PREPARAR EL CORAZÓN PORQUE VIENE NUESTRA LIBERACIÓN Lc 21, 25-28. 34-36
PREPARAR EL CORAZÓN PORQUE VIENE NUESTRA LIBERACIÓN
Lc 21, 25-28. 34-36
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Florecita-Luis Fernando Teólogo |
Leer la prensa, oír la radio, revisar las distintas redes sociales y los diferentes sitios de información, muchas veces provoca miedo, angustia y pánico en muchas personas porque la mayoría de los contenidos que encontramos en estos medios son negativos, cargados de deficientes ediciones que en lugar de causar esperanza, hablan solamente de destrucción y de catástrofe en el que todos como seres humanos nos vemos engullidos en un profundo y oscuro abismo. Estas malas interpretaciones logra que nos mantengamos distraídos de lo que verdaderamente es esencial. Por eso, es importante estar despiertos y vigilantes porque lo que viene será siempre mejor, superando el paradigma del adormecimiento y de la indiferencia que nos hace muchas veces quedarnos con una actitud de brazos cruzados, perdiendo el sentido de nuestro caminar progresivo y de lo que significa ser y actuar con responsabilidad desde nuestra libertad. A la Luz de la Palabra de Dios, Jesús nos coloca frente al evento culminante de la vida, recomendando algunas acciones para preparar el corazón de sus discípulos, estando siempre atentos, vigilantes y en constante oración, manteniendo una actitud perseverante, en pie delante del Hijo del hombre, con la cabeza levantada, abriendo la puerta de la esperanza y de la liberación. Veamos:
1. La angustia, el miedo y la ansiedad es un triángulo vicioso que nos impide avanzar y crecer progresivamente porque al interpretar inadecuadamente los eventos de nuestra vida comenzamos a actuar queriendo que todo se de ya sin dar el permiso a una verdadera preparación del corazón. Jesús a través de unas imágenes cósmicas habla del evento culminante de la historia, pues todo lo que hay puede acabarse abriendo la posibilidad a un nuevo tiempo en el que se ve venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria (vv. 25-27). Estas palabras de Jesús, sin embargo no se refieren al final destructivo del mundo ni tampoco da una fecha exacta de estos eventos. Las palabras del Maestro quieren enseñar a vivir de una manera mejor, interpretando continuamente las situaciones de nuestra vida para lograr perseverar con toda confianza. Los poderes y las fuerzas que manejaban el Templo de Jerusalén en sentido político y religioso habían tomado la decisión poco adecuadas, trayendo como consecuencia (cf. Lc 20, 21) situaciones complejas que afectaban duramente no sólo a la ciudad de la paz, sino además a la sociedad en general. Algunos llegaron a pensar que la destrucción del Templo era un castigo o una venganza por parte de Dios, pero esta concepción era errada porque el juicio de Dios no se basa en venganzas o en desbordar odios hacia los demás. Lo que estaba sucediendo era producto de las decisiones equivocadas de algunas personas generando miedo, ansiedad, angustia y pánico. Si bien Dios tiene el control de nuestra vida y de nuestra historia, no tiene el control de nuestras decisiones porque para él no somos máquinas ni robots que pueda manipular y chantajear. Nosotros como personas hemos sido creados para discernir y decidir desde nuestra libertad y nuestra responsabilidad, aunque muchas veces no lo hagamos adecuada y eficazmente. Dios por más grande y misericordioso no puede evitar que cometamos errores basado en decisiones equivocadas. Por eso, los trastornos cósmicos descritos (vv. 25-26) en el que parece que vamos a ser engullidos en un profundo abismo, causando angustia, miedo, pánico y ansiedad son opacados por la aparición del Hijo del hombre (vv. 27). Las contradicciones insoportables de las personas y los horrores que cometemos en todas las épocas no han de destruir nuestra esperanza porque nuestra vida se encamina hacia una liberación definitiva. Dios está presente para que podamos nosotros elegir lo mejor, evitando muchas veces las tragedias. Dios comparte con nosotros los momentos complejos e incomprensibles de nuestra vida, más aún ha derramado sus lágrimas (Cf. Lc 19, 41-44) cuando ponemos en peligro el orden y la creación. Dios está presente en nuestra vida amando, mostrando un juicio liberador cargado de misericordia generosa para que también nosotros tomemos las mejores decisiones evitando que nos sintamos sumergidos en una aparente sin salida y sin sentido de la vida. Entonces, lo que se revela en las palabras de Jesús no tiene un sentido meramente destructivo y de catástrofe, sino de consuelo, de esperanza y de exhortación para que optemos por preparar el corazón en un camino constructivo de espera activa en el que podemos desplazarnos por camino de servicio y de bondad, aprendiendo y dejando que en cada evento y situación de nuestra vida se revele la voluntad de Dios (cf. Salmo 24, 4-5.8-10.14). De esta manera, las situaciones que suceden hoy en nuestra vida externa e interiormente no pueden ser absolutizadas ni tampoco nos pueden encoger, trayendo en consecuencia una miopía de la vida porque corremos el riesgo de no descubrir un nuevo horizonte o de quedarnos con los brazos cruzados, con la mirada dirigida y resignada hacia el suelo (cf. Lc 13, 10-11). Este mundo que nos acoge y nos sostiene hoy no es definitivo. Hay y habrán signos que nos anuncian dar pasos a una vida nueva y liberada que no podemos imaginar y calcular, proponiendo un estilo de vida asombroso y lúcido que facilite tomar decisiones hacia una mejor calidad de vida. Entonces, cuando todo se nos estremece es señal de que está llegando los cambios, está llegando algo nuevo. Esta es nuestra certeza y nuestra confianza.
