedarse con ellos: hizo las veces seguir adelante (vv. 28). La presencia del resucitado en nuestra existencia no es algo que se impone; su presencia y su cercanía es algo que lo solicitamos y lo aceptamos. Es un giro para aprender a compartir junto con otros la gracia maravillosa de Dios, hallando el sentido de lo que somos como personas, asimismo de lo que hacemos para dar frutos abundantes que nos faciliten encontrar en el camino el gusto por la vida, la comunidad, el servicio y la fraternidad.
7. En el compartir, en la "Fracción del Pan" Jesús se da a conocer (vv. 31). A los discípulos se les abre los ojos, pero al mismo tiempo comprenden el sentido de la cruz, el cual no es para la muerte, sino el camino para la gloria. Jesús sentado con sus discípulos realiza el rito de partir el pan (vv. 30), mostrando que su servicio ha sido un acto de entrega y de solidaridad para todas las personas; sin embargo, él desaparece de su presencia porque el objetivo ya se ha cumplido. Los discípulos sabe que Jesús está vivo. Que la muerte no es definitiva, sino que es un camino que conduce a la vida. De esta manera, la relación de Jesús con sus discípulos toma una nueva perspectiva porque el camino no se hará con la presencia visible del Maestro ni viéndole con ojos físicos, sino a través de la comprensión de las Escrituras, de la celebración de la Fracción del Pan y de la entrega solidaria a favor de muchas personas. Si queremos entonces celebrar y disfrutar nuestra vida con el resucitado es importante alcanzar algo nuevo, algo que nunca hemos tenido y, para lograrlo se hace necesario hacer algo que nunca hemos hecho para dar un nuevo dinamismo a nuestra existencia, permitiendo que nos encontremos en el compartir de la vida, en el escuchar la vida la presencia de Dios. Asimismo podamos convertirnos en un canal de bendición para muchas personas, actuando con libertad y responsabilidad, gozando con un corazón avivado y ardiente: ¡No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras? (vv. 32). Es la generosidad, el amor cargado de misericordia de Dios que siempre nos sorprende y nos deja ver las maravillas y las riquezas de su bondad en cualquier situación de nuestro camino creciente.
8. El camino sigue adelante, no se ha acabado. Es necesario volver a la comunidad, al punto de partida para retomar el camino. La vida es un itinerario de idas y de vueltas, de pasar por el camino, pero con una perspectiva diferente. Los discípulos después del encuentro con Jesús resucitado y de haber compartido la mesa con él, se levantan y vuelven a Jerusalén con una nueva actitud, contando con mucha alegría a la comunidad su experiencia con el resucitado y cómo le habían conocido al partir el pan (vv. 35). EL camino de Emaús marca entonces un giro importante para la vida y la misión de los discípulos, quienes estando decepcionados y tristes por la incomprensión de la cruz, ahora regresan para unirse a la comunidad anunciando como testigos la buena noticia de la resurrección. De esta manera, los discípulos de Jesús no sólo habían comprendido las Escrituras, sino que ahora lo expresan compartiendo su experiencia de vida con los demás, celebrando la vida con el Resucitado, manifestado en la comunidad que comparte y se une para ayudar y continuar construyendo el camino iniciado por el Maestro. Esto es posible cuando despertamos a un nuevo amanecer dejándonos acompañar de la presencia del Resucitado, manifestada en las Escrituras, en el pan compartido y en la comunidad que ora, que crece y se dispone a caminar hacia adelante con un corazón ardiente por la llama de la Resurrección.
9. En resumen, celebrar la vida con el resucitado es el camino que nos va transformando nuestra existencia personal en todos los sentidos que nos podamos imaginar, pero asimismo nos permite comprender que no estamos solos para continuar prolongando con alegría y con gozo la experiencia del resucitado con el fin de compartirla con generosidad, haciéndonos un canal de luz y de vida para bendición de muchas personas. Darnos las oportunidad de permanecer unidos a la experiencia del resucitado nos facilitará funcionar de una manera distinta dando lo mejor de nosotros para que brille, aún en la noche la majestuosa gloria del resucitado.
Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es
Comentarios
Publicar un comentario