2. En nuestro caminar estamos invitados a actuar de una manera libre con la frente en alto, sabiendo que somos dueños de sí mismos con la capacidad de pilotear nuestra vida. El final de nuestra historia no es el caos, tampoco la destrucción de la vida. Notemos que el final de nuestra vida es la liberación (vv. 28c). Todos estamos caminando hacia el misterio de la liberación donde nos encontraremos con la manera cómo Dios ama al mundo (cf. 1Tes. 3, 12- 4,2). Esta es una forma de permanecer vigilantes y despiertos para recibir el amor, desbordándolo hacia muchas personas. Por eso, cuando empiecen a suceder estas cosas... (vv. 28) dice Jesús, en lugar de abandonar es importante preparar el corazón con discernimiento, reconociendo los signos, sin poner resistencia a lo que viene para que podamos comenzar a caminar de una manera distinta, renovada y más ligera nuestra vida, dejando atrás el corazón pesado y cargado. Para esto, es necesario cobrar ánimo y levantar la cabeza (vv. 28b) mirando más lejos, observando a otros lados, mirando a Dios, dándonos cuenta que se acerca nuestra liberación (vv. 28c). Cobrar ánimo y levantar la cabeza es comenzar a ser protagonistas de nuestra propia vida, no bajo criterios de tristeza ni de desánimo, tampoco de amargura y de aspectos negativos, sino sembrando semillas de vida y de esperanza porque el Dios que viene siempre a nuestro encuentro, viene cargado de un amor que libera y transforma toda nuestra realidad para que vivamos tranquilos (cf. Jer 33, 14-16) libres y felices, reavivando nuestra confianza, pues nuestros esfuerzos por un mundo más humano no quedarán en vano porque Dios no sólo viene hacia nosotros, también nosotros vamos hacia Dios de una manera activa y siempre vigilante.
3. Las distracciones que suceden en nuestra existencia son inevitables. Muchas cosas que nos rodean pueden generar caminos que nos pueden desviar de lo que es más importante y esencial: vivir la meta del amor, el servicio y el hoy constructivo de la vida. Jesús alerta y se esfuerza por sacudir las mentes de sus discípulos para que no se vean sorprendidos ante la eminente venida del Señor (vv. 34-36). Cuando vivimos en un espejismo, como si estuviéramos fuera del tiempo real, actuando dentro de una serie de TV, con la mirada y el pensamiento fijo en nosotros mismos, en nuestros problemas y en las ganas de vivir para nosotros, como si lo único que existiera fuera solamente yo y no hay más por qué ocuparse es tomar decisiones equivocadas, embotadas y cargadas de egoísmo, arrastrados por la frivolidad y los excesos (vv. 34-35). Esto nos puede acomodar y hacer dormir, dejando que nuestro tiempo presente se viva sin intensidad y sin responsabilidad trayendo como consecuencia el desánimo, la tristeza y la soledad. De esta manera, tened cuidado de que no se emboten nuestros corazones (vv. 34). No podemos perder la capacidad del discernimiento y de la decisión por estar embotados. Lo mejor es estar en vela, estar siempre despiertos (vv. 36) sin relajarnos, con perseverancia, viviendo con lucidez y responsabilidad para mantener fija la mirada en lo que es más importante y esencial: Pasar nuestra vida y nuestra experiencia por el corazón y la voluntad ardiente del Padre. Por eso, la recomendación en estos tiempos es el cuidado y la vigilancia perseverante, no sólo por las cosas que suceden externamente, sino también por lo que llevamos en nuestro interior para que nuestro corazón no se enrede ni se desvíe para otro lado, volviéndose un corazón cargado que no logra avanzar y crecer porque no puede ver más lejos. Jesús nos indica cómo lograrlo. Oración permanente (vv. 36) y en todo tiempo porque a través de este ejercicio de vida podemos mantener la mirada fija en Dios sin que el corazón se desvíe. Con la oración podemos someter y ver nuestra vida desde la experiencia de Dios, aprendiendo a ver las cosas como las mira Dios, anticipando una relación profunda de amor que da sentido a todo lo que hacemos, logrando que nuestra vida se mantenga en una dirección plena, despierta y avivada. Además, de la oración también podemos fortalecer el servicio en favor de muchas personas y la responsabilidad de actuar en nuestra experiencia de vida, para que tengáis fuerza...superando los malos hábitos, escapando a los vicios y a la tentación de salir corriendo ante los problemas, estando siempre en pie delante del Hijo del hombre (vv. 36c). Por tanto, preparar el corazón para la venida del Señor es un acto de oración vigilante y perseverante, logrando que nuestro interior este siempre despierto, avivado, poseyendo una fuerza inmensa para que a través de nosotros, nuestra vida tenga el rostro de un Dios que acompaña y que nunca deja solo lo que él más ama. De esta manera, los discernimientos y las decisiones que tomemos desde una oración perseverante y vigilante nos conducirán a ser un rostro de vida, de consuelo, de esperanza y de fuerza, sintonizados con el programa y la voluntad ardiente del Padre, quien da siempre lo mejor para que vivamos un presente más agradable y mucho mejor con nosotros y con muchas personas, extendiendo los lazos de la fraternidad y del servicio generoso.
Luis Fernando Castro P.
Teólogo- Magister en Familia
@parraluisferf
luisferflormaria@yahoo.es
